17 años después…―¡Amy Carter! ―oigo que dice la voz de Denise desde la sala mientras yo intento poner punto final a esta historia―. Están todos en casa y tú aún encerrada. Hazme el favor y baja de una buena vez.Suspiro y observo las letras que figuran en la pantalla de mi ordenador, procurando llenarme de paciencia. Es mi madre, la mejor del mundo, pero… tiene ese tono autoritario que más que estresarme, me angustia.Inspiro profundamente y me trago el nudo que se ha formado en mi garganta. No me queda más remedio que ponerme mi máscara de felicidad y bajar a la sala. Sin embargo, nada, ni mucho menos la celebración de año nuevo, me impedirá que termine esta historia.Sonrío. Mis padres ni siquiera se imaginan lo que he estado haciendo durante este último año, encerrada tantas horas en mi habitación, pero eso no importa, sé que cuando lo lean se sentirán orgullosos. O, al menos, eso es lo que espero. No pueden reprenderme por preferir sumergirme en su historia de amor, cuando la mía
Liam se encontraba impaciente. La brisa posterior a la tormenta, que entraba por la ventana que se encontraba frente a su escritorio, no hacía más que irritarlo, por lo que, frunciendo el ceño, cerró los postigos de un fuerte golpe.Suspirando, se quitó las gafas de ver de cerca y las dejó junto al fino anillo con incrustaciones de rubí en el que había intentado focalizarse en los últimos treinta minutos; tarea que le había resultado por demás imposible. No era capaz de concentrarse cuando su mente estaba completamente enfocada en Denise.«¿Por qué diablos no me ha llamado?», pensó, abriendo el último cajón de su escritorio y sacando un paquete de tabaco y papel para liar.No podía negar que estaba preocupado.La última conexión con su amiga había sido hacía más de un día, horas antes de que ella se montara en el avión, en el Aeropuerto Internacional de Ezeiza de Buenos Aires, con rumbo a Dublín.Él se había ofrecido a viajar hasta la capital irlandesa con la intención de esperarla a
Cuando Denise despertó, frunció el ceño al percatarse de la oscuridad reinante en la habitación que Liam le había asignado, recordando que este le había mencionado que el ventanal del cuarto contaba con una gruesa cortina que impedía que, en verano, la temprana luz del alba ingresara en el dormitorio. Confundida, tomó el móvil que había dejado cargando sobre la mesilla de noche y comprobó que tenía un par de mensajes privados en su Instagram o, mejor dicho, reacciones a las últimas historias que había subido.Suspiró. Nadie sabía por qué diablos se había montado en aquel avión y no tenían por qué conocer la verdad. Por eso le gustaban las redes sociales, podía mostrar solo lo que quería. Sonrió ante uno de los mensajes, el cual decía: «Buen viaje, cariño, disfruta». Si aquella seguidora conociera el motivo de su partida… Sin embargo, a pesar de la incomodidad que le causaba pensar en su ignorancia, le agradeció por los buenos deseos, para luego de apretar los párpados por un segundo,
La visita a la iglesia georgiana no resultó ser horriblemente aburrida, pero tampoco fue tan interesante como Denise había deseado. Sin embargo, aquellas apreciaciones se las guardó para sí misma y a Liam tan solo le dijo que le había parecido uno de los mejores sitios que había visitado, lo cual no era una completa mentira, dado que consideraba que la arquitectura de aquella iglesia era históricamente bellísima. Liam se sentía satisfecho con el resultado de aquel improvisado plan, a pesar de que había podido notar como Denise, poco a poco, había ido perdiendo el interés y la concentración en lo que le decía. Sin embargo, aquello no le disgustó, ya que al menos había logrado reflotar, aunque solo fuese un poco, a la Denise bromista que lograba sacarlo de sus casillas y que tanto le divertía. —¿Qué quieres hacer ahora? —preguntó, una vez se montaron en el coche. —No sé tú, pero yo necesito un té y una ducha caliente, cuanto antes. —Entiendo, creo que yo también —dijo, encendiendo n
