Isabella observó a los dos hombres que se estaban enfrentando en la lona. Estaba casi segura de cuál de los dos sería el vencedor. No sabía su nombre porque ni siquiera tenía su ficha de presentación. Era alto, de cabellos castaños, pómulos marcados y parecía estar construido como el acero.
No tenía duda de que el hombre sabía lo que hacía y era uno de los mejores. Sin embargo, no estaba convencida de querer contratarlo como su guardaespaldas. Él irradiaba una energía que la hacía sentirse inquieta.
Sacudió la cabeza. Seguro se sentía así porque no había sido su elección tener un guardaespaldas. No sabía en qué momento las cosas habían cambiado tanto que ahora necesitaba de uno para mantenerse segura.
Su nuevo álbum se estaba vendiendo mucho más de lo esperado y sus canciones sonaban en las emisoras de radio más importantes. En pocas palabras estaba en la cima del éxito y su agente había insistido que su seguridad era lo más importante. No tenía más opción que aceptar, pero había insistido en ser ella en persona quién eligiera a su guardaespaldas.
Antes de ir al lugar había revisado las fichas de cada hombre sugerido por Giovanni, el dueño de B Security. No le ayudó mucho, todos tenían las cualidades necesarias. Había creído que tendría una mejor idea al conocerlos en persona y, de hecho, casi había elegido a alguien cuando Mia apareció. Aquella mujer la había convencido, con una sonrisa y cuantas palabras, que una demostración de pelea era una buena idea. Ya no estaba tan segura.
Isabella vio como el hombre llevaba a su oponente al suelo, derrotándolo al igual que a sus anteriores contrincantes. Los aplausos no se hicieron esperar.
—¿Qué piensas? —preguntó su agente.
Si decía que quería otro que no fuera el hombre que acaba a derrotar a todos sus oponentes, todos la mirarían como si no estuviera actuando con lógica. No era una diva y no iba a empezar a comportarse como tal.
—Él está bien —se limitó a responder.
—Gané —le dijo Mia acercándose y tendiendo su mano.
Esa mujer le agradaba, parecía una dulce hada de esas historias para niños. Además, la trataba con total naturalidad, incluso después de que le había confesado de que era una de sus grandes admiradoras.
—Deja de estafar a mis clientes —regañó Giovanni acercándose a ella.
Isabella pensó que Mia estaría metida en un lío si no aclaraba las cosas.
Giovanni era intimidante, lo había pensado cuando lo conoció por primera vez y lo seguía creyendo en ese momento. Parecía el tipo que podría matar a alguien, si le daban los motivos necesarios.
—No se preocupe, fue un juego limpio. Ella trató de convencerme de que él ganaría, pero me resistí a creerle.
Si ella habría estado en el lugar de Mia tal vez habría tenido algo de miedo, pero la mujer incluso le dio una sonrisa a Giovanni y permaneció con la mano extendida.
Él le dio una mirada de advertencia a Mia y luego miró en dirección del que sería su guardaespaldas.
Sacó de su cartera su billetera y le extendió un billete a Mia quien le agradeció y se lo guardó.
—Luka, acércate —llamó Giovanni.
Luka. Así que ese era su nombre.
—Señor Vitale, fue un espectáculo interesante —dijo su representante—. Es solo que no vimos el archivo del señor…
—Benedetti, Luka Benedetti —se presentó él acercándose.
Luka les tendió la mano por turnos. Cuando Isabella tomó su mano sintió que esa sensación de antes crecía.
Dejó de escuchar lo que el resto decía y sus pensamientos se perdieron mientras miraba a Luka con más atención de la que tal vez era considerada educada. Después de un rato él pareció darse cuenta de su evaluación y sus ojos se encontraron. Una sonrisa de lado se extendió por su rostro mientras sus ojos brillaban con diversión. Casi se sintió como una niña que era atrapada en alguna travesura, pero no desvió la mirada.
Siempre era alguien cautelosa, pero se encontró queriendo saber más sobre aquel sujeto. Una voz en el fondo de su cabeza le dijo que lo mejor era pedir que alguien más trabajara para ella; sin embargo, la ignoró.
