Kassio apartó la atención de sus papeles al notar que la puerta de su despacho se abría. Solo había un par de personas que entraban sin anunciarse: Nastia y Maxim.
—Nastia —saludó, al ver que se trataba de su madrastra, y volvió a concentrarse en su trabajo.
Había tenido un día demasiado largo y no estaba de humor para lidiar con ella. No creía que tuviera nada importante que decir. Después de un año bajo sus órdenes, estaba acostumbrado a que ella apareciera en cualquier momento solo para recordarle quién estaba al mando. Como si él pudiera olvidarlo.
Era la lealtad a su padre y el legado de su familia lo que lo mantenía allí, de lo contrario, habría mandado a Nastia al demonio hace mucho tiempo y habría dejado que Secure Line Insurance se fuera a la quiebra.
—Kassio, ¿cómo estás?
—Bastante ocupado. ¿Qué te trae por aquí?
—¿Seguro puedes dedicarme unos minutos?
Kassio miró la hora en la pantalla de su computadora, casi era la hora de salida. Dejó a un lado sus documentos y se reclinó en su silla, cruzando los brazos.
—¿En qué puedo ayudarte?
—Es sobre tu hermano. Me gustaría que lo involucraras más en los negocios de la empresa.
—Tiene su propia oficina en este piso y ocupa uno de los puestos más importantes. —Aunque bien sabía que eran los hombres bajo su mando los que hacían todo su trabajo—. Le otorgaría otras responsabilidades, si confiara en que puede hacerlo.
Su madrastra le dio una mirada gélida.
—Él podría hacer hacerlo, si aprendiera más sobre cómo funcionan las cosas aquí. Puedes empezar por llevarlo a reuniones con los clientes y dejarle cerrar nuevos tratos.
—Nastia, con todo respeto, estoy aquí para trabajar, no para hacer del niñero de mi irresponsable hermano. La mayoría del tiempo es una suerte encontrarlo en su oficina. ¿Qué sugieres? ¿Que tenga a los clientes esperando hasta que tu hijo se digne a aparecer para llevarlo conmigo? Maxim es impredecible e irresponsable.
Hubo un tiempo en el pasado que Kassio se había encargado de solucionar los problemas de su hermano. Pese a que los separaba ocho años, había tratado de ser ese hermano mayor al que Maxim pudiera acudir cuando lo necesitara. Sin embargo, se había cansado de su actitud infantil.
Nastia no había hecho nada para ayudar. Lo había envenenado en contra de Kassio y ahora los dos parecían más enemigos que hermanos.
—Kassio, harías bien en recordar nuestro acuerdo. Conservas tu puesto en esta empresa porque eres parte de la familia, pero no creas que no hay gente allá afuera que puede ocupar tu puesto hasta que tu hermano, el verdadero heredero, se haga cargo. Tu padre creía que él era capaz de dirigir su empresa y yo opino igual.
Kassio esbozó una sonrisa carente de humor.
—A partir del lunes —continuó Nastia—, llevarás a Maxim contigo a cualquier reunión importante.
—Está bien, haré que mi secretaria le envié la programación de las reuniones que tengo en la ciudad. Si él no se aparece, no hay nada más que pueda hacer. —Se puso de pie—. ¿Eso es todo? Tengo un compromiso esta noche y no me gustaría llegar tarde.
—De hecho, hay algo más. Es hora de que te encontremos una nueva prometida.
—¿No es muy pronto para eso?
—La hija de los Castelli se casó a unos días de desaparecer de vuestra boda. Los rumores de que ella te abandonó por otro no han dejado de circular. Se especula muchas cosas sobre ti y los motivos por los que ella te abandonó. Esa no es una buena publicidad.
No podía entender la necesidad de su madrastra por verlo casado. Quizás estaba buscando una cómplice para que lo mantuviera vigilado y bajo control. Como si alguna vez fuera a confiar en la mujer que su madrastra eligiera para ser su esposa.
—Me reuniré con los padres de algunas posibles candidatas en las próximas semanas. Todas son hijas de buena familia. Te avisaré cuando llegue la hora de que las conozcas.
—Esta vez asegúrate que sea alguien que no escape antes de la boda. Eso podría ocasionar más problemas.
Su madrastra no pareció apreciar su comentario.
