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Capítulo 4: ¿Verdad que duele?

Sus ojos, inquietos y llenos de angustia, se movían frenéticamente, reflejando un profundo temor que me impulsó a levantarme.

—El hombre del que hablo está justo frente a mí, el compañero más cercano de Gabriel —informé, colocándome delante de él.

Luego, con gesto suave, acaricié su cabeza como se acariciaría a un pequeño perro, buscando calmar su agitación.

Él continuaba temblando con intensidad, mostrando un miedo palpable que se reflejaba en cada fibra de su ser.

Podía percibir claramente ese temor, especialmente porque en los últimos días varios amigos de Gabriel habían perdido la vida en circunstancias misteriosas.

Si alguien albergaba alguna duda sobre quién podría estar detrás de todo esto, siempre había sido yo. Siempre fui yo quien puso fin a todo.

—Vamos, date prisa. Quiero volver a casa lo antes posible —insté, empujándolo hacia su asiento con tal fuerza que casi lo hice caer al suelo. —Agárrate fuerte.

Dirigiéndome a mi mochila, saqué una cámara.

—Voy a grabar todo tal y como te gusta. No tengo mucha experiencia en grabación y el enfoque no es lo mío, pero ¿a quién le importa mientras esté grabando, verdad? No lo haré de la misma forma que tú lo hiciste en el pasado, pero lo intentaré.

»¿Recuerdas nuestro viaje a París? El viaje de graduación al que me invitaron y al que tuve que asistir. No dejaste de grabar en ningún momento. ¿Te impresionó ver cómo maltrataban constantemente a una chica indefensa?

Ahora, es tu turno. ¡Pueden entrar! —exclamé al final, y varios hombres musculosos entraron en la consulta.

—Disfrútalo —le dije con un cómplice guiño, mientras él me miraba con molestia.

Salí de la habitación y me senté en el escritorio de la secretaría cuando mi teléfono empezó a sonar.

Consideré no contestar, pero al final lo hice.

—¿Qué quieres? —respondí.

—Quería saber si podemos ir a algún sitio esta noche —dijo mi «novio» al otro lado de la línea.

«Lo siento, no puedo salir esta noche. Tengo algunos asuntos que resolver —respondí, apretando el puño con rabia.

—Pero cariño, hemos pasado muy poco tiempo juntos últimamente. Necesito verte, echo de menos tu compañía —su voz sonaba decepcionada y anhelante.

Suspiré, sintiéndome culpable por alejarme de él, pero sabía que no podía permitirme distraerme en este momento crucial. Tenía que asegurarme de que todo saliera como lo había planeado.

—Lo siento mucho, pero hay algo realmente importante que debo hacer. Prometo compensarte cuando termine esto. Solo necesito que confíes en mí —le aseguré, deseando que entendiera y no insistiera más.

Después de unos segundos de silencio, su voz sonó más suave.

—Está bien, confío en ti. Pero no olvides que estoy aquí para apoyarte y que te amo.

Un nudo se formó en mi garganta, apretando como un puño al escuchar esas palabras.

La habitación parecía encogerse a mi alrededor mientras la realidad se volvía más clara. Sabía que él me amaba, y a pesar de todo, también sentía algo por él. Pero había llegado el momento de dejar todo eso atrás, de romper esos lazos que nos ataban.

—Gracias por entender, mi amor. Te prometo que esto acabará pronto y podremos estar juntos sin preocupaciones —respondí, cada palabra resonando con un peso emocional que amenazaba con hacerme ceder ante las lágrimas que se acumulaban en mis ojos.

Nos despedimos con un silencio pesado como el plomo, y colgué el teléfono con manos temblorosas. Me repetí a mí misma que estaba haciendo lo correcto, que era necesario para protegerme, aunque el dolor latente en mi pecho decía lo contrario.

Regresé a la consulta y me hundí en mi silla, buscando consuelo en su abrazo de cuero desgastado. Esperé a que los hombres salieran, cada segundo de espera un tormento que amenazaba con desgarrar mi determinación.

Debía mantenerme fuerte, concentrada en mi objetivo, aunque mi corazón se desgarrara en pedazos.

Mientras esperaba, los recuerdos inundaron mi mente, imágenes de momentos felices junto a Gabriel.

Éramos inseparables, dos almas enlazadas que creíamos inquebrantable, hasta que la sombra oscura de la violencia y la manipulación se interpuso en nuestro camino. Ahora era mi turno de tomar el control, de romper ese ciclo tóxico y poner fin a todo, aunque me costara el último pedazo de mi corazón.

Finalmente, los hombres salieron de la consulta, arrastrando consigo el eco de sus risas crueles y sus palabras despiadadas.

Respiré profundamente, sintiendo un alivio momentáneo al ver que mi venganza estaba en marcha, aunque fuera solo el primer paso en un largo camino hacia la redención.

Me levanté, mis pasos rasonaban en el suelo de mármol mientras caminaba hacia la puerta, sabiendo que no había vuelta atrás, que había cruzado un umbral del que no había retorno.

Después de cuatro horas interminables, poco a poco, uno por uno empezaron a abandonar el lugar, arreglando sus ropas con gestos apresurados y miradas furtivas.

—El trabajo está hecho, señorita Vergara —dijo uno de ellos, su voz era áspera como el eco de un reo condenado, mientras los demás simplemente se desvanecían en la oscuridad de la noche.