Isabella decidió concentrarse en lo que los demás estaban hablando.
—Lo siento, me temo que tendré que rechazar —le dijo Mia a su agente. Él debía de haberla invitado a una cita o algo así—. Giovanni no es mi jefe, es mi novio.
Eso último la tomó por sorpresa. Los miró a los dos sin ser demasiado obvia. Cuando Mia se había acercado pensó que trabajaba para Giovanni. Que fueran novios le resultó algo extraño. Donde ella parecía toda dulzura y encanto, Giovanni apenas y sonreía.
—Deberíamos irnos ya —dijo su madre con su voz siempre indiferente. Isabella ni siquiera sabía porque se había molestado en venir. Todo el tiempo se la había pasado en su celular. seguro revisando que nuevas prendas adquirir durante su salida del fin de semana.
—Está bien —dijo.
Su agente envió un mensaje, de seguro al conductor para que viniera a la puerta a recogerlos.
Isabella se despidió de todos, le dio un último vistazo a Luka y se alejó de allí.
—Eso estuvo interesante —comentó su agente cuando estuvieron todos dentro del auto—. Me gusta él, quiero decir que parece saber lo que hace.
—No está mal —dijo sin mostrarse demasiado interesada—. Envíame su ficha en cuanto el señor Giovanni te lo mandé.
—Está bien.
Su agente pasó a hablarle sobre lo que tenía en su agenda para el resto del día y el tema de su nuevo guardaespaldas quedó en el olvido. Aunque sabía que volvería a pensar en él una vez estuviera a solas.
Mirar a escondidas era una falta grave a todos los principios de los que Isabella siempre se había vanagloriado, pero estaba en su casa y estaba en todo su derecho de hacer lo que quisiera. Además, de estar otra persona en su situación seguro haría lo mismo. Nadie podía ser indiferente al hombre en su gimnasio. Luka se veía muy bien mientras alzaba las pesas. Sus tonificados brazos estaban tensos por el esfuerzo realizado, el peso que estaba levantando no era una broma. No era de sorprender que su cuerpo estuviera en el estado en el que estaba. No había ido al gimnasio para observar a su guardaespaldas, estaba allí para trabajar y se dijo que debía empezar a hacerlo, es solo que estaba muy cómoda donde estaba. Además, le permitía analizarlo. Luka llevaba trabajando para ella casi un par de semanas y todavía no tenía un juicio respecto a él. Mientras crecía, su interacción con personas del sexo opuesto había sido limitada y él representaba un misterio p
Luka tenía la mirada clavada en Isabella, no iba a intentar mentir diciendo que era solo porque era su trabajo. Ella tenía su atención en todo momento, incluso sin intentarlo, de la misma manera que tenía a todos los hombres en la sala, empezando por el entrevistador, atentos a cada uno de sus movimientos. Si el hombre le sonreía una vez más de esa manera tan estúpida mientras le tocaba las manos, Luka lo encontraría y le dejaría en claro que debía aprender a mantener su distancia.No se molestó en mostrarse avergonzado por sus pensamientos, había dejado de tener control sobre ellos desde que la conoció. Es por eso que había le había pedido, prácticamente exigido, a su jefe y mejor amigo que le permitiera ser quien cuidara de ella. No podía imaginar a otro hombre estando tan cerca de ella durante todo el día.La risa de Isabella resonó en
Isabella se incorporó hasta quedar sentada. Llevó las piernas hasta el pecho y se abrazó. Intentó respirar profundo para calmarse, sin ningún éxito. Las lágrimas seguían saliendo de sus ojos y no parecía que fueran a detenerse pronto.Había tenido una pesadilla, una de esas que eran demasiado reales para considerarlas un sueño. Era más un recuerdo del día en que su papá había fallecido. No estaba segura de cuando había sido la última vez que soñó con eso. Le había tomado algunos años y un sinfín de terapias aprender a lidiar con el dolor y la culpa; pero todavía tenía pesadillas de vez en cuando y eran tan dolorosas como si aquella noche se volviera a repetir.Cerró los ojos y todo se reprodujo en su mente. La lluvia golpeando contra el parabrisas y el techo del carro. La oscuridad de la noche ape
