―¿Qué mierda? ―Escuché la voz de Derek a lo lejos. Fui por el pasillo indicado y para mí suerte, solo tenía una puerta a pocos metros de distancia. Tiré de la perilla y no cedió, me golpeé de frente con la puerta. ―¡Rayos! ―¿En serio pensaste que iba a dejar la puerta trasera abierta cuando tienes impulsos escapistas? ―habló Derek, acercándose con lentitud. Estábamos en medio de un pasillo estrecho, donde mi única salida era volver sobre mis pasos. Sin embargo, había un hombre pelinegro de ojos grises y un metro noventa que me bloqueaba el camino. Me mantuve en modo de ataque, buscando un punto ciego entre sus extremidades. Se detuvo a la mitad del pasillo y extendió sus brazos. Me sonrió con malicia, viéndome como si fuera un conejo enfrentándose a un lobo. ―Ven. Intenta escapar si puedes. Tragué grueso. Me movía de izquierda a derecha en aquel estrecho pasillo, observando mis pequeñas posibilidades de libertad. ―Eres despreciable. Antes de que
Toqué algo cálido y duro. Los párpados me pesaban. La noche estaba fría y las cobijas tibias. Mi mano examinaba la zona caliente y firme. ―Si bajas un poco más me provocarás una erección ―dijo una voz adormilada. Abrí los ojos de golpe. Derek estaba acostado a mí lado, con los ojos cerrados y el pecho descubierto. Mi mano descansaba sobre su abdomen entrenado. Por impulso, lo golpeé justo en esa muralla de rocas llamada abdomen. ―¿Qué haces aquí? ―grité, con el corazón a mil. Me senté en la cama mientras él se doblaba de dolor. ―Tienes la mano pesada, maldición ―Se quejó, recomponiéndose con rapidez. ―Dijiste que dormirías en la habitación reservada ―reclamé. ―Sí, pero apenas que anuncié que te quedarías aquí por el día de hoy, misteriosamente, Carlos pidió hacer doble turno. ―Tal vez necesita el dinero con urgencia ―dije con seriedad. Me tomó de la muñeca, estrechándome contra su cuerpo. No llevaba sostén, solo un camisón de seda. Por lo cual se sen
Su lengua allanó mi boca, jugueteando con ella, causando hormigueo a lo largo de mi cuerpo. Mis pulmones suplicaban por oxígeno, el vello se me erizó y la piel me ardia como candela. La rabia me inundaba las venas, el odio corroía mis huesos, y aún así, le estabacorrespondiendo el beso. No tendría mucha experiencia en los besos con lengua, pero hacía mi mayor esfuerzo por dominar ese territorio desconocido para mí. Sus labios bajaron por mi cuello, chupando y lamiendo. Mi pecho subía y bajaba erráticamente, en busca de oxígeno. Él no parecía estar sin aliento pese al desespero en sus movimientos. Era como si besar mi piel fuese lo que necesitase para sobrevivir. No estaba segura de que hacer con mis manos, dónde ponerlas. Pero quería experimentar. Siempre fui una curiosa reprimida. Y tenía la oportunidad frente a mis ojos. Por fin podía sentir el cuerpo masculino con libertad, la textura, la forma, la calidez de su piel. El único problema es que era Derek; el mismo hombre que s
―¿Eres virgen? ―repitió ante mi silencio. Solo podía pensar en mi adolorida vagina y la rara sensación que dejó ante su salida de mi canal.―Erika, ¿eres…?―¡Joder, sí! ―dije histérica.Mi mente estaba ocupada con el hecho de que me dejé lastimar para saber cómo se sentía ser penetrada. El rostro de Derek fue de la confusión a la emoción. Las comisuras de su boca se levantaron. Me ofreció una sonrisa genuina, la más sincera que he visto hasta ahora. Algo parecido al alivio cruzó su rostro. Fruncí el ceño. Me disgustaba que supiese que soy… era virgen. Lo último que necesitaba era que ese pretencioso hombre se haya llevado mi pureza y eso alimentara su orgullo masculino. Este hombre me quería solo para él. había demostrado su molestia ante la idea de haber sido poseída por otro hombre. Lo cual considero hipócrita porque el hobby de este tipo era desvirgar mujeres y luego desvincularse de lo sucedido. Pensándolo mejor, temo que haga lo mismo conmigo. Hoy tendremos sexo, pero ¿mañan
