Kassio revisó los contratos una última vez antes de firmarlos y devolverlos a Susan, su secretaria.
—¿Has tenido alguna noticia de tu suegro? —preguntó su amigo, con una sonrisa divertida, en cuanto su secretaria los dejó a solas.
Nadie, además de Domenico, se atrevería a bromear con él. Su amigo se había hecho inmune a sus miradas heladas y comentarios rudos en los años de amistad que tenían. Se habían conocido cuando eran unos adolescentes y Domenico se había abierto un espacio en su vida, casi a la fuerza. Su larga amistad no evitaba que a veces fantaseara con lanzarlo por la ventana cada vez que soltaba un comentario impertinente.
—Ya deja de decirle así, y ha intentado contactarme desde el día de la infructuosa boda. No he atendido a ninguna de sus llamadas. Lo necesito desesperado para que acepte mis términos.
Su madrastra no era la única que esperaba frutos de su boda y ahora necesitaba encontrar un nuevo curso de acción.
—¿No crees que se cansará e irá tras de otro inversor?
—Que lo haga. Los números de su empresa no son lo que eran antes.
—Todavía no puedo creer que su hija te dejara poco antes de la boda, me habría gustado estar allí para verlo.
—Lo has repetido varias veces. ¿Cómo van las cosas en nuestra sede en Alemania? —preguntó cambiando de tema.
Domenico adoptó una expresión seria. Ese era otro motivo por el cuál no lo había lanzado desde lo alto de su oficina. Cuando se trataba de trabajo, siempre actuaba con profesionalismo. No se arrepentía de haberlo nombrado como su segundo al mando, aun cuando tuvo que enfrentarse a su madrastra. Maxim jamás habría podido hacer ni la mitad de trabajo que hacía Domenico, ni siquiera podía lidiar con el trabajo que le había delegado.
—Todo en orden. Hans me informó que existe una posibilidad de que Energetics buildings cambie de aseguradora. Ganaríamos millones si los conseguimos como clientes. Hans ya tiene a su equipo trabajando en una propuesta para ellos, debería hacértela llegar en el transcurso de esta semana.
—Estaré pendiente.
El sonido del teléfono sobre su escritorio los interrumpió.
—Señor, hay una señorita aquí que quiere hablar con usted. No tiene cita, pero es muy insistente.
—¿Cuál es su nombre?
—Sienna Morelli.
Kassio se quedó en silencio. No se le podía ocurrir ni una sola razón por la cual la hermana de Vincenzo había decidido ir a verlo. Consideró pedirle a su secretaria que llamara a seguridad para que se deshiciera de ella, no estaba de humor para enfrentarse a la impertinente mujer; sin embargo, su curiosidad fue mayor.
—Déjala pasar.
—Por supuesto, señor. —Dejó el teléfono en su lugar y miró a su amigo—. ¿Hay algo más que tengas que informarme?
—No, los detalles específicos de mi reunión con los directores en Alemania ya los remití a tu correo. —Domenico se puso de pie al mismo tiempo que la puerta—. Estaré en mi oficina.
Se escuchó un par de golpes en la puerta y su secretaria entró seguida de la señorita Sienna.
—Buenos días —saludó esta última, sonriendo.
Su entusiasmo resultaba molesto. Kassio no recordaba haber conocido a nadie que pareciera irradiar tanta alegría con solo una sonrisa. Era como si toda la energía positiva del mundo se hubiera concentrado en una sola mujer. Casi esperaba que la mujer entrara a su oficina dando saltitos como una niña pequeña, pero, en su lugar, caminó con toda seguridad, haciendo repiquetear sus tacones en el suelo.
—Buenos días —dijo su amigo y se acercó Sienna con la mano extendida. Era como ver a una polilla volar hacia la luz—. Domenico Barone, a sus órdenes.
—Sienna Morelli.
Su amigo lo miró sobre el hombro con la interrogante en los ojos. Al parecer, había hecho las conexiones.
—Domenico, ya puedes dejarnos a solas. —Era obvio que su amigo iba a querer respuestas después.
—Por supuesto. Hasta luego, señorita Morelli.
—Oh, no. Solo Sienna, por favor.
Se cruzó de brazos mientras se cuestionaba si esa era la misma mujer con la que había intercambiado unas cuantas palabras en oficina de Vincenzo un par de semanas atrás. Viéndola allí, parecía casi inofensiva.
