DANTESábado noche -LA FIESTA-—Deberías ir dentro, estás helada.Joder si lo estaba. No llevaba sujetador y se le notaban los pezones a través de la tela de ese corsé que llevaba puesto. A Maya todo le quedaba bien. Quería enredarme esa coleta en la mano y no soltarla en toda la noche. Dominarla. Follarla bien, como me gustaba. Hacerla mía.Tenía los dedos fríos cuando me cogió de la mano. Su piel era suave, la había tocado ya tantas veces que pensé que estaba acostumbrado a ella. Había tocado a tantas mujeres... y ninguna era la mitad de lo que Maya conseguía ser.—¿Vienes?Era una putada porque si hubiera podido me hubiera quedado toda la noche con ella, seguro que tenía mucho que contarme, pero no podían vernos. Mucho menos cuando Sophie estaba allí. Estaba seguro de que se había enterado que salía por allí de fiesta y había convencido a sus amiguitas, porque Sophie no era una mujer de CLOUT. —Te acompaño —le dije, y lo hice solo para estar un rato más con ella. Maya me estaba
Se lo conté a Cindy y se limitó a escucharme divagar. ¿Qué tenía yo que escuchar? ¿Cómo iba por ahí con su mujer y según él era todo una farsa? Si, claro, ¿qué me iba a decir a mi? Si lo que Dante quería era una amante yo se lo estaba dando sin problemas. Me tiré de espaldas a la cama y me aplasté la cara con la almohada. Ojalá nunca hubiera empezado nada con él. Mi vida sentimental estaba genial antes de conocer a Dante: tenía escarceos por aquí y por allí y no me volvía loca porque un millonario diez años mayor que yo estuviera jugando conmigo. —Venga —me animó Cindy—. Te quedan... —miró al calendario que teníamos colgado de la pared—, veintisiete días para marcharte. Si dejaba pasar las Navidades sin hablar con Dante estaba casi convencida de que los dos daríamos las cosas por perdidas. Él seguiría con su vida y yo con la mía como si nada hubiera pasado. Pero quedaban veintisiete días para mi marcha y eso era mucho tiempo para evitarlo. Y yo no quería evitarlo, quería creer lo
Podía ser una locura, pero estaba siendo una experiencia. Dante y yo nos veíamos en la empresa, siempre estaba cerca y evité volver a buscarlo en internet por si me encontraba algo que no quería. Me estaba conformando con lo acordado: estar en silencio hasta que se divorciara.El día uno de diciembre fue viernes y de repente todo se transformó navideño. Había luces por las calles, el campus empezaba a llenarse de decoraciones y Cindy compró un ambientador para el coche que colgaba del espejo retrovisor con forma de calcetín de Santa Claus.—¿Te importa si paso a dejarte yo al trabajo? —me preguntó con una sonrisita—. Quiero ir a buscar los regalos de navidad, iré con Gia, podemos esperarte para cenar juntas después.Asentí terminando de abrocharme el abrigo. Me planté un gorro de lana blanco y le lancé las llaves. Me venía mejor porque odiaba conducir con las manos frías. Teníamos que arreglar la calefacción de ese coche, o alquilar otro. —¿Y si miramos otro coche? Este cada vez está
Me quedé con él hasta el domingo por la noche y estaba molida. Apenas había dormido esa noche, cuando nos montamos en su coche a las nueve de la noche todavía podía sentir sus manos por todo mi cuerpo y sus labios en mi piel. El lunes tendría que taparme un par de chupetones pero los había disfrutado como la que más. Me acarició la pierna a medio camino Iba más lento que de costumbre y había cogido el todoterreno. —¿Estás bien? —me preguntó. Yo asentí. ¿Por qué no iba a estarlo? Ah, sí, porque algo como eso no se repetiría hasta saber cuándo, hasta que se divorciara. No hablamos más del tema, no le pregunté por más, me estaba conformando con su palabra y esperaba que no me fallara. —Estoy cansada —admití. Soltó una sonrisa socarrona, con orgullo. —Podrías haberte quedado esta noche también. Negué. —Mañana tengo clase y contigo sé que no voy a descansar nada de nada. Soltó una risa que se me contagió. —No te quejabas tanto hace un par de horas. —No me estoy quejando, estoy c
