Hasta aquí llega la serie de los hermanos Volkov. Espero que hayan disfrutado leerlo, tanto como yo al escribirlo. Nos vemos en tres días en la historia de Carmine y Giacomo: "Enredos del corazón".
Un año antesKassio observó el pétreo rostro de su padre, casi parecía que solo estaba durmiendo. La última vez que lo había visto, antes de viajar a Londres hace casi una semana, él se veía bastante bien, quizás no como el hombre fuerte y lleno de vitalidad que había sido alguna vez, pero tampoco notó en él ninguna evidencia de que fuera a morir pronto. Y, aun así, allí estaba, recostado dentro de su ataúd.—Mis condolencias, hijo —le dijo uno de los amigos de su padre parpándose junto a él—. Tu padre fue un hombre ejemplar y todos lo extrañaremos. Él estaba muy orgulloso de ti.Kassio lo sabía, aunque su padre nunca se lo había dicho. Su relación no era lo que se llamaría cercana. Maxim Volkov había tenido un orden de prioridades en la vida y el trabajo siempre había estado en la cima de la lista, mientras que criar a su hijo estaba casi al final. Pero no fue un mal padre. Se aseguró de darle la mejor educación posible, cubrir sus necesidades y nunca lo había maltratado.Iba a extrañ
Sienna soltó una maldición que, de no haber estado sola, habría hecho que más de una persona la volteara a ver con reprobación. Los autos llegaban sin parar y ocupaban todo el lugar sin darle opción a salir de aquel atolladero. Se sintió muy tentada a tocar la bocina, pero eso atraería atención que no necesitaba.Revisó la hora en la pantalla del vehículo y tamborileó los dedos en el volante con impaciencia. Su hermano iba a salir del Torcrescenza en algún momento y si no se movía pronto, no estaría allí cuando eso sucediera.—Quizás debería llamarlo y decirle que llame a un Uber. —Sonrió, eso seguro lo irritaría, pero no creía que fuera buen momento para provocarlo.Los carros empezaron a desaparecer de su camino mientras uno a uno se acomodaban en el amplio estacionamiento.—Al fin, maldita sea —dijo, mientras arrancaba su auto.Estaba por llegar cuando vio a un tipo, de espaldas a ella, parado en medio del camino a unos metros de distancia. La idea de llevárselo de encuentro cruzó
—Señorita, buenos días. Sienna casi rodó los ojos al escuchar a la agradable secretaria de su hermano. Grazia nunca había hecho nada para molestarla; por el contrario, siempre la recibía con una sonrisa. El problema es que no parecía sincera, ni cuando sonreía, ni al mostrar interés cuando le preguntaba sobre su vida. —Grazia —saludó—. ¿Está mi hermano en su oficina? —Sí, pero está en una reunión en este momento. —¿Crees que tarde demasiado? —El señor Volkov llegó hace poco, así que es lo más probable. —Espera, ¿dijiste Volkov? ¿Estás en una reunión con Kassio Volkov? —Sí. —Grazia la miró con curiosidad. Sienna se dio la vuelta y se dirigió directo a la oficina de su hermano. A unos metros de la puerta vio a un par de hombres de traje mirando todo con desconfianza. «Guardaespaldas». —Señores, buenos días —saludó con una sonrisa y continuó de largo. —Señorita, no puede entrar allí. Se detuvo, regresó sobre sus pasos y se plantó frente al hombre que había hablado, mirándolo d
Kassio revisó los contratos una última vez antes de firmarlos y devolverlos a Susan, su secretaria. —¿Has tenido alguna noticia de tu suegro? —preguntó su amigo, con una sonrisa divertida, en cuanto su secretaria los dejó a solas. Nadie, además de Domenico, se atrevería a bromear con él. Su amigo se había hecho inmune a sus miradas heladas y comentarios rudos en los años de amistad que tenían. Se habían conocido cuando eran unos adolescentes y Domenico se había abierto un espacio en su vida, casi a la fuerza. Su larga amistad no evitaba que a veces fantaseara con lanzarlo por la ventana cada vez que soltaba un comentario impertinente. —Ya deja de decirle así, y ha intentado contactarme desde el día de la infructuosa boda. No he atendido a ninguna de sus llamadas. Lo necesito desesperado para que acepte mis términos. Su madrastra no era la única que esperaba frutos de su boda y ahora necesitaba encontrar un nuevo curso de acción. —¿No crees que se cansará e irá tras de otro inve
