―Mucho gusto, soy Erika Stone ―dije mi apellido de soltera, porque no me lo había cambiado. Y sería contraproducente hacerlo cuando dentro de un año nos divorciaremos. La joven llamada Dakota volvió asentir con su cabeza. Tomó una nota pegada a su escritorio y me la mostró. “Mi nombre es Dakota, un placer conocerte” decía la nota. Ladeé la cabeza. Volvió a poner la nota en su lugar y agarró otra diferente. “Soy muda, pero puedo responderte a través de una aplicación del celular” ―Oh, oh, entiendo ―dije con prisa, avergonzada. Me puse a pensar en que clase de expresión habré puesto cuando me enseñó las notas, espero que no piense que la estaba juzgando ni discriminando. Dakota me sonrió como si mi actitud fuese predecible, como si fuese la parte más graciosa de su día a día. Me entregó una hoja tamaño carta, estaba escrita a mano y llena de colores. Se veía vivaz. Leí el encabezado: información detallada de las tareas que debes desempeñar. Se notaba que
Dos días. Pasaron dos días y no he sido capaz de robarle a Derek. He tenido oportunidades, he analizado sus objetos personales, sus accesorios de vestir. Inclusive los míos. Me regaló muchas cosas. No notará si falta alguna. Y además, no sería robo si el objeto es mío. Y no habré traicionado a Derek. Simplemente, cambiaría una de las bolsas de diseñador y pagaría las cuotas acumuladas. Escondí una billetera carmesí de diseñador en mi bolso del trabajo.Esta opción me traía paz. No traicionaba a Derek y las posibilidades que me descubrieran eran mínimas.Derek me esperó abajo para irnos juntos.―Derek, es muy sospechoso que un chófer venga a buscarme todos los días a la sucursal y me hable como si fuese su jefa ―Solté mientras manejaba.―Eres su jefa ―señaló.Evité discutir eso, porque lo primordial era conseguir tiempo para visitar una casa de cambio o entregárselo directamente a los prestamistas. Y no podría ir a ninguno de esos lugares con el chófer de Derek.―Mis compañeros aún n
¿Qué acababa de decir? ¿Por qué me confesé de esa manera?Estaba tan absorta en su amabilidad, comprensión y mimos, que no fui consciente de lo segura que me sentía a su lado y la facilidad con la que salieron las palabras.―¿Para qué necesitas cuatro mil dólares? ―Arqueó la ceja.Él podría ser amable, atento y cariñoso, mas no podía permitirme olvidar que la razón por la que llegamos a este punto fue por un contrato fraudulento al que me ató. Si tiene la oportunidad de adueñarse de mi deuda, lo utilizará para amarrarme más a él. Sin contar, su ferviente desprecio hacía los endeudados. No soportaría que la actitud que toma conmigo cambiara. No luego de haberme tratado tan bien.Y esas palabras que me dijo en el club campestre, no las olvidaré, por más que estuvieran alimentadas por la rabia.“Todos los endeudados son una basura y un estorbo para la economía”. Me rompería el corazón escuchar que se refiriera a mí de esa forma. Me dolería en el alma luego de todo lo que hemos avanzado
La temperatura descendió a bajo cero en esta gran habitación. Me mordí la lengua, rogando un milagro.―¿Qué crees que haces? ―dijo con frialdad.―¿A qué…? ¿A qué te refieres? ―tartamudee.Estaba tan nerviosa que no se me ocurrió nada más que hacerme la desentendida. Entre todas las opciones, escogí la peor. Pude mentir, inventar una excusa, decir la verdad. Sin embargo, preferí hacerme la tonta a pesar de ser consciente que él vio como oculté el dinero en mi espalda.Apretó la mandíbula. Noté como sus ojos grises se oscurecían.―¿A qué me refiero? ―repitió con el desdén burbujeando en su garganta. Dio grandes y lentas zancadas hasta plantarse de frente. Retrocedí con paso tambaleante. Me sujetó del brazo y gracias a eso pude darme cuenta de lo molesto que estaba. Su agarre era demasiado fuerte.Usó su fuerza para exponer mi mano llena de billetes, casi me zafó el hombro del lugar.―Me refiero a esto.Exhalé el aire que estaba aguantando.―Derek, te lo puedo explicar ―dije con rapidez