—Ya que eso está solucionado, no te quito más de tu tiempo, querido.
Kassio esperó hasta que su madrastra se marchó para soltar una maldición. Nastia sabía cómo arruinar un día.
—¿Escuché que tu adorada madre estuvo aquí? —preguntó Domenico de pie en la puerta.
—Creo que todavía está en las instalaciones, no dejes que te escuche.
Su amigo fingió un escalofrío.
—¿Listo para irte?
Asintió y tomó sus cosas.
—¿Y qué es lo que quería la bruja del oeste? —cuestionó Domenico en la privacidad del ascensor.
Kassio sacudió la cabeza. Su amigo siempre estaba poniéndole apodos a Nastia.
—Que involucre más a mi hermano en las funciones de la empresa.
—Para que eso suceda, Maxim tendría que querer involucrarse. Está más interesado en meterse bajo las faldas de nuestras empleadas. ¿Sabes que esta tarde lo encontré enrollándose con su secretaria?
—Demonios, es la segunda secretaria en lo que va del mes. Debería darle una paliza.
—O usar esa bella arma que tienes en tu departamento. Sé que vuestro vínculo no te permite deshacerte de él, pero podrías dispararle en las manos.
—¿Crees que no lo he considerado? —resopló—. ¿Qué hiciste con la secretaria?
—Lo mismo que hice con la anterior. Solicité su transferencia a recursos humanos y pedí que envíen a otra persona.
—Espero que esta vez sea un hombre.
—No durará, así como no lo hizo el último hombre que contratamos. El arma es mi mejor opción, si no puedes hacerlo tú, deja que me encargue yo. Soy casi tan buen tirador como tú.
—Tengo el presentimiento de que no resistirías a la tentación de dispararle en la cabeza.
—Me conoces muy bien. —Las puertas del ascensor se abrieron y Domenico fue el primero en salir—. ¿Vamos por unas copas?
—Lo siento, tengo un compromiso al que asistir.
Su amigo lo miró con los ojos entrecerrados y luego el entendimiento brilló en sus ojos.
—Creí que le habías dicho a cierta hermosa castaña que no irías.
—Y no pensaba hacerlo. Hasta que Nastia me dijo los rumores que circulan por allí. Quizás si voy, se corra la voz de que mi ex prometida y yo estamos en buenos términos.
—¿Desde cuándo te importa lo que el resto diga sobre ti? —preguntó Domenico con una sonrisa socarrona.
Kassio lo fulminó con la mirada y su amigo rio.
—Dale mis saludos a Sienna y pregúntale si tiene algún problema con que la llame. Me gustaría invitarla a salir a tomar un café o a comer algo.
—¿Cómo conseguiste su número? —preguntó encerrando los ojos—. No importa. No vas a invitarla.
La idea de que su amigo invitara a salir a Sienna no le sentó muy bien, pero no pudo encontrar una explicación racional.
—¿Por qué? —Una sonrisa se extendió por su rostro—. ¿Estás interesado en ella? Debiste empezar por allí.
—No estoy interesado en ella, solo no la invitarás a salir.
—Si es así, entonces no veo el problema. Supongo que no vas a preguntarle lo que te pedí ¿verdad? Bueno, me arriesgaré a llamarla y ver como se lo toma.
—Domenico…
Su amigo se subió a su carro, cerró la puerta y señaló el oído.
—Lo siento, no puedo escucharte. —Él encendió su auto y se marchó.
—Imbécil. —Subió a su propio coche y miró a su conductor—. A mi departamento.
En cuanto llegó, se apresuró a tomar una ducha y cambiarse. Se habían tardado debido al tráfico y no tenía mucho tiempo si no quería llegar tarde.
Eran pasada las siete de la noche cuando su conductor se detuvo frente a las rejas de la enorme mansión que pertenecía a los padres de Sienna. Ella le había enviado los detalles el día anterior. No estaba seguro cómo había conseguido su número porque él no se lo había dado.
Los guardias lo dejaron pasar en cuanto les dio su nombre, lo cual fue una sorpresa. Las pocas interacciones que había tenido con Sienna fueron suficientes para darse cuenta del extraño sentido del humor que poseía. No le habría extrañado, ni un poco, que ella hubiera dado la orden de que no lo dejaran pasar solo por diversión.
