Me sentía incómoda en medio de aquella sala, rodeada de personas que se debatían entre menospreciarme o fingir ser mis amigos. Los miembros se limitaron a mirarme y cuchichear lo suficientemente bajo para que yo no escuchara, al menos. Ahora que Derek no estaba a mí lado, no se tomaban la molestia en acercarse hablar. Con pasos vacilantes, salí del lugar y recorrí el primer piso de la mansión. La vista era espléndida. Se podía ver los cabellos galopando en la parte trasera del jardín. En otra área, estaban jugando croquet. Y a lo lejos, estaban jugando al golf. Nunca había visto un terrero tan grande siendo poseído por una única persona. Este lugar estaba repleto de pasatiempos y entretenimiento para mantener contentos a la élite de la élite. ¿Cuánto costará la mensualidad en este lugar? Los minutos pasaban y me impacientaba. Subí al segundo piso, en busca de Derek. A diferencia del primer piso, este lugar estaba desierto y las habitaciones cerradas. Un camarero salió d
Debí huir, debí esconderme, debí pedir ayuda. En su lugar, terminé de pasar y cerré la puerta detrás de mí. Intenté actuar como si no me afectara la escena, como si el aura que expedía Derek no me perturbara. Respiré profundo, encontrando la firmeza en mi voz. ―¿Qué significa esto? ¿Por qué estás golpeando a ese hombre? Derek retiró su pie del cuerpo del pobre hombre. ―Salgan de aquí ―Se dirigió Derek a su séquito―. Y llévenselo. Me encargaré de él más tarde. Abrí los ojos con sorpresa y horror. Aquel hombre se encontraba lleno de moretones y prácticamente inconsciente, y aún así querían seguir maltratándolo. Corrí a socorrer al hombre que estaba echado en el suelo con un ojo cerrado e hinchado y el otro estaba entrecerrado. Me arrodillé a su lado, analizando su estado. ―Este hombre necesita ir a un hospital ―grité. Dos hombres se acercaron a nosotros y me cerní sobre la espalda del herido. ―¡No sé lo van a llevar para seguir golpeándolo! Los actos a
Me quedé unos segundos en silencio, procesando sus palabras. ―¿Te debe dinero? ―Sí. ―Debe ser mucho dinero para que lo golpees de esa manera. ¿Te robó una empresa? ¿Le prestaste suficiente dinero para dejarte en bancarrota? Resopló y tomó mi muñeca, guiándome nuevamente a la butaca. ―La cantidad que presté es insignificante. No me afectará. Lo que me molesta son esos parásitos que piden dinero para pagar una deuda y terminan debiéndole a otra persona diferente. Se sentó e intentó montarme en su regazo, pero me aparté y tomé distancia. Sus palabras me escocían. Era doloroso y no por el simple hecho de referirse tan despectivamente de las personas que compartían mi situación económica, sino porque lo estaba diciendo él. Estaba decepcionada de Derek. ¿Cómo siento decepción por alguien que siempre supe que era clasista? ―No sabes por lo que están pasando esas personas. Lo que los llevó a recurrir a un prestamista privado. Imagínate, prefieren pagar una deuda
Corrí sin mirar atrás hasta que los murmullos desaparecieron. Sentí mi cuero cabelludo quemarse y mi rostro arder. Me costaba mantener los ojos abiertos por las lágrimas involuntaria que brotaban. El dolor se mezclaba con la impotencia y la humillación, haciéndome sollozar descontroladamente. ―Ven conmigo ―Esa voz, la reconocía. No podía verlo bien. Me tomó de la mano y dejé que me guiara. Era un mar de lágrimas. Pasamos varias puertas. Me estrujé los ojos y pude ver al hombre que me ayudaba. Era Carlos, el pasillero. Recorrimos los pasillos del área de empleados. Cada empleado que nos veía pasar nos perseguía, preguntando sobre mi estado e intentando ayudar. ―¿Qué le pasó a la pobre? ―¿Adónde la llevas? Siéntala aquí. Nosotras la tratamos ―exigió una señora. Los gritos aumentaron. ―¡De acuerdo, de acuerdo! Es toda suya, pero tengan cuidado. La señora Katherine le echó encima moca latte caliente ―dijo Carlos. ―¡Esa vieja bruja! ―exclamó una mujer de gran
