4: Miel y naranja.

Leander.

Miel y naranja, una perfecta combinación de ácido con azúcar.

Aprieto mis puños gritándole a Near que se mantenga calmado cuando este comienza a aullar como un jodido lobo en celo.

Su olor es el que nos ha estado volviendo locos, y verla vestida así, tan natural pero al mismo tiempo tan sensual, nos incita a caer en el instinto primitivo de todo animal, y no, no es comer. Mi boca se hace agua y puedo ver en mi mente cómo Near babea por su presencia. Nos gustaría tanto probar cualquier cosa de ella.

Sin poder controlarme me encuentro frente a ella. Después de hacerle ver a Near que la chica está asustada, él se controla porque lo que menos quiere es alejarla de nosotros.

—Dania —pronuncio su nombre, casi sintiendo su sabor en mi paladar.

Si es ella quien huele así, ¿cómo es que en nuestro primer encuentro no pudimos olerla? Todo esto es extraño, ¿qué demonios nos sucede? No puedo apartar mi mirada de ella, me hipnotiza pese a las miles de preguntas en mi cabeza.

—Hola, Leander —dice con una sonrisa nerviosa.

Amo que recuerde mi nombre. Además, puedo olerlo bajo esa capa de naranja con miel, está sudando por mi presencia, y no es por miedo.

—¿Qué haces aquí…? ¿Vienes por mí? —fantaseo en broma, pero sus mejillas se sonrojan sin despegar su mirada verde de la mía.

Near aúlla feliz.

—¡Le gustamos a esta humana!

—No espera, estúpido, yo soy el que le gusto. Ella no te conoce.

Near me empuja de repente, molesto por mi comentario, pero logro controlarlo rápido. ¿Por qué le he dicho eso? ¡Siempre nos tomo en cuenta por igual! ¿Por qué siento celos de mi propio lobo? M****a, esto no está bien.

—Leander, llévate a la chica, tócala, haz algo. Di algo, maldición —me suplica Near.

—Dania. ¿Está todo bien? —le pregunto finalmente.

Ella asiente, tímida, enfocando su vista en el portero que ha estado modo idiota, y entonces recuerdo qué ha sucedido. He encontrado a Joaquín saliendo de mi cubículo, y cuando vi aquél cupcake fui tras él para exigir respuestas pero este parecía sordo, ciego. No respondió mis preguntas.

Y ahora me atravieso en medio de Dania y el portero porque ni a Near ni a mí nos gusta que ella enfoque su vista en otro hombre.

—Sí, estoy bien, ¿recibiste el cupcake? —pregunta tranquila, y mi boca se seca—. Debo darle las gracias a nuestro amigo el portero. Él estuvo confabulando conmigo esta semana para dejarte los regalos, ¿cierto, Joaquín?

Ni siquiera me giro a ver a Joaquín, solo lo escucho afirmar lo que ella dice y luego se va, dejándonos solos en la sala.

—¿Tú me has estado enviando regalos? ¿Las galletas, los accesorios…?

Ella asiente, acelerando nuestro corazón. Near parece un cachorro feliz saltando en mi mente, porque ella nos ha estado dando estas cosas.

—Síp… —Se cruza de brazos, ahora un poco más segura de sí—. ¿Pero por qué no usas nada de lo que te he regalado? Entiendo si no te gusta usar accesorios, ¿pero al menos te han gustado las galletas y el cupcake?

Asiento con la cabeza, embobado por ella. M****a, ¿cuándo fue la última vez que sonreí por tanto tiempo? No lo recuerdo, creo que nunca, solo ahora.

—Me ha encantado todo —juro—. Dime que las has cocinado tú.

—Ah por supuesto que sí, no serían especiales si no…

Ante su comentario me siento perdido, como si estuviera a punto de rendirme a sus pies.

—Pues me siento como un idiota ahora por no haberte aceptado la salida aquella noche, y mucho más por no darte algún obsequio.

La castaña se encoge de hombros.

—El libro que llevas en tu maletín podría compensarlo.

Reacciono. ¿Cómo sabe que tengo el libro aún conmigo?

—Ella es lista, muy lista. Quiere salir con nosotros. Invítala a salir, no seas idiota —incita Near, mareado por su presencia, su olor.

Quiero hablar pero entonces escucho pasos a la distancia, ella también parece darse cuenta que pronto tendremos compañía, así que habla primero.

—Esta noche, después de que salgas del trabajo, saldré del mío y pasaré por ti.

—¿Pero en dónde trabajas?

Me siento confundido. Sé que mis compañeras de trabajo están detrás de nosotros, escuchando la conversación, pero ella es más importante ahora.

