—Yo creo que le gustas.
Andrea entorna los ojos y resopla.
—No seas ridícula. Matteo ha sido un idiota conmigo desde el día uno. ¡Pensó que era un hombre!
—Pelo corto y sin peinar— enfatiza Pame —, piernas de pollito, brazos de fisicoculturista en esteroides…
—¡Ey! — intenta defenderse ella, pero Liv la interrumpe.
—¡Oh! ¡Lo había olvidado! Creo que tengo fotos de esa época, estabas mamadisima.
Puede sentir su rostro calentándose de vergüenza mientras sus amigas desvarían sobre ese año en donde iba al gimnasio con el amigo que le gustaba y hacían la misma rutina que, claramente, no era para ella.
Mira su brazo, lo flexiona de diferentes maneras y se sorprende que después de años todavía puede ver músculos en ellos.
—Además, Matteo dijo que cuando está nervioso es un idiota, bastante cliché la frase, déjame decirte, pero igual, lo tomaré como una señal.
—No le gusto, Liv— no se están viendo las caras, pero no hace falta, con su tono de voz ambas amigas saben que está intentando contener esa sonrisa que delata su esperanza.
Lo que la hace sentir más ridícula. Ni siquiera tiene sentimientos por él, es tan solo su ego que quiere ser gustado por alguien y algo de sexo, dicen que es bueno para reducir el estrés y los cólicos menstruales, que ya están empezando.
Maldito síndrome premenstrual.
—Ugh, si tuviéramos una junta sería tan fácil ver si le gustas o no.
—Maldita pandemia, ¿no podemos hacer una fiesta online y ver si es que sus cuadritos se juntan en algún momento? La magia del internet— termina Pame con un tono sardónico.
Andrea suelta una carcajada con el mismo tono. Se gira en la cama y estira el brazo para alcanzar el vaso de bebida que dejo en el suelo. De fondo escucha a Liv comentar algo sobre Matteo.
—Bueno, creo que llego la hora de cambiar coca cola por vino.
Sus amigas la apoyan con gritos desde el otro lado de la línea y ella se ríe entre dientes mientras va a la cocina a buscar alcohol. Se dirige de inmediato al gabinete inferior, saca una botella de merlot, agarra el sacacorchos de otro cajón y antes de verter el líquido en su vaso cambia de idea, se siente con ganas de tomar en algo más refinado.
—¿Andre?
—Sigo acá, estoy buscando copas.
—Ugh, esto se puso bueno. Al fin te animaste, esto jamás fue té— Liv levanta su taza y sus dos amigas ríen.
—Es un tecito especial.
Andrea ríe de nuevo mientras se pasea por la cocina intentando recordar donde guardan las copas, probablemente junto a los vasos.
Deja el celular apoyado con la botella de vino y va a por la copa, el problema es que está en la repisa sobre los vasos, detrás de otro par de cosas inservibles que ni siquiera saber porque Matteo guarda. Así que para alcanzarla debe subirse en el lavaplatos, apoyando una rodilla en el borde e intentando apoyar su otro pie en el mesón de al frente. Se estira un poco más, sus dedos rozando el vidrio.
—Andrea, hay alguien contigo— la voz de Pame es urgente, llena de advertencias.
Ella se gira, tan solo para ver una sombra media deformada y alta en su visión periférica. Del susto su pie se resbala y ella va directo al suelo, pero en vez de caer sobre una superficie dura, son unos brazos los que la atrapan.
Levanta la mirada para ver a su salvador, dándose cuenta de que no es ningún asesino o ladrón, sino tan solo Matteo, con sus brazos bajo sus piernas y cintura, una mano peligrosamente cerca de la curvatura de su pecho, la otra bajo su muslo, más cerca de su centro de lo que nadie la ha tocado en siglos.
Con el corazón en la garganta, atemorizada por lo cerca que estuvo de abrirse la cabeza y demasiado afectada por el agarre de Matteo, lo único que puede hacer es mirarlo; pasmada, con los labios entreabiertos, respirando con cuidado. Sin querer hacer mucho ruido, temiendo que vaya a romper el momento.
Pero eso no queda a su decisión. Es Liv, escandalosa como siempre, que llama idiota a Pame diciéndole que es Matteo quien entró a la cocina, obviamente.