En cuanto entró al gran salón donde se estaba llevando a cabo la fiesta, una quietud llenó el ambiente y las miradas se posaron en él.
Sienna se dio la vuelta para ver que había llamado la atención de su hermana gemela. Sonrió al ver a Kassio de pie en la entrada. Él sí que sabía cómo hacer una entrada. —No vemos luego —le dijo a su gemela y al esposo de esta, antes de dirigirse hacia el recién llegado. Mientras se acercaba a Kassio, dejó que su mirada vagara por su cuerpo. Llevaba un traje hecho a medida que le quedaba impecablemente bien y realzaba su presencia dominante. Desde la distancia, le dedicó una sonrisa, y como esperaba, él mantuvo su expresión imperturbable. Se preguntó cómo sonaría su risa, si es que alguna vez reía. Apostaba a que sería un sonido ronco y profundo. Y entonces, se propuso escucharla al menos una vez. —Al final, sí viniste —declaró, presumida, deteniéndose delante de él. A Kassio le tomó un segundo recuperarse de la impresión. Sienna se veía radiante y no había podido evitar admirar la elegancia con la que había recorrido el salón. —Tengo la impresión de que no le informaste a nadie q
Sienna sonrió al escuchar el rugido tan familiar del motor de su auto. El mundo a su alrededor se disolvió hasta volverse un patrón borroso, mientras centraba su atención en la pista de carreras que se extendía ante ella.Escuchó a su jefe de equipo darle la señal y pisó el acelerador. Su cuerpo se hizo hacia atrás debido a la velocidad con la que salió disparada. Movió la palanca de cambios mientras aumentaban la velocidad. Con cada curva, cada giro, su cuerpo se inclinaba en perfecta armonía con su vehículo.Al entrar en una curva cerrada, los neumáticos de su auto chirriaron y perdió momentáneamente el control del auto, apenas una milésima de segundo, pero eso podía costarle la victoria en la carrera. Ajustó la dirección con la precisión de un reloj suizo y continuó. Podía sentir la adrenalina correr por sus venas, su corazón latiendo a un ritmo frenético.—Una vuelta más —le indicó su jefe.—Por supuesto. —Sienna aceleró un poco más. Sus pies presionaron entre el acelerador y el p
«Debe ser una jodid@ broma»Desde la fiesta, Kassio no había podido sacar a Sienna de sus pensamientos, apareciendo en los momentos más inesperados, y ahora estaba a solo unos metros. Durante un fugaz instante, consideró que era fruto de su imaginación, pero entonces ella le dedicó una sonrisa y movió su mano en señal de saludo. Kassio no sonrió y tampoco le devolvió el saludo.Su atención se desvió hacia el hombre que estaba sentado junto a ella cuando este se inclinó y le susurró algo al oído. Los dos parecían bastante cercanos y se preguntó cuál sería su relación. Se convenció de que no era asunto suyo y regresó su atención hacia la barra.Al día siguiente de la fiesta, Kassio, con los pensamientos más claros, se había dado cuenta de la estupidez que había estado a punto de hacer. Besar a Sienna habría sido un grave error. No tenía idea de lo que lo había poseído, pero se alegraba de no haber cedido.Como no confiaba en su control cerca de ella, había preferido mantener las distanc
Kassio se dio cuenta de lo ridículo que se veía, apoyado contra el coche, bloqueándole el paso a Sienna. Pero, a pesar de sus intentos por mantenerse distante, se encontraba incapaz de hacerlo. Durante toda la noche, había estado pendiente de ella, incluso cuando fingía prestar atención a las palabras de Domenico.—¿Es ahora cuando debería llamar a la policía? —preguntó Sienna y se dio la vuelta.Estaba demasiado cerca de ella. Ya le era difícil mantener el control como para seguir poniendo a prueba su resistencia. Debería haber dado un paso atrás, pero no se movió. —Esto se está poniéndose raro.Kassio sostuvo la mirada de Sienna, aun con la poca iluminación, pudo darse cuenta de que sus ojos brillaban con desafío. Bajó la mirada hasta sus labios y lo consumió una necesidad irrefrenable de besarla.Esta vez, no hubo sentido común que lo detuviera. Se inclinó y la besó. Sus labios eran suaves y tenían un ligero sabor a fresas. Sacó la lengua para pedir permiso y habría sonreído de s
