"Él solo tiene una misión y es protegerla" Isabella Martino es una cantante famosa, sus canciones encabezan las listas música del país y tiene una fortuna que crece día día. Se puede decir que lo tiene todo o eso es lo que los medios dicen. Si tan solo supieran la verdad. Luka Benedetti eligió ser el guardaespaldas de Isabella por sus propias motivaciones. La quiere para él y está dispuesto a demostrárselo, aunque no será nada fácil de hacerlo. Las cosas se complicaran cuando alguien comience a acosarla.
Leer másLuka estaba observando a través del vidrio a su esposa mientras respondía a las preguntas del entrevistador. Estaba tan orgulloso de todo lo que estaba logrando. Su carrera como cantante había seguido creciendo y ahora era conocida en muchos más lugares. Aunque por el momento las giras habían sido pospuestas. Isabella lo había decidido así por su hijo. Angelo Bennedeti había nacido poco más de diez meses atrás con un peso de tres kilos y trescientos gramos después de un trabajo de parto que había durado más de quince horas. Había venido al mundo gritando fuerte y había mantenido la costumbre. El pequeño travieso adoraba armar escándalos olímpicos y prefería no dormir demasiado de noche. Los primeros meses después del parto habían sido todo un caos. Apenas habían dormido y muchas veces se habían desesperado al no saber lo que su hijo quería. Pero poco a poco habían ido aprendiendo. Aunque no sin un par de maldiciones de por medio, que por supuesto procuraba decir lejos de su hijo si n
Isabella miró los pequeños palos de plástico cada vez más nerviosa. ¿Quién iba a pensar que cinco minutos podían parecer toda una eternidad? Era como si el tiempo se hubiera vuelto más lento a propósito.—Si sigues mirándolos así, solo lograras desintegrarlos con la mirada —bromeó Mia. Alzó la cabeza y la fulminó con la mirada—. No dije nada —dijo ella con las manos en alto.Regresó su mirada a las pruebas de embarazo y todavía no había ningún resultado. Las maldijo por tardarse tanto.Escuchó una risita, pero decidió ignorarla.Su último periodo se había atrasado casi una semana, pero apenas se había dado cuenta el día anterior. No había tenido ningún otro síntoma; sin embargo, no se había sentido capaz de esperar. Entonces, temprano esa
—Este fue un día perfecto —dijo Isabella mirando el cielo lleno de estrellas. La luna brillaba con intensidad en medio de la oscuridad y más allá los árboles se movían con el viento.El sonido de la música llegaba desde la lejanía, así como el ruido que hacían sus invitados mientras se divertían. Ellos habían salido en busca de un poco de privacidad y se habían alejado.—El mejor día de mi vida. —Depositó un beso en su hombro.Esa mujer increíble era ahora oficialmente su esposa. Suya para cuidar y suya para amar. Debía haber hecho algo realmente bueno en su vida pasada.—Me siento como en un sueño, pero espero que no sea así porque los sueños se acaban al despertar y quiero que esto que siento dure para siempre. —Seguro que nos las ingeniaremos para que sea así.
Isabella estaba nerviosa; pero también emocionada. Después de levantarse esa mañana, apenas había tenido tiempo para desayunar antes de ser arrastrada hasta a la campiña fuera de la ciudad en la que se celebraría la boda. Era un lugar mágico y las edificaciones lucían como de principios del siglo pasado.En el lugar se encontró con sus amigas, pero no hubo rastro de Luka. Fue llevada directo a una de las habitaciones antes de que tuviera oportunidad de preguntar por él. La noche anterior se había sentido una eternidad sin Luka a su lado y le había costado quedarse dormida.En la habitación las esperaban un equipo completo de maquilladores profesionales. Ellos les hicieron un tratamiento de piel completo y luego comenzaron a arreglarlas.La organizadora vino un par de veces para asegurarle que todo afuera iba bien y eso la hizo sentirse más tranquila. Ella era una de
