—¿Qué tipo de juego? —preguntó Nathan, mostrando curiosidad en sus ojos mientras yo me sumergía en mis pensamientos.Distraída en mi propio mundo, lo ignoré y fui directamente a sentarme en una de las sillas de madera, sintiendo su rugosa textura bajo mis manos. La señora Lourdes, una mujer de cabello canoso con rostro siempre adornado con una cálida sonrisa, se acercó a nosotros con paso ligero, sus zapatos chirriando suavemente en el suelo de baldosas.Esa señora casi siempre está sonriendo, y yo, como cliente frecuente del lugar, he entablado una relación cercana con ella. Suelo venir aquí a menudo, y casi siempre lo hago sola. Me gusta observar cómo los jóvenes compiten entre sí, mientras me regalo el placer de beber una o dos latas de cerveza fría, sintiendo el frescor del metal en mis manos. Y, por supuesto, a tener largas pláticas con la señora Lourdes, quien se ha convertido en una confidente y consejera de vida, su voz es suave y reconfortante como un bálsamo para el alma.—
—Matute, tienes unos brazos fuertes. Cárgame —dije con voz entrecortada mientras hacía pucheros, sintiendo cómo la noche se movía a mi alrededor en un torbellino de luces y sonidos difusos. El aire fresco de la noche acariciaba mi rostro, mientras las risas lejanas y el murmullo de la ciudad se fundían en una melodía urbana embriagadora. Creo que he bebido demasiado, mis pensamientos se tambalean junto con mi cuerpo, como si estuvieran atrapados en un laberinto de neblina alcohólica. Los destellos de las farolas se reflejan en mis ojos vidriosos, distorsionando la realidad y sumergiéndome en un estado de ensoñación etílica. Hoy me estoy comportando como una estúpida frente a un completo desconocido, dejando que la imprudencia y la despreocupación se apoderen de mis acciones mientras la sensación de libertad se mezcla con el vértigo de lo desconocido. Cada mirada furtiva y cada sonrisa cómplice, alimenta la efímera ilusión de estar viviendo una aventura prohibida en medio de la osc
★ NathanDespués de la partida de Strella, tomé el camino hacia mi refugio, mi oficina. Aunque modesta en tamaño, irradiaba una calidez reconfortante, con las paredes revestidas en tonos neutros que ofrecían un telón de fondo tranquilo, contrastando con la frenética actividad de la ciudad más allá de la ventana. La luz del día se filtraba a través de las cortinas entreabiertas, bañando el espacio con una suave luminosidad. Mi escritorio, el epicentro de mi labor como detective, estaba meticulosamente organizado, con montañas de documentos y expedientes que testificaban mi dedicación incansable a mi oficio.—Llegas tarde —me recibió Ana, mi compañera de cabello negro como el azabache y ojos vivaces que siempre parecían captar hasta el más mínimo detalle del entorno. Su presencia era tan vibrante como su energía, siempre acompañada por su inseparable barra de chocolate energético.Traté de ignorarla mientras indagaba sobre posibles novedades, pero Ana era implacable en su atención, s
Salí de la sala de interrogaciónes y vi a Ana esperándome con un recipiente lleno de agua lista para mí. Sus ojos expresaban preocupación mientras me observaba. Me lavé las manos en silencio, quitando los restos de sangre que me recordaban los eventos recientes. Luego, caminé por los pasillos de la oficina, dirigiendome hacia la oficina de mi maldito jefe.La oficina estaba impregnada con el aroma a madera antigua y el sonido de las máquinas de escribir llenaba el espacio. Al entrar sin avisar, arrojé con fuerza una hoja sobre el escritorio, dejando claro mi descontento. No pronuncié una sola palabra mientras salía, dejando a mi jefe atónito.Ana, siempre fiel y leal, me instó a almorzar. A pesar de mis preocupaciones, su voz cálida y amable me hizo reconsiderar. —No tengo hambre —respondí abruptamente, sin darme cuenta de lo mucho que ella estaba tratando de ayudar.—Nathan, creo que ahora sí te pasaste de la raya con esos criminales —me dijo Ana, con su mirada preocupada clava
