Debí huir, debí esconderme, debí pedir ayuda. En su lugar, terminé de pasar y cerré la puerta detrás de mí. Intenté actuar como si no me afectara la escena, como si el aura que expedía Derek no me perturbara. Respiré profundo, encontrando la firmeza en mi voz. ―¿Qué significa esto? ¿Por qué estás golpeando a ese hombre? Derek retiró su pie del cuerpo del pobre hombre. ―Salgan de aquí ―Se dirigió Derek a su séquito―. Y llévenselo. Me encargaré de él más tarde. Abrí los ojos con sorpresa y horror. Aquel hombre se encontraba lleno de moretones y prácticamente inconsciente, y aún así querían seguir maltratándolo. Corrí a socorrer al hombre que estaba echado en el suelo con un ojo cerrado e hinchado y el otro estaba entrecerrado. Me arrodillé a su lado, analizando su estado. ―Este hombre necesita ir a un hospital ―grité. Dos hombres se acercaron a nosotros y me cerní sobre la espalda del herido. ―¡No sé lo van a llevar para seguir golpeándolo! Los actos a
Me quedé unos segundos en silencio, procesando sus palabras. ―¿Te debe dinero? ―Sí. ―Debe ser mucho dinero para que lo golpees de esa manera. ¿Te robó una empresa? ¿Le prestaste suficiente dinero para dejarte en bancarrota? Resopló y tomó mi muñeca, guiándome nuevamente a la butaca. ―La cantidad que presté es insignificante. No me afectará. Lo que me molesta son esos parásitos que piden dinero para pagar una deuda y terminan debiéndole a otra persona diferente. Se sentó e intentó montarme en su regazo, pero me aparté y tomé distancia. Sus palabras me escocían. Era doloroso y no por el simple hecho de referirse tan despectivamente de las personas que compartían mi situación económica, sino porque lo estaba diciendo él. Estaba decepcionada de Derek. ¿Cómo siento decepción por alguien que siempre supe que era clasista? ―No sabes por lo que están pasando esas personas. Lo que los llevó a recurrir a un prestamista privado. Imagínate, prefieren pagar una deuda
Corrí sin mirar atrás hasta que los murmullos desaparecieron. Sentí mi cuero cabelludo quemarse y mi rostro arder. Me costaba mantener los ojos abiertos por las lágrimas involuntaria que brotaban. El dolor se mezclaba con la impotencia y la humillación, haciéndome sollozar descontroladamente. ―Ven conmigo ―Esa voz, la reconocía. No podía verlo bien. Me tomó de la mano y dejé que me guiara. Era un mar de lágrimas. Pasamos varias puertas. Me estrujé los ojos y pude ver al hombre que me ayudaba. Era Carlos, el pasillero. Recorrimos los pasillos del área de empleados. Cada empleado que nos veía pasar nos perseguía, preguntando sobre mi estado e intentando ayudar. ―¿Qué le pasó a la pobre? ―¿Adónde la llevas? Siéntala aquí. Nosotras la tratamos ―exigió una señora. Los gritos aumentaron. ―¡De acuerdo, de acuerdo! Es toda suya, pero tengan cuidado. La señora Katherine le echó encima moca latte caliente ―dijo Carlos. ―¡Esa vieja bruja! ―exclamó una mujer de gran
Otro maldito día; la misma testada rutina, la misma insípida comida, la mayor parte de mi día trabajando en una aburrida oficina, tolerando a una arrogante y prepotente jefa. Apenas llegue a mi casa veré por décima vez en esta semana la película: quiero matar a mi jefe. Estuve matándome estudiando para terminar siendo la asistente de una infeliz millonaria clasista y sin corazón. Me endeudé en la universidad, pagando una costosa matrícula la cuál aún debo, ¿para esto? ¿Esta era mi gran meta en la vida? No sé qué es peor, ¿tener a la peor jefa del mundo o que la peor jefa del mundo sea mi ex compañera de universidad que siempre me detestó? Por algún motivo que no entiendo, siempre estuvo en mi contra. Si yo decía que el pasto era verde, ella proclamaba que era amarillo. Si decía que el océano era azul, ella juraba que era rosado. La vida era tan injusta. Mientras yo me endeudaba para poder pagar la universidad, ella iba a grandes fiesta, nunca estudiaba y pasaba los semestr
