Valeria se miró en el espejo y respiró profundamente varias veces para calmarse. Los últimos cuatro días había estado sintiéndose mal. Las náuseas iban y venían, en especial durante las mañanas. El día anterior, en el trabajo, las náuseas la habían vencido, y apenas había logrado llegar al baño de antes de vaciar su estómago.Al principio, había asumido que se trataba de un virus estomacal, pero esa misma mañana había reparado en el hecho de que su periodo llevaba tres días de retraso. Podía deberse a muchas razones, pero no podía evitar pensar en la posibilidad de un embarazo.Debería haber renovado sus inyecciones anticonceptivas un par de meses atrás, pero el trabajo la había absorbido tanto que olvidó asistir a su cita. Durante su estancia en la isla con Maxim, él no había usado preservativos ni una sola vez y ella, consumida por el momento, se había olvidado por completo de mencionarle que no se estaba cuidando.No fue hasta el final del segundo día que su mente encendió una alarm
Maxim se despertó al sentir que Valeria se deslizaba fuera de la cama. Abrió los ojos justo a tiempo para verla correr hacia el baño. No pasó mucho antes de que la escuchara vomitar. De inmediato, saltó de la cama y fue tras ella. La encontró de rodillas en el suelo con la cabeza inclinada en el inodoro. Se puso de cuclillas junto a ella y le sostuvo el cabello sin saber muy bien qué más hacer.Pasaron varios minutos antes de que las arcadas cesaran. Entonces, ayudó a Valeria a ponerse de pie.—Necesito lavarme —susurró ella.Maxim asintió y le entregó un cepillo con pasta dental. Mientras ella se lavaba los dientes, él observó atento cada uno de sus movimientos, preparado para sostenerla en caso de que se desvaneciera, lo cual parecía que iba a pasar en cualquier momento. Valeria estaba demasiado pálida y sus movimientos eran lentos.Tan pronto ella terminó, Maxim levantó en brazos y la cargó de regreso a la cama.—Voy a llamar al médico de mi familia —dijo al mismo tiempo que la cub
Maxim sonrió con orgullo al ver a Valeria desenvolverse con naturalidad en medio de los invitados del evento de caridad. Ella brillaba, no solo por su belleza, sino por su soltura y confianza. El evento estaba saliendo mejor de lo que él había imaginado, y sabía que Valeria merecía gran parte del crédito. No solo había cumplido con el trabajo que le había encomendado, sino que se había asegurado que cada detalle saliera a la perfección, como si llevara una vida organizando ese tipo de eventos.Maxim notó que, aunque Valeria aún mantenía una sonrisa en su rostro, había un leve cansancio reflejado en sus ojos y en la postura de sus hombros. Era su trabajo cuidar de ella y con el tiempo se estaba volviendo muy bueno en notar ciertas cosas.Se disculpó con las personas que estaban hablando y tomando la mano de Valeria, la guio en dirección al fondo del salón.—Estoy agotada —dijo ella sentándose con un profundo suspiro.Maxim se acomodó en el asiento vacío junto a ella.—Mereces un descan
Valeria miraba a través de la ventanilla del auto. Las sombras de las casas pasaban a toda velocidad mientras se acercaban cada vez más al cementerio. Había pasado mucho tiempo desde la última vez que había visitado la tumba de su hermana y, hasta hace algunas semanas, no estaba segura de si algún día sería capaz de volver a hacerlo. Soltó un suspiro.—¿Estás segura de que quieres hacer esto? —preguntó Maxim, tomando su mano con suavidad.—Sí —respondió, segura, y giró la cabeza para mirarlo.Sabía que a Maxim le preocupaba lo que esa visita al cementerio pudiera desatar en ella, pero necesitaba hacerlo. Era la única forma de cerrar la última puerta que la mantenía conectada a la parte más dolorosa de su pasado. No quería vivir el resto de su vida guardándole resentimiento a su hermana.Maxim la tomó del mentón y se inclinó para darle un beso suave.—Te amo –musitó él sobre sus labios.–Y yo a ti.Unos minutos más tarde, el auto se detuvo y la puerta se abrió. Maxim salió primero y l
