Caminaba con elegancia mientras miraba las hermosas guirnaldas de flores blancas que decoraban la entrada al recinto. Su padre biológico, el monstruo que repentinamente había aparecido en su vida, le extendía la mano para que ella la tomase y fingieran ante el mundo que eran padre e hija.
Entrando por aquellas enormes puertas de fina madera, Emma sentía que el mundo se hacía cada vez más pequeño y asfixiante con cada paso que daba. La decoración era exquisita, fina y elegante, algo digno de un rey y una reina. Tambien, eran muchos los invitados al evento, algunos de ellos, eran famosos artistas y políticos que tan solo había visto por televisión, y muchos mas le eran completamente desconocidos, suponía, eran familiares y amistades de la familia de su padre biológico y del novio. Todas las miradas se habían concentrado en ella desde el momento en que entró, todos la miraban con un deje de lastima, como si estuviera a punto de unir su vida a la de un terrible monstruo. La verdad, es que nada sabia del hombre con el que compartiría una vida, tan solo Lloyd le había dicho que era un hombre misterioso, del que nadie sabia nada en realidad salvo que era el dueño de la empresa más importante y exitosa del país, la cual manejaba desde el anonimato envuelto en el mas grande y hermético de los misterios. De su apariencia, tampoco nadie parecía saber nada, salvo por el hecho de que se rumoreaba que era una persona que sufría una discapacidad y esa era, suponía, que era la razón por la cual su desconocida hermana gemela no había querido casarse con él. Si se era sincera, no le importaba mucho nada de aquello, ella estaba allí por una sola razón y esa era el que su madre tuviese el mejor y más necesario tratamiento, así como sus medicamentos, para tratar su grave enfermedad…daba igual si ella terminaba casada con alguien que no era atractivo.
Centrando su mirada en el altar, se percato de un detalle que no era poco importante: El novio no se hallaba por ningún lado, no había ni rastro de el en ningún sitio de la iglesia, quizás, el hombre se había retractado por alguna razón que a ella no le interesaba, pero esperaba que apareciera, ya que, sin novio, no habría mas trato.
Todos los invitados estaban a la expectativa, nadie esperaba que la novia llegase primero. Los murmullos comenzaban a sonar cada vez un poco mas fuerte, y era obvio que todos estaban especulando sobre la demora del novio desconocido. Entre las sombras, completamente oculta, una mujer rubia de ojos avellanos miraba con burla la escena, su hermana gemela, y quien había tomado su lugar para ser la esposa de ese supuesto adefesio, parecía estar demasiado angustiada y confundida. Helena Lloyd se burlaba de la desgracia de Emma Brown, al mismo tiempo que se sentía humillada, ya que, ante el mundo, era a ella a quien estaban plantando. Ambas hermanas, eran ciertamente casi idénticas, solo la estatura y los gestos que hacían, las podrían identificar la una de la otra. La egoísta joven se había negado a contraer matrimonio, en cuanto se entero de los rumores que su futuro esposo era un hombre físicamente horrendo, ella no estaba dispuesta a unir su vida con la de un deforme minusválido, por ello, le había exigido a su padre hacer algo al respecto, nunca imagino que tendría una hermana gemela.
Los murmullos prontamente se acallaron casi en un segundo, cuando las puertas de la iglesia nuevamente se habían abierto, esta vez, para recibir al enigmático novio. Aquel lugar se había quedado completamente en silencio, aquella era la primera vez que el respetado señor aparecía en público. Muchos eran los rumores que de el se contaban, desde que tenia un rostro horrendo y que esta era la razón por la cual no se mostraba al público, hasta que tenía una pronunciada joroba que lo volvía completamente discapacitado. Las personas mas cercanas a la puerta, quedaron completamente anonadadas e incapaces de pronunciar palabra alguna debido a su asombro.
Emma miro con atención al hombre en silla de ruedas que se acercaba poco a poco hacia el altar, moviendo su silla sin ayuda. Por el elegante traje negro y corbatín que alcanzaba a apreciar, le parecía lógico que ese hombre, era nada mas y nada menos que aquel que dentro de unos minutos más, sería su esposo. Cada persona en el lugar no cabía en asombro e inquietud, y murmuraban por lo bajo cosas que Emma no alcanzaba a escuchar con claridad. Ella, sin embargo, se mostraba imperturbable, realmente no le interesaba si era el hombre más feo que jamás hubiese pisado la faz de la tierra, ella solamente quería cumplir con su acuerdo, y asegurar el costoso tratamiento de su amada madre, quien era la única persona en quien ella estaba pensando. Emma estaba allí, sola, completamente sola, sin el apoyo de la única persona que ella amaba y que la amaba tambien a cambio, a punto de unir su vida con alguien a quien no conocía, en medio de un mar de personas desconocidas…y no podía derramar ni una sola lagrima por ello.