—Ahm… Responderé todas tus preguntas esta noche, Leander… —Me guiña el ojo, y casi tengo un infarto.

Mi Diosa. ¡Qué mujer tan hermosa!

Cuando se va despidiéndose de mí con la mano, no despego la vista de su silueta, de lo bien que le queda ese vestido amarillo, de sus piernas, de su sonrisa, sus ojos. Y entonces se va, con la promesa de que tendremos una cita el día de hoy.

—¡Lo veo y no lo creo! —grita Kristin, haciéndome reaccionar.

Pero no puedo soportar las bromas respecto a lo que todos han visto, solo corro al ascensor para ir con ansias a mi piso. Near y yo nos encontramos más que ansiosos mientras los segundos pasan. Para cuando llego a mi escritorio, tomo el pequeño cupcake en mis manos temblorosas, oliéndolo, admirándolo.

—Cómelo, cómelo, ¡cómelo! —suplica Near, babeando.

Paso la lengua por el pequeño corazón de crema pastelera y jadeo mientras siento todo mi cuerpo erizarse; el azúcar se derrite en mi paladar y caigo en la silla, mareado. No puedo resistirme a tomar un pequeño bocado del bizcocho, y al hacerlo, miles de emociones felices nos embriagan. Sabe a lo que ella huele, es exquisito como seguramente ella lo es.

Y no puedo creer que esté teniendo una jodida erección ahora mismo por recordarla e imaginar sus manos elaborando esto para mí.

—¿Quién es esta humana? ¿Por qué nos lleva a borde con cosas tan sencillas? —cuestiono a Near, con una sonrisa.

—No lo sé… Pero quiero que ella me acaricie.

Suspiro ante su deseo. Jamás. Jamás nos había sucedido. Ni en la luna llena en su punto más alto hemos sentido tantas ganas de algo más que no sea ser libres. Eso ha cambiado ahora, con la llegada de Dania.

—¿Pero qué hay de nuestra promesa? —inquiero, de repente cayendo en la realidad—. No podemos tener sexo con una humana. No podemos tener sexo con alguien que no sea nuestra compañera.

Near guarda silencio unos segundos. Esto es importante para ambos.

—Pero nunca nos había pasado esto, Leander.

Y las preguntas que me he hecho toda esta semana vuelven a mí.

¿Y sí mi compañera es una humana pero no podemos saberlo por no ser hija de la luna?

—Lo sé… Near. ¿Pero tú también lo sientes? ¿Sientes que quieres estar con ella ahora mismo?

—No lo siento, lo necesito, Leander. No sé si podré controlarme esta noche.

Echo la cabeza hacia atrás, frustrado.

Esta noche… Esta noche… ¡Mierda!

—Near, no podemos salir con ella, tenemos que salir con papá y Adriel.

Near gruñe molesto por nuestro compromiso, pero no es algo que pueda rechazar. Anoche cuando mi hermano soltó todo aquello, simplemente no le creí. Papá no dijo nada para afirmarlo, dijo que ya era suficiente y me soltó. Él alejó a Adriel de mí y me dijo que hoy en la noche emprenderíamos un viaje. No cuestioné nada, pero todo aquello me quitó el sueño, aunque en el fondo sé que es algo imposible.

¿Yo? ¿Destinado a encontrar una bruja que los Alfas quieren para apoderarse de la humanidad? Ay por favor, ¿solo soy libre en luna llena y debo desperdiciar mi tiempo en una jodida profecía? ¿De dónde ha sacado Adriel todo eso? ¿Mamá murió protegiéndome? Es mentira, yo la vi morir. La recuerdo en una cama enferma, dando su último aliento.

¿Y qué hay de las brujas? Sé que las hay, papá una vez me lo confirmó, pero sé que de haberlas no se aliarían con otras especies, ¿qué beneficios sacarían ellas?

Sacudo la cabeza y Near me pide que deje de pensar en eso porque lo hace sentir muy nervioso. Él solo desea ver a Dania y ambos nos sentimos tristes por tener que rechazar la cita, pues es imposible que dejemos plantado a nuestro padre.

—Pero Leander, escúchame…. Puedo resistirlo.

—¿Qué cosa?

—Las malditas esposas de plata. Es el castigo de nuestro padre siempre. Puedo soportarlo si tan solo la tenemos una noche.

Siento el calor en mi pecho extenderse al recordar su sonrojo, y su interés en mí. Ella no es una coincidencia. Ella no es como cualquier otra humana. Y sé que me voy a arrepentir si la dejo plantada.

—Está bien. Una noche —respondo a Near, y este aúlla feliz en mi cabeza. E incluso cuando mi jefe llega con resaca y mal humor a la oficina, nuestro estado hipnotizado por Dania no se va.

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