En el auto, dejé de llorar. El corazón lo tenía destruido, pero el simple gesto de sostenerme para que no me cayera fue todo lo que necesité para sentir un soplo de aire fresco. Derek conducía en silencio. Su gesto era severo y cargado de odio.―¿Podemos hablar? ―pregunté con gallardía.―Sí, hablemos ―dijo con falsa felicidad―. He sido muy indulgente contigo. Es hora que te enteres de las clausulas importantes. Si me eres infiel, pagas medio millón de dólares. Si no estás en la casa antes de las nueve de la noche, pagas diez mil dólares. Si pasas la noche fuera de la casa sin mi autorización, son cien mil dólares. Si le revelas a alguien nuestro contrato, son cien mil dólares. Si fumas, son diez mil dólares.Parpadeé, incrédula.―Y yo supongo que no te tengo que recordar lo que pasará si pides el divorcio antes que se cumpla el plazo de trescientos sesenta y cinco días ―habló con sorna.Sonreía con malicia, reía con mezquindad. Y a pesar de eso, en sus ojos se mostraba que no lo esta
••Narra Derek••No podía dejar las manos quietas, las movía constantemente una contra la otra, o sobando mis sienes. Trataba de lucir pacífico, indolente, pero la rabia burbujeaba en mis venas.No podía estar cinco segundos de paz sin imaginarme a Erika con mi dinero escondido detrás de su espalda. ¿Por qué tenía que traicionarme? No esperaba que me amara, pero pensé que habíamos conseguido un avance, que me estaba viendo con otros ojos. Al final, terminó siendo igual de codiciosa que mis padres, prefiriendo el dinero antes que a mí. Bueno, al menos ella no planeó mi muerte, hasta donde estoy al tanto.¿Por qué tenía que ser Erika? Me lo esperaba de cualquiera menos de ella. Le estaba dando todo, consintiendo como nunca y aún así, no fue suficiente.Me mintió a la cara, me robó. Recuerdo haber visto rojo, quería lastimarla, humillarla, hacerla sufrir, que llorara. Perdí el control. Al verla, recordaba lo que hicieron mis padres.Ese era mi problema. Cada vez que alguien me traicionab
••Narra Derek••Sus grandes ojos azules me miraban, debatiendo entre la determinación y el miedo. Siempre impulsiva, siempre arriesgada.Siempre me ha tenido miedo, por más que trate de disimularlo, y aún así, toma las decisiones que sabe que me pondrán en su contra.Pudo actuar como los demás asustadizos en la sala y limitarse a gritar que lo soltara. Pero no, ella necesitaba enfrentarme, debía demostrar que no se dejaba ganar por el miedo. Por eso me sorprendió que se dejara intimidar por su antigua jefa. La Erika de hace diez años no hubiese aguantado la actitud de Katy, así como no aguantó la mía en aquel entonces. Es como si su fortaleza fuese disminuyendo con los años. ¿Qué la habrá hecho cohibirse?Hace diez años no hubiese podido obligarla a casarse conmigo. Con ese carácter salvaje los más probable es que me apuñalara sin importarle ir a la cárcel. Me limité a seguirla de vez en cuando a través de un investigador privado. Y cuando no pude contenerme más; cansado de estar entr
••Narra Erika•• Mi cuerpo se sentía pesado, cansado. Los ojos me ardían al parpadear. Estaba en la cama de Derek, cubierta por las sábanas. No sé en qué momento terminó la reunión, ni siquiera recordaba volver a casa. Creo que me quedé dormida en los brazos de Derek. Recuerdo abrazarlo, rozar mi nariz contra la piel de su cuello, aspirar su aroma. En el momento en que me había sentado sobre su regazo, me llenó de esperanzas. Él me quería, por más que intentara negarlo o fingirlo, yo me daba cuenta. Porque los pequeños detalles que para otros eran insignificantes, para mí tenían mucho valor viniendo de alguien como Derek Fisher. Por favor, acababa de golpear a alguien y dejar su cuerpo inerte a los pies de la mesa mientras seguía con la reunión como si nada. Si fuese otra persona la que estuviera en mi lugar, no le importaría un pepino si colapsaba en el piso o me moría de hambre. Él me perdonaría, tarde o temprano, pero lo haría. La puerta se abrió. Carla entró, sonr
