Sienna soltó una maldición que, de no haber estado sola, habría hecho que más de una persona la volteara a ver con reprobación. Los autos llegaban sin parar y ocupaban todo el lugar sin darle opción a salir de aquel atolladero. Se sintió muy tentada a tocar la bocina, pero eso atraería atención que no necesitaba.
Revisó la hora en la pantalla del vehículo y tamborileó los dedos en el volante con impaciencia. Su hermano iba a salir del Torcrescenza en algún momento y si no se movía pronto, no estaría allí cuando eso sucediera.
—Quizás debería llamarlo y decirle que llame a un Uber. —Sonrió, eso seguro lo irritaría, pero no creía que fuera buen momento para provocarlo.
Los carros empezaron a desaparecer de su camino mientras uno a uno se acomodaban en el amplio estacionamiento.
—Al fin, m*****a sea —dijo, mientras arrancaba su auto.
Estaba por llegar cuando vio a un tipo, de espaldas a ella, parado en medio del camino a unos metros de distancia. La idea de llevárselo de encuentro cruzó por su mente, pero fue más fuerte su sentido de responsabilidad o quizás el miedo a terminar en prisión por el resto de su vida.
Las ruedas chirriaron cuando frenó bruscamente y el sujeto se dio la vuelta. En lugar de salir de inmediato de su camino, simplemente se quedó parado observándola con la cara inexpresiva. Sus miradas se encontraron por un breve instante y Sienna tuvo la impresión de conocerlo de algún lugar, pero no tenía tiempo que perder tratando de recordarlo.
Levantó una mano y le hizo un gesto para que se quitara del camino, pero él siguió sin moverse.
—Genial, es un estúpido —resopló sacando la cabeza por la ventanilla—. ¿Te molesto? —preguntó con una sonrisa nada sincera—. Si no te has dado cuenta, necesito pasar y estás justo en mi camino.
El tipo todavía no se movió, así que Sienna piso el acelerador con la caja de cambios aun en neutro. El sonido de su motor pareció hacer reaccionar al hombre del esmoquin y por fin se hizo a un lado, sin parecer nada contento.
—¡Gracias! —gritó al pasar junto a él.
Sienna detuvo el auto en el mismo lugar en el que había dejado a su hermano al llegar, pero no podía verlo cerca. O se había ido al no verla allí o seguía adentro. Se inclinó por la segunda opción, ya que no había recibido ningún mensaje o llamada. Necesitaba crear una distracción hasta que él apareciera.
El valet parking se acercó a su puerta y Sienna preparó su mejor sonrisa.
—Hola de nuevo. —Apoyó un brazo sobre en el borde de la ventanilla y colocó su mentón encima de su brazo—. David ¿verdad? —preguntó, después de leer su gafete—. ¿Te importa si me quedó aquí? Te prometo que no tardaré mucho.
David la miró, la indecisión brillaba en sus ojos.
—Esta es solo una zona de paso, tiene que ir a la zona de estacionamiento.
—Vamos, solo un rato. —Hizo un mohín y le dio una mirada llena de súplica. Su hermano le iba a deber una grande.
—Está...
El joven no terminó de hablar cuando alguien más intervino.
—Tiene que mover su auto.
«Maldición», pensó y se giró a ver al otro hombre que acababa de llegar. Su expresión severa le dijo que no lograría salirse con la suya con él. Presionó el botón de encendido y piso el acelerador. Por supuesto, su coche no fue a ningún lado, tal y como era su intención. Tenía sus ventajas saber de autos.
—¡Demonios! —exclamó golpeando el volante—. Debe ser una jodida broma.
Apagó su auto y se bajó. Golpeó la puerta con fuerza solo para darle credibilidad a su actuación.
—Señorita, tiene que sacar ese auto de allí —repitió el hombre, probablemente el supervisor del valet parking.