Cuando Luka despertó por la mañana lo primero que sintió fue un cuerpo junto al suyo. De inmediato se puso alerta, pero la escena con la que se encontró al abrir los ojos le hizo sonreír. Isabella dormía con la cabeza y un brazo sobre él. Los recuerdos de la madrugada llegaron a él. Se había quedado a hacerle compañía, aunque cada uno había estado en un lado de la cama. En algún momento ella debía de haberse acercado a él.Su contacto era cálido y se quedó un rato en la misma posición disfrutando de su cercanía queriendo que durara para siempre. Sabía que no era posible, algo le decía que con la luz del día y estando más tranquila, ella se sentiría avergonzada si despertaba en esa posición.Afuera el sol todavía no había aparecido. No debía de haber dormido más tres hor
Si ver a Luka en el gimnasio era un deleite para los ojos; verlo cocinar mientras se desplazaba por la cocina como si fuera dueño del lugar, se había sentido como el sueño de toda mujer. Isabella nunca lo diría en voz alta, pero podría acostumbrarse a tenerlo allí cada mañana. Alejó esos pensamientos antes de que se sonrojara como una colegiala.Esperó que Luka se sentara antes de comenzar a comer. Se mantuvo en completo silencio y con la mirada abajo. No estaba segura de porque al estar en compañía de ese hombre le era difícil fingir. Su rostro todavía se calentaba ante el recuerdo de la noche anterior. Era difícil no sentirse avergonzada al pensar como había dejado que él la acunara mientras lloraba en sus brazos.Nunca había permitido que nadie se acercara tanto y memos en momentos en los que estaba tan débil. Esa parte donde estaban guardado
Luka observó desde las sombras el intercambio entre madre e hija. Debido a la distancia no podría decirlo con exactitud, pero Isabella parecía triste cuando su madre se marchó. Le gustaría saber qué es lo que ella le había dicho para ponerla en ese estado y obligarla a regresar para que se disculpara con su hija; pero, en contra de sus instintos, por el momento era mejor que se mantuviera al margen de sus problemas familiares. Isabella podría no tomarse con buenos ojos su interferencia.No esperó demasiado antes de acercarse a ella. Tuvo que llamar su atención con un carraspeo, ella parecía tener los pensamientos a kilómetros de distancia. Isabella se recompuso de inmediato y le dio una sonrisa elaborada y para nada sincera. Si no la hubiera observado durante más del tiempo considerado sano, cada día de las últimas semanas, tal vez habría tenido oportunidad de engañarlo. Ella era demasiado buena fingiendo.—¿Qué deseas?La observó en silencio tratando de descifrar
—Fue una tarde agradable, muchas gracias por invitarme —le dijo a Luka mientras conducía de regreso a casa.—A la no cita —bromeó él.Soltó una carcajada.Isabella no recordaba cuando había sido la última vez que la había pasado tan bien en compañía de alguien, probablemente nunca.—Exacto.—Espero volvamos a repetirlo.Sonrió, pero no dio ninguna respuesta. Miró por la ventana y disfrutó del resto del viaje en un cómodo silencio.Cuando atravesaron las rejas de la entrada principal, sintió que algo de su alegría se evaporaba. Era como cambiar de realidad. Había tenido una tarde sencilla y ahora volvía a esa vida de lujo que no era del todo de su agrado.Aquella enorme casa con sus jardines que ocupaban una gran extensión, no había sido su elección. Era d
Luka no estaba seguro que había pasado después de aquella tarde que había llevado a Isabella a almorzar. Pensó que se habían acercado, pero no mucho después ella había vuelto a actuar como antes o incluso aún más reservada.Todavía estaba tratando de averiguar qué es lo que había pasado desde que ella subió a su habitación hasta que la vio al día siguiente. Tenía la leve sospecha que tenía que ver con Adelaide. La había visto ese día al entrar en la casa de Isabella después de estacionar el auto y dejar las cosas en la cocina. Algo en su mirada le había dado un mal presentimiento.Cuando había subido a comprobar la segunda planta de la casa como hacía cada noche había encontrado a Isabella dormida, así que no sabía si ya entonces se había dado el cambio en ella.Se pasó