—¿Desean algo de beber? —preguntó su secretaria.
—No, estamos bien —dijo antes de que Sienna dijera algo—. Esta será una reunión corta.
Sienna puso los ojos en blanco y se dejó caer en la silla frente a su escritorio. Su secretaria se retiró y cerró la puerta al marcharse.
Kassio esperó en silencio a que la mujer hablara primero, observándola con atención, y esa extraña inquietud se apoderó de él otra vez.
—No estaba segura de que me recibirías.
Sienna rara vez se sentía intimidada por alguien. Crecer con dos hermanos llenos de testosterona la había vuelto audaz. Especialmente si eran unos tontos sobreprotectores a los cuales les encantaba dar órdenes. Sin embargo, había algo en Kassio que la ponía un poco nerviosa. Probablemente era debido a esa aura de hombre dominante que lo rodeaba. No había ningún rasgo de fragilidad en él. Era una lástima que fuera demasiado gruñón porque era bastante sexy.
—¿Qué haces aquí?
—¿Siempre estás de tan buen humor? ¿O solo me tratas así porque mi hermano te robó a tu futura esposa? —Sienna sonrió—. Hola. ¿qué tal? ¿Cómo estás? Son frases que están en cualquier manual de cortesía. —Ella miró el lugar—. Bonita oficina, por cierto. Te diste cuenta —Sienna se señaló a sí misma—. Esta soy yo tratando de ser educada. No era sincera al decir que tu oficina es linda, es demasiado fría, justo como tú, pero a veces uno tiene que ser educado. Vamos, inténtalo.
—Hablas demasiado.
Sienna soltó un suspiró.
—Eres un caso perdido.
Kassio estiró la mano para tomar el teléfono.
—¿Qué haces? —preguntó la parlanchina.
—Llamar a seguridad para que te acompañen a la salida.
Sienna ni siquiera fingió sentirse intimidada, simplemente se cruzó de brazos y lo miró con una sonrisa desafiante.
—Adelante. Quiero ver cómo apagas los rumores que circularán por este lugar luego de que me saquen gritando porque no me pagas la manutención de nuestros dos preciosos hijos.
Kassio la miró con los ojos entrecerrados. Estaba a punto de darle una jaqueca.
—Pensé que podría ser uno solo —continuó su indeseada invitada—, pero te verán mucho peor si creen que me dejaste después de embarazarme dos veces.
La escudriñó hasta donde su escritorio le permitió y sacudió la cabeza.
—Dudo que lo crean, no eres precisamente mi tipo.
Sienna se llevó una mano al pecho.
—¡Auch! Eso sí dolió. ¿Es así como tratas a tus amigos?
—Debo haberme perdido de algo porque no recuerdo cuando acepté ser tu amigo.
—¿Es en serio? Y yo creí que habíamos tenido una especie de conexión en la oficina de mi hermano.
—¿Siempre eres una molestia?
—No, a veces puedo ser encantadora —susurró ella un tono ronco y seductor antes de guiñarle un ojo.
Kassio se desconcertó por un instante antes de recobrar la compostura. Era hermosa, aunque lo único en lo que podía pensar cada vez que ella abría la boca era en cómo hacer que se calle. Estaba acostumbrado a que las personas se guardaran sus pensamientos para ellos mismos, no a que se los compartieran.
Revisó su reloj y luego volvió a fijar su mirada en ella.
—Llevas un tiempo aquí y aún no se lo que quieres. Tengo una reunión en breve, así que date prisa.
—Este fin de semana haremos una fiesta para celebrar el matrimonio de mi hermano.
—Debería enviarle una tarjeta de felicitaciones.
—Eso sería un gesto muy lindo —dijo ella sin darse cuenta del sarcasmo o, lo más probable, ignorándolo deliberadamente—, pero creo sería mejor si asistieras a la fiesta.
—No.
—¿En serio? ¿Ni siquiera vas a tomarte un tiempo para pensarlo?
—¿Por qué asistiría a la boda de la mujer que me dejó plantado en el altar?
—Técnicamente no estaban en el altar.
Sí, era más que un hecho que le iba a dar una jaqueca.
—Seré tu chofer por una semana o lo que necesites, solo tienes que aparecer allí. —Sienna le lanzó una mirada suplicante que casi lo hizo dudar. Había un encanto natural en ella que lo molestaba.
—Suena tentador, pero la respuesta sigue siendo la misma.