Kassio aguardó en silencio mientras la camarera finalizaba de colocar los platos sobre la mesa. Debería haber estado en casa, descansando, después de pasar una semana en Londres resolviendo algunos asuntos. Su avión había aterrizado unas horas antes y apenas había tenido el tiempo suficiente para una ducha. Sin embargo, se encontraba reunido con uno de sus clientes más importantes porque, durante su ausencia, el hombre había decidido que no quería firmar el contrato de renovación.—El señor Barone me informó que ha cambiado de opinión —dijo una vez la camarera los dejó a solas—. Estoy interesado en saber el motivo, ya que la última vez que nos reunimos, llegamos a un acuerdo. —No he cambiado de opinión, todavía estoy interesado en continuar trabajando con ustedes.—Entonces, ¿cuál es el problema?—La oferta no cumple mis expectativas.—Creí que ya habíamos pasado por eso —dijo, aburrido.—Recibí una llamada interesante hace unos días y me pusieron al tanto de los términos del contr
Sienna observó la mano que descansaba sobre el hombro de su primo y subió la mirada lentamente, sabiendo muy bien a quién se encontraría.—Sienna —saludó él sin soltar a su primo y por la manera en que lo estaba agarrando, tenía certeza de que no era un suave apretón, aunque su primo no hiciera ni una sola mueca.—Señor Volkov —saludó con más molestia de la que había querido demostrar—. ¿Puedes soltarlo?Kassio miró a Sebastian y pareció considerarlo durante unos segundos antes de por fin retirar su mano.—¿Terminaste? —preguntó él, mirando su plato.—¿Qué?—¿Terminaste de comer? —aclaró Kassio—. Te llevaré a casa.Sienna rio.—Esto se está volviendo una especie de costumbre. ¿Me ves y lo primero que piensas es “debo llevar a esta chica a su casa”?Su primo ocultó una risa detrás de una falsa tos. —Descuida, Sebastian me trajo y me iré con él.—Eso no va suceder.Sienna no podía entender su actitud. Estaba segura de que se estaba perdiendo algo, pero no podía identificar lo que era.
Sienna tenía ganas de darse una patada en el traser0. Sin querer, había revelado más de lo necesario. Kassio no necesitaba saber que nunca nadie la había besado como él. Ahora probablemente estaría pensando que lo único que había hecho en los últimos días era soñar con aquel momento en el estacionamiento… lo cual era cierto, pero, otra vez, él no necesitaba saberlo. Kassio la tomó de la muñeca cuando ella intentó apartarse y la atrajo hacia sí. Sus cuerpos se estrellaron y, de repente, fue demasiado consciente de su cercanía. Un escalofrío recorrió su columna cuando él colocó la otra mano en su espalda baja y comenzó a hacer movimientos circulares con el pulgar.Se ordenó respirar, pero esa resultó ser una mala idea. La fragancia de Kassio la envolvió y, por un instante, se olvidó de lo que habían estado hablando mientras se imaginaba recostando la cabeza en su pecho. Entonces, recupero un poco de sentido común e intentó escapar de su agarre.—¿Qué demonios estás haciendo ahora? —si
Sienna se despidió de la jefa de marketing de Industrias Vose, uno de sus principales patrocinadores. Habían estado reunidas durante la última media hora coordinando los detalles para la sesión de fotos que tenía programada para dentro de una semana.Cuando salió al pasillo escuchó algunas voces más adelante. Reconoció una como la del director de Vose, Constantino Coppola, y avanzó con la intención de saludarlo. Su sonrisa vaciló al ver quién lo acompañaba.—No hay peor suerte que la mía —susurró, y se las arregló para recomponerse. Nunca antes había evitado una situación, por muy incómoda que fuera, y esa no iba a ser la primera vez. Aunque se imaginó a sí misma huyendo tan rápido como sus pies se lo permitieran.—¡Oh! ¡Allí está mi piloto favorita! —Constantino alzó los brazos y le sonrió.Constantino era un hombre robusto, con una barriga algo prominente y una sonrisa amable. Tenía la apariencia de un adorable anciano y era igual de cálido que uno, a menos que estuviera tratando