Pasando un rato agradable con mi acompañante y futuro socio, llega un olor a mis fosas nasales, un aroma que reconozco desde lejos. Cuando alzo mi mirada, puedo observar cómo mi llamado mate se acerca con pasos firmes y lleno de ira. No voy a negar que ese hombre, así como estaba, me prendía. Ella alzó la mirada y lo vio. No pudo evitar sentir una oleada de deseo al verlo. Se veía tan sexy, tan majestuoso, esa camisa a medio abrochar, ese cabello desordenado le quedaba muy bien. Se sorprendió, pero trató de estar en calma. Sabía que él era su mate, pero también sabía que él era peligroso. No quería perder su libertad, su poder, su empresa. No quería ser una más de sus conquistas, una de sus sumisas. Quería ser su igual, su compañera, su reina.
Pasados unos segundos, este me saluda con un -Hola, cariño-, con su sonrisita de sorpresa. Mi acompañante, quien le responde queriendo enfrentarlo, menciona mi cicatriz. Solo un imbécil creería eso, cuando viendo de cerca se ve que es una quemadura. Más no lo silencio, dejo que enfurezca al otro hombre, ya que, si este llegara a matarlo o hacer algo, eso me convertiría en una mujer poderosa en este estado y mi empresa crecería. Se difundirían cosas sobre la mujer del alfa más poderoso de todo Estados Unidos. Fundida en mis pensamientos, escucho cuando mi mesa se rompe y aquel hombre agarra por el cuello a quien era mi acompañante. Sorprendida por aquel hecho, lo más impactante fue que solo era por celos. Qué más podría hacer este hombre, ya podría empezar a temerle a este hombre.
-¿Cómo me encontraste?- digo sorprendida.
El muy cínico puso a uno de sus hombres tras mis espaldas.
Pasaron unos días y mis sentidos fueron puestos en marcha, pues sabía que este hombre haría algo para tenerme. No se andaba con juegos, por lo que veía. Por lo cual, me preparé para cualquier suceso, desde conseguir armas, motos, carros y un amuleto para distorsionar mi aroma. Este último aún estaba en marcha, pues a la bruja a la que fui me dijo que estaría en unas dos semanas, como mucho.
-Señorita, se nos averió el carro- dice uno de mis asistentes y junto a él se encontraba mi chofer José, un hombre canoso.
-Qué conveniente- pienso en voz alta.
-¿Qué dijo, jefa?- me pregunta Carlos, mi asistente, con cara de interesado.
-Nada. Dime qué plan B tenemos para llegar a la próxima reunión en el hotel H.
-Señorita, ya hemos llamado a una compañía de taxis que trabajan en esta zona. Está pronto a llegar.
Llegando el taxi, me llega un fuerte aroma a lobo. Tal vez solo era mi cerebro mandando señales de alerta, eran mis sospechas. Tal vez sea un pícaro, de seguro él también sabrá que soy una loba. Me subo al taxi y me siento en la parte de atrás de este. Mis secretarios, quienes me acompañan a todos lados, me hablan de gastos y mano de obra. Yo asiento distraída, sin prestarles mucha atención. Cuando de repente, siento cómo el carro frena…
Lo sabía, siempre lo supe. Él vendría por mí. Cuando vi por dónde frenó, salí del auto. Vi por el rabito del ojo que había unas camionetas con ventanas oscuras y supe que era él. Tomé el callejón y me adentré, pues cerca tenía mi transporte alterno de emergencia.
Subí a la moto, dejando atrás a mis empleados, pero cuando arranqué, ya me habían alcanzado algunos hombres de este desgraciado. Saqué mi arma y le disparé a uno de ellos, pero no fue suficiente. Cuando me rodearon, no tuve más opción que rendirme por el momento. Yo siempre tendría un plan.
Mis asistentes llegaron, me alcanzaron, pero era en vano. Él podría lastimarlos. No quería arriesgar vidas humanas y menos de quienes me servían lealmente.
-¿Qué quieren? -dije con voz firme y agitada.
