Mi aprendiz ahora es un tirano
Mi aprendiz ahora es un tirano
Por: jinx2117
Prologo

Selene era una mujer hermosa. Con una magia igual de poderosa. Residía en la gran colina Olida donde todos la admiraban y adoraban por igual. En un monte, justo arriba, en la punta de la montaña estaba su gran morada.

Era una mujer importante y justo esta noche, la joven bailaba a la luz de la luna cerca del lago. Un baile ancestral con pasos bien ensayados y precisos. Un baile casi secreto conocido por muy pocos.

Cuando termino su baile suspiro —sé que estás ahí

El muchacho salió apenado de entre los arbustos —lo lamento maestra. No quise interrumpirla. Venia a preguntarle algo cuando la encontré bailando. Quería esperar a que terminara primero —el muchacho se arrodillo ante ella

—No tienes que hacer eso —su gran túnica blanca le revoloteaba por el aire de la noche

El cielo estaba oscuro, bañado con un tenue azul brillante. Era una hermosa noche, al igual que ella.

—Maestra… discúlpeme. Nunca soy digno de nada y menos de usted. Siempre es muy bondadosa conmigo.

—N-no… no seas tan modesto —sonrió nerviosa. Para