Apenas llegamos al estacionamiento, vi a mis hombres esperándonos con los motores encendidos. Sin perder tiempo, les hice una seña para que me siguieran y me dirigí al coche más potente. Abriendo la puerta del conductor, les dije con voz firme:
- Yo manejo.Ellos me miraron con sorpresa, pero no se atrevieron a cuestionarme. Sabían que yo era el jefe, y que tenía un plan. Me subí al coche, y arranqué a toda velocidad. Los demás me siguieron en fila, como una manada de lobos.
Tomamos la autopista hacia el hotel donde nos alojábamos. Por el camino, llamé a la recepción y les ordené que reservaran nuestras habitaciones por una semana más. Una semana sería suficiente para preparar todo lo que haríamos para conseguir a mi luna.
Mi luna... La mujer que me robó el corazón desde el primer momento que la vi. La mujer que se resistía a mis encantos, pero que pronto caería rendida a mis pies. La mujer que haría cualquier cosa por proteger a su familia, incluso casarse conmigo.
Sí, esa era mi luna. Y yo haría cualquier cosa por tenerla.
Había pasado una semana desde que puse en marcha mi plan. Todos estaban expectantes, preguntándose qué iba a hacer. La verdad es que solo yo lo sabía, y tenía todo bajo control. Solo necesitaba un poco más de información, y para eso contaba con mi hombre de confianza, Jhonny.
Jhonny era mi amigo y mi mano derecha. Aunque no era mi beta, siempre me seguía y me apoyaba. Le había encargado una misión especial: vigilar a mi mujer.
Sí, la llamaba mi mujer, porque pronto lo sería. No importaba que ella no lo supiera, ni que se resistiera a mis avances. Yo la quería, y la tendría. Era mía, y nadie me la quitaría.
Esa mañana, recibí una llamada de Jhonny. Me dijo que tenía algo importante que contarme, algo que cambiaría el rumbo de todo. Me citó en un lugar discreto, y me dijo que fuera solo.No sabía qué esperar, pero sentí que estaba cerca de conseguir mi objetivo. Me subí al coche, y conduje hacia el destino. Allí me esperaba Jhonny, con una carpeta en la mano.- Jefe, tengo lo que necesita -me dijo, entregándome la carpeta.
La abrí, y vi unas fotos. Eran fotos de mi mujer, con otro hombre. Un hombre que yo conocía muy bien. Un hombre que era mi enemigo. Un hombre que iba a pagar por lo que había hecho.Sentí una oleada de rabia y de celos. Mi lobo tomó el control, y no pude contenerlo. Decidí adelantar todo mi plan, y después me encargaría de ese imbécil.
- ¿Dónde están? -pregunté, con voz ronca.
- En un restaurante cerca de aquí -me respondió Jhonny.
- Vamos -dije, cerrando la carpeta.
Salimos del coche, y nos subimos a una moto que había aparcada cerca. Jhonny me dio un casco, y yo se lo puse. Arranqué la moto, y salí disparado hacia el restaurante. Jhonny me seguía en otra moto.Llegamos al restaurante, y aparcamos las motos en la entrada.
Entramos sin hacer caso a los guardias, y buscamos a mi mujer con la mirada. La encontramos en una mesa, junto al hombre que la acompañaba. Era un hombre alto, rubio, de ojos azules. Un hombre que se hacía llamar el alfa de Texas. Un hombre que quería arrebatarme lo que era mío.Me acerqué a la mesa, y les interrumpí con brusquedad.
- Hola, cariño -dije, con ironía.
Ella me miró con sorpresa y miedo. Él me miró con odio y desafío.
- ¿Qué haces aquí? -me preguntó ella, con voz temblorosa.
- Vine a buscarte -le respondí, con voz suave.
- ¿A buscarte? -repitió él, con voz burlona.
- Sí, a buscarte -le confirmé, con voz firme.
- ¿Y quién eres tú? -me preguntó él, con voz arrogante.
- Soy su mate -le dije, con voz orgullosa.- ¿Su mate? -repitió él, con voz incrédula.
- Sí, su mate -le repetí, con voz desafiante.
- Pues lo siento, amigo, pero llegas tarde -me dijo, con voz provocadora.
- ¿Tarde? -pregunté, con voz curiosa.
- Sí, tarde -me confirmó, con voz triunfal.
- ¿Por qué? -pregunté, con voz inocente.
- Porque ella ya es mía -me dijo, con voz triunfante.
- ¿Mía? -pregunté, con voz divertida.
- Sí, mía -me aseguró, con voz confiada.
- ¿Y cómo lo sabes? -pregunté, con voz interesado.
- Porque la he marcado -me dijo, con voz satisfecho.