Liam se sentía inquieto y no podía dejar de dar vueltas en la cama. La llegada de Denise lo había tranquilizado lo suficiente como para, por primera vez en un año, confesarle que sentía miedo y hasta vergüenza de revisar las pertenencias de su madre. Sin embargo, lo que lo inquietaba era que, tras aquella confesión, cuando Denise lo había mirado a los ojos y luego lo había abrazado, había sido capaz de notar algo diferente en ella. Sus ojos tenían un brillo distinto, y hasta sus gestos y sus muestras de cariño hacia él le resultaban extraños. Era Denise, pero a la vez sentía que era alguien completamente diferente.—Es obvio que está diferente, Liam —se dijo, mientras observaba el techo de su habitación, sin siquiera entender por qué diablos se dirigía a sí mismo en segunda persona.Sí, era más que obvia la razón por la que Denise probablemente había cambiado, pero no podía evitar sentir que había algo más, como si quisiera decirle algo con la mirada. Si tan solo… —Cállate, Liam, dej
Denise se mordió las uñas con fuerza, cada vez más impaciente. Sabía muy bien que no podía esperar encontrar trabajo en los casi tres días que llevaba buscando, pero empezaba a pensar que conseguir empleo en Irlanda resultaría igual o más difícil que en Argentina. No sabía qué se había creído; el trabajo jamás llovía, por mucho que cambiara de país. Suspiró y miró la pantalla de su ordenador portátil en la cual aparecía la página web que Liam le había recomendado para buscar trabajo. No era la página más cómoda del mundo, pero le permitía enviar su currículum sin demasiados problemas. Sin embargo, de los cientos de trabajos a los que había aplicado —algunos habían sido por consejo de su amigo, a pesar de que ella no se sentía demasiado capacitada para los puestos—, solo había recibido respuesta de uno, y esta había sido negativa. Aquello la había entristecido, pero, tras un leve momento de angustia, había alzado la cabeza y había continuado con la búsqueda, consciente de que no podía
Liam se sentía demasiado cansado. Habían pasado toda la tarde y gran parte de la noche anterior revisando la ingente cantidad de cajas con las pertenencias de su madre, hasta por fin terminar con aquello, mientras oían el repiqueteo de las gotas sobre el tejado. En un principio, él se había negado a continuar, dado que le dolía demasiado la espalda; aunque, más que por su propio cansancio, estaba preocupado por el de Denise, quien a la mañana siguiente debía presentarse a su primera —y esperaba que última— entrevista laboral en Irlanda. Sin embargo, había sido ella quien se había empeñado en convencerlo para terminar, alegando que, si conseguía el empleo, dudaba mucho de poder seguir ayudándolo. Liam no tuvo más remedio que reconocer que tenía razón y, por ese motivo y por el hecho de no querer hacerlo solo, había terminado cediendo.Bostezó y se levantó de la cama, dirigiéndose al cuarto de baño, con la intención de darse una ducha caliente, confiando en que esta la ayudaría a despej
Denise bajó las escaleras a toda velocidad, sintiendo que no llegaría a tiempo. Se había quedado dormida, y lo odiaba con todo su ser, aún más cuando eso significaba que corría el riesgo de llegar tarde a su primer día de trabajo. Sin embargo, tenía sentido que hubiese resultado así. Después de casi una semana de dormir mal, por fin se había relajado lo suficiente como para lograr conciliar el sueño sin demasiados problemas.Tras recibir la aprobación de Adam para que comenzara a trabajar para él, al menos durante tres meses de prueba, Denise se había dejado convencer por Liam para recorrer la ciudad, para luego, a la hora del almuerzo, parar en uno de los sitios de comida rápida favoritos de su amigo. En un principio, Denise había dudado de los gustos culinarios de Liam, al ver que el local presentaba una apariencia de abandono y su dueña no le daba buena espina. Sin embargo, y tras probar el primer bocado de la hamburguesa y las papas fritas que él había ordenado por ella, no tuvo m