Rudolph se marchó apenas terminamos de hacer las fotos y los videos, dándome un besote en la boca que me estremeció hasta el último de mis sentidos. -¡¡¡Gracias muchachos!!! ¡¡¡Los espero mañana en la oficina para sus pagos!!!-, estaba muy festiva Alondra. Todo había salido a la perfección y de maravillas, mucho mejor de lo que esperábamos. Mientras guardábamos nuestros equipos, Sebas se me acercó. -Cada día estás más hermosa, Patricia-, me dijo, de frente. Me puse roja como un tomate, pensando que Rudolph aún seguía merodeando por allí. -Eres muy gentil-, intenté ser diplomática. -Las invito a almorzar, chicas-, se alzó entonces, Sebastián, inflando su pecho, obviamente con la intención de tenerme cerca. -¡¡¡Me muero de hambre!!!-, dijo eufórica Alondra cuando terminamos de embalar todos los equipos y lo dejamos en la camioneta. Yo me negué. -Voy mejor a la oficina a avanzar con la edición-, anuncié, pero mi amiga me jaló del brazo. -Ya habrá tiempo para eso, ahora vamos a
No lo voy a olvidar jamás. Luego que vi a ese sujeto con la cabeza agujereada, mirándome estupefacto y perplejo, con los ojos vacíos, encharcado en sangre, supe, entonces, que Alondra y yo podíamos ver a los muertos resucitados y eso me aterró demasiado, tanto que sentí fortísimas descargas eléctricas remeciéndome por completo todo el cuerpo, de la cabeza a los pies, muchísimos relámpagos y truenos machacando mis sesos y no pude dormir numerosas noches, sumida en el pánico y aferrada a las manos de Rudolph. No lo dejaba irse a mi irse, incluso, y le decía llorando que tenía mucho miedo. Habíamos terminado de hacer las fotos y los videos para un comercial sobre un antigripal, cuando lo vi a ese sujeto muerto, de repente cerca de la locación, sin quitarme los ojos de encima, con la cabeza llena de huecos porque lo habían baleado. -¡¡¡Ese hombre está herido!!!-, le dije a Alondra, asustada, jalándole el brazo. Ella estaba guardando los equipos en la camioneta y se empinó sobre sus
Alondra tampoco pudo dormir, sumida en el pánico. Había hecho impresiones de las informaciones del sujeto que mataron a tiros. Los medios publicaron, en el internet numerosas fotos del tipo y era el mismo que vimos estupefacto, seguramente sorprendido de haber sido asesinado de esa manera tan cruel y despiadada y también incrédulo de estar muerto. Ella llegó a mi casa ojerosa y con las copias del rostro del fulano ese que sacó de los portales. -Se llamaba Klaus Winfield, tampoco le robaron, simplemente lo mataron-, temblaba Alondra y tenía los ojos encharcados por las lágrimas. -¿Por qué nos buscó a nosotras?-, me serví café. Me sentía tan mal que rompí mi régimen. -Creo que fue causalidad, el tipo estaba espantado de haberse muerto-, también se sirvió café Alondra. -Rudolph está intentando averiguar qué es lo que ha pasado-, le dije. -Estamos frente a un asesino en serie. Creo que nosotras somos el objetivo, el finadito ese quería advertirnos-, especuló Alondra. -En
Alondra parecía tener la respuesta a todo. -Winfield trabajaba en el acuario, era el gerente de de recursos humanos-, me contó esa mañana que llegué, temprano, a la oficina. -¿Qué tiene eso de especial?-, le pregunté colgando mi abrigo y mi cartera en la percha. -Jeremy Darrow era amigo de Hauss, el dueño del acuario-, me recordó. Era cierto. Cuando Darrow se despidió de mí, me dijo que se iba a ver con Hauss para tomarse unos tragos. Ahora lo recordaba. -¿No te parece mucha coincidencia lo del acuario?-, me preguntó Alondra enigmática. -¿Crees que Winfield también se había fijado en mí?-, le pregunté coqueta. Sentí ínfulas. A ella le dio mucha risa. -No seas tonta, no se trata de ti, se trata de que ese acuario, ese edificio tiene un poder paranormal, algo que hace que los muertos que han estado allí vuelvan a la vida-, fue lo que me dijo ella. -Pero eso qué tiene que ver con nosotras, por qué tú y yo podemos ver a los muertos, además mi marido ni siquiera con