-Lo siento, señorita Alejandra. Me temo que tendrá que venir con nosotros -respondió uno de los que me rodeaban. No lo reconocí, pero sí su aroma. Así que supuse que era quien me seguía.
-Te reconozco. Eres quien me seguía. Deberías trabajar más en guardar tu aroma -le repliqué con una sonrisa.
-Pero ¿cómo me sintió? Yo escondí mi aroma -dijo sorprendido ante aquel hallazgo.
-No me subestime. Mis instintos son superiores. No soy débil como ustedes creen -le sonreí.
-Señorita, acompáñenos -dijo aquel hombre de cabello claro y unos ojos verdes que le combinaban a la perfección con su cuerpo ancho. Unos trabajadores muy guapos tienen este hombre.
-¿Y a dónde iremos, según tú? -pregunté, tratando de ganar tiempo. Busqué con la mirada alguna salida, pero estaba rodeada. No podía usar mi arma, porque tenía a mis asistentes de rehenes.
-Conmigo -respondió Michael tras los hombres, con voz autoritaria-. Yo también puedo esconder mi aroma, mi luna. No solo tú tienes poderes o habilidades.
-¿Cómo es posible? ¿Hace cuánto llegaste? -pregunté sorprendida, retrocediendo un paso.
-Entonces, cariño, ¿vendrás por las buenas o tendré que usar la fuerza? -dijo con una sonrisa maliciosa, mientras se acercaba a mí. Sentí su aliento caliente en mi cuello y un escalofrío me recorrió la espalda.
-Eres un maldito enfermo, ¿lo sabías? -dije con furia, empujándolo con todas mis fuerzas. Pero él era más fuerte y me sujetó con firmeza.
-Cariño, qué palabras más fuertes me dices. Debemos irnos, antes de que tus lacayos armen un escándalo. Vamos, entra y no me hagas enojar. Ya viste cómo terminó nuestro último encuentro. ¿Quieres más sangre? -dijo, señalando la herida que le había hecho en el brazo.
-Derrama las que quieras, después de que no toques a mis humanos -dije, refiriéndome a mis asistentes, quienes se encontraban atados y amordazados.
-Preciosa, si haces lo que te pido, podremos llegar a un acuerdo. Tal vez no los asesine, pero deberemos hacer algo. Llama a un curandero, que les borre lo sucedido. Ah, y que les digan que tu jefa salió de viaje de negocios y no volverá por un tiempo. Que se encarguen ellos -dijo, sacando mi teléfono de mi bolsillo.
-¿Qué estás diciendo? ¿De viaje? ¿Me estás diciendo que deje mi trabajo? ¿Cómo me pides eso? ¿Estás loco o estás drogado? Dime -dije, intentando arrebatarle el teléfono.
-Pero qué dices, mujer. Drogas, que estoy loco. Tal vez esto último sí, pero eso lo provocaste tú. Pudimos hablar, llegar a algún acuerdo que nos beneficiara, pero no. Tú simplemente querías rechazarme sin una oportunidad -dijo, enojado. Me agarró del pelo y me acercó a su rostro. -Ahora vas a ser mía, quieras o no -dijo, antes de besarme con violencia.
-Muérete, imbécil -escupe Alejandra, mientras intenta soltarse de su agarre.-No digas eso, mi vida -dice Michael, mientras la arrastra hacia la camioneta. -No sabes lo que dices. Estás confundida, asustada, enfadada. Pero pronto se te pasará. Pronto verás que lo que hago es por tu bien, por nuestro bien.-¿Por mi bien? ¿Por nuestro bien? -replica Alejandra, con incredulidad y desprecio. -¿Qué bien puede haber en secuestrarme, en alejarme de mi vida, de mi trabajo, de mis amigos, de mi familia, pero quien te crees? ¿Qué bien puede haber en obligarme a ser tu mate, tu luna, tu esclava? ¿Qué bien puede haber en violar mi voluntad, mi libertad, mi dignidad?-No lo entiendes, mi amor -dice Michael, mientras la mete en la camioneta. -No es violación, es unión. No es esclavitud, es lealtad. No es dignidad, es destino. Tú y yo estamos hechos el uno para el otro. La Diosa Luna nos ha elegido. Nuestros lobos se reconocen. Nuestros corazones se anhelan. Nuestros cuerpos se desean.-¡No, no, no!