- ¿Marcado? -pregunté, con voz sorprendido.
- Sí, marcado -me mostró, con voz orgullosa.Y entonces, vi la marca. Una marca en el cuello de mi mujer. Una marca que él le había hecho. Una marca que yo iba a borrar.
Sentí una oleada de furia y de celos. Mi lobo tomó el control, y no pude contenerlo. Le lancé un puñetazo a la cara, y lo tiré al suelo. Me abalancé sobre él, y le mordí el cuello. Le arranqué la yugular, y lo dejé sangrando. Me levanté, y me limpié la boca. Miré a mi mujer, y le dije, con voz ronca:
- Mía -le susurré, al acercarme a ella.Ella me miró con sorpresa y enfado.
-¿Cómo rayos me encontraste? -me preguntó ella, con voz fría y dura. Parecía no sorprenderse por el hecho de que acabara de matar a un alfa. Esta mujer me enamoraba cada vez más, con su indiferencia y su crueldad. No le importaba la vida que había arruinado.
-Cariño, pensaste que no empezaría a saber más sobre ti -le respondí, acariciando su mejilla.
-¡Suéltame! -me espetó, apartándose de mí. Aún tenía las manos llenas de sangre. -Y encárgate de ese desastre en el restaurante. Contrata a un brujo para que borre los recuerdos de estas personas o piensa en algo. ¿Qué se te ha metido en la cabeza? ¿Te has puesto celoso?
-No tienes ni idea -le dije, con voz ronca.
-Pues ilumíname -me retó, con sarcasmo.
-Ahora no. Buenas noches -le dije, y se fue.
No me dio las gracias, ni me pidió perdón, por coquetear con otros hombres y provocar esta reacción. Yo no sabía por qué, pero ella me volvía loco. Ahora que lo pensaba, me cegué y no noté que esa marca no era de él. No sentí su aroma, ni su esencia. Fui un idiota, un bárbaro.
Pasaron unos minutos cuando llegaron mis hombres.
-Michael, ahí está -me dijo James, señalando a Alejandra, que se subía a un taxi con su subgerente.
-Es hora de actuar -les dije, con determinación.
-¿Qué vamos a hacer, jefe? -me preguntó Ryan.
-Vamos a seguirla. Quiero saber dónde vive, con quién se relaciona. Quiero saber todo sobre ella.-¿Y luego qué, jefe? -me preguntó James.
-Luego, la secuestraremos. La llevaremos a nuestra manada, en Alaska. Allí, la marcaré como mía. Y nadie podrá separarnos.
-¿Y si ella no quiere, jefe? -me preguntó Ryan.
-No me importa lo que ella quiera. Ella es mi mate, mi luna, mi destino. Y yo soy el suyo. Ella lo sabe, aunque lo niegue. Su loba me lo dice. Su corazón me lo dice. Su aroma me lo dice.
-¿Y si ella se resiste, jefe? -me preguntó James.
-No me importa lo que ella haga. Ella es mía, y yo soy suyo. Y nadie podrá cambiar eso. Ni ella, ni su familia, ni su manada, ni nadie. Yo la haré mía, por las buenas o por las malas. Y ella me amará, quiera o no.
-¿Y si ella nos descubre, jefe? -me preguntó Ryan.
-No nos descubrirá. Somos cuidadosos, somos discretos, somos profesionales. Tenemos recursos, tenemos contactos, tenemos planes. No dejaremos ninguna pista, ningún rastro, ninguna evidencia. Somos lobos, somos invencibles.
-¿Está seguro de esto, jefe? -me preguntó James.
-Estoy seguro de esto, James. Estoy seguro de que ella es la mujer de mi vida. Estoy seguro de que yo soy el hombre de su vida. Estoy seguro de que esto es lo que la Diosa Luna quiere para nosotros. Estoy seguro de que esto es lo mejor para ambos.
Pasaron los dias y ya estaba por poner en marcha mi plan lo principal era seguir su ruta sabia que tenia una junta asi que lo primero que hice fue provocarle una falla al motor del auto. Seguido les avice a mis hombres que yo manejaria, el hombre que manejaria el taxi seria uno de mis muchachos. Todos entraron a los autos.
Michael aceleró y se puso en marcha, siguiendo a Alejandra, que se subía a un taxi con su subgerente. El otro auto los siguió de cerca. Los cuatro hombres tenían una expresión seria y determinada. Estaban dispuestos a todo por conseguir su objetivo. Estaban dispuestos a todo por conseguir a Alejandra.
Pero no contaban con que ella los había visto. Ella había notado su presencia, su olor, su mirada. Ella sabía quién era él, y qué quería. Ella era una mujer lobo, y no se dejaría atrapar tan fácilmente.