Él la deposita con cuidado en el piso, le pregunta si está bien y luego de que Andrea asienta enmudecida, se larga de ahí, sin decir nada más. Y es tan desesperante que todos sus encuentros terminen de la misma forma, que cuando se encuentran en la cocina para el desayuno de la mañana siguiente y ella se quema el dedo intentando prender la cocinilla repita la misma pregunta y una vez que ella le da la misma respuesta vuelva a lo suyo; que cuando ella le echa Lysoform en los ojos sin quererlo, tan solo le diga que está bien y luego se largué a su cuarto. Que formulé una respuesta inafectada luego de casi verla desnuda en el baño y desaparezca de nuevo; hombre, lo único que puede hacer es intentar mirar disimuladamente. Y sí, sabe que es una doble moral, porque con cualquier otro hombre se habría sentido fuertemente violentada, pero es Matteo, el sexy compañero de piso con el cual está desarrollando una tensión sexual, que probablemente está solo en su mente. Y si no tuviera tantos traumas con su relación pasada tal vez haría algo, no siempre fue así de tímida e insegura.
Si tan solo su última último novio no hubiera destruido toda su autoestima y la hubiera tratado como una perra caliente y superficial, entonces no se sentiría tan mal. Una parte de ella sabía que no era cierto, que ambos habían estado asustados por sus creencias e influencias cristianas, pero eso no justificaba lo mal que la había tratado al final de la relación, además, ella no tenía la culpa de tener un apetito sexual.
Pero, en fin, algunos hombres eran b****a y no se podía hacer nada con eso más que ignorarlos o intentar erradicar el recuerdo de su existencia con chupitos.
Después de acabarse el vino y haber rebuscado por todo el departamento algo para beber, encontrando tan solo resto de vodka y tequila, había empezado con el primero, no creyendo que duraría tanto, pero aquí estaba: cuatro de la mañana, sola y ebria, pero todavía consciente intentando decidir si era mejor beber de la botella o ir por vasos chiquitos para el tequila. Ni siquiera había pensado en el limón y sal, en su estado no era necesario aplacar el sabor del alcohol, aunque ahora que estaba pensando en la cocina el hambre hizo rugir su estómago.
Debían quedar sobras de lo que Matteo preparo esa noche, recordaba el olor intenso de los condimentos y chisporroteo del sartén. Umh, se le hacía agua la boca.
Apoyó un brazo en la cama e intento levantarse, pero no encontró la fuerza suficiente para hacerlo. Fue después del tercer intento que logró quedar de rodillas, pero desde ahí fue pan comido levantarse, caminar por el contrario se le hizo mucho más difícil. No recordaba que una acción tan simple pudiera costar tanto, pero al menos había logrado llegar a su puerta sin partirse el cuello o quebrar algo y eso era un gran logro.
Salió de su cuarto trastabillando, intentando seguir una línea recta, pero se dio cuenta del fracaso que estaba siendo cuando paso del sillón a la mesa y luego devuelta al sillón. Estos dos objetos creaban una especie de pasillo que la dejo justo frente a la cocina.
Entro tambaleándose, yendo directo al refrigerador, maldiciendo por la poca iluminación. Extrajo el pote de comida con una sonrisa triunfante. Carne mongoliana y arroz chaufa; como amaba a Matteo.
Tal vez no había sido mala idea quedarse a vivir con él. Ese chico cocinaba como los mismos dioses, lo que sus manos tocaban se convertía en manjares.
Puso el pote en el microondas y se puso a buscar el servicio y un vaso. No estaba mal si cenaba bebiendo tequila, ¿cierto? Era un intercambio, en vez de vino, tequila. Ambos eran alcohol y la gente no tenía problema con el primero, así que tampoco debería tenerlo con el segundo, ¿o no?
En todo caso, que le importaba a ella lo que pensara el resto, no había nadie para juzgarla en este momento.
Agarró los cubiertos y luego el vaso de la rejilla en donde se estaba secando, el problema es que este estaba debajo de otras cosas que tuvo que levantar para poder sacarlo. En su estado de ebriedad fue difícil conseguirlo sin botar el resto de loza, pero iba bien, si tan solo pudiera ver un poco mejor para atrapar ese pote de plástico antes de que se cayera y se llevara consigo todo lo demás.