—¿Y qué crees que estoy tratando de hacer? Pero este maldito traste no enciende. —Abrió el capó de su auto y fingió buscar cual era el problema—. Pague una fortuna por esta cosa y sigue malográndose en los peores momentos —vociferó—. De todos los lugares, tenía que fallar aquí. Seré la comidilla por las siguientes semanas.
—Señorita…
—A menos que te ofrezcas a cargar mi auto, será mejor que te calles. No he tenido un buen día y tú lo estás empeorando.
Unos metros más allá, Kassio se despidió de su investigador y se dio la vuelta para ver a qué se debía el alboroto. La misma castaña que había estado cerca de embestirlo con su auto parecía estar en el centro del escándalo, lo cual no le sorprendió. A pesar de su estatura y su delgada complexión, los dos hombres junto a ella lucían algo intimidados mientras la mujer hablaba sin parar.
A Kassio no podía importarle menos lo que estaba sucediendo y su humor no era el mejor después de que su investigador le informara que aún no tenía nada nuevo, un año y seguía sin tener ni una sola prueba para confirmar que la muerte de su padre había sido orquestada. Sin embargo, decidió intervenir antes de que la castaña subiera a su auto y optara por atropellar a los pobres hombres. Tenía el presentimiento de que era capaz.
Apenas había dado un paso cuando vio a dos personas acercarse a toda prisa al auto. Eran Serena, su prometida, y Vincenzo, el mejor amigo de Serena.
—¿Qué demonios?
Kassio se quedó inmóvil observando a Serena y Vincenzo subirse atrás mientras la castaña se montaba detrás del volante. Por instante, nada sucedió. Luego, el auto cobró vida y salió disparado a toda velocidad al mismo tiempo que un grupo de hombres apareció con la clara intención de detenerlos, aunque llegaban un poco tarde.
Allegra, la madre de su prometida, llegó un poco después y se acercó a los hombres. Fue entonces cuando Kassio empezó a acercarse.
—Bueno, esa sí que fue una salida —comentó, deteniéndose junto a ella.
La mujer abrió los ojos con sorpresa al verlo y titubeó antes de esbozar una sonrisa.
—Kassio, no te vi aquí.
Se abstuvo de hacer una mueca de desagrado al oírla decir su nombre. Incluso si Allegra era mayor que él, odiaba cuando lo trataba como si fueran amigos cercanos. No tenían ningún tipo de relación, y al parecer nunca no la tendrían.
—Supongo que no habrá boda. Debería asegurarse de informarle a los invitados.
—Serena solo está un poco nerviosa. Hablaré con ella y la boda seguirá su curso.
Se alejó de Allegra sin decirle nada más, seguro ella era lo suficientemente inteligente para entender su silencio. No creía que su prometida hubiera huido por nervios y tampoco esperaba que regresara.
Desde el compromiso, Serena no se había molestado en ocultar su desagrado por su inminente boda. Kassio tampoco había estado particularmente entusiasmado con aquella unión, pero lo consideró un sacrificio menor para lograr su objetivo.
—Necesito mi auto.
—Por supuesto, señor. —El valet tomó su radio y le dio órdenes a alguien más, mientras tanto Kassio buscó su teléfono y llamó a su asistente.
—Contacta a nuestro cliente en Francia y dile que hay un cambio de planes. Después de todo si podré verlo mañana temprano.