Así que, cuando el taxi se detuvo en un semáforo, ella aprovechó para bajarse y correr. Corrió hacia un callejón, donde había una moto aparcada esperándola. Pero con lo que ella no contaba era que él ya lo tenía todo previsto y al percatarse ya estaban varios de los hombres de Michael cerca. Ella los vio y sacó una pistola de su bolso. Disparó a uno de ellos y lo dejó herido. Luego se subió a la moto y arrancó. Michael la vio y se lanzó tras ella. La persecución había comenzado.
Pasando un rato agradable con mi acompañante y futuro socio, llega un olor a mis fosas nasales, un aroma que reconozco desde lejos. Cuando alzo mi mirada, puedo observar cómo mi llamado mate se acerca con pasos firmes y lleno de ira. No voy a negar que ese hombre, así como estaba, me prendía. Ella alzó la mirada y lo vio. No pudo evitar sentir una oleada de deseo al verlo. Se veía tan sexy, tan majestuoso, esa camisa a medio abrochar, ese cabello desordenado le quedaba muy bien. Se sorprendió, pero trató de estar en calma. Sabía que él era su mate, pero también sabía que él era peligroso. No quería perder su libertad, su poder, su empresa. No quería ser una más de sus conquistas, una de sus sumisas. Quería ser su igual, su compañera, su reina.Pasados unos segundos, este me saluda con un -Hola, cariño-, con su sonrisita de sorpresa. Mi acompañante, quien le responde queriendo enfrentarlo, menciona mi cicatriz. Solo un imbécil creería eso, cuando viendo de cerca se ve que es una quemad
-Muérete, imbécil -escupe Alejandra, mientras intenta soltarse de su agarre.-No digas eso, mi vida -dice Michael, mientras la arrastra hacia la camioneta. -No sabes lo que dices. Estás confundida, asustada, enfadada. Pero pronto se te pasará. Pronto verás que lo que hago es por tu bien, por nuestro bien.-¿Por mi bien? ¿Por nuestro bien? -replica Alejandra, con incredulidad y desprecio. -¿Qué bien puede haber en secuestrarme, en alejarme de mi vida, de mi trabajo, de mis amigos, de mi familia, pero quien te crees? ¿Qué bien puede haber en obligarme a ser tu mate, tu luna, tu esclava? ¿Qué bien puede haber en violar mi voluntad, mi libertad, mi dignidad?-No lo entiendes, mi amor -dice Michael, mientras la mete en la camioneta. -No es violación, es unión. No es esclavitud, es lealtad. No es dignidad, es destino. Tú y yo estamos hechos el uno para el otro. La Diosa Luna nos ha elegido. Nuestros lobos se reconocen. Nuestros corazones se anhelan. Nuestros cuerpos se desean.-¡No, no, no!
Alejandra despertó en un cuarto del tamaño de su suite, donde vivía desde que llegó a este país. La cama en la que yacía era tan amplia que podía perderse entre las sábanas de seda. Era para pareja o un matrimonio, pensó ella para sí misma, tocándola suavemente. El olor que emanaba era de su compañero, su mate y secuestrador, todo junto en una sola persona: Michael. Desgraciado, escupió ella con rabia, mientras sus ojos se tornaban de un negro profundo.—Despertaste, mi amor —dijo él, entrando en la habitación con una bandeja de comida—. ¿Ya estás mejor? ¿Te sientes mareada o te duele alguna parte?—¿Cómo si te importara mi respuesta? ¿Cómo si tomaras en cuenta mis palabras? Maldito imbécil, me jodiste. Te dije que no quería, que no me sentía preparada, pero claro, qué te importa. Solo eres tú, señor alfa —respondió Alejandra, levantándose de la cama y alejándose de él.—No vengas con eso, mi amor —replicó él, dejando la bandeja en una mesa y acercándose a ella—. Tú sabías que después
-¿En qué piensas, Michael? No te entiendo, necesito más información. ¿Cómo es eso de que me conociste? ¿Cómo eso puede ser verdad? ¿Cómo sabes que no pertenezco a este país? -pregunté intrigada, mientras me sentaba en la cama y me cubría con las sábanas.-Alejandra, para responderte deberemos conocernos, ¿eso quieres? Si es así, me gustaría hacerlo después de que cenemos -respondió emocionado, acariciando mi mejilla con su mano.-Comer, no tengo mucha hambre, solo quiero irme, no puedo dejar mi empresa a la deriva, es difícil no pensar en eso -le respondí con un tono desanimado y furioso, apartando su mano de mi rostro.-Y crees que la comida tiene la culpa, Alejandra, eso no es lógico. Necesito que te cambies, te mandé a comprar ropa para que estés aquí, vístete, ya vengo por ti para bajar a cenar, conocerás a mi familia y a los empleados -dijo con su voz mandona, levantándose de la cama y poniéndose una camisa.-¿Conocer a tu familia? Wow, esto va en serio por lo que veo -respondí s