Cerró los ojos con fuerza, su rostro se arrugó compungido, entrando en pánico por el fuerte ruido de los platos y otras cosas cayendo. Sus hombros se subieron, haciendo desaparecer por completo su cuello y Andrea misma se achico unos centímetros.
Así la encontró Matteo, toda compacta, con una pierna ligeramente levantada. Al prender la luz, para verla mejor ella se giró hacia él con un brinco, su cuerpo se relajó y el susto en sus ojos se convirtió en sorpresa.
—Sí que eres un dios, hiciste luz— exclama.
—¿Qué…?
El pitido del microondas lo interrumpe.
Andrea cambia su atención de él a la comida en un dos por tres, olvidándose por un segundo de su presencia cuando el aroma inunda la cocina y sus sentidos, haciéndola salivar. No ha tenido ni un solo bocado, pero ya está segura de que sabrá exquisito.
—Mmh, delicioso— gime tomando un trozo de carne y echándoselo a la boca.
Agarra el resto de las cosas que fue a buscar y comienza su camino de vuelta a la habitación. No da ni dos pasos y ya ha chocado contra la puerta y va directo al suelo, si no fuera por Matteo, que la estabiliza pasando un brazo por su cintura.
—Cuidado— su voz rasposa la pone la piel de gallina.
Al sentir la yema de sus dedos presionándose en su cadera, piel con piel, recuerda que está usando, un top blanco que se le ha enrollado en la cintura y sus pantalones de pijama desgastados que caen por sus caderas. Matteo parece notarlo también, porque la suelta de inmediato e incluso retrocede un paso.
—Estoy bien— gruñe, enojada con su falsa preocupación, cuando Matteo la agarra del codo y ayuda a caminar.
—Difiero.
—Ni siquiera he empezado con lo bueno— agita el vasito que tiene, pero Matteo no le presta mucha atención.
Andrea resopla, se suelta de su agarre y luego se deja caer en el piso, en un punto cualquier de su cuarto. Se estira, apoyando las rodillas en el piso para alcanzar el control de las luces led que tiñen su cuarto de verde y las pone en un tono celeste. Agarra la botella de tequila, al lado de las otras dos vacías y se apoya en su trasero, como corresponde.
Matteo carraspea, se rasca la mejilla, obviamente incómodo y pasea la mirada por todo el cuarto, evitando poner los ojos sobre Andrea, quien ya ha empezado a comer y hacer toda clase de sonidos de placer, sin importarle que él esté allí, lo cual indica lo ebria que está.
Lamentando su decisión se sienta al lado de Andrea, toma la botella de tequila, le quita la toma y da un buen trago. El alcohol quema como la m****a mientras desciende por su garganta, pero lo necesita para despertar, después de todo son las cuatro de la mañana y él debería estar en su tercer sueño en vez de cuidando a su compañera de piso, evitando que se muera ahogada en su propio vomito o devorando la comida.
—Sírveme a mí también— con su penosa modulación y falta de contexto logra deducir lo que quiere y le pone un poco de tequila que ella se toma de inmediato, luego continúa comiendo como si nada.
Al parecer su compañera de cuarto es una gran bebedora, no debería sorprenderle tanto si cada vez que se la encuentra está consumiendo licor de algún tipo. Sus favoritas son el vino y la cerveza.
—Si vas a quedarte aquí al menos podrías hablar.
Matteo la mira de reojo, su expresión dejando muy en claro lo que opina de eso.
Ella suelta una carcajada y se echa hacia atrás. La falta de control la hace terminar en el suelo, riéndose como loca, obteniendo una mirada preocupada por parte de su compañero.
—¿Tan mal te caigo? — pregunta algo triste.
—No me caes mal.
Andrea bufa, estaba claro que había mentido. Ella sabía cuándo le agradaba a alguien y Matteo no tenía ninguno de los síntomas. El hecho de que la estuviera mirando fijamente, con los labios en una mueca tensa y el ceño sutilmente fruncido, le decía que sentía por ella de todo menos simpatía.