Finalmente, el desconocido novio llegaba al altar en donde Emma Brown ya estaba esperando, y entonces, aquellas expresiones de asombro las había comprendido, aquel hombre en silla de ruedas, no era para nada un deforme como su padre biológico le dio a entender, si no, todo lo contrario. Su cabello era oscuro y sedoso, en un elegante corte que tan solo resaltaba la hermosura de su rostro de finas facciones gentilmente varoniles, sus ojos eran grises, como el color de las tormentas mas poderosas, suspicaces y con un aire de inteligencia, además de soberbia, que le daban un atractivo aun mayor. Su piel era blanca, completamente hermosa y similar a la porcelana, que resaltaba aun mas en aquel traje negro. Aquel, era sin duda alguna, el hombre mas hermoso que Emma jamás hubiese visto.
Ese hombre era, el enigmático y hasta ahora sin rostro, Dante Morgan.
Helena y Everard Lloyd, sintieron aquello como un balde de agua helada que los golpeaba directamente en el rostro, la envidia corroía a la caprichosa Helena, quien se sentía arrepentida de haber sido reemplazada por su desconocida hermana. De haberlo sabido, se habría casado con ese hombre, el más apuesto que jamás había visto, y que era además el hombre mas rico y poderoso del país. Everard, tambien se sentía arrepentido de cambiar a sus hijas, ahora, tenia que encontrar la manera de remediarlo.
Sin decir nada, aquel hombre la miro y le sonrió de manera encantadora, y entonces, la ceremonia dio comienzo, y termino mucho más rápido de lo que Emma Brown espero. Oficialmente, estaba casada con ese hombre a quien recién acababa de conocer y con el que, a pesar de no haber hablado jamás, acaba de decir juramentos matrimoniales. Su corazón latía de prisa con mil emociones encontradas, había cumplido con su parte del contrato, ahora su madre tendría asegurado su tratamiento y el precio a pagar había sido demasiado alto.
Helena miraba salir a su hermana gemela, de la mano de aquel apuesto hombre en silla de ruedas. Su descontento era palpable, y sin que nadie la viese o notase, salió del lugar para encontrarse con su padre.
—Quiero ser yo la esposa de Dante papá. Voy a seducirlo, y tú, me ayudaras —
Y con aquellas palabras con las que Everard estuvo de acuerdo, padre e hija, igualmente maliciosos, habían tomado su decisión.
La gala había sido todo lo que se esperaba que fuera, una celebración de alta alcurnia, donde el lujo y la distinción se hicieron presentes. Aquellas miradas de las mujeres que en primera instancia la habían visto con lastima, ahora miraban a la hermosa novia con una envidia atroz que era tan palpable que se podía cortar cual rebanada de pastel. Emma permaneció todo el tiempo en silencio, regalando falsas sonrisas a todo aquel que se acercaba a saludarlos. Lo mismo hacia el hermético Dante, quien tan solo miraba con cierto recelo a la mujer que ahora era su esposa y no la perdía de vista. Aquella era la primera vez que el importante hombre aparecía en público, nunca antes había mostrado su rostro, ni siquiera, había aparecido jamás en fotografías, siempre se hallaba oculto en el más estricto de los hermetismos, y por ella era que habían comenzado los rumores sobre que, en realidad, era un hombre nada agraciado y demasiado feo para aparecer públicamente. Dante Morgan era el hombre a ca
Una nueva mañana daba comienzo y Helena Lloyd hojeaba una de sus revistas de la alta sociedad. Siempre era gratificante leer sobre la ultima moda, la nueva meditación de yoga y las novedades que pudiera haber sobre famosos o gente de alcurnia demasiado importante. Durante toda su vida, todo había sido lujo, no había una sola cosa que ella no haya deseado y haya tenido, pues su padre siempre se lo dio todo a manos llenas. Agitando su campanilla, avisaba a su servidumbre que era hora de que le trajesen el desayuno, alguna magdalena dulce, café y un poco de fruta, a ella le gustaba mucho cuidar su figura y permanecer tan hermosa como siempre había sido.El desayuno fue colocado sobre la mesita de jardín en su rincón favorito del exterior para desayunar. Su padre aun no se levantaba, y ella tomaba la fruta con la misma delicadeza que haría una princesa. Sin embargo, su semblante cambiaba poco a poco yendo de la arrogancia a la rabia mas ardiente conforme avanzaba en su lectura. Allí, en u
La mañana comenzaba tranquila, su apuesto y flamante esposo, había recibido una visita inesperada la noche anterior y por ello habían dejado “pendiente” aquel acto vergonzoso que estuvieron a punto de hacer. Sentándose al borde de la cama, Emma se percató que Dante parecía no haber dormido junto a ella o se había levantado demasiado temprano y no supo como sentirse al respecto. Si se era sincera, comenzaba a acostumbrarse a despertar y que el hombre estuviera a su lado.Estirando un poco sus músculos para despabilarse y terminar de despertar, tomo luego un agradable baño. Mirándose desnuda en el espejo, se sonrojo un poco al pensar en aquellas caricias salvajes y atrevidas que Dante le había dado la noche anterior y por un momento pudo imaginarse desnuda frente a él…para tener relaciones. Negando en silencio, se negó a pensar más allá, ella jamás había estado íntimamente con nadie, no porque no hubiese querido alguna vez, hubo muchos chicos que le habían gustado durante su temprana ju