El día pasó lento, estaba distraída. Confundía la cantidad de copias que debía sacar en la impresora, no prestaba atención a lo que decía mi supervisora, le eché sal a mi café y tuve que enviar los correos electrónicos tres veces porque me equivocaba colocando los remitentes. Veía la hora cada minuto, rogando por salir del trabajo y hablar con Derek. Necesitábamos tener una conversación honesta. A las cinco y veintinueve ya estaba despidiéndome del equipo. Caminé con rapidez por las calles. Estaba acostumbrada a ir y venir del trabajo a pie. Creo que la única dificultad es la distancia. La mansión está a cuarenta minutos a pie. La señora Carla me entregó una hojita con la combinación de las puertas de la mansión antes de salir de la casa. La usé y avancé hasta la puerta principal. No me dio tiempo de poner la combinación de la puerta principal cuando esta se abrió. ―¿Por qué carajos te vas caminando? ―Atacó sin darme tiempo a reaccionar. Los ojos de Derek me perforaban c
Respiré profundo. Sentía que cada inhalación era más corta, necesitaba más esfuerzo. ¿Era ocasionado por la presencia de dos personas indeseables? ¿Por el sentimiento de abandono de parte de Derek? Sin mediar palabra, tomé asiento frente a la variedad de platillos. Los deje a los tres parados, no me molesté en demostrar educación y clase. Derek tomó asiento a mi lado y mis padres enfrente. A diferencia de ellos, no me molesté en servirme de entre las opciones, me quedé viendo a mis progenitores fijamente mientras agarraban los alimentos sin pena. Derek también estaba sirviéndose. No me senté para comer ni fingir ser una familia feliz. En cualquier momento comenzarán hablar mal de mí e intentarán poner a Derek de su lado. Tengo que impedirlo. Ya de por sí le he dado una mala imagen con mis acciones. Derek puso una pechuga de pollo sobre mi plato. Le lancé una mirada asesina que ignoró. No quiero que mis padres alimenten su cerebro con mentiras sobre mí, pero eso no sig
―¿Cazar? ―pregunté entre adormilada y molesta. Era sábado, por lo cual tenía el día libre. No se me olvidaba lo sucedido anoche, la discusión, la visita de mis padres, sacar los trapitos al aire. Él parecía pasar por alto mi respuesta final, pero sentía que lo había afectado. Y es porque tenía razón. Hablaba mucho de respetar sus límites, pero, ¿y los míos, dónde quedaban? Casarse es una decisión muy importante, una que él me quitó. ¿Cómo podía hablar de respetar límites? ―Sí, desayuna rápido y vístete. Salimos en una hora ―dijo mientras se recogía las mangas de la camisa a cuadros, exponiendo sus antebrazos trabajados. Llevaba unos pantalones rústicos de color marrón y unas botas pesadas del mismo color. Lucía como un leñador. ―¡Yo no voy a cazar! ―declaré con prisa. La caza por entretenimiento me parece un acto vil y cínico. Una cosa es alimentarse, otra cazar por deporte. Me miró como si me hubiese salido una segunda cabeza. ―¡Por supuesto que no! Hay
Las presentaciones y conversaciones fueron banales. No hablamos de nada importante y Derek no sacó el tema de la propuesta que hasta yo desconocía. Evité hacer las preguntas inadecuadas que me llevarían a terminar con la nalga morada. Adentro de la cabaña era tal y como lo esperaba, espacioso y lujoso. Sin embargo, poseía ese toque rústico y antiguo que hacía la ilusión de “cabaña”. Me incomodaba estar rodeada de hombres armados libremente. Me estremecía cuando agitaban los rifles, pensando que alguno podría disparar por error o querer hacernos una mala broma. Observé a Derek sentado en un sillón, cargando el rifle que descansaba sobre su regazo. Sus antebrazos estaban al descubierto, sus músculos eran notorios, fuertes… Tragué saliva, siendo consciente de mis mejillas sonrojadas y mis ojos intensos. Negué con la cabeza, apartando la mirada. ¿Por qué lo estaba viendo tan fijamente? ¿Por qué no me causaba miedo verlo con un arma mientras que los otros hombres me aterrab