—Señorita, buenos días. Sienna casi rodó los ojos al escuchar a la agradable secretaria de su hermano. Grazia nunca había hecho nada para molestarla; por el contrario, siempre la recibía con una sonrisa. El problema es que no parecía sincera, ni cuando sonreía, ni al mostrar interés cuando le preguntaba sobre su vida. —Grazia —saludó—. ¿Está mi hermano en su oficina? —Sí, pero está en una reunión en este momento. —¿Crees que tarde demasiado? —El señor Volkov llegó hace poco, así que es lo más probable. —Espera, ¿dijiste Volkov? ¿Estás en una reunión con Kassio Volkov? —Sí. —Grazia la miró con curiosidad. Sienna se dio la vuelta y se dirigió directo a la oficina de su hermano. A unos metros de la puerta vio a un par de hombres de traje mirando todo con desconfianza. «Guardaespaldas». —Señores, buenos días —saludó con una sonrisa y continuó de largo. —Señorita, no puede entrar allí. Se detuvo, regresó sobre sus pasos y se plantó frente al hombre que había hablado, mirándolo d
Kassio revisó los contratos una última vez antes de firmarlos y devolverlos a Susan, su secretaria. —¿Has tenido alguna noticia de tu suegro? —preguntó su amigo, con una sonrisa divertida, en cuanto su secretaria los dejó a solas. Nadie, además de Domenico, se atrevería a bromear con él. Su amigo se había hecho inmune a sus miradas heladas y comentarios rudos en los años de amistad que tenían. Se habían conocido cuando eran unos adolescentes y Domenico se había abierto un espacio en su vida, casi a la fuerza. Su larga amistad no evitaba que a veces fantaseara con lanzarlo por la ventana cada vez que soltaba un comentario impertinente. —Ya deja de decirle así, y ha intentado contactarme desde el día de la infructuosa boda. No he atendido a ninguna de sus llamadas. Lo necesito desesperado para que acepte mis términos. Su madrastra no era la única que esperaba frutos de su boda y ahora necesitaba encontrar un nuevo curso de acción. —¿No crees que se cansará e irá tras de otro inve
Kassio apartó la atención de sus papeles al notar que la puerta de su despacho se abría. Solo había un par de personas que entraban sin anunciarse: Nastia y Maxim.—Nastia —saludó, al ver que se trataba de su madrastra, y volvió a concentrarse en su trabajo.Había tenido un día demasiado largo y no estaba de humor para lidiar con ella. No creía que tuviera nada importante que decir. Después de un año bajo sus órdenes, estaba acostumbrado a que ella apareciera en cualquier momento solo para recordarle quién estaba al mando. Como si él pudiera olvidarlo.Era la lealtad a su padre y el legado de su familia lo que lo mantenía allí, de lo contrario, habría mandado a Nastia al demonio hace mucho tiempo y habría dejado que Secure Line Insurance se fuera a la quiebra. —Kassio, ¿cómo estás?—Bastante ocupado. ¿Qué te trae por aquí?—¿Seguro puedes dedicarme unos minutos?Kassio miró la hora en la pantalla de su computadora, casi era la hora de salida. Dejó a un lado sus documentos y se reclin
Sienna se dio la vuelta para ver que había llamado la atención de su hermana gemela. Sonrió al ver a Kassio de pie en la entrada. Él sí que sabía cómo hacer una entrada. —No vemos luego —le dijo a su gemela y al esposo de esta, antes de dirigirse hacia el recién llegado. Mientras se acercaba a Kassio, dejó que su mirada vagara por su cuerpo. Llevaba un traje hecho a medida que le quedaba impecablemente bien y realzaba su presencia dominante. Desde la distancia, le dedicó una sonrisa, y como esperaba, él mantuvo su expresión imperturbable. Se preguntó cómo sonaría su risa, si es que alguna vez reía. Apostaba a que sería un sonido ronco y profundo. Y entonces, se propuso escucharla al menos una vez. —Al final, sí viniste —declaró, presumida, deteniéndose delante de él. A Kassio le tomó un segundo recuperarse de la impresión. Sienna se veía radiante y no había podido evitar admirar la elegancia con la que había recorrido el salón. —Tengo la impresión de que no le informaste a nadie q