Kassio apartó la atención de sus papeles al notar que la puerta de su despacho se abría. Solo había un par de personas que entraban sin anunciarse: Nastia y Maxim.—Nastia —saludó, al ver que se trataba de su madrastra, y volvió a concentrarse en su trabajo.Había tenido un día demasiado largo y no estaba de humor para lidiar con ella. No creía que tuviera nada importante que decir. Después de un año bajo sus órdenes, estaba acostumbrado a que ella apareciera en cualquier momento solo para recordarle quién estaba al mando. Como si él pudiera olvidarlo.Era la lealtad a su padre y el legado de su familia lo que lo mantenía allí, de lo contrario, habría mandado a Nastia al demonio hace mucho tiempo y habría dejado que Secure Line Insurance se fuera a la quiebra. —Kassio, ¿cómo estás?—Bastante ocupado. ¿Qué te trae por aquí?—¿Seguro puedes dedicarme unos minutos?Kassio miró la hora en la pantalla de su computadora, casi era la hora de salida. Dejó a un lado sus documentos y se reclin
Sienna se dio la vuelta para ver que había llamado la atención de su hermana gemela. Sonrió al ver a Kassio de pie en la entrada. Él sí que sabía cómo hacer una entrada. —No vemos luego —le dijo a su gemela y al esposo de esta, antes de dirigirse hacia el recién llegado. Mientras se acercaba a Kassio, dejó que su mirada vagara por su cuerpo. Llevaba un traje hecho a medida que le quedaba impecablemente bien y realzaba su presencia dominante. Desde la distancia, le dedicó una sonrisa, y como esperaba, él mantuvo su expresión imperturbable. Se preguntó cómo sonaría su risa, si es que alguna vez reía. Apostaba a que sería un sonido ronco y profundo. Y entonces, se propuso escucharla al menos una vez. —Al final, sí viniste —declaró, presumida, deteniéndose delante de él. A Kassio le tomó un segundo recuperarse de la impresión. Sienna se veía radiante y no había podido evitar admirar la elegancia con la que había recorrido el salón. —Tengo la impresión de que no le informaste a nadie q
Sienna sonrió al escuchar el rugido tan familiar del motor de su auto. El mundo a su alrededor se disolvió hasta volverse un patrón borroso, mientras centraba su atención en la pista de carreras que se extendía ante ella.Escuchó a su jefe de equipo darle la señal y pisó el acelerador. Su cuerpo se hizo hacia atrás debido a la velocidad con la que salió disparada. Movió la palanca de cambios mientras aumentaban la velocidad. Con cada curva, cada giro, su cuerpo se inclinaba en perfecta armonía con su vehículo.Al entrar en una curva cerrada, los neumáticos de su auto chirriaron y perdió momentáneamente el control del auto, apenas una milésima de segundo, pero eso podía costarle la victoria en la carrera. Ajustó la dirección con la precisión de un reloj suizo y continuó. Podía sentir la adrenalina correr por sus venas, su corazón latiendo a un ritmo frenético.—Una vuelta más —le indicó su jefe.—Por supuesto. —Sienna aceleró un poco más. Sus pies presionaron entre el acelerador y el p
«Debe ser una jodid@ broma»Desde la fiesta, Kassio no había podido sacar a Sienna de sus pensamientos, apareciendo en los momentos más inesperados, y ahora estaba a solo unos metros. Durante un fugaz instante, consideró que era fruto de su imaginación, pero entonces ella le dedicó una sonrisa y movió su mano en señal de saludo. Kassio no sonrió y tampoco le devolvió el saludo.Su atención se desvió hacia el hombre que estaba sentado junto a ella cuando este se inclinó y le susurró algo al oído. Los dos parecían bastante cercanos y se preguntó cuál sería su relación. Se convenció de que no era asunto suyo y regresó su atención hacia la barra.Al día siguiente de la fiesta, Kassio, con los pensamientos más claros, se había dado cuenta de la estupidez que había estado a punto de hacer. Besar a Sienna habría sido un grave error. No tenía idea de lo que lo había poseído, pero se alegraba de no haber cedido.Como no confiaba en su control cerca de ella, había preferido mantener las distanc