―¿Eres virgen? ―repitió ante mi silencio. Solo podía pensar en mi adolorida vagina y la rara sensación que dejó ante su salida de mi canal.―Erika, ¿eres…?―¡Joder, sí! ―dije histérica.Mi mente estaba ocupada con el hecho de que me dejé lastimar para saber cómo se sentía ser penetrada. El rostro de Derek fue de la confusión a la emoción. Las comisuras de su boca se levantaron. Me ofreció una sonrisa genuina, la más sincera que he visto hasta ahora. Algo parecido al alivio cruzó su rostro. Fruncí el ceño. Me disgustaba que supiese que soy… era virgen. Lo último que necesitaba era que ese pretencioso hombre se haya llevado mi pureza y eso alimentara su orgullo masculino. Este hombre me quería solo para él. había demostrado su molestia ante la idea de haber sido poseída por otro hombre. Lo cual considero hipócrita porque el hobby de este tipo era desvirgar mujeres y luego desvincularse de lo sucedido. Pensándolo mejor, temo que haga lo mismo conmigo. Hoy tendremos sexo, pero ¿mañan
Ambos estábamos en nuestros respectivos lado de la cama, en silencio, despiertos.Después de sexo mezclado con odio e inexperiencia, ¿qué sigue? Acababa de permitir que el hombre que proclamé odiar y que me obligó a convertirme en una mujer casada, tomara mi virginidad.―¿Es igual con las otras chicas?―¿A qué te refieres?―¿Llega a ser doloroso? Mi zona intima palpitaba y sufría estragos tras el vacío del miembro de Derek.―Algunas sí, otras no. Depende de la mujer ―Su mano fue a mi vientre, acariciando el área. Me esforcé por ignorar el hormigueo que me provocaba su toque.―Lleva mucho trabajo estar con una mujer sin experiencia, ¿por qué lo prefieres? ¿No es mejor estar con una mujer experimentada con la que no debas limitarte? Colocó el codo en la cama y afincó la cabeza sobre la mano, soportando el peso.―Yo no diría que lo prefiero, solo me gané la mala fama porque estuve con las candidatas a esposa que me presentaban mis padres. Lo hacía porque sabía que eso haría enfadar a
Verbalmente, no acepté ni me negué a nada. Simplemente no respondí. Sin embargo, lo había seguido al coche luego de despedirme de Chika, Musa y Alika. Derek lucía aliviado, inclusive complacido, pero no dijo ni una palabra. No sé burló, no ofendió, ni siquiera habló en todo el camino. Es como si supiese que la más mínima acción y oración podría hacerme retroceder. Siempre quise disfrutar mi vida sexual, mi juventud, sentirme deseada. Y por más que me costaba admitirlo, Derek estaba cumpliendo con ese rol. La ginecóloga me hizo varias preguntas sobre mi menstruación, alimentación, alergias, antecedentes médicos y finalmente, mi vida sexual. La doctora se impresionó al enterarse que apenas inicié mi vida sexual el día de ayer, con mi esposo. ―¿Usaron algún método anticonceptivo? ―preguntó la doctora, las arrugas adornaban su rostro. ―En el momento no… ―Admití con vergüenza. Era una mujer de casi treinta años y me dejé llevar por la calentura, olvidándome de usar algún
―Mucho gusto, soy Erika Stone ―dije mi apellido de soltera, porque no me lo había cambiado. Y sería contraproducente hacerlo cuando dentro de un año nos divorciaremos. La joven llamada Dakota volvió asentir con su cabeza. Tomó una nota pegada a su escritorio y me la mostró. “Mi nombre es Dakota, un placer conocerte” decía la nota. Ladeé la cabeza. Volvió a poner la nota en su lugar y agarró otra diferente. “Soy muda, pero puedo responderte a través de una aplicación del celular” ―Oh, oh, entiendo ―dije con prisa, avergonzada. Me puse a pensar en que clase de expresión habré puesto cuando me enseñó las notas, espero que no piense que la estaba juzgando ni discriminando. Dakota me sonrió como si mi actitud fuese predecible, como si fuese la parte más graciosa de su día a día. Me entregó una hoja tamaño carta, estaba escrita a mano y llena de colores. Se veía vivaz. Leí el encabezado: información detallada de las tareas que debes desempeñar. Se notaba que