―¿Qué mierda? ―Escuché la voz de Derek a lo lejos. Fui por el pasillo indicado y para mí suerte, solo tenía una puerta a pocos metros de distancia. Tiré de la perilla y no cedió, me golpeé de frente con la puerta. ―¡Rayos! ―¿En serio pensaste que iba a dejar la puerta trasera abierta cuando tienes impulsos escapistas? ―habló Derek, acercándose con lentitud. Estábamos en medio de un pasillo estrecho, donde mi única salida era volver sobre mis pasos. Sin embargo, había un hombre pelinegro de ojos grises y un metro noventa que me bloqueaba el camino. Me mantuve en modo de ataque, buscando un punto ciego entre sus extremidades. Se detuvo a la mitad del pasillo y extendió sus brazos. Me sonrió con malicia, viéndome como si fuera un conejo enfrentándose a un lobo. ―Ven. Intenta escapar si puedes. Tragué grueso. Me movía de izquierda a derecha en aquel estrecho pasillo, observando mis pequeñas posibilidades de libertad. ―Eres despreciable. Antes de que
Toqué algo cálido y duro. Los párpados me pesaban. La noche estaba fría y las cobijas tibias. Mi mano examinaba la zona caliente y firme. ―Si bajas un poco más me provocarás una erección ―dijo una voz adormilada. Abrí los ojos de golpe. Derek estaba acostado a mí lado, con los ojos cerrados y el pecho descubierto. Mi mano descansaba sobre su abdomen entrenado. Por impulso, lo golpeé justo en esa muralla de rocas llamada abdomen. ―¿Qué haces aquí? ―grité, con el corazón a mil. Me senté en la cama mientras él se doblaba de dolor. ―Tienes la mano pesada, maldición ―Se quejó, recomponiéndose con rapidez. ―Dijiste que dormirías en la habitación reservada ―reclamé. ―Sí, pero apenas que anuncié que te quedarías aquí por el día de hoy, misteriosamente, Carlos pidió hacer doble turno. ―Tal vez necesita el dinero con urgencia ―dije con seriedad. Me tomó de la muñeca, estrechándome contra su cuerpo. No llevaba sostén, solo un camisón de seda. Por lo cual se sen
Su lengua allanó mi boca, jugueteando con ella, causando hormigueo a lo largo de mi cuerpo. Mis pulmones suplicaban por oxígeno, el vello se me erizó y la piel me ardia como candela. La rabia me inundaba las venas, el odio corroía mis huesos, y aún así, le estabacorrespondiendo el beso. No tendría mucha experiencia en los besos con lengua, pero hacía mi mayor esfuerzo por dominar ese territorio desconocido para mí. Sus labios bajaron por mi cuello, chupando y lamiendo. Mi pecho subía y bajaba erráticamente, en busca de oxígeno. Él no parecía estar sin aliento pese al desespero en sus movimientos. Era como si besar mi piel fuese lo que necesitase para sobrevivir. No estaba segura de que hacer con mis manos, dónde ponerlas. Pero quería experimentar. Siempre fui una curiosa reprimida. Y tenía la oportunidad frente a mis ojos. Por fin podía sentir el cuerpo masculino con libertad, la textura, la forma, la calidez de su piel. El único problema es que era Derek; el mismo hombre que s
―¿Eres virgen? ―repitió ante mi silencio. Solo podía pensar en mi adolorida vagina y la rara sensación que dejó ante su salida de mi canal.―Erika, ¿eres…?―¡Joder, sí! ―dije histérica.Mi mente estaba ocupada con el hecho de que me dejé lastimar para saber cómo se sentía ser penetrada. El rostro de Derek fue de la confusión a la emoción. Las comisuras de su boca se levantaron. Me ofreció una sonrisa genuina, la más sincera que he visto hasta ahora. Algo parecido al alivio cruzó su rostro. Fruncí el ceño. Me disgustaba que supiese que soy… era virgen. Lo último que necesitaba era que ese pretencioso hombre se haya llevado mi pureza y eso alimentara su orgullo masculino. Este hombre me quería solo para él. había demostrado su molestia ante la idea de haber sido poseída por otro hombre. Lo cual considero hipócrita porque el hobby de este tipo era desvirgar mujeres y luego desvincularse de lo sucedido. Pensándolo mejor, temo que haga lo mismo conmigo. Hoy tendremos sexo, pero ¿mañan