—¿Cómo que matrimonio? —le susurré al oído, fingiendo una sonrisa para no levantar sospechas. Estaba sorprendida por aquella noticia. No solo los invitados mostraban su expresión atónita, yo tampoco disimulé la mía. La Diosa apenas me avisó de conocer a su familia, amigos y manada, y ahora me salía con matrimonio. Este hombre no descansaba, le gustaba la aventura, el peligro, la acción o qué rayos. ¿Cómo se le ocurría proponer eso a la ligera? En fin, yo esperaba poder salir lo antes posible de este lugar y de este confuso malentendido entre la Diosa Luna y yo. El matrimonio sonaba a un compromiso con otra empresa, para el colmo. Sentía que sus dos hermanos menores me estaban mirando con ojos curiosos, confusos, analizando cada parte de mí. Suponía que era porque olía diferente, y mis expresiones eran bastante directas a la incomodidad.—Sí, matrimonio. Eso es algo que pasa cuando encuentras a tu luna. Soy alfa, ¿qué más esperas de mí, cariño? —respondió en un susurro, rozando mi meji
Narra MichaelHe visto a ella, se ve hermosa, con curvas perfectas. Es una mujer bien diseñada. Parece tímida, quién lo diría. Soy tuyo ahora, querida. Mientras la veo reaccionar así, intento desviar mi mirada de sus pechos. Trato de contener a mi lobo, intento no arruinarlo. Demostraré que tengo el control. Le ofrecí una prenda de las mías, mientras espero por las suyas. Mientras le hablo, entro en mi baño. Necesito calmar este intenso calor que hace más impuros mis deseos, codiciosos.'Quiero marcarla', murmura mi lobo, Rocky.'No podemos actuar así, sin su permiso. ¿Acaso somos unos animales?', le contesto indignado.'Tal vez tú no, pero yo sí', responde de manera sarcástica y burlona.'Exacto, eso serás, pero solo en tu forma. Mientras estemos en forma humana, lo racional será lo primero. Ya la hemos ofendido y sabes muy bien por qué. Por lo tanto, cualquier obstáculo debe ser erradicado. Espero que tu imprudencia no nos convierta en enemigos y arruine mis planes'.'Como quieras,
Terminando de firmar aquel documento, miro a Alejandra hacer una especie de mueca. Su labio y su pómulo se mueven de una manera como si no se convenciera y entiendo, pero me enoja que ella no nos dé una oportunidad. Podríamos ser felices. Señalando la cama, le digo que deberíamos dormir. Mañana será un día muy largo. —Deberemos compartir la cama para no levantar sospechas, pues mi madre tiene a toda la servidumbre de esta mansión a su favor. Ella no se pierde ni un movimiento mío —digo mientras mis ojos se conectan con los de ella. Mi parpadeo se vuelve cada vez más rápido, como si me intimidara su sola mirada. Qué débil me estoy volviendo. —Dices compartir la cama, ¿eso ya no lo hicimos cuando me dejaste inconsciente? —Su respuesta le produjo una sonrisa nueva, cálida y encantadora. Sentí una sensación extraña, me sentí a gusto.—Es verdad, no fue mi intención. Solo te vi tan cómoda. Yo también estaba cansado, el drogarte y subirte hasta acá me dejó exhausto. Ese pequeño cuerpo pesa
Narra Alejandra:Firmé el contrato con la esperanza de poder cumplir mi misión de escapar. ¿Por qué acepté? Debía hacerle creer que estaba a favor, que estaba dispuesta a hacer lo que él quería, pero mi realidad era otra. Según el contrato, él me dejaba ir a mi empresa y comunicarme con mis empleados. Así podría armar un plan de huida. Lo primero sería cambiar mi nombre y mi aspecto físico apenas lograra huir, para que él no sospechara. Estaba dispuesta a sacrificarme por mí y por mi seguridad. Estaba segura de que al llegar a casa, a mi anterior manada, mi padre, que era beta, me ayudaría y me protegería. Estos pensamientos atrapaban mis sentidos, pues no recordaba cuándo entró Michael.-Alejandra, llegó tu ropa. Necesito que te arregles lo más pronto posible. Te llevaré a conocer al consejo de ancianos y al consejo de los sobrenaturales. - Una orden militar salió de su boca.- ¿Cuánto tiempo tengo? Necesito revisar qué ropa trajeron y qué se amolda para esta ocasión. - Mi mirada se