Ambos estábamos en nuestros respectivos lado de la cama, en silencio, despiertos.Después de sexo mezclado con odio e inexperiencia, ¿qué sigue? Acababa de permitir que el hombre que proclamé odiar y que me obligó a convertirme en una mujer casada, tomara mi virginidad.―¿Es igual con las otras chicas?―¿A qué te refieres?―¿Llega a ser doloroso? Mi zona intima palpitaba y sufría estragos tras el vacío del miembro de Derek.―Algunas sí, otras no. Depende de la mujer ―Su mano fue a mi vientre, acariciando el área. Me esforcé por ignorar el hormigueo que me provocaba su toque.―Lleva mucho trabajo estar con una mujer sin experiencia, ¿por qué lo prefieres? ¿No es mejor estar con una mujer experimentada con la que no debas limitarte? Colocó el codo en la cama y afincó la cabeza sobre la mano, soportando el peso.―Yo no diría que lo prefiero, solo me gané la mala fama porque estuve con las candidatas a esposa que me presentaban mis padres. Lo hacía porque sabía que eso haría enfadar a
Otro maldito día; la misma testada rutina, la misma insípida comida, la mayor parte de mi día trabajando en una aburrida oficina, tolerando a una arrogante y prepotente jefa. Apenas llegue a mi casa veré por décima vez en esta semana la película: quiero matar a mi jefe. Estuve matándome estudiando para terminar siendo la asistente de una infeliz millonaria clasista y sin corazón. Me endeudé en la universidad, pagando una costosa matrícula la cuál aún debo, ¿para esto? ¿Esta era mi gran meta en la vida? No sé qué es peor, ¿tener a la peor jefa del mundo o que la peor jefa del mundo sea mi ex compañera de universidad que siempre me detestó? Por algún motivo que no entiendo, siempre estuvo en mi contra. Si yo decía que el pasto era verde, ella proclamaba que era amarillo. Si decía que el océano era azul, ella juraba que era rosado. La vida era tan injusta. Mientras yo me endeudaba para poder pagar la universidad, ella iba a grandes fiesta, nunca estudiaba y pasaba los semestr
Se me cortó la respiración. Llevaba años sin verlo en persona, específicamente desde los veintiuno. No podía negar que este hombre siempre fue atractivo hasta el punto de ser doloroso. Y los años solo lo mejoraron y le dieron un aire de madurez y sofisticación difícil de pasar por alto. Su estatura rozaba el metro noventa, sus piernas eran largas y bien definidas. Sus hombros anchos cubiertos con el traje de vestir. Siempre tuvo una contextura envidiable, no era ni muy robusto ni muy flaco, un equilibrio perfecto entre ambos. Me preguntaba cómo se vería sin camisa, que tanto se le marcarían los músculos. Me encontré con su mandíbula marcada y las facciones de su rostro eran armoniosas. Su cabello negro azabache estaba peinado hacía atrás y sus ojos grises creaban un gran contraste con su piel pálida. Jamás lo negué, físicamente me atraía, pero su personalidad me alejaba. Un brillo burlón bailaba en sus ojos grises. No sabía que expresión tenía mi rostro, pero debí que
El rostro de Derek era tan severo como armonioso. Sus fosas nasales se ensanchaban, su mandíbula estaba tensa y sus labios eran una línea recta. Sus ojos grises me evaluaron de arriba abajo, recorriendo mis piernas desnudas, mi blusa suelta que dejaba a la imaginación mis curvas, mis pequeños pechos que no se notaban gracias a la tela. A una chica de busto grande o promedio se le hubieran notado los senos a través de la tela, la forma al menos. Pero a mí no. Mis limoncitos no resaltaban. Y aún así, Derek las miraba con una intensidad que me hacía preguntar que estaba pasando por su mente. Por fin vio mi rostro y apartó la mirada sin mostrar expresión alguna. Aproveché y examiné su cuerpo. Tenía puesta una pijama sencilla; una camisa manga larga blanca y un pantalón gris de algodón. Parpadeé con pesadez. Mi cerebro aún estaba medio dormido, pero no comprendía porque se encontraba en esas fachas. Cómo si hubiera saltado de la cama. Pero eso no tenía sentido, porque había llamad