Alejandra despertó en un cuarto del tamaño de su suite, donde vivía desde que llegó a este país. La cama en la que yacía era tan amplia que podía perderse entre las sábanas de seda. Era para pareja o un matrimonio, pensó ella para sí misma, tocándola suavemente. El olor que emanaba era de su compañero, su mate y secuestrador, todo junto en una sola persona: Michael. Desgraciado, escupió ella con rabia, mientras sus ojos se tornaban de un negro profundo.—Despertaste, mi amor —dijo él, entrando en la habitación con una bandeja de comida—. ¿Ya estás mejor? ¿Te sientes mareada o te duele alguna parte?—¿Cómo si te importara mi respuesta? ¿Cómo si tomaras en cuenta mis palabras? Maldito imbécil, me jodiste. Te dije que no quería, que no me sentía preparada, pero claro, qué te importa. Solo eres tú, señor alfa —respondió Alejandra, levantándose de la cama y alejándose de él.—No vengas con eso, mi amor —replicó él, dejando la bandeja en una mesa y acercándose a ella—. Tú sabías que después
-¿En qué piensas, Michael? No te entiendo, necesito más información. ¿Cómo es eso de que me conociste? ¿Cómo eso puede ser verdad? ¿Cómo sabes que no pertenezco a este país? -pregunté intrigada, mientras me sentaba en la cama y me cubría con las sábanas.-Alejandra, para responderte deberemos conocernos, ¿eso quieres? Si es así, me gustaría hacerlo después de que cenemos -respondió emocionado, acariciando mi mejilla con su mano.-Comer, no tengo mucha hambre, solo quiero irme, no puedo dejar mi empresa a la deriva, es difícil no pensar en eso -le respondí con un tono desanimado y furioso, apartando su mano de mi rostro.-Y crees que la comida tiene la culpa, Alejandra, eso no es lógico. Necesito que te cambies, te mandé a comprar ropa para que estés aquí, vístete, ya vengo por ti para bajar a cenar, conocerás a mi familia y a los empleados -dijo con su voz mandona, levantándose de la cama y poniéndose una camisa.-¿Conocer a tu familia? Wow, esto va en serio por lo que veo -respondí s
—¿Cómo que matrimonio? —le susurré al oído, fingiendo una sonrisa para no levantar sospechas. Estaba sorprendida por aquella noticia. No solo los invitados mostraban su expresión atónita, yo tampoco disimulé la mía. La Diosa apenas me avisó de conocer a su familia, amigos y manada, y ahora me salía con matrimonio. Este hombre no descansaba, le gustaba la aventura, el peligro, la acción o qué rayos. ¿Cómo se le ocurría proponer eso a la ligera? En fin, yo esperaba poder salir lo antes posible de este lugar y de este confuso malentendido entre la Diosa Luna y yo. El matrimonio sonaba a un compromiso con otra empresa, para el colmo. Sentía que sus dos hermanos menores me estaban mirando con ojos curiosos, confusos, analizando cada parte de mí. Suponía que era porque olía diferente, y mis expresiones eran bastante directas a la incomodidad.—Sí, matrimonio. Eso es algo que pasa cuando encuentras a tu luna. Soy alfa, ¿qué más esperas de mí, cariño? —respondió en un susurro, rozando mi meji
