Sienna se despidió de la jefa de marketing de Industrias Vose, uno de sus principales patrocinadores. Habían estado reunidas durante la última media hora coordinando los detalles para la sesión de fotos que tenía programada para dentro de una semana.Cuando salió al pasillo escuchó algunas voces más adelante. Reconoció una como la del director de Vose, Constantino Coppola, y avanzó con la intención de saludarlo. Su sonrisa vaciló al ver quién lo acompañaba.—No hay peor suerte que la mía —susurró, y se las arregló para recomponerse. Nunca antes había evitado una situación, por muy incómoda que fuera, y esa no iba a ser la primera vez. Aunque se imaginó a sí misma huyendo tan rápido como sus pies se lo permitieran.—¡Oh! ¡Allí está mi piloto favorita! —Constantino alzó los brazos y le sonrió.Constantino era un hombre robusto, con una barriga algo prominente y una sonrisa amable. Tenía la apariencia de un adorable anciano y era igual de cálido que uno, a menos que estuviera tratando
Sienna recibió a Maxim con una sonrisa cordial. Él se acercó y le dio un beso en la mejilla, colocando una mano en su espalda baja. Ella retrocedió cuando el contacto comenzó a prolongarse demasiado para su gusto. —Te ves muy linda hoy día. —¿Eso quiere decir que no lo estaba hace dos días? —preguntó con total seriedad. La sonrisa de Maxim vaciló y la miró confundido. —No era eso lo que quería decir. —¿Entonces qué? —Es solo que te ves… Sienna empezó a reír mucho antes de que él terminara de explicarse. —Descuida —le dio una palmada en el brazo—. Estaba bromeando. Ya hablé con mi jefe para que puedas subir conmigo. Tendrás que un mono como el que llevo puesto y equipo de seguridad. Es para evitar cualquier accidente. Las personas mueren a diario haciendo esto, ayer fue uno de los mecánicos, hoy podrías ser tú. Maxim, sonrió. —¿Esa es otra broma? —No —dijo, de nuevo seria y la sonrisa de Maxim desapareció—. ¿Seguro que quieres hacer esto? —Yo... Sienna no pudo soportar much
Kassio golpeaba un dedo contra el volante mientras observaba por el parabrisas el edificio donde vivía Sienna. Ella había decidido ignorar cada una de sus llamadas y la única forma de hablar con ella, al parecer, era en persona. El problema era que vivía en uno de los edificios más seguros del país y, si ella se negaba a recibirlo, no había manera de que pudiera acercársele.¿Cuándo se había vuelto tan indeciso? Iría hasta el edificio y solicitaría hablar con Sienna. Si ella no lo recibía, entonces se olvidaría del asunto.Sujetó la manija y abrió la puerta, pero antes de poder bajar, un auto que conocía muy bien se detuvo unos metros delante de él, justo frente al edificio. Se preguntó qué hacía Maxim allí y no tardó en obtener su respuesta.Su hermano bajó del auto y lo rodeó para abrir la puerta. Se sorprendió al ver bajar a Sienna. —Maldición —siseó y apretó el volante con fuerza al verlos interactuar como si fueran amigos cercanos.Esperó hasta que su hermano se subió a su auto
Kassio observó con deleite la expresión nerviosa en el rostro de Sienna. Una sonrisa juguetona curvó sus labios mientras la sujetaba del mentón con una mano.—¿Es esa una invitación?—¡Genial! Justo ahora es cuando encuentras tu sentido del humor. —No sonaba tan atrevida como de costumbre.Kassio se inclinó hacia ella y la vio ponerse nerviosa. Lo que sea que lo hiciera susceptible a Sienna, también parecía afectarle a ella. —Quién iba a decir que podías sonrojarte —susurró cerca de sus labios, cuando un rubor cubrió las mejillas de Sienna.Deslizó la mano desde su mentón hasta su nuca. Un suspiro escapó de los labios de Sienna y él aprovechó el momento para cerrar el poco espacio que los separaba y reclamar sus labios en un beso apasionado. Cuando Kassio encontró la fuerza necesaria para separarse, el aire estaba cargado de electricidad, sus respiraciones entrecortadas y las pupilas dilatadas de Sienna reflejaban su deseo.—Ahora es cuando te alejas y desapareces por días o semanas