Se me cortó la respiración. Llevaba años sin verlo en persona, específicamente desde los veintiuno. No podía negar que este hombre siempre fue atractivo hasta el punto de ser doloroso. Y los años solo lo mejoraron y le dieron un aire de madurez y sofisticación difícil de pasar por alto. Su estatura rozaba el metro noventa, sus piernas eran largas y bien definidas. Sus hombros anchos cubiertos con el traje de vestir. Siempre tuvo una contextura envidiable, no era ni muy robusto ni muy flaco, un equilibrio perfecto entre ambos. Me preguntaba cómo se vería sin camisa, que tanto se le marcarían los músculos. Me encontré con su mandíbula marcada y las facciones de su rostro eran armoniosas. Su cabello negro azabache estaba peinado hacía atrás y sus ojos grises creaban un gran contraste con su piel pálida. Jamás lo negué, físicamente me atraía, pero su personalidad me alejaba. Un brillo burlón bailaba en sus ojos grises. No sabía que expresión tenía mi rostro, pero debí que
El rostro de Derek era tan severo como armonioso. Sus fosas nasales se ensanchaban, su mandíbula estaba tensa y sus labios eran una línea recta. Sus ojos grises me evaluaron de arriba abajo, recorriendo mis piernas desnudas, mi blusa suelta que dejaba a la imaginación mis curvas, mis pequeños pechos que no se notaban gracias a la tela. A una chica de busto grande o promedio se le hubieran notado los senos a través de la tela, la forma al menos. Pero a mí no. Mis limoncitos no resaltaban. Y aún así, Derek las miraba con una intensidad que me hacía preguntar que estaba pasando por su mente. Por fin vio mi rostro y apartó la mirada sin mostrar expresión alguna. Aproveché y examiné su cuerpo. Tenía puesta una pijama sencilla; una camisa manga larga blanca y un pantalón gris de algodón. Parpadeé con pesadez. Mi cerebro aún estaba medio dormido, pero no comprendía porque se encontraba en esas fachas. Cómo si hubiera saltado de la cama. Pero eso no tenía sentido, porque había llamad
Me aclaré la garganta, pasando del rostro de Derek, al de su acompañante y el de mi jefa. Katy se encontraba con el ceño fruncido, los labios rojos apretados y la mandíbula tensa. Estaba celosa. El hombre con el que estaba intentando concertar un matrimonio tiene sus manos puestas sobre una secretaria que estudió en el pasado con él. Me solté bruscamente. ―No, no estaba fumando. Recordé al desgraciado de Martin; el prestamista, y lo maldije mentalmente. No era consciente del calibre de mi olor porque el humo que soltó en mi cara bloqueó mis fosas nasales. Pero debió ser tan grave para que Derek se diera cuenta solo por pasarle por el lado. Volvió a sujetar mi muñeca y llevó su nariz a la palma de mi mano. Mi corazón dio un vuelco por su forma tan íntima y personal de tocarme. No podía negar que este hombre me afectaba, no estaba hecha de hierro. Tenía corazón y hormonas como el resto de las mujeres. Físicamente era perfecto, el problema era su forma de tr
Estuve la mayor parte de la fiesta embriagándome y hablando con la novia. ―Estás colocadísima, Erika ―dijo Kira, la novia. Su voz se escuchaba más aguda de lo normal y arrastraba las palabras. ―No más que tú ―Me reí. Estábamos bailando las dos juntas en medio de la pista, como si fuéramos una pareja. Nos tomábamos del cuello y la cintura, girando y siguiendo el ritmo de la salsa. El mundo me daba vueltas, pero no entendía como me mantenía de pie. Choqué con un señor mayor bailando con su esposa. ―Disculpa ―dije, entre risas. El señor me dirigió una mirada de desagrado antes de apartarse. No me importaba. Ya varias personas han intentado separarnos porque estábamos haciendo “el ridículo” según ellos. Principalmente los quejones eran de la familia de Kira y el novio. Venga ya, la mujer se está divirtiendo en su propia boda. ¿Ahora es eso un delito? Ella debería poder divertirse sin preocuparse por las normas sociales. ―Me alegra que hayas venido, me hubiera a