DANTE—¡Dante! ¿Me estás escuchando o qué? Me dieron ganas de decirle que no, que últimamente ya nunca le prestaba atención. Un domingo como aquel podía estar haciendo otras cosas mejores que intentar buscar de esa forma la solución de conseguir el divorcio. Primer y último matrimonio. Pero asentí.—Sí.—Entonces, ¿pasamos la noche juntos?¿En qué momentó había pasado eso? Sacudí la cabeza. Igual sí que debía prestarle más atención.Sophia me miraba impaciente, con las manos entrelazadas al otro lado de la mesa del restaurante y los ojos se me fueron un segundo al escote que le hacía ese vestido ajustado.—Tengo una reunión importante por la mañana, no puedo faltar.Era mentira, todo aquello era mentira. Podría haberme llegado a dar pena, se le veía ilusionada con eso de intentarlo de nuevo, de volver juntos, la estaba ilusionando otra vez y no me podía dar más igual. No hubiera llegado a esa mierda si ella no lo hubiera jodido todo, o si hubiera firmado los papeles.La cara le camb
Me quité muchas cosas de encima para poder pasar juntos el fin de semana. Cuando llegó el viernes cogí el autobús para ir a trabajar y mentiría si dijera que no me pasé toda la semana fantaseando con esa noche. Quería estar con él, lo ansiaba. Me gustaba tanto... Para cuando terminé mi jornada parecía que sabía el momento exacto en el que yo cogía el ascensor porque él estaba dentro y abrió los brazos acogiéndome en ellos para tener nuestro momento allí dentro. Me sentía segura con él. Me acarició las caderas y su aliento contra mis labios me hizo temblar. No fue un beso animal, ni largo ni pasional, pero al terminar, cuando yo dejé de estar de puntillas, Dante me dio un suave beso en la frente y me rodeó con sus fuertes brazos. Fue lo que ese gesto me hizo sentir lo que me hizo darme cuenta de que Dante ya no solo me gustaba.Me estaba enamorando de él y ya era inevitable.Y también era una putada porque yo quería enamorarme de alguien de verdad, de alguien que no me tuviera que so
Esa vez cuando volví por la noche a la residencia Cindy tuvo toda la razón del mundo. —Vuelves a tener cara de tonta enamorada —se burló. —Lo sé —admití. Se le abrió la boca y soltó el teléfono en su cama. —No me jodas. ¿Lo admites? Me encogí de hombros y pasé las piernas por mis pantalones del pijama. —Sí. —¡Pero mírate! —chilló y saltó de su cama para estrujarme las mejillas, me tropecé yo sola y nos chocamos contra mi cama—. ¡Estás enamorada! —¿Qué te cuente qué? Conseguí sacármela de encima para terminar de ponerme el pijama. —¡Todo! En lugar de hablar de mis sentimientos hablé más del tema central en el que parecía que mi relación con Dante giraba: su divorcio. Estaba enamorada y no quería que eso fuera un secreto, no por mucho más. Seguramente Dante no tenía la misma prisa que yo porque seguramente él no sentía lo mismo. —¿Crees que él no está enamorado de ti? —Creo que no lo estará hasta que podamos ser sólo los dos. Me dio un apretón y me estrechó contra su co
Los ojos de Dante volvieron a mí, pero sus manos estaban encima de ella y me estaba picando por dentro. Eso no podía hacerlo conmigo, lo estaba haciendo con la mujer de la que se suponía que estaba consiguiendo un divorcio. Igual —pensé— debía conformarme con eso porque yo lo acepté. Era temporal, pero ya habían pasado meses y todo iba igual. Y antes no estaba enamorada. Vi un par de fotos de ellos en internet y unas revistas digitales, pero no los había visto en persona, como se tocaban, como ella le miraba y como Dante envolvía su brazo en su cinturita de modelo. ¡¿Cómo no me dijo que iba a presentarse con ella?!—Lo sabías, ¿no?Con los labios apretados para no ser grosera, giré la cabeza y miré a Jerry.—No me lo sueltes como si me lo restregaras.—No lo hago, pero sabes el problema que tiene encima con ella.—No le veo infeliz.Jerry levantó las cejas y me pidió otra copa. Volví a mirar. Estaban en una esquina, solos, tocándose. Ella era alta y con sus tacones le llegó a la oreja