Kassio despertó algo aturdido, aunque no tardó mucho recordar lo sucedido en la noche y parte de la madrugada. Giró la cabeza hacia el otro lado y frunció el ceño al encontrar que estaba vacío. Si ese hubiera sido su propio apartamento, habría pensado que Sienna se había escapado mientras él dormía. El reloj sobre el velador marcaba las ocho de la mañana. Demasiado tarde para alguien como él que estaba acostumbrado a madrugar. Tenía suerte de que fuera Domingo o estaría llegando tarde al trabajo, algo que nunca le había sucedido en el pasado. Odiaba la impuntualidad. Se levantó de la cama, se colocó su bóxer y entró al baño para lavarse el rostro. Sin molestarse en ponerse el resto de su ropa, salió de la habitación en busca de Sienna. La encontró en la cocina, de pie frente a la isla, con su camisa puesta. La prenda la cubría casi hasta las rodillas, dándole un aspecto tierno y sexy a la vez. —Allí estás —dijo y ella dio un respingo. Sienna lo miró sobre el hombro y le dio una son
Sienna se recostó contra el marco de la puerta, cautivada por la figura de Kassio. Sus músculos tensos se delineaban mientras levantaba pesas, y su rostro irradiaba determinación. Le habría encantado acercarse y explorar cada uno de sus músculos con las manos… y la boca.Era innegable, estaba obsesionada con él.Kassio no había desaparecido después del domingo que habían pasado juntos. Por el contrario, él la había invitado a almorzar o cenar más de una vez en las últimas dos semanas y también habían pasado algunas noches juntos.—¡Joder! ¡Qué sexy te ves! —halagó, al verlo bajar las pesas—. ¿Podrías quitarte la camiseta? Eso lo haría más interesante.Kassio se sentó y la miró con reproche, aunque pudo ver también el leve indicio de una sonrisa mientras pasaba una toalla por su rostro.—Deja de hablar y ponte a entrenar.—Eres un dictador. —Soltó un suspiro y encogió los hombros dramáticamente mientras avanzaba en dirección de la caminadora. El gimnasio de Kassio estaba casi tan equip
—Señor, la señora Volkova está en su oficina —informó Susan acercándose a él en cuanto pasó por su escritorio—. Le dije que no estaba, pero ella insistió en esperarlo.La pobre mujer se veía algo tensa, probablemente su madrastra la había llevado a ese estado. —Gracias, me haré cargo.Su secretaria dejó escapar un suspiro y se quedó atrás mientras él continuaba en dirección a su oficina. Al abrir la puerta, encontró a Nastia ocupando su silla, revisando uno documento, que dejó sobre el escritorio en cuanto él entró.—¿Es este mi aviso de despido? —preguntó, sin emoción, tomando asiento frente a Nastia.—Kassio, que bueno que ya estás aquí. Llevo un tiempo esperándote. —El reproche en su voz no le pasó desapercibido—. ¿Qué te hace pensar eso?—Si hubieras coordinado una cita, no habrías tenido que esperar. La próxima vez, sería conveniente que llames primero. —Kassio vio que Nastia quería decir algo, pero continuó—. Y lo mencionaba porque estás ocupando mi lugar. Tu hijo y tú parecen
Kassio contempló la imponente fachada de la casa frente a él durante un breve instante antes de dirigirse a la entrada principal. Una mujer vestida con un uniforme impecable le abrió la puerta en cuanto tocó el timbre, con una rapidez que sugería que ya estaba aguardando al otro lado, lista para recibirlo, y lo guio hasta la sala.Aunque había llegado con algunos minutos de antelación Nastia ya estaba allí junto a otras dos personas. —Buenas noches —saludó.—Hijo —su madrastra se levantó—. Justo estábamos hablando de ti. Ellos son Baldassare y Giada Pronti. Los padres de tu prometida.Evaluó con la mirada a la pareja y no le tomó mucho tiempo reconocer al hombre mientras su madrastra se lo presentaba. Era un político de renombre al que había visto en algunos eventos.—Señor Pronti —saludó, extendiendo la mano.—Kassio, un gusto verte otra vez. —El hombre le dio una sonrisa típica de los políticos, destinada a encantar al público, pero que no alcanzaba a llegar a sus ojos. —Señora