Sienna soltó un suspiro y se puso de pie.
—Bueno, les avisaré a los de seguridad por si cambias de opinión. Fue un gusto verte otra vez. —Ella se dio la vuelta y se dirigió hacia la puerta.
Kassio no pudo evitar que sus ojos descendieran por su cuerpo hasta detenerse en el balanceo de sus caderas, sintiendo una reacción inesperada en sus pantalones.
—¿Qué diablos?
Kassio apartó la atención de sus papeles al notar que la puerta de su despacho se abría. Solo había un par de personas que entraban sin anunciarse: Nastia y Maxim.—Nastia —saludó, al ver que se trataba de su madrastra, y volvió a concentrarse en su trabajo.Había tenido un día demasiado largo y no estaba de humor para lidiar con ella. No creía que tuviera nada importante que decir. Después de un año bajo sus órdenes, estaba acostumbrado a que ella apareciera en cualquier momento solo para recordarle quién estaba al mando. Como si él pudiera olvidarlo.Era la lealtad a su padre y el legado de su familia lo que lo mantenía allí, de lo contrario, habría mandado a Nastia al demonio hace mucho tiempo y habría dejado que Secure Line Insurance se fuera a la quiebra. —Kassio, ¿cómo estás?—Bastante ocupado. ¿Qué te trae por aquí?—¿Seguro puedes dedicarme unos minutos?Kassio miró la hora en la pantalla de su computadora, casi era la hora de salida. Dejó a un lado sus documentos y se reclin
Sienna se dio la vuelta para ver que había llamado la atención de su hermana gemela. Sonrió al ver a Kassio de pie en la entrada. Él sí que sabía cómo hacer una entrada. —No vemos luego —le dijo a su gemela y al esposo de esta, antes de dirigirse hacia el recién llegado. Mientras se acercaba a Kassio, dejó que su mirada vagara por su cuerpo. Llevaba un traje hecho a medida que le quedaba impecablemente bien y realzaba su presencia dominante. Desde la distancia, le dedicó una sonrisa, y como esperaba, él mantuvo su expresión imperturbable. Se preguntó cómo sonaría su risa, si es que alguna vez reía. Apostaba a que sería un sonido ronco y profundo. Y entonces, se propuso escucharla al menos una vez. —Al final, sí viniste —declaró, presumida, deteniéndose delante de él. A Kassio le tomó un segundo recuperarse de la impresión. Sienna se veía radiante y no había podido evitar admirar la elegancia con la que había recorrido el salón. —Tengo la impresión de que no le informaste a nadie q
Sienna sonrió al escuchar el rugido tan familiar del motor de su auto. El mundo a su alrededor se disolvió hasta volverse un patrón borroso, mientras centraba su atención en la pista de carreras que se extendía ante ella.Escuchó a su jefe de equipo darle la señal y pisó el acelerador. Su cuerpo se hizo hacia atrás debido a la velocidad con la que salió disparada. Movió la palanca de cambios mientras aumentaban la velocidad. Con cada curva, cada giro, su cuerpo se inclinaba en perfecta armonía con su vehículo.Al entrar en una curva cerrada, los neumáticos de su auto chirriaron y perdió momentáneamente el control del auto, apenas una milésima de segundo, pero eso podía costarle la victoria en la carrera. Ajustó la dirección con la precisión de un reloj suizo y continuó. Podía sentir la adrenalina correr por sus venas, su corazón latiendo a un ritmo frenético.—Una vuelta más —le indicó su jefe.—Por supuesto. —Sienna aceleró un poco más. Sus pies presionaron entre el acelerador y el p
«Debe ser una jodid@ broma»Desde la fiesta, Kassio no había podido sacar a Sienna de sus pensamientos, apareciendo en los momentos más inesperados, y ahora estaba a solo unos metros. Durante un fugaz instante, consideró que era fruto de su imaginación, pero entonces ella le dedicó una sonrisa y movió su mano en señal de saludo. Kassio no sonrió y tampoco le devolvió el saludo.Su atención se desvió hacia el hombre que estaba sentado junto a ella cuando este se inclinó y le susurró algo al oído. Los dos parecían bastante cercanos y se preguntó cuál sería su relación. Se convenció de que no era asunto suyo y regresó su atención hacia la barra.Al día siguiente de la fiesta, Kassio, con los pensamientos más claros, se había dado cuenta de la estupidez que había estado a punto de hacer. Besar a Sienna habría sido un grave error. No tenía idea de lo que lo había poseído, pero se alegraba de no haber cedido.Como no confiaba en su control cerca de ella, había preferido mantener las distanc