—Colócate el cinturón —volteé a verla y apunté hacia la cinta que estaba junto a su cuerpo.Me miró con cierta indiferencia y no hizo ademán de moverse. Parecía no tener la más mínima intención de aprovecharlo. Decidí acercarme a ella, sintiendo el palpitar acelerado en mi pecho, y tomé el cinturón entre mis manos.Sin previo aviso, en ese preciso momento, ella me jaló de la camisa con fuerza y me besó. Al principio, la sorpresa me invadió, pero rápidamente la pasión se apoderó de mí. Pasé mi mano por detrás de su cabeza, entrelazando mis dedos en su suave cabello, y la atraje aún más hacia mí. Sus labios tenían un sabor delicioso que me embriagaba.En medio del beso apasionado, ella mordió mi labio con tal fuerza que brotó un hilillo de sangre. Sin pensarlo, hice lo mismo y compartimos el sabor metálico mientras nos devorábamos con lujuria, sin piedad.Los cristales polarizados de mi auto nos resguardaban de las miradas indiscretas, permitiéndonos entregarnos por completo.Tiré de su
No sé por qué, pero presiento que Matute está actuando de manera extraña. Sin embargo, todos tenemos un poco de rareza, lo cual hace que las personas sean especiales de cierta manera.—Ya he terminado, Matute. ¿Quieres que haga algo más? —pregunté mientras dejaba los vegetales sobre la barra.Él se quedó viéndome fijamente antes de responder.Matute, ha despertado mi curiosidad. Su cabello azabache caía sobre su rostro misterioso. No parecía dejarse afectar por las inquietudes y parecía ocultar secretos detrás de su sonrisa enigmática.—La salsa —pidió. Asentí y comencé a freír chiles, tomates, ajo y cebolla para crear una sabrosa salsa roja.No estaba segura si le gustaba tan picante como a mí, yo disfrutaba de las emociones intensas, tanto en la comida como en la vida.Mientras me enfocaba en la preparación, me di cuenta de que se me estaban quemando los ingredientes de mi salsa.Apurada, vacié todo en la licuadora, pero al no encontrar la tapadera, improvisé y le puse un plato pla
★ NathanHan pasado algunos días desde que vi a Strella. Creo que me está evitando. Deambulo por mi casa con la esperanza de que ella aparezca. Se supone que no somos nada, así que no debería importarme si ella está bien, pero no puedo sacarla de mi cabeza.Es importante para mí, o mejor dicho, para mi caso. No para mí en lo personal. Únicamente fue sexo y nada más.Después de deambular por mi cocina hasta mi cuarto durante un largo, pero muy largo rato, decidí llamar a Ana.—¿Sí, jefe? —respondió ella del otro lado de la línea.—Te veo en el campo de tiro en media hora. No llegues tarde porque no me encontrarás —colgué la llamada y tomé mi chaqueta.Salí de casa.Mientras conducía por el vecindario de Strella, vi el auto estacionado de Gabriel y su esposa. Al parecer, no han salido de casa en días. Esto me pareció muy sospechoso. Decidí pasar por allí y saludar a Gabriel, aprovechando la oportunidad para ver si Strella estaba bien.—¿Hola, Gabriel? ¿Cómo estás? —pregunté mientras m
—Ya voy —dije mientras dejaba los informes cuidadosamente sobre la mesa. Caminé hasta la puerta y la abrí, esperando encontrarme con alguien afuera. Sin embargo, para mi sorpresa, no había nadie allí. Parecía como si se hubieran arrepentido de tocarla. Pero mi deber era claro, tenía que llevar la trágica noticia de que el amigo de Gabriel había fallecido. Mis pasos eran lentos mientras meditaba en lo que había leído en los informes. Me preguntaba si Strella realmente no estaba tan completa como aparentaba. ¿Qué secretos ocultaba tras su enigmática sonrisa? A medida que me acercaba a su casa, mis pasos se volvieron pesados, como si estuviera cargando con el peso del destino. Sin embargo, no podía apartar la vista del tercer piso, donde se encontraba Strella, una figura solitaria en el balcón. No hubo necesidad de palabras. Nuestros ojos se encontraron en un instante, compartiendo un misterioso vínculo. Sin decir nada, ella ingresó a su casa y yo me quedé allí, con una extraña s