—Mentiroso— se sienta derecha y achina los ojos en su dirección
—¿Por qué mentiría? — toma un poco de tequila directo de la botella.
Sus labios rodean el vidrio con cuidado y al terminar de beber, limpia sus labios con esa lengua rosada que le trae muchas fantasías.
Andrea le quita la botella de las manos. Sus ojos se encuentran y se enredan en los hilos que los atraen, sin romper con el contacto visual, ella bebe. Arruga el ceño ante el sabor intenso del tequila, pero no le afecta tanto como debería y no lo suficiente para arruinar su pequeña coquetería.
Le devuelve el tequila y se echa hacia atrás, recostándose en sus codos, estirando el cuello y ladeando la cabeza para evaluar a Matteo.
Cabello oscuro, piel morena, más rasgos que no le importan. Lo que le llama la atención son sus labios bien formados y rellenos, el rojo con que los pintaron debe provenir del infierno, porque nada debería tentar tanto como ellos. Su mandíbula marcada, sus brazos musculosos que puede apreciar en toda su gloria por la manera en que él también se recarga en ellos.
Matteo se relaja, acostándose en el suelo, pasa un brazo por detrás de su cabeza, una posición tan… masculina y perfecta que la hace salivar mucho más que su comida. Pone la otra mano sobre su pecho y tamborilea la superficie dura. Sus ojos se cierran por unos segundos y cuando los abre de nuevo, se van directamente a los de ella. Negros como sus deseos más profundos, fulgurantes con emociones que no puede entender.
—Eres rara y bonita, no sé cómo tratar con eso.
Su confesión la deja enmudecida. Las mejillas se le sonrojan y su corazón comienza a palpitar entusiasmado, pero ella lo obliga a calmarse.—Tú eres raro también— muerde su labio inferior antes de agregar —y bonito, y no te trato como si me repulsara tu presencia.—Aw, ¿crees que soy bonito? — se sienta y le da una mirada maliciosa.Su estómago da un vuelco, de nuevo sorprendida por sus palabras y sin saber cómo responder a eso, pregunta:—¿Ya te afecto el tequila? — lo ojea con atención, por la manera en que sus labios se estiran, ya sabe la respuesta.Su sonrisa floja, siendo la única que ha visto, le parece de lo más encantadora y la idea de acercarse a sus labios la tienta de nuevo, pero no.Puede que esté muy ebria, pero aun así sabe que besar con su compañero de cuarto es una pésima idea que
Por alguna razón, después de esa noche, además del hecho que durmieron acurrucados uno junto al lado del otro, lo que más le da vueltas en la cabeza es la idea de Matteo; crearse un Onlyfans.En un principio la considera ridícula, pero mientras lo piensa, más le tienta. Eso, hasta que decide investigar un poco y se da cuenta de que no es tan fácil ni lucrativo como lo hacen ver. La plataforma se queda con una buena parte de tu dinero y siendo ella una fulanita cualquiera, será difícil que personas accedan a pagar por su contenido, aunque su mente de comerciante le dice todo lo contrario.En un día en que su autoestima está alta, lo único en que puede pensar es en que ella sería capaz de hacerlo, tiene las habilidades para hacer que funcione, lo sabe. Siempre ha sido capaz de vender todo lo que quiere, pero es la parte de exponer su cuerpo la que la asusta un poco m&aacut
Los miércoles en la tarde eran los días que se juntaba con su hermana para ir al cine y ver lo nuevo que había en la cartelera de esa semana, pero eso era antes de que el Covid hiciera que se cerrara todo y su hermana tuviera que ir a la casa de sus suegros con su pareja a cuidarlos. Extrañaba esos días más que nada, y sobre todo porque era una manera fácil de mantener el contacto con Vicky y de hacer algo que ambas disfrutaban, juntas. Extrañaba salir, pero también a su hermana, quien ocupada con padres que no eran suyos y un niño en el camino, ya no tenía tiempo ni energía para contestar sus llamadas o charlar con ella hasta la madrugada. A sus padres también los extraña, habiendo pasado casi un año y viviendo ellos en una de las regiones con más casos de Covid, se le había hecho imposible ir a verlos. El resto de sus hermanos es un poco más difícil