Narra MichaelHe visto a ella, se ve hermosa, con curvas perfectas. Es una mujer bien diseñada. Parece tímida, quién lo diría. Soy tuyo ahora, querida. Mientras la veo reaccionar así, intento desviar mi mirada de sus pechos. Trato de contener a mi lobo, intento no arruinarlo. Demostraré que tengo el control. Le ofrecí una prenda de las mías, mientras espero por las suyas. Mientras le hablo, entro en mi baño. Necesito calmar este intenso calor que hace más impuros mis deseos, codiciosos.'Quiero marcarla', murmura mi lobo, Rocky.'No podemos actuar así, sin su permiso. ¿Acaso somos unos animales?', le contesto indignado.'Tal vez tú no, pero yo sí', responde de manera sarcástica y burlona.'Exacto, eso serás, pero solo en tu forma. Mientras estemos en forma humana, lo racional será lo primero. Ya la hemos ofendido y sabes muy bien por qué. Por lo tanto, cualquier obstáculo debe ser erradicado. Espero que tu imprudencia no nos convierta en enemigos y arruine mis planes'.'Como quieras,
Terminando de firmar aquel documento, miro a Alejandra hacer una especie de mueca. Su labio y su pómulo se mueven de una manera como si no se convenciera y entiendo, pero me enoja que ella no nos dé una oportunidad. Podríamos ser felices. Señalando la cama, le digo que deberíamos dormir. Mañana será un día muy largo. —Deberemos compartir la cama para no levantar sospechas, pues mi madre tiene a toda la servidumbre de esta mansión a su favor. Ella no se pierde ni un movimiento mío —digo mientras mis ojos se conectan con los de ella. Mi parpadeo se vuelve cada vez más rápido, como si me intimidara su sola mirada. Qué débil me estoy volviendo. —Dices compartir la cama, ¿eso ya no lo hicimos cuando me dejaste inconsciente? —Su respuesta le produjo una sonrisa nueva, cálida y encantadora. Sentí una sensación extraña, me sentí a gusto.—Es verdad, no fue mi intención. Solo te vi tan cómoda. Yo también estaba cansado, el drogarte y subirte hasta acá me dejó exhausto. Ese pequeño cuerpo pesa
Narra Alejandra:Firmé el contrato con la esperanza de poder cumplir mi misión de escapar. ¿Por qué acepté? Debía hacerle creer que estaba a favor, que estaba dispuesta a hacer lo que él quería, pero mi realidad era otra. Según el contrato, él me dejaba ir a mi empresa y comunicarme con mis empleados. Así podría armar un plan de huida. Lo primero sería cambiar mi nombre y mi aspecto físico apenas lograra huir, para que él no sospechara. Estaba dispuesta a sacrificarme por mí y por mi seguridad. Estaba segura de que al llegar a casa, a mi anterior manada, mi padre, que era beta, me ayudaría y me protegería. Estos pensamientos atrapaban mis sentidos, pues no recordaba cuándo entró Michael.-Alejandra, llegó tu ropa. Necesito que te arregles lo más pronto posible. Te llevaré a conocer al consejo de ancianos y al consejo de los sobrenaturales. - Una orden militar salió de su boca.- ¿Cuánto tiempo tengo? Necesito revisar qué ropa trajeron y qué se amolda para esta ocasión. - Mi mirada se
Hemos terminado formalmente la presentación de mi luna con la manada. El comité es quien se encarga de la aceptación de la luna dentro de la manada. Me sorprende cómo ella pudo ganarse tan rápido a todos estos ancianos malhumorados, y más lograr que mi abuela le cogiese cariño. Alcanzamos a almorzar en la ciudad, he querido compartir al menos una comida sin discusión con Alejandra. Ella, por su lado, se le puede observar que se está queriendo sentir cómoda, accesible, amable. Se está tomando muy en serio nuestro contrato, aquel compromiso la tiene más motivada. Sin duda, ella como luna será ventajosa, su estadía será beneficiosa para mi pueblo. Aquellos pensamientos hacen que mi humor y una sonrisa se formen en mi rostro.Llegamos a aquel restaurante en donde soy cliente habitual, este es cómodo, elegante y tranquilo. Por eso quise traerla, compartir mis lugares. Ella se ve cómoda, eso me hace sentir de buen gusto.—Buenas noches, bienvenidos al restaurante Le Gourmet. ¿Tienen reserva