Luka llevó a Isabella de regreso a su mesa. Giovanni y él habían pasado por allí antes de ir a buscarlas en el servicio higiénico; de hecho, había sido Zinerva quién les había dicho dónde estaban apenas los vio acercarse.—Hueles delicioso —dijo Isabella a su lado. Su comentario le sacó una sonrisa.—Comenzábamos a creer que nunca aparecerían —comentó Martia cuando se detuvieron frente a ellos—. Es bueno que estábamos equivocadas porque si no tendríamos que haber buscado alguien que nos llevara. —Aurelio está afuera, él las llevará a ambas —informó Giovanni.—Bueno, vamos. —Zinerva soltó un bostezó—. Me estoy muriendo de sueño. ¿Qué hora es?—Alrededor de las dos de la mañana. —Eso debe ser algún récord para ustedes. No creí que aguantaran hasta la medianoche —se burló Martia antes de levantarse y darle su llave. Él les había prestado su auto para que viajaran más seguras.Isabella soltó una risita a su lado.—De hecho, todos pensábamos lo mismo.Todas asintieron de acuerdo.—Nos al
—Entiendo porque yo llevo peluca y lentes de contacto, pero no estoy segura de por qué lo hacen ustedes —dijo Isabella apenas conteniendo las ganas de soltarse a reír.Si el objetivo era pasar desapercibidas, no estaban para nada encaminadas. La peluca rosada que estaba usando resaltaba probablemente desde kilómetros de distancia, era algo que no habría usado a menos que alguien la hubiera obligado y, de hecho, así había sido. Y como si fuera poco sus amigas no lucían muy diferentes de ella. Martia traía una en color verde neón, Zinerva había optado por una en rojo sangre y Mia llevaba una fucsia.Mia la miró con mala cara.—Porque es divertido. Es como una de esas películas en las que debes ocultar tu identidad.—Exacto —dijo Martia mirándola por el espejo retrovisor.—No sé cómo dejé que me convencieran —musitó Zinerva divertida.—No lo hicimos, estabas entusiasmada con usarlas.—Antes de ver el color. Luego fue tarde para cambiar de opinión.Las risas no se hicieron esperar.—¿Dejas
Isabella se despertó temprano al día siguiente. Conforme su mente se aclaraba, los recuerdos del día anterior inundaron su mente; pero ya no se sentía tan frágil.Se giró para ver a Luka. Él todavía estaba durmiendo y tenía el semblante tranquilo. Esa sensación en su pecho que aparecía cada vez que lo veía o pensaba en él, hizo acto de presencia. Se sentía tan bien amarlo.Después de un rato se levantó y luego de arreglarse salió de la habitación. Caminó por el pasillo en dirección a la cocina. Cuando estaba cerca escuchó algunas voces que veían de allí. Desde el umbral de la puerta pudo ver que se trataba de Mia y su madre. Ambas estaban preparando el desayuno mientras debatían sobre algún tema en el que no le gustaría verse incluida. Ellas seguro podían ponerse intensas sobre algun
En cuánto llegaron a la casa de Giovanni, los padres de Mia salieron a recibirlos. Farina abrazó a su hija y luego a Isabella. Le preguntó a cada una si estaban bien una y otra vez y pareció satisfecha alrededor de la sexta vez que ellas le dijeron que sí.Luka se mantuvo detrás de Isabella, apenas resistió dejarla ir para que la abrazaran y luego la trajo de regreso a sus brazos. No estaba listo para dejarla ir demasiado lejos sin él acompañándola. El único momento en el que se alejó fue para hablar con Aurelio para que se encargara de algo por él.Sus padres también llamaron poco después, al parecer los padres de Mia se habían puesto en contacto con ellos. Luego de regañarlo por no avisarles sobre lo que había sucedido, pidieron hablar con Isabella. Receloso le entregó su celular. Quería llevársela lejos de todo y todos.
Isabella no estaba segura de cuánto tiempo llevaban en aquel lugar, nadie había entrado desde que las dejaron. Sin la compañía de Mia probablemente habría comenzado a volverse loca y a pensar en los peores escenarios. Ella le había propuesto que actúen como si estuvieran en una especie de pijamada; una idea algo difícil de poner en práctica dadas las circunstancias, pero que extrañamente estaba funcionando.Habían aprovechado para hablar sobre películas, músicas, artistas y muchas otras cosas sin relevancia. Si alguien las habría visto tomárselo con tanta calma, habría pensado que estaban locas. No habían llorado, ni tampoco suplicado. Solo estaban allí, esperando que vinieran por ellas.—¿Escuchas algo? —preguntó Mia de pronto, dejando de hablar sobre su lista de libros favoritos.Hizo silencio y se esforzó tratando de escuchar algo.—No, nada.—Exacto. Hasta hace rato había movimiento y algunas voces, algo bajas como para entender lo que decían,