Inhala profundo, sacude sus manos, da un par de brincos y abre la puerta de su cuarto justo para ver a Matteo saliendo de la cocina con un bol de cereales. Sus ojos se encuentran por unos segundos, hasta que ella cierra la puerta y se esconde en su cuarto.Después de haberlo visto desnudo no se ha atrevido ni a respirar en su misma dirección. Siendo una persona introvertida con buena memoria, se sabe muy bien su rutina, tan solo para evitarlo, como lo ha hecho desde que llego. El problema es que ahora necesita hablar con Matteo, y no tan solo, sino que también pedirle un favor.Respira profundo de nuevo, gira el picaporte y se fuerza a salir de la habitación, quedando tan solos unos metros de distancia de Matteo. La necesidad de volverse a su pequeño refugio es imperante, pero se obliga a ser fuerte e incluso da un paso a delante, aunque cuando intenta hablar las cosas no resultan tan bien.—¿Necesitas algo? &mdash
Estaba firmando el último papel, para poder salir de la clínica y justo al poner el punto en su firma, su celular se iluminó. En la pantalla apareció el nombre de Matteo y fue la curiosidad la que la hizo tomar la llamada de inmediato.—¿Alo?—Hola, oye, estoy afuera de la clínica, pero no puedo encontrar ningún estacionamiento así que iré a dar una vuelta, espérame hasta que llegué.Ni siquiera puede contestarle de vuelta, pues la llamada ya se ha cortado.Pasmada parpadea, mira la pantalla, como si eso tuviera la solución a sus problemas, luego a la secretaria, también como si ella pudiera ayudarle. Pero ninguno tiene respuestas, lo que la deja a ella de pie, en la recepción de la clínica, mirando peligrosamente desorientada.Cuando una enfermera se le acerca, Andrea debe asegurar que está bien y eso le sirve para salir de s
Al día siguiente ella es la encargada de preparar el desayuno porque es la única que no tiene resaca, pero por eso mismo es que tan solo se toman un té, acompañado de la mitad de un pan con mantequilla.Después de eso se quedan en su cuarto vagando, cada una trasteando en su celular, compartiendo memes y comentando una que otra cosa que recuerdan de la noche anterior.Cada vez que hablan de aquellas horas oscuras su corazón da un vuelco, las mejillas se le calientan y toda ella tiembla; ansiosa, avergonzada, sintiéndose ridícula por cómo se comportó frente a Matteo. De solo recordarlo le dan ganas de desaparecer del mundo. Por eso mismo es que no le ha contado a sus amigas, no quiere pensar el momento más de lo necesario y mientras menos gente sepa de su vergüenza mejor para ella.Pero no poder vocalizar todos sus pensamientos, incluyendo las crecientes preocupaciones, hacen que es
Andrea lo mira escéptica, todavía sin sentarse. Carga todo su peso en una cadera y levanta una ceja.—¿De qué quieres hablar?—No lo sé— se encoge de hombros —, ¿cómo te ha ido con las clases?—¿En serio? — resopla —¿Quieres pedirme otro favor? Tan solo dímelo.Matteo se recuesta en la silla, tuerce los labios hacia un solo lado y cruza los brazos. Luce ridículamente contemplativo. Pero luego su ceño se frunce y descruza los brazos para inclinarse sobre la mesa, demasiado cerca de ella.Andrea retrocede un poco y como el resto de las veces que debe enfrentar a Matteo, su cuerpo reacciona de esta
Okey, puede que la cena en sí no la enamore, pero su comida. Santo Dios, no conoce a nadie que cocine así de bien, ni siquiera Liv. Con solo ver el plato ser depositado frente a ella y recibir el aroma de los condimentos, se le hace agua la boca. Pero eso no se compara para nada cuando toma el primer bocado.El pescado se deshace en su boca y la crema que Matteo preparó envuelve esa textura usualmente seca, dejando tan solo la intensidad del sabor, mezclandola con especias frescas e intensas que estallan en su boca como fuegos artificiales.Cierra los ojos e intenta no hacer ningún ruido, pero en el segundo bocado, cuando agrega un tomate asado, no puede contenerse.—Mmh, está exquisito.Unta un trozo de pescado en la salsa