Valeria revisó el diseño en el que había estado trabajando la última semana, casi estaba finalizado, pero había algo en él que no terminaba de convencerla. Frunció los labios en señal de frustración mientras intentaba descifrar como hacer que cada parte funcionara en conjunto con el resto, pero finalmente soltó un suspiro y se rindió. No había nada que pudiera hacer para mejorarlo, no sin hacer cambios significativos, cambios que el cliente se negaba a aceptar.Su negocio había prosperado mucho en los últimos meses, y parte de ese éxito se lo debía a Maxim. Él tenía conexiones en todas partes y se había asegurado de promocionar su trabajo. Por supuesto, lo había consultado con ella primero. Al principio, Valeria dudó en aceptar su ayuda —su orgullo la impulsaba a querer lograr todo por sí misma. Maxim, sin embargo, le recordó que solo le estaba dando una mano, y que el mérito de mantener a sus clientes satisfechos dependería únicamente de ella y su talento. Con el tiempo, Valeria acep
Maxim mecía a su hija, mientras se acercaba a la cuna que habían trasladado a su habitación. Él y Valeria habían dedicado meses a preparar una habitación especial para su bebé, pero cuando finalmente la trajeron a casa, no eran capaces de separarse de ella por mucho tiempo y menos de dejarla dormir en otra habitación. Sonrió al ver cómo la bebé hacía un mohín. Irina era tan delicada tierna y perfecta, que a veces le parecía irreal. Y también era demasiado pequeña. Aunque ya había ganado peso desde su nacimiento, dos semanas atrás, Maxim aún la veía diminuta, como si con un movimiento descuidado pudiera romperla.La primera vez que la sostuvo en sus brazos, un sudor frío había recorrido su espalda. Nunca había sentido tanto temor de cometer un error. Cada fibra de su ser había estado en tensión, temiendo aplastarla o dejarla caer. Pero mentiría si dijera que la inquietud había desaparecido por completo. Una parte de él sabía que ese temor nunca se desvanecería del todo. Siempre estarí
Valeria tomó una bocanada de aire y luego lo soltó lentamente. No podía creer que aquel momento había llegado por fin, dentro de poco se convertiría en la esposa de Maxim.—¿Nerviosa? —le preguntó Kassio.Las chicas habían salido de la habitación unos minutos antes, justo segundos después de que Kassio llegara. Valeria no tenía a su padre para llevarla hasta el altar, y aunque había considerado la opción de caminar por el pasillo sola, al final decidió que quería a Kassio a su lado. Con el tiempo, él había llegado a ser en una especie de hermano para ella.Cuando le mencionó la idea a Maxim, él se había mostrado más que de acuerdo.—Un poco. Ni siquiera sé por qué. Amo a tu hermano y quiero casarme con él.—Es un momento importante en tu vida, es normal que sientas algo de nervios. Te sentirás mejor cuando veas a Maxim.—¿También te pusiste nervioso el día de tu boda?—Sí, más que nada porque temía que Sienna no apareciera.—¿Qué habrías hecho si eso hubiera sucedido?—Salir a buscarla
Maxim se quitó el saco y lo dejó a un lado, avanzando hacia el patio trasero mientras se desabrochaba las mangas de la camisa. A cada paso, las risas de sus hijos se volvían más fuertes.Al llegar al umbral de la puerta, Maxim se detuvo y apoyó un hombro en el marco de la misma. Sonrió al ver la escena que se desarrollaba frente a él. Su esposa corría detrás de sus hijos, que la esquivaban con risas y brincos para evitar ser atrapados.Valeria llevaba un vestido floreado que le llegaba a medio muslo, su cabello caía libremente sobre su espalda y una enorme sonrisa adornaba su rostro. La recorrió lentamente con la mirada. Después de dos embarazos, se vía aún más bella. Maxim no podía esperar para poner sus manos sobre ella.Había pasado un par de días fuera de la ciudad, resolviendo asuntos de negocios, y durante cada momento había extrañado a su esposa y a sus hijos. Ya no viajaba tanto como antes y odiaba cada vez que debía alejarse de ellos.—¡Papi! —chilló su hija antes de comenzar