Everard comenzó a mostrarle la enorme mansión a Dante y alardear de ello, así como tambien, se aseguraba de mostrar a Emma donde estaba cada cosa en la enorme casa para que Dante no sospechara nada, Emma sabía que, con aquella intención hacia aquello, pues si no sabía lo que había “en su hogar” seria raro, evitando lo más que podía cruzar palabra alguna con su hija. Helena, escondida entre habitaciones, no desaprovechaba la oportunidad para mirar secretamente a Dante y admirar lo hermoso que era el hombre en silla de ruedas, de haberlo sabido, no habría puesto pero alguno para casarse con él, y ardía de rabia cada vez que notaba como Dante tomaba de la mano a su gemela. Después de un rato, la pareja y Everard pasaron al elegante comedor principal de la mansión.—Cariño, dime, ¿Te has sentido cómoda? — cuestiono Everard a Emma mientras la miraba con un aire de altivez. No olvidaba que su querida Helena quería tomar el lugar que le correspondía.Emma sabia que su padre preguntaba aquell
Aquella mañana, Dante sabia, no era como las otras. Había despertado cálidamente abrazado de Emma, sin embargo, era momento de dejar aquel cálido confort y enfrentar a la realidad que le ofrecía esa fecha en especial. Levantándose apoyado de sus apoyos instalados en la cama, igual que todos los días desde hacia ya muchos años, batallaba para acomodarse en su silla de ruedas. Poco a poco con el paso del tiempo, se había medianamente acoplado a esas necesidades mientras se esforzaba por hacer la mayor cantidad de cosas posibles por el mismo. Odiaba depender de otros, odiaba que todo el mundo lo misare con lastima.“Nunca volverá a caminar, es una verdadera lástima, teniendo tan grande futuro por delante”“Ninguna mujer querrá batallarlo así, a nadie le gusta cargar con un bulto que ni siquiera puede ir al baño el solo”“¿Lo supiste? El pobre se quedó huérfano, pobrecito”Cada frase mal intencionada o cargada de lástima que había escuchado hacia su persona, lo había hecho aislarse despué
Dante miraba los nombres en aquellas tumbas, y recordaba aquellos hermosos momentos de su vida que compartió con ellos. Beatrice y Virgilio fueron personas respetables, honorables hasta el final y muy queridos por muchas personas. Podía ver las flores que seguramente sus viejos amigos les habían dejado el día anterior. Ese día, nadie mas que el los visitaba y charlaba con aquella lapida bajo la cual sus restos descansaban, aunque, ese día, no quería contarles nada a pesar de que se había casado hace poco. Recordó a su madre presionándolo con gracia para que contrajera matrimonio y le diese nietos, recordó a su padre hablándole sobre amar a una única mujer y darlo todo por ella…los recordó a ambos rodeándolo de amor y consejos para ser el gran hombre que ellos soñaban que fuera…se sintió hundido en la miseria por ello.El sonido de un par de tacones que cochaban con el pavimento humedecido, los distrajo de sus pensamientos. Alguien se acercaba, quizás, otra persona herida que visitaba
Aquella mañana se sintió diferente a otras. Había despertado nuevamente entre los brazos de su esposo, pero, esta vez, sentía algo en su pecho que la hacia sentirse intranquila. Aun no olvidaba aquellas palabras dichas por Dante, y su insistencia de que ella estaba con él por dinero.Levantándose, camino hacia la habitación matrimonial para buscar su celular. Ya había resuelto solicitar que la cambiaran al campus universitario que se encontraba en la ciudad, por suerte, allí podría continuar sus estudios. Llamando, había tenido que explicar a la secretaria del rector las razones que tuvo para su ausencia, y aunque omitió la parte en que ella se había casado con un perfecto desconocido, si menciono el creciente deterioro de salud de su madre, por lo cual, se le permitió retomar el semestre siempre y cuando se pusiera al corriente de lo que se había perdido.Siempre había querido ser médica, apasionada quizás por el deseo de salvar a su madre. Durante demasiados años, años en los que el
Nuevamente, despertaba al lado de Emma y la miraba respirar tan apaciblemente que lograba calmarlo. Mientras dormía, ella no tenia el ceño fruncido ni parecía tan angustiada como casi siempre, permanentemente estaba preocupada por su madre, la llamaba de manera constante y a escondidas de la servidumbre para saber sobre su estado de salud. Recordaba aquella radiante sonrisa que la vio llevar plasmada en su rostro el día anterior mientras atendía a los pocos pacientes que llegaban uno tras otros y que eran fácilmente observables desde aquella puerta enorme de cristal. Emma parecía una persona completamente distinta de la mujer astuta y casi fría que era siempre…parecía realmente feliz.Saliendo de la cama, la dejo dormir tranquilamente. Ya hablaría con ella sobre esa locura de tener un empleo y como ello podría complicar los planes de ambos. Mientras meditaba en el silencio de su lujoso estudio, sentía cada vez más y más admiración por la mujer que era su esposa. Ante el mundo, ella er