-Muérete, imbécil -escupe Alejandra, mientras intenta soltarse de su agarre.
-No digas eso, mi vida -dice Michael, mientras la arrastra hacia la camioneta. -No sabes lo que dices. Estás confundida, asustada, enfadada. Pero pronto se te pasará. Pronto verás que lo que hago es por tu bien, por nuestro bien.
-¿Por mi bien? ¿Por nuestro bien? -replica Alejandra, con incredulidad y desprecio. -¿Qué bien puede haber en secuestrarme, en alejarme de mi vida, de mi trabajo, de mis amigos, de mi familia, pero quien te crees? ¿Qué bien puede haber en obligarme a ser tu mate, tu luna, tu esclava? ¿Qué bien puede haber en violar mi voluntad, mi libertad, mi dignidad?
-No lo entiendes, mi amor -dice Michael, mientras la mete en la camioneta. -No es violación, es unión. No es esclavitud, es lealtad. No es dignidad, es destino. Tú y yo estamos hechos el uno para el otro. La Diosa Luna nos ha elegido. Nuestros lobos se reconocen. Nuestros corazones se anhelan. Nuestros cuerpos se desean.
-¡No, no, no! -grita Alejandra, mientras se resiste a entrar en la camioneta. -¡No me hables de unión, de lealtad, de destino! ¡No me hables de la Diosa Luna, de los lobos, de los corazones! ¡No me hables de deseos, de anhelos, de sentimientos! ¡No siento nada por ti, nada más que odio, asco, miedo!
-¡Sí, sí, sí! -exclama Michael, mientras la empuja al interior de la camioneta. -¡Sí sientes algo por mí, algo más que odio, asco, miedo! ¡Sientes curiosidad, admiración, respeto! ¡Sientes atracción, pasión, placer! ¡Sientes amor, amor, amor!
-¡Déjame salir, déjame salir! -suplica Alejandra, mientras golpea la puerta de la camioneta. -¡No quiero estar contigo, no quiero ir contigo, no quiero nada contigo!
-¡Quédate conmigo, quédate conmigo! -ruega Michael, mientras cierra la puerta de la camioneta. -¡Quiero estar contigo, quiero ir contigo, quiero todo contigo!
-Muere… -empieza a decir ella, pero es interrumpida por él, que le tapa la boca con un pañuelo empapado en un líquido. Alejandra siente un mareo y pierde el conocimiento. Michael la acomoda en el asiento y le pone el cinturón de seguridad. Arranca la camioneta y se dirige al aeropuerto. Tiene un avión privado esperándolo. Nadie podrá detenerlo. Se lleva a su mate, le guste o no. La mira con ternura, admirando su belleza. Diablos, es tan bella. Ese cuerpo, ese rostro, esos ojos. Es suya, solo suya. Y pronto lo sabrá.
Después de casi ocho horas de vuelo, el avión privado de Michael aterrizó en el Aeropuerto Internacional Ted Stevens Anchorage, Alaska. Allí lo esperaban varias camionetas negras con vidrios polarizados, conducidas por algunos de sus hombres más leales.
Michael bajó del avión con cuidado, sosteniendo en sus brazos a Alejandra, que seguía inconsciente por el sedante que le había administrado. La envolvió en una manta y la cargó hasta la camioneta más cercana. La acostó en el asiento trasero y se sentó a su lado. Le dio un beso en la frente y le susurró al oído:
-No te preocupes, mi amor. Pronto estarás en casa. Nuestra casa.
Los demás hombres lo saludaron con una especie de reverencia, reconociendo su autoridad como alfa de la manada. Uno de ellos se acercó a la ventanilla y le dijo:
-Señor, ya está todo listo. Hemos preparado la casa para recibirlos. Tenemos todo lo que necesita: comida, ropa, medicinas, armas…
-Está bien. Todo debe salir según lo planeado. La seguridad de la casa debe estar al triple. Mis hermanos ya están al tanto, ¿verdad? No quiero errores. -dijo el alfa Michael con voz firme.
-Sí, señor. Sus hermanos ya saben que ha encontrado a su mate y que viene con ella. Están ansiosos por conocerla. -respondió el soldado.
-Bien. Vamos entonces. -ordenó Michael.