—De acuerdo, haré la transferencia de lo que falta durante la noche —mencioné, tratando de mantener la calma mientras hablaba de dinero y sangre como si fueran la misma moneda de cambio.

—No se preocupe por eso, nuestras negociaciones nunca llegan a un punto muerto, así que hemos decidido que el pago recibido es aceptable. Fue muy satisfactorio hacer negocios con usted.

—Agradezco enormemente la oportunidad de hacer negocios contigo —pronuncié, mis palabras tintineando con un matiz de ironía amarga.

—Nos vemos más tarde, señorita Vergara —dijo, su voz desvaneciéndose en la distancia mientras se alejaba, dejándome sola en la penumbra de mi victoria hueca.

Él se alejó con la misma indiferencia que caracterizaba a los demás, su figura desvaneciéndose en la distancia.

Mientras cruzaba el umbral, me vi confrontada con una escena repulsiva: el hombre yacía en el suelo, su cuerpo grotescamente manchado de semen y su entrepierna mostrando señales de sangre fresca.

Los ojos del Dr. Suárez, grises como una tormenta lejana, eran su único rasgo distintivo, atrapando la atención de cualquiera que se cruzara con su mirada penetrante.

—¿No consideras que el dolor es inevitable? No te preocupes, pronto te liberará su abrazo —mis palabras resonaron en la habitación, cargadas de una falsa tranquilidad.

Sabía que la sustancia utilizada aquella noche para inducir el sueño era una versión modificada de un agente paralizante, diseñada para mantener a la víctima consciente pero inmovilizada. Sin embargo, mi experimento había sido demasiado ambicioso; la dosis, excesiva. Esta vez, la parálisis no sería temporal, sino prolongada, una sentencia de una semana entera de inmovilidad.

Apliqué presión con firmeza sobre su entrepierna, ignorando sus quejidos ahogados por el miedo y la impotencia.

—La plaga debe ser exterminada, de lo contrario, se multiplicará sin control. Y pronto, experimentarás las otras sorpresas que he preparado para ti.

Me volví hacia mi mochila, extrayendo el bisturí con un gesto preciso y letal.

—Quiero informarte de mi decisión de someterte a una cirugía de reasignación de género.

Una sonrisa retorcida danzaba en mis labios al observar el terror reflejado en sus ojos.

—Mis búsquedas en línea me han proporcionado la información necesaria. Solo espero tener éxito en esta nueva empresa.

Con los guantes de látex ceñidos a mis manos, me aseguré de que la cámara continuara registrando cada momento y cada detalle de mi obra maestra en proceso.

—Mira, estoy progresando según lo planeado.

Mi voz resonó con una mezcla de satisfacción y anticipación, mientras me sumergía en la tarea ante mí.

Tomando el delgado dispositivo entre mis manos, comencé a cortarlo con movimientos precisos y meticulosos, ignorando el rastro de lágrimas que brotaba de sus ojos.

—¿Sientes algo, acaso? Pensé que la droga te mantendría insensible, pero no importa realmente. No te muevas, sería una lástima arruinar este momento.

Mis dedos danzaban sobre los controles del bisturí, siguiendo las instrucciones que había encontrado en línea, ansiosa por completar mi obra de reasignación de género.

—Necesito seguir practicando más para perfeccionar mis habilidades. Creo que eventualmente podré realizarlo correctamente. —Finalmente, luego de algunos intentos, logré realizar la sutura. Sin embargo, al exceder la cantidad de puntadas, cubrí cada agujero, dejándolo completamente sellado.

Imagino que esto provocará una sensación de ardor al intentar orinar.

—¿Qué opinas de la cirugía que te realicé, doctor? ¿Quién es el amigo de Gabriel, doctor Suárez? —Sigo haciendo preguntas, pero el silencio es mi única respuesta.

Mientras tanto, mi teléfono empieza a sonar, indicándome que el tiempo se ha acabado. Debo regresar a casa antes de que surjan problemas.

—Ya que no dispongo de más tiempo para continuar jugando contigo, te llevaré a descansar un poco.

Lo tomé de los brazos y lo conduje hacia otro lugar.

—Dr. Suárez, debería considerar comenzar una dieta, su peso es un problema evidente. Empiezo a pensar que podría implementar un plan de reducción de grasa con usted. Sin embargo, el tiempo apremia.

Lo guié hacia el baño y coloqué su cabeza bajo el grifo. Luego, saqué una manguera de mi mochila y dejé que una única gota de agua cayera sobre su cabeza.

Recuerdo haber leído que en la Edad Media esta era una de las torturas más despiadadas para aquellos acusados de brujería. Los sometían a un goteo constante de agua que, con el paso del tiempo, perforaba sus cráneos y los llevaba a una muerte lenta y agónica. Y así es como morirá él. Le proporcionaré una muerte lenta y dolorosa.

Extraje una jeringa de mi mochila por si el efecto de la droga comenzaba a desvanecerse; así podría inyectarle una dosis adicional y prolongar su duración.

No me preocupa que puedan sospechar de la fuga de agua, ya que el baño cuenta con una alcantarilla en el suelo; el agua no saldrá de allí.

—Gracias por la consulta, Dr. Suárez. Ha sido de gran ayuda —dije con un tono falso de gratitud mientras planeaba mi próxima acción.

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Agradezco mucho su lectura. Esta novela es un viaje intenso que narra la vida de una mujer empoderada que desafía todo en busca de la felicidad.

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