—¡Buen día a todos! No sabía que estaban aquí.Saludó efusivamente Gérard, rompiendo drásticamente con el ambiente tenso que había en el jardín. Adeline, al ver que el asistente de su marido había llegado oportunamente, se levantó repentinamente para recibirlo.—¡Gérard! Me alegra verte —exclamó con un exagerado entusiasmo.Aunque estaba sorprendido por el efusivo recibimiento, Gérard notó que la expresión de la emperatriz era de incomodidad, por lo que al observar detenidamente, notó que la causa eran los dos hombres que estaban sentados frente a frente en la misma, proyectando un aura agresiva. «Mmm… Parece que vine en el momento indicado», pensó divertido.—Mi señora, ¿necesita algo? —preguntó servicialmenteSin darle oportunidad de reaccionar, Adeline corrió hacia él y lo tomó del brazo para arrastrarlo hasta la mesa.—Sé que estás ocupado —comenzó a decir con agitación—, pero sería bueno que te tomes un descanso. Mira, hasta el comandante Solep se animó a acompañarnos, ¿no es así
«¡Dios! ¿Qué es lo que acabo de ver? Por qué… por qué Mikhail aparece en mi visión… ¿Asesinándome?», pensó Adeline aterrada, al tiempo que soltaba inconscientemente la taza que tenía en la mano, la cual cayó estrepitosamente al piso.El estridente sonido tomó por sorpresa a sus acompañantes, a lo que Gérard se acercó apresuradamente para comprobar lo que estaba ocurriendo.—¡Señora! ¿Se encuentra bien? En tanto, Marion, se mantuvo en su lugar mirando fijamente a la emperatriz, para después dirigir su vista hasta los alrededores en busca de lo que la había impresionado.—¿Acaso vio algo que la asustó? —preguntó seriamente.Adeline, que intentaba mantener el aliento, respondió nerviosamente.—¿Eh? Yo… Yo… lo siento, creo que tuve un escalofrío.Extrañado con la respuesta de la emperatriz, Gérard preguntó ansioso.—¿Escalofrío? ¿Acaso siente frío? ¿Quiere que llame al doctor para que la revise? Como estaba tan nerviosa por la terrible visión, Adeline insistió en su versión.—¡Oh! ¡Sí! T
Mientras estaba inconsciente, Adeline comenzó a recordar su anterior vida como Mercy, una trabajólica que no tenía tiempo para su vida personal. «¿Desde cuándo perdí el interés en salir y conocer chicos? ¡Es más! ¿Cómo se llamaba el último tipo con el que tuve una relación? ¿Por qué siento que pasó mucho tiempo después de que tuve sexo con alguien?», meditó entre sueños, mientras veía escenas de su aburrido pasado siendo una empleada de una editorial.De lo único que se arrepentía era de haber dedicado mucho tiempo en hacer que su vida profesional despuntara, incluso dando regalando sus energías a una empresa que no valoraba demasiado su esfuerzo.«¿Cómo fue que morí? ¡Ah! Ya recuerdo, estaba escribiendo un artículo mientras leía un capítulo de mi novela favorita, cuando colapsé. En ese momento tenía tanto sueño, que apenas podía mantener los ojos abiertos para seguir leyendo. ¡Es más! Ni siquiera recuerdo de lo que trataba ese capítulo», pensó frustrada al ver su cuerpo derrumbado sob
Adeline se levantó de golpe al enterarse de que Ashal estaba desaparecido y, tomando de los hombros a Bonnie, demandó: —¿Qué acabas de decir? —Que… que el emperador… está… desaparecido —respondió la mujer con ojos llorosos. —¿Cómo te enteraste? —preguntó Adeline con ansiedad. —Yo lo escuché… de los soldados… —contestó Bonnie nerviosamente. Ante esto, Annie se acercó para confirmar lo que su compañera acababa de mencionar. —Bonnie, ¿estás segura de lo que escuchaste? ¿No te habrás confundido? —Sí… —reiteró— incluso el general Solep abandonó su puesto y dejó a un soldado a cargo de vigilar la habitación de la señora, para ir al despacho del emperador. Esto dejó sin palabras a la afligida Adeline, que apenas podía creer lo que acababa de escuchar. «¡No puede ser! Esto jamás ocurre en la novela, no entiendo qué está pasando, ¿por qué la historia sigue un curso diferente?», pensó consternada. Como la emperatriz estaba callada con la noticia, sus asistentes ser miraron preocupadas