El soldado asintió y se subió a la camioneta delantera. Las demás camionetas lo siguieron, formando un convoy. Salieron del aeropuerto y tomaron la carretera que los llevaría a la casa de Michael, ubicada en el Parque Nacional y Reserva Denali, en el interior del estado. Era una zona protegida que contenía el monte Denali, la montaña más alta de América del Norte. Dentro de este parque se encontraba una mansión rodeada de un muro alto y con cámaras de seguridad en cada esquina. Y rodeando la mansión estaba la manada. Algunos vivían como humanos, otros como lobos.
Al llegar, vi a mis hermanos en la puerta esperando. La servidumbre, que estaba compuesta por algunos humanos y otros lobos, se inclinó ante mi llegada. Bajé del coche y me dirigí a alzar a mi Luna. Cuando vi que uno de mis muchachos se acercaba, le hice una mueca y un gruñido, evitando que se me acercara. La saqué del auto y la cargué entre mis brazos. Al sentirla, noté que su cuerpo ardía. Tal vez tenía fiebre, pudo ser a causa de lo que usé para dormirla, una alergia o algo. Con Alejandra entre mis brazos, les hablé a todos y les dije que desde ese momento ella era su Luna, su jefa, su ama y que por lo tanto debían respetarla por cada uno. Eso también incluía a mi familia. Estos, sorprendidos por mi comportamiento, aceptaron y se burlaron al ver que les daba la espalda. Era sorprendente ver mi cambio, cuando solo habían conocido mi lado bravucón.
Al dejarla en la cama me fijé que estaba roja, como si fuera una alergia, le toqué la frente y estaba con fiebre.
-Ryan, entra- llamé a mi guerrero, trae al médico, dile que venga rápido, que su luna está enferma.
-Sí, señor, ya me pongo en eso. -¿Algo más, señor? -dice Ryan con toda disposición.
-Sí, que le traigan sus cosas, que los que se quedaron en Texas, vayan a su apartamento y traigan las pertenencias como la ropa, zapatos, joyas, si tiene fotos, papeles importantes, todo. Ah, y que la mujer lobo, la subgerente, que la mantenga al tanto a Alejandra de la empresa.
La dejé en mi cuarto, en nuestro cuarto. Ya no era un soltero de la luna, yo ya había encontrado la mía, así que esa sería nuestra habitación. Esperaba que fuera de su agrado, si no, pues lo podríamos cambiar para que se sintiera a gusto.
-Señor, llegó el doctor -dice Chris, el Beta.
-Que pase, ah, y solo él puede entrar. Los demás me esperan afuera.
-Como ordene, jefe.
-Saludo a nuestro gran alfa y jefe, soy el doctor William, fui el médico del anterior alfa, su padre, el gran Thomas. Ahora permítame ver a nuestra luna y déjeme ver qué es lo que le sucede.
-Bien, pase, doctor. Le debo informar que ella está aquí en contra de su voluntad, así que me tocó usar un somnífero, podría decir, para doparla. Así que temo que esté así por culpa mía. Temo ser el responsable si algo le pasa -respondo con temor.
-No se preocupe, señor. Estoy seguro de que podremos ayudarla. Me temo que puede ser debido a las defensas, señor. La joven puede haberse contagiado de algún virus, le sacaré sangre para analizar. Pronto le daré respuesta -responde el médico con amabilidad, pero con una mirada que no me inspira confianza.
-Está bien, haga lo que tenga que hacer. Ella debe estar bien lo antes posible -respondo, sin dejar de observarlo.
El médico ingresa una jeringa en el brazo de Alejandra y no aguanto y suelto un gruñido de esos que aturden y al ser el alfa, quienes estén alrededor puedan sentirlo y temer. -Tranquilo, señor, juro que esto no le dolerá a la señorita. Después de eso, me acosté junto a ella y esperé a que despertara. Sabía que no estaría contenta, pero trataría de negociar con ella.
