La reunión sigue según lo planeado, ambas partes quedamos en buenos términos. Presentamos nuestras propuestas y discutimos el presupuesto, así como el porcentaje que le daré como socio inversionista. Estamos en una sala amplia y elegante, con una mesa de madera y unas sillas de cuero. Las paredes están decoradas con cuadros y diplomas, y las ventanas dan a una vista impresionante de la ciudad. El ambiente es profesional y cordial, pero también tenso y eléctrico. Sobre todo entre Michael y yo.
Él, por su lado, me mira con cara de cachorro, con cara de amor. Sus ojos son increíbles, de dos colores distintos: uno verde y otro café. Su cabello es negro y corto, y su barba está bien recortada. Su cuerpo es musculoso y alto, y su ropa es formal y elegante. Lleva un traje gris, una camisa blanca y una corbata roja. Parece un hombre de negocios exitoso y seguro de sí mismo, pero también un lobo salvaje y dominante, que quiere reclamar lo que es suyo.
Yo, por mi parte, aunque mi loba me diga que lo acepte, que me deje marcar, y todo lo que implica, solo la ignoro. Digo en mi interior, tratando de mantener la compostura. Mi loba se llama Alina, y es una parte de mí que no quiero reconocer. Ella me habla en mi cabeza, me dice que él es nuestro mate, nuestra luna, nuestro destino. Que debemos entregarnos a él, que nos hará felices, que nos protegerá. Pero yo no quiero eso. Yo quiero ser libre, ser humana, ser yo misma. Por eso, me resisto a sus palabras, a sus sentimientos, a sus impulsos. Por eso, me concentro en la reunión, en mi trabajo, en mi sueño.
-¿Qué te parece la propuesta, Alejandra? -me pregunta él, con una voz suave y seductora. Creo que es una gran oportunidad para ambos. Podríamos hacer grandes cosas juntos. -añade, con una sonrisa traviesa.
Me parece una propuesta interesante, Michael. -le respondo, con un tono profesional y cortés. Pero necesito tiempo para analizarla y consultarla con mi equipo. No puedo tomar una decisión tan importante sin estar segura. -le explico, con una mirada firme y decidida.
Te entiendo, Alejandra. -dice él, con un gesto de comprensión. No quiero presionarte, ni apresurarte. Solo quiero que sepas que estoy dispuesto a esperarte, a ayudarte, a apoyarte. -afirma, con una expresión de ternura y pasión.
Gracias, Michael. -digo, sin aliento. Eres muy amable, y muy guapo. -confieso, sin poder evitarlo. Parece que nadie más en la sala escuchó lo que dije, esa declaración espontánea algo que solo hace mi loba cuando quiere salir y tomar el control. Me alegro de que acepte mi propuesta. -guiñando su ojo izquierdo y dice, Alejandra -dice él, con una voz suave y seductora. Creo que podemos hacer un gran equipo. -añade, con una sonrisa traviesa.
Yo también me alegro, Michael. -le respondo, con un tono profesional y cortés. Espero que podamos trabajar juntos de forma eficaz y respetuosa. -le explico, con una mirada firme y decidida.
Claro que sí, Alejandra. -dice él, con un gesto de comprensión. No se preocupe, yo respetaré sus términos y sus decisiones. -afirma, con una expresión de ternura y pasión.
Gracias, Michael. -digo, sin aliento. Eres muy amable, y muy guapo. -repito, sin poder evitarlo. Pero también muy complicado. -insisto, con un suspiro. No sé si estoy preparada para lo que me ofreces. -confieso, con un nudo en la garganta
-No puedo hacer esto, no estoy lista, no sé si te quiero. -digo, con sinceridad. -Necesito tiempo, espacio, libertad. -pido, con desesperación.
-Alejandra, no me hagas esto. -dice él, con dolor. -No me rechaces, no me abandones, no me niegues. -suplica, con desesperación. -Necesito tu amor, tu aceptación, tu entrega. -exige, con intensidad.
-Michael, lo siento… -digo, con lágrimas. -No puedo darte lo que me pides, no sé si puedo ser lo que esperas. -digo, con tristeza. -Necesito irme, pensar. -digo, con determinación.
-Alejandra, no te vayas. -dice él, con angustia. -No me dejes solo, no me rompas el corazón, no me quites la vida. -dice, con dramatismo. -Necesito que te quedes, que me abraces, que me digas que me quieres. -dice, con esperanza.
-¡Michael, adiós! -digo, con firmeza. -No sé si nos volveremos a ver, si te volveré a llamar, si te podré olvidar. -digo, con duda. -Sin embargo, necesito que me dejes ir, que me respetes, que me olvides. -digo, con dolor. -No sé si nos volveremos a estar en contacto pues como sabes eso ya lo hace mis secretarios mas por mi parte yo si te podré olvidar. -repito, con duda. -Pero necesito que me dejes ir, que me respetes, que me entiendas. -digo, con serenidad. -Alejandra, te amo. -dice él, con desesperación. -No te olvides de mí, no me borres de tu mente, no me saques de tu corazón. -suplica, con emoción. -Quiero que me recuerdes, que me sueñes, que me esperes. -exige, con ilusión.
Es nuestro primer encuentro, no quiero que solo por un lazo que ha creado nuestra Diosa Luna deba renunciar a algo que es mío, que me esforcé en lograr. Con la expansión de mi empresa, no quiero tener inconvenientes y mucho menos algo que me frene. Ahora tengo esta impresión de ti que no me permite aceptarte a la ligera. Es más, no sabemos mucho el uno del otro más allá de lo profesional, Mr. Johnson. No tengo ni las ganas ni la motivación de ser lo que tú y la Diosa Luna esperan de mí. -digo, con honestidad.
El que aceptaran tan a la ligera no me da un buen presentimiento. Mi loba está ausente, así que eso me tiene tranquila. Ella solo se enojará, pero podré manejarla. Ahora debo estar más atenta a este resultado, no solo por mi empresa, sino por mi persona. Ignoro si él de verdad aceptó mi decisión o si solo está jugando a dejarme que lo crea. Es algo que me va a tener más alerta desde ahora. No falta que mi Diosa Luna me haya puesto un loco como mate. Mientras lo veo subir al ascensor, pienso que tal vez sea la última vez que nos veamos. Entonces, inhalo lo bastante fuerte como para absorber su aroma y dejar que mi loba lo huela y lo sienta por última vez. Sin embargo, espero no volvernos a cruzar a menos que sea por negocios.
Después de cerrar la puerta de su oficina con un suspiro, Alejandra no podía creer lo que acababa de pasar. El hombre que había venido a negociar con ella era su mate, el compañero que la Diosa Luna le había asignado. Lo había sentido en cuanto lo vio, una atracción irresistible que le hizo temblar el cuerpo y el alma. Pero él parecía haberse dado cuenta, o al menos eso creía ella por cómo lo había mirado. Se había comportado con profesionalismo y frialdad, sin darle ninguna señal de que ella lo reconociera como suyo. ¿Cómo era posible? ¿Acaso no sentía lo mismo que ella? ¿O tenía algún motivo para ocultarlo?, es que pensando en como el hizo para aceptar el hecho de ella no querer será que el en lo más profundo también sentía lo mismo, y tampoco quera conseguir a su mate y todo lo que dijo en la sala de conferencia solo era para evaluarme, me alegro de saber manejar las emocionesEstaba tan sumida en sus pensamientos que no oyó el golpe en la puerta. La voz de su subgerente la sacó de
Entré en la sala de conferencias con paso firme y seguro. Era el heredero de una de las manadas más grandes y fuertes de todo el continente americano. Era un hombre lobo puro, alto, fuerte, de aspecto imponente. Tenía unos ojos increíbles, de dos colores distintos: uno verde y otro café.Su mirada era penetrante y dominante.Venía acompañado de dos de mis hombres de confianza: Chris, mi beta, y Ryan, mi primer guerrero. Los tres éramos socios en una empresa de inversiones, que nos servía de fachada para nuestros negocios reales. Habíamos viajado desde Alaska hasta Texas, para reunirnos con una ejecutiva de una empresa de cosméticos, que nos había llamado la atención por su éxito y su innovación. Queríamos hacer una propuesta de colaboración, que en realidad era una estrategia para expandir nuestro territorio y nuestra influencia.Pero todo cambió cuando la vi. Era ella. Mi mate. Mi luz. Mi razón de ser.Era una mujer lobo mestiza, que se había alejado de su manada y de su naturaleza, bu
Apenas llegamos al estacionamiento, vi a mis hombres esperándonos con los motores encendidos. Sin perder tiempo, les hice una seña para que me siguieran y me dirigí al coche más potente. Abriendo la puerta del conductor, les dije con voz firme:- Yo manejo.Ellos me miraron con sorpresa, pero no se atrevieron a cuestionarme. Sabían que yo era el jefe, y que tenía un plan. Me subí al coche, y arranqué a toda velocidad. Los demás me siguieron en fila, como una manada de lobos.Tomamos la autopista hacia el hotel donde nos alojábamos. Por el camino, llamé a la recepción y les ordené que reservaran nuestras habitaciones por una semana más. Una semana sería suficiente para preparar todo lo que haríamos para conseguir a mi luna.Mi luna... La mujer que me robó el corazón desde el primer momento que la vi. La mujer que se resistía a mis encantos, pero que pronto caería rendida a mis pies. La mujer que haría cualquier cosa por proteger a su familia, incluso casarse conmigo.Sí, esa era mi luna
Pasando un rato agradable con mi acompañante y futuro socio, llega un olor a mis fosas nasales, un aroma que reconozco desde lejos. Cuando alzo mi mirada, puedo observar cómo mi llamado mate se acerca con pasos firmes y lleno de ira. No voy a negar que ese hombre, así como estaba, me prendía. Ella alzó la mirada y lo vio. No pudo evitar sentir una oleada de deseo al verlo. Se veía tan sexy, tan majestuoso, esa camisa a medio abrochar, ese cabello desordenado le quedaba muy bien. Se sorprendió, pero trató de estar en calma. Sabía que él era su mate, pero también sabía que él era peligroso. No quería perder su libertad, su poder, su empresa. No quería ser una más de sus conquistas, una de sus sumisas. Quería ser su igual, su compañera, su reina.Pasados unos segundos, este me saluda con un -Hola, cariño-, con su sonrisita de sorpresa. Mi acompañante, quien le responde queriendo enfrentarlo, menciona mi cicatriz. Solo un imbécil creería eso, cuando viendo de cerca se ve que es una quemad
-Muérete, imbécil -escupe Alejandra, mientras intenta soltarse de su agarre.-No digas eso, mi vida -dice Michael, mientras la arrastra hacia la camioneta. -No sabes lo que dices. Estás confundida, asustada, enfadada. Pero pronto se te pasará. Pronto verás que lo que hago es por tu bien, por nuestro bien.-¿Por mi bien? ¿Por nuestro bien? -replica Alejandra, con incredulidad y desprecio. -¿Qué bien puede haber en secuestrarme, en alejarme de mi vida, de mi trabajo, de mis amigos, de mi familia, pero quien te crees? ¿Qué bien puede haber en obligarme a ser tu mate, tu luna, tu esclava? ¿Qué bien puede haber en violar mi voluntad, mi libertad, mi dignidad?-No lo entiendes, mi amor -dice Michael, mientras la mete en la camioneta. -No es violación, es unión. No es esclavitud, es lealtad. No es dignidad, es destino. Tú y yo estamos hechos el uno para el otro. La Diosa Luna nos ha elegido. Nuestros lobos se reconocen. Nuestros corazones se anhelan. Nuestros cuerpos se desean.-¡No, no, no!
Alejandra despertó en un cuarto del tamaño de su suite, donde vivía desde que llegó a este país. La cama en la que yacía era tan amplia que podía perderse entre las sábanas de seda. Era para pareja o un matrimonio, pensó ella para sí misma, tocándola suavemente. El olor que emanaba era de su compañero, su mate y secuestrador, todo junto en una sola persona: Michael. Desgraciado, escupió ella con rabia, mientras sus ojos se tornaban de un negro profundo.—Despertaste, mi amor —dijo él, entrando en la habitación con una bandeja de comida—. ¿Ya estás mejor? ¿Te sientes mareada o te duele alguna parte?—¿Cómo si te importara mi respuesta? ¿Cómo si tomaras en cuenta mis palabras? Maldito imbécil, me jodiste. Te dije que no quería, que no me sentía preparada, pero claro, qué te importa. Solo eres tú, señor alfa —respondió Alejandra, levantándose de la cama y alejándose de él.—No vengas con eso, mi amor —replicó él, dejando la bandeja en una mesa y acercándose a ella—. Tú sabías que después
-¿En qué piensas, Michael? No te entiendo, necesito más información. ¿Cómo es eso de que me conociste? ¿Cómo eso puede ser verdad? ¿Cómo sabes que no pertenezco a este país? -pregunté intrigada, mientras me sentaba en la cama y me cubría con las sábanas.-Alejandra, para responderte deberemos conocernos, ¿eso quieres? Si es así, me gustaría hacerlo después de que cenemos -respondió emocionado, acariciando mi mejilla con su mano.-Comer, no tengo mucha hambre, solo quiero irme, no puedo dejar mi empresa a la deriva, es difícil no pensar en eso -le respondí con un tono desanimado y furioso, apartando su mano de mi rostro.-Y crees que la comida tiene la culpa, Alejandra, eso no es lógico. Necesito que te cambies, te mandé a comprar ropa para que estés aquí, vístete, ya vengo por ti para bajar a cenar, conocerás a mi familia y a los empleados -dijo con su voz mandona, levantándose de la cama y poniéndose una camisa.-¿Conocer a tu familia? Wow, esto va en serio por lo que veo -respondí s
—¿Cómo que matrimonio? —le susurré al oído, fingiendo una sonrisa para no levantar sospechas. Estaba sorprendida por aquella noticia. No solo los invitados mostraban su expresión atónita, yo tampoco disimulé la mía. La Diosa apenas me avisó de conocer a su familia, amigos y manada, y ahora me salía con matrimonio. Este hombre no descansaba, le gustaba la aventura, el peligro, la acción o qué rayos. ¿Cómo se le ocurría proponer eso a la ligera? En fin, yo esperaba poder salir lo antes posible de este lugar y de este confuso malentendido entre la Diosa Luna y yo. El matrimonio sonaba a un compromiso con otra empresa, para el colmo. Sentía que sus dos hermanos menores me estaban mirando con ojos curiosos, confusos, analizando cada parte de mí. Suponía que era porque olía diferente, y mis expresiones eran bastante directas a la incomodidad.—Sí, matrimonio. Eso es algo que pasa cuando encuentras a tu luna. Soy alfa, ¿qué más esperas de mí, cariño? —respondió en un susurro, rozando mi meji