Sienna sonrió al escuchar el rugido tan familiar del motor de su auto. El mundo a su alrededor se disolvió hasta volverse un patrón borroso, mientras centraba su atención en la pista de carreras que se extendía ante ella.Escuchó a su jefe de equipo darle la señal y pisó el acelerador. Su cuerpo se hizo hacia atrás debido a la velocidad con la que salió disparada. Movió la palanca de cambios mientras aumentaban la velocidad. Con cada curva, cada giro, su cuerpo se inclinaba en perfecta armonía con su vehículo.Al entrar en una curva cerrada, los neumáticos de su auto chirriaron y perdió momentáneamente el control del auto, apenas una milésima de segundo, pero eso podía costarle la victoria en la carrera. Ajustó la dirección con la precisión de un reloj suizo y continuó. Podía sentir la adrenalina correr por sus venas, su corazón latiendo a un ritmo frenético.—Una vuelta más —le indicó su jefe.—Por supuesto. —Sienna aceleró un poco más. Sus pies presionaron entre el acelerador y el p
«Debe ser una jodid@ broma»Desde la fiesta, Kassio no había podido sacar a Sienna de sus pensamientos, apareciendo en los momentos más inesperados, y ahora estaba a solo unos metros. Durante un fugaz instante, consideró que era fruto de su imaginación, pero entonces ella le dedicó una sonrisa y movió su mano en señal de saludo. Kassio no sonrió y tampoco le devolvió el saludo.Su atención se desvió hacia el hombre que estaba sentado junto a ella cuando este se inclinó y le susurró algo al oído. Los dos parecían bastante cercanos y se preguntó cuál sería su relación. Se convenció de que no era asunto suyo y regresó su atención hacia la barra.Al día siguiente de la fiesta, Kassio, con los pensamientos más claros, se había dado cuenta de la estupidez que había estado a punto de hacer. Besar a Sienna habría sido un grave error. No tenía idea de lo que lo había poseído, pero se alegraba de no haber cedido.Como no confiaba en su control cerca de ella, había preferido mantener las distanc
Kassio se dio cuenta de lo ridículo que se veía, apoyado contra el coche, bloqueándole el paso a Sienna. Pero, a pesar de sus intentos por mantenerse distante, se encontraba incapaz de hacerlo. Durante toda la noche, había estado pendiente de ella, incluso cuando fingía prestar atención a las palabras de Domenico.—¿Es ahora cuando debería llamar a la policía? —preguntó Sienna y se dio la vuelta.Estaba demasiado cerca de ella. Ya le era difícil mantener el control como para seguir poniendo a prueba su resistencia. Debería haber dado un paso atrás, pero no se movió. —Esto se está poniéndose raro.Kassio sostuvo la mirada de Sienna, aun con la poca iluminación, pudo darse cuenta de que sus ojos brillaban con desafío. Bajó la mirada hasta sus labios y lo consumió una necesidad irrefrenable de besarla.Esta vez, no hubo sentido común que lo detuviera. Se inclinó y la besó. Sus labios eran suaves y tenían un ligero sabor a fresas. Sacó la lengua para pedir permiso y habría sonreído de s
Kassio aguardó en silencio mientras la camarera finalizaba de colocar los platos sobre la mesa. Debería haber estado en casa, descansando, después de pasar una semana en Londres resolviendo algunos asuntos. Su avión había aterrizado unas horas antes y apenas había tenido el tiempo suficiente para una ducha. Sin embargo, se encontraba reunido con uno de sus clientes más importantes porque, durante su ausencia, el hombre había decidido que no quería firmar el contrato de renovación.—El señor Barone me informó que ha cambiado de opinión —dijo una vez la camarera los dejó a solas—. Estoy interesado en saber el motivo, ya que la última vez que nos reunimos, llegamos a un acuerdo. —No he cambiado de opinión, todavía estoy interesado en continuar trabajando con ustedes.—Entonces, ¿cuál es el problema?—La oferta no cumple mis expectativas.—Creí que ya habíamos pasado por eso —dijo, aburrido.—Recibí una llamada interesante hace unos días y me pusieron al tanto de los términos del contr