Alejandra despertó en un cuarto del tamaño de su suite, donde vivía desde que llegó a este país. La cama en la que yacía era tan amplia que podía perderse entre las sábanas de seda. Era para pareja o un matrimonio, pensó ella para sí misma, tocándola suavemente. El olor que emanaba era de su compañero, su mate y secuestrador, todo junto en una sola persona: Michael. Desgraciado, escupió ella con rabia, mientras sus ojos se tornaban de un negro profundo.—Despertaste, mi amor —dijo él, entrando en la habitación con una bandeja de comida—. ¿Ya estás mejor? ¿Te sientes mareada o te duele alguna parte?—¿Cómo si te importara mi respuesta? ¿Cómo si tomaras en cuenta mis palabras? Maldito imbécil, me jodiste. Te dije que no quería, que no me sentía preparada, pero claro, qué te importa. Solo eres tú, señor alfa —respondió Alejandra, levantándose de la cama y alejándose de él.—No vengas con eso, mi amor —replicó él, dejando la bandeja en una mesa y acercándose a ella—. Tú sabías que después
-¿En qué piensas, Michael? No te entiendo, necesito más información. ¿Cómo es eso de que me conociste? ¿Cómo eso puede ser verdad? ¿Cómo sabes que no pertenezco a este país? -pregunté intrigada, mientras me sentaba en la cama y me cubría con las sábanas.-Alejandra, para responderte deberemos conocernos, ¿eso quieres? Si es así, me gustaría hacerlo después de que cenemos -respondió emocionado, acariciando mi mejilla con su mano.-Comer, no tengo mucha hambre, solo quiero irme, no puedo dejar mi empresa a la deriva, es difícil no pensar en eso -le respondí con un tono desanimado y furioso, apartando su mano de mi rostro.-Y crees que la comida tiene la culpa, Alejandra, eso no es lógico. Necesito que te cambies, te mandé a comprar ropa para que estés aquí, vístete, ya vengo por ti para bajar a cenar, conocerás a mi familia y a los empleados -dijo con su voz mandona, levantándose de la cama y poniéndose una camisa.-¿Conocer a tu familia? Wow, esto va en serio por lo que veo -respondí s
—¿Cómo que matrimonio? —le susurré al oído, fingiendo una sonrisa para no levantar sospechas. Estaba sorprendida por aquella noticia. No solo los invitados mostraban su expresión atónita, yo tampoco disimulé la mía. La Diosa apenas me avisó de conocer a su familia, amigos y manada, y ahora me salía con matrimonio. Este hombre no descansaba, le gustaba la aventura, el peligro, la acción o qué rayos. ¿Cómo se le ocurría proponer eso a la ligera? En fin, yo esperaba poder salir lo antes posible de este lugar y de este confuso malentendido entre la Diosa Luna y yo. El matrimonio sonaba a un compromiso con otra empresa, para el colmo. Sentía que sus dos hermanos menores me estaban mirando con ojos curiosos, confusos, analizando cada parte de mí. Suponía que era porque olía diferente, y mis expresiones eran bastante directas a la incomodidad.—Sí, matrimonio. Eso es algo que pasa cuando encuentras a tu luna. Soy alfa, ¿qué más esperas de mí, cariño? —respondió en un susurro, rozando mi meji
Narra MichaelHe visto a ella, se ve hermosa, con curvas perfectas. Es una mujer bien diseñada. Parece tímida, quién lo diría. Soy tuyo ahora, querida. Mientras la veo reaccionar así, intento desviar mi mirada de sus pechos. Trato de contener a mi lobo, intento no arruinarlo. Demostraré que tengo el control. Le ofrecí una prenda de las mías, mientras espero por las suyas. Mientras le hablo, entro en mi baño. Necesito calmar este intenso calor que hace más impuros mis deseos, codiciosos.'Quiero marcarla', murmura mi lobo, Rocky.'No podemos actuar así, sin su permiso. ¿Acaso somos unos animales?', le contesto indignado.'Tal vez tú no, pero yo sí', responde de manera sarcástica y burlona.'Exacto, eso serás, pero solo en tu forma. Mientras estemos en forma humana, lo racional será lo primero. Ya la hemos ofendido y sabes muy bien por qué. Por lo tanto, cualquier obstáculo debe ser erradicado. Espero que tu imprudencia no nos convierta en enemigos y arruine mis planes'.'Como quieras,