-No puede ser, balbuceé desconcertada por la noticia de que Hauss hacía años era finado, nosotras hablamos con él, firmamos un contrato, hicimos fotos a su lado, nos pagó en persona, me dio, incluso, las condolencias por mi marido muerto- -Yo hice el contrato con usted señorita Pölöskei y le pagué a la señorita Simpson, ¿no lo recuerdan?-, insistió Karlson. Alondra estaba también perpleja, turbada, empalidecida, sin palabras y sin reacción. Tenía sus pelos parados como clavos, los ojos desorbitados, boquiabierta y extraviada en mil ideas en su cabeza. Yo, además, estaba fastidiada. Pensaba que nos estaban tomando el pelo y que todo era un tinglado para hacernos perder la razón. -¿Cómo murió el señor Hauss?-, intenté calmar el intenso oleaje que me azotaba los sesos dentro de mi cabeza. -En lo suyo, buceando, buscando animales exóticos para el acuario, él quería siempre novedades para el público, se arriesgaba sumergiéndose a grandes profundidades, en una de esas no pudo
Tuvimos una millonaria racha de contratos. Hicimos publicidad a galerías, ropa, cosméticos, pantimedias, comida para perros y gatos y un sensual video en una fábrica de carros, presentando los flamantes automóviles de última gama, aerodinámicos que me dejaron encantada. -Es una maravilla-, quedé prendada, al instante, apenas vi uno de esos autos. Me pareció sexy como si fuera un tigre con ruedas. Sus asientos eran una fantasía, las líneas me parecían perfectas y el carro aparecía muy varonil y avasallante frente a mis ojos. Para modelar junto al automóvil me puse un short muy cortito, zapatillas rosadas y un top donde destacaban mis pechos inflados como grandes globos de tanta excitación. Mis pelos estaban al aire para darme un aire deportivo y sensual, sin embargo no era necesario vestirme tan provocativa porque yo era, ya, una bola de fuego, sentada al timón del automóvil, sintiéndome acobijada entre sus brazos, arrullada en su aire acondicionado, como si me acariciara y besar
Esa mañana salí a comprar un juego de lencería sexy para darle una gran sorpresa en la noche a Rudolph. Cumplíamos un año más juntos y quería pasar una faena estupenda a su lado, enervarlo, convertirlo un volcán en erupción y que desate toda su furia sobre mí, je je je. Deseaba que se volviera un lobo hambriento y me coma enterita, sin dejar huesito alguno sin roer ni lamer de mi sabrosa anatomía je je je. Fui a la galería que estaba cerca de mi casa, con mis leggins bien pegaditos, zapatillas tenis y una camiseta blanca sin mangas, me había hecho una gran cola con mi pelo y lucía súper sensual. En realidad estaba demasiada excitada por nuestro aniversario y por eso quería lucir muy hermosa y sugerente para una ocasión tan especial como ésta. Recorrí varias tiendas viendo modelos y finalmente me decidí por un baby doll rojo, transparente, con una lencería divina, echa, simplemente, de pitas que, sin duda, se perderían, por completo, entre mis quebradas y mis pronunciadas curv
Me olvidé de Sebastián, al fin y al cabo, él no podía importarme en absoluto. Era una fecha especial para mi marido, yo estaba excitada, quería sorprender a Rudolph y pasarla de maravillas a su lado. Me puse muy hermosa. Me pinté la boca, los ojos, aleoné mi pelo, me puse aretes, anillos, pulseras, me perfumé con ese aroma tan exquisito que le encantaba a mi esposo y arreglé nuestro cuarto, colmándolo de flores y peluches. Hacia las once de la noche, me puse el exquisito baby doll que me había comprado y me calcé zapatos con taco 16. Uffff, me veía enorme, deliciosa, sexy, sensual y cautivante. La lencería roja, en efecto, se perdía en mis curvas, mis quebradas y redondeces y sus pitas apenas emergían entre mis curvas. Me tomé muchos selfies para recordar, por siempre, esa velada, y me eché en la cama con una pose de tigresa en celo, je. A las doce en punto, lo escuché cantar. "Dime que soy tu amor/ mírame/ bésame/ y abrígate en mis brazos/ Dime que me amas/ tómame/ entrégate/ y