Kassio se dio cuenta de lo ridículo que se veía, apoyado contra el coche, bloqueándole el paso a Sienna. Pero, a pesar de sus intentos por mantenerse distante, se encontraba incapaz de hacerlo. Durante toda la noche, había estado pendiente de ella, incluso cuando fingía prestar atención a las palabras de Domenico.—¿Es ahora cuando debería llamar a la policía? —preguntó Sienna y se dio la vuelta.Estaba demasiado cerca de ella. Ya le era difícil mantener el control como para seguir poniendo a prueba su resistencia. Debería haber dado un paso atrás, pero no se movió. —Esto se está poniéndose raro.Kassio sostuvo la mirada de Sienna, aun con la poca iluminación, pudo darse cuenta de que sus ojos brillaban con desafío. Bajó la mirada hasta sus labios y lo consumió una necesidad irrefrenable de besarla.Esta vez, no hubo sentido común que lo detuviera. Se inclinó y la besó. Sus labios eran suaves y tenían un ligero sabor a fresas. Sacó la lengua para pedir permiso y habría sonreído de s
Kassio aguardó en silencio mientras la camarera finalizaba de colocar los platos sobre la mesa. Debería haber estado en casa, descansando, después de pasar una semana en Londres resolviendo algunos asuntos. Su avión había aterrizado unas horas antes y apenas había tenido el tiempo suficiente para una ducha. Sin embargo, se encontraba reunido con uno de sus clientes más importantes porque, durante su ausencia, el hombre había decidido que no quería firmar el contrato de renovación.—El señor Barone me informó que ha cambiado de opinión —dijo una vez la camarera los dejó a solas—. Estoy interesado en saber el motivo, ya que la última vez que nos reunimos, llegamos a un acuerdo. —No he cambiado de opinión, todavía estoy interesado en continuar trabajando con ustedes.—Entonces, ¿cuál es el problema?—La oferta no cumple mis expectativas.—Creí que ya habíamos pasado por eso —dijo, aburrido.—Recibí una llamada interesante hace unos días y me pusieron al tanto de los términos del contr
Sienna observó la mano que descansaba sobre el hombro de su primo y subió la mirada lentamente, sabiendo muy bien a quién se encontraría.—Sienna —saludó él sin soltar a su primo y por la manera en que lo estaba agarrando, tenía certeza de que no era un suave apretón, aunque su primo no hiciera ni una sola mueca.—Señor Volkov —saludó con más molestia de la que había querido demostrar—. ¿Puedes soltarlo?Kassio miró a Sebastian y pareció considerarlo durante unos segundos antes de por fin retirar su mano.—¿Terminaste? —preguntó él, mirando su plato.—¿Qué?—¿Terminaste de comer? —aclaró Kassio—. Te llevaré a casa.Sienna rio.—Esto se está volviendo una especie de costumbre. ¿Me ves y lo primero que piensas es “debo llevar a esta chica a su casa”?Su primo ocultó una risa detrás de una falsa tos. —Descuida, Sebastian me trajo y me iré con él.—Eso no va suceder.Sienna no podía entender su actitud. Estaba segura de que se estaba perdiendo algo, pero no podía identificar lo que era.
Sienna tenía ganas de darse una patada en el traser0. Sin querer, había revelado más de lo necesario. Kassio no necesitaba saber que nunca nadie la había besado como él. Ahora probablemente estaría pensando que lo único que había hecho en los últimos días era soñar con aquel momento en el estacionamiento… lo cual era cierto, pero, otra vez, él no necesitaba saberlo. Kassio la tomó de la muñeca cuando ella intentó apartarse y la atrajo hacia sí. Sus cuerpos se estrellaron y, de repente, fue demasiado consciente de su cercanía. Un escalofrío recorrió su columna cuando él colocó la otra mano en su espalda baja y comenzó a hacer movimientos circulares con el pulgar.Se ordenó respirar, pero esa resultó ser una mala idea. La fragancia de Kassio la envolvió y, por un instante, se olvidó de lo que habían estado hablando mientras se imaginaba recostando la cabeza en su pecho. Entonces, recupero un poco de sentido común e intentó escapar de su agarre.—¿Qué demonios estás haciendo ahora? —si