En el ducado del Norte, Adolf se encontraba en su despacho reprendiendo violentamente a sus soldados, mientras era observado en silencio por Damien y Thomas. —¿Acaso son unos idiotas o están ciegos? —gritó mientras arrojaba uno de sus artilugios que tenía en el escritorio—. ¿Por qué no fueron capaces de prevenir que Ashal escaparía fácilmente de este palacio? ¿De qué sirve que les pague, si fracasaron en el único trabajo que debían hacer? ¡Solo tenían que vigilar que el maldito emperador no saliera de su habitación! ¿Qué estaban haciendo cuando él se marchó a la vista de todos? El líder de sus soldados, Marcel, miró fijamente al duque y respondió con frialdad. —Al parecer, el emperador Ashal Dunesque aprovechó el cambio de turno para escapar con la ayuda de alguien más. Ya comprobamos la asistencia de los guardias reales y de los empleados del palacio, hasta el momento nadie de ellos falta. Al escuchar esto, Adolf gruñó rabioso. —¿Cómo es eso posible? ¿Y quién carajos se atrevió a
Haciendo a un lado la angustia por no saber nada de su esposo, Adeline volvió a su habitación para asearse rápidamente y volver con Gérard. En el proceso, sus asistentes corrían presurosas para todos lados con tal de que su señora tuviera todo a la mano. —Aquí trajimos el desayuno, es importante que siga al pie las recomendaciones del doctor —señaló Annie agitada. Como tenía prisa, Adeline pensó en rechazarlo de inmediato, pero como desde el día anterior no había probado bocado, aceptó de mala gana. —Bien —dijo mientras se sentaba en la mesa que estaba cerca de la ventana. Mientras comía rápidamente, vio que Mikhail caminaba hacia el palacio. Esta presencia le causó escalofríos, que se atragantó con el bocado y comenzó a toser. —¡Mi señora! ¿Le pasa algo? —preguntó la ansiosa Annie. —¡Cof! ¡No! ¡Cof! ¡No es nada! —respondió entre jadeos Adeline, al tiempo que tomaba agua para calmar el reflejo de su garganta y se levantaba de la mesa—. Ya me llené, tengo que ir con Gérard. Esto
Ante la renuencia de Gérard de permitirle seguir trabajando, la emperatriz se sintió un poco ofendida y estuvo a punto de reclamarle por su actitud, pero como su cuerpo ya empezaba a resentir el cansancio por llevar varias horas en una misma posición, aceptó marcharse de mala gana. —¡Ains! Está bien, me iré. —No se enfade conmigo, majestad —suplicó Gérard, preocupado por su reacción. —Sí, estoy enfadada, pero es cierto que debo descansar. Tú también deberías hacerlo —replicó la emperatriz con firmeza. —Lo sé, pero ya estoy acos… —¡No! Si yo me voy, tú también lo harás. No es justo que tú te quedes más tiempo trabajando —reviró ella con autoridad. Tal argumento desarmó al férreo hombre, que durante mucho tiempo había deseado que Ashal le hubiera permitido salir temprano después de una jornada larga. No obstante, estaba el hecho de que ahora el paradero del emperador era desconocido, por lo que no podía darle tantas libertades. Con esto en mente, decidió seguirle la corriente a l
Tal como había advertido Mikhail, un grupo de rebeldes había ingresado a la fuerza a las mazmorras, con el objetivo de “salvar” a su líder, Julius Zenitty. En el alboroto, comenzaron a liberar a los presos que se encontraban ahí, quienes aprovecharon la caótica situación para pelear contra los celadores. —¡Busquen en todas las celdas! ¡Julius tiene que estar en este lugar! —gritó uno de los rebeldes, quien lideraba la incursión. Sus secuaces continuaron abriendo las demás celdas en busca de Zenitty, pero luego de revisar en todas, no lo encontraron en ninguna parte. —¡Señor! ¡Aquí no está el señor Julius! —gritó uno de los rebeldes. —¡Acá tampoco lo tienen! —añadió otro. Al escuchar esto, el líder de la incursión se detuvo y pensó en voz alta. —Estábamos seguros de que Julius estaría aquí, ¿dónde lo habrán metido? —en ese punto, una idea peligrosa pasó por su mente—. ¿Acaso lo mataron? Tras llegar a esta conclusión, se acercó a uno de los guardias que yacía tirado en el piso tra