En el auto, dejé de llorar. El corazón lo tenía destruido, pero el simple gesto de sostenerme para que no me cayera fue todo lo que necesité para sentir un soplo de aire fresco. Derek conducía en silencio. Su gesto era severo y cargado de odio.―¿Podemos hablar? ―pregunté con gallardía.―Sí, hablemos ―dijo con falsa felicidad―. He sido muy indulgente contigo. Es hora que te enteres de las clausulas importantes. Si me eres infiel, pagas medio millón de dólares. Si no estás en la casa antes de las nueve de la noche, pagas diez mil dólares. Si pasas la noche fuera de la casa sin mi autorización, son cien mil dólares. Si le revelas a alguien nuestro contrato, son cien mil dólares. Si fumas, son diez mil dólares.Parpadeé, incrédula.―Y yo supongo que no te tengo que recordar lo que pasará si pides el divorcio antes que se cumpla el plazo de trescientos sesenta y cinco días ―habló con sorna.Sonreía con malicia, reía con mezquindad. Y a pesar de eso, en sus ojos se mostraba que no lo esta
••Narra Derek••No podía dejar las manos quietas, las movía constantemente una contra la otra, o sobando mis sienes. Trataba de lucir pacífico, indolente, pero la rabia burbujeaba en mis venas.No podía estar cinco segundos de paz sin imaginarme a Erika con mi dinero escondido detrás de su espalda. ¿Por qué tenía que traicionarme? No esperaba que me amara, pero pensé que habíamos conseguido un avance, que me estaba viendo con otros ojos. Al final, terminó siendo igual de codiciosa que mis padres, prefiriendo el dinero antes que a mí. Bueno, al menos ella no planeó mi muerte, hasta donde estoy al tanto.¿Por qué tenía que ser Erika? Me lo esperaba de cualquiera menos de ella. Le estaba dando todo, consintiendo como nunca y aún así, no fue suficiente.Me mintió a la cara, me robó. Recuerdo haber visto rojo, quería lastimarla, humillarla, hacerla sufrir, que llorara. Perdí el control. Al verla, recordaba lo que hicieron mis padres.Ese era mi problema. Cada vez que alguien me traicionab
••Narra Derek••Sus grandes ojos azules me miraban, debatiendo entre la determinación y el miedo. Siempre impulsiva, siempre arriesgada.Siempre me ha tenido miedo, por más que trate de disimularlo, y aún así, toma las decisiones que sabe que me pondrán en su contra.Pudo actuar como los demás asustadizos en la sala y limitarse a gritar que lo soltara. Pero no, ella necesitaba enfrentarme, debía demostrar que no se dejaba ganar por el miedo. Por eso me sorprendió que se dejara intimidar por su antigua jefa. La Erika de hace diez años no hubiese aguantado la actitud de Katy, así como no aguantó la mía en aquel entonces. Es como si su fortaleza fuese disminuyendo con los años. ¿Qué la habrá hecho cohibirse?Hace diez años no hubiese podido obligarla a casarse conmigo. Con ese carácter salvaje los más probable es que me apuñalara sin importarle ir a la cárcel. Me limité a seguirla de vez en cuando a través de un investigador privado. Y cuando no pude contenerme más; cansado de estar entr
••Narra Erika•• Mi cuerpo se sentía pesado, cansado. Los ojos me ardían al parpadear. Estaba en la cama de Derek, cubierta por las sábanas. No sé en qué momento terminó la reunión, ni siquiera recordaba volver a casa. Creo que me quedé dormida en los brazos de Derek. Recuerdo abrazarlo, rozar mi nariz contra la piel de su cuello, aspirar su aroma. En el momento en que me había sentado sobre su regazo, me llenó de esperanzas. Él me quería, por más que intentara negarlo o fingirlo, yo me daba cuenta. Porque los pequeños detalles que para otros eran insignificantes, para mí tenían mucho valor viniendo de alguien como Derek Fisher. Por favor, acababa de golpear a alguien y dejar su cuerpo inerte a los pies de la mesa mientras seguía con la reunión como si nada. Si fuese otra persona la que estuviera en mi lugar, no le importaría un pepino si colapsaba en el piso o me moría de hambre. Él me perdonaría, tarde o temprano, pero lo haría. La puerta se abrió. Carla entró, sonr