Dos días. Pasaron dos días y no he sido capaz de robarle a Derek. He tenido oportunidades, he analizado sus objetos personales, sus accesorios de vestir. Inclusive los míos. Me regaló muchas cosas. No notará si falta alguna. Y además, no sería robo si el objeto es mío. Y no habré traicionado a Derek. Simplemente, cambiaría una de las bolsas de diseñador y pagaría las cuotas acumuladas. Escondí una billetera carmesí de diseñador en mi bolso del trabajo.Esta opción me traía paz. No traicionaba a Derek y las posibilidades que me descubrieran eran mínimas.Derek me esperó abajo para irnos juntos.―Derek, es muy sospechoso que un chófer venga a buscarme todos los días a la sucursal y me hable como si fuese su jefa ―Solté mientras manejaba.―Eres su jefa ―señaló.Evité discutir eso, porque lo primordial era conseguir tiempo para visitar una casa de cambio o entregárselo directamente a los prestamistas. Y no podría ir a ninguno de esos lugares con el chófer de Derek.―Mis compañeros aún n
¿Qué acababa de decir? ¿Por qué me confesé de esa manera?Estaba tan absorta en su amabilidad, comprensión y mimos, que no fui consciente de lo segura que me sentía a su lado y la facilidad con la que salieron las palabras.―¿Para qué necesitas cuatro mil dólares? ―Arqueó la ceja.Él podría ser amable, atento y cariñoso, mas no podía permitirme olvidar que la razón por la que llegamos a este punto fue por un contrato fraudulento al que me ató. Si tiene la oportunidad de adueñarse de mi deuda, lo utilizará para amarrarme más a él. Sin contar, su ferviente desprecio hacía los endeudados. No soportaría que la actitud que toma conmigo cambiara. No luego de haberme tratado tan bien.Y esas palabras que me dijo en el club campestre, no las olvidaré, por más que estuvieran alimentadas por la rabia.“Todos los endeudados son una basura y un estorbo para la economía”. Me rompería el corazón escuchar que se refiriera a mí de esa forma. Me dolería en el alma luego de todo lo que hemos avanzado
La temperatura descendió a bajo cero en esta gran habitación. Me mordí la lengua, rogando un milagro.―¿Qué crees que haces? ―dijo con frialdad.―¿A qué…? ¿A qué te refieres? ―tartamudee.Estaba tan nerviosa que no se me ocurrió nada más que hacerme la desentendida. Entre todas las opciones, escogí la peor. Pude mentir, inventar una excusa, decir la verdad. Sin embargo, preferí hacerme la tonta a pesar de ser consciente que él vio como oculté el dinero en mi espalda.Apretó la mandíbula. Noté como sus ojos grises se oscurecían.―¿A qué me refiero? ―repitió con el desdén burbujeando en su garganta. Dio grandes y lentas zancadas hasta plantarse de frente. Retrocedí con paso tambaleante. Me sujetó del brazo y gracias a eso pude darme cuenta de lo molesto que estaba. Su agarre era demasiado fuerte.Usó su fuerza para exponer mi mano llena de billetes, casi me zafó el hombro del lugar.―Me refiero a esto.Exhalé el aire que estaba aguantando.―Derek, te lo puedo explicar ―dije con rapidez
En el auto, dejé de llorar. El corazón lo tenía destruido, pero el simple gesto de sostenerme para que no me cayera fue todo lo que necesité para sentir un soplo de aire fresco. Derek conducía en silencio. Su gesto era severo y cargado de odio.―¿Podemos hablar? ―pregunté con gallardía.―Sí, hablemos ―dijo con falsa felicidad―. He sido muy indulgente contigo. Es hora que te enteres de las clausulas importantes. Si me eres infiel, pagas medio millón de dólares. Si no estás en la casa antes de las nueve de la noche, pagas diez mil dólares. Si pasas la noche fuera de la casa sin mi autorización, son cien mil dólares. Si le revelas a alguien nuestro contrato, son cien mil dólares. Si fumas, son diez mil dólares.Parpadeé, incrédula.―Y yo supongo que no te tengo que recordar lo que pasará si pides el divorcio antes que se cumpla el plazo de trescientos sesenta y cinco días ―habló con sorna.Sonreía con malicia, reía con mezquindad. Y a pesar de eso, en sus ojos se mostraba que no lo esta