Terminando de firmar aquel documento, miro a Alejandra hacer una especie de mueca. Su labio y su pómulo se mueven de una manera como si no se convenciera y entiendo, pero me enoja que ella no nos dé una oportunidad. Podríamos ser felices. Señalando la cama, le digo que deberíamos dormir. Mañana será un día muy largo. —Deberemos compartir la cama para no levantar sospechas, pues mi madre tiene a toda la servidumbre de esta mansión a su favor. Ella no se pierde ni un movimiento mío —digo mientras mis ojos se conectan con los de ella. Mi parpadeo se vuelve cada vez más rápido, como si me intimidara su sola mirada. Qué débil me estoy volviendo. —Dices compartir la cama, ¿eso ya no lo hicimos cuando me dejaste inconsciente? —Su respuesta le produjo una sonrisa nueva, cálida y encantadora. Sentí una sensación extraña, me sentí a gusto.—Es verdad, no fue mi intención. Solo te vi tan cómoda. Yo también estaba cansado, el drogarte y subirte hasta acá me dejó exhausto. Ese pequeño cuerpo pesa
Narra Alejandra:Firmé el contrato con la esperanza de poder cumplir mi misión de escapar. ¿Por qué acepté? Debía hacerle creer que estaba a favor, que estaba dispuesta a hacer lo que él quería, pero mi realidad era otra. Según el contrato, él me dejaba ir a mi empresa y comunicarme con mis empleados. Así podría armar un plan de huida. Lo primero sería cambiar mi nombre y mi aspecto físico apenas lograra huir, para que él no sospechara. Estaba dispuesta a sacrificarme por mí y por mi seguridad. Estaba segura de que al llegar a casa, a mi anterior manada, mi padre, que era beta, me ayudaría y me protegería. Estos pensamientos atrapaban mis sentidos, pues no recordaba cuándo entró Michael.-Alejandra, llegó tu ropa. Necesito que te arregles lo más pronto posible. Te llevaré a conocer al consejo de ancianos y al consejo de los sobrenaturales. - Una orden militar salió de su boca.- ¿Cuánto tiempo tengo? Necesito revisar qué ropa trajeron y qué se amolda para esta ocasión. - Mi mirada se
Hemos terminado formalmente la presentación de mi luna con la manada. El comité es quien se encarga de la aceptación de la luna dentro de la manada. Me sorprende cómo ella pudo ganarse tan rápido a todos estos ancianos malhumorados, y más lograr que mi abuela le cogiese cariño. Alcanzamos a almorzar en la ciudad, he querido compartir al menos una comida sin discusión con Alejandra. Ella, por su lado, se le puede observar que se está queriendo sentir cómoda, accesible, amable. Se está tomando muy en serio nuestro contrato, aquel compromiso la tiene más motivada. Sin duda, ella como luna será ventajosa, su estadía será beneficiosa para mi pueblo. Aquellos pensamientos hacen que mi humor y una sonrisa se formen en mi rostro.Llegamos a aquel restaurante en donde soy cliente habitual, este es cómodo, elegante y tranquilo. Por eso quise traerla, compartir mis lugares. Ella se ve cómoda, eso me hace sentir de buen gusto.—Buenas noches, bienvenidos al restaurante Le Gourmet. ¿Tienen reserva
Desde aquel almuerzo emos hablado muy poco no asistimos a la presentación del comité de los sobrenaturales, pues el ánimo entre ambos decayó. Veo como Michael ha cambiado su comportamiento hacia mí se ha vuelto más indiferente, dormimos en la misma cama pero es extraño, ahora pretendo seguir con algo que nunca pensé en llevar a cabo en este momento estamos en preparativos para este show de la unión entre el Alpha y el mate, el matrimonio mas esperado por esta manada, con lo poco que los conozco estoy segura que vendrán a entrometerse la familia de Michael, si su madre, la abuela y supongo que la hermana que aun que este lejos llegara a tiempo para esta ceremonia, el no tener a mi madre para esto o a mis amigos más cercanos es frustrante desalentador, no fue algo que soñaba en hacer pero mientras estuve en la manada todas las mujeres de la manada se encargaban de aquel momento, no me vi en esta situación. Pero sería un buen momento para disfrutarla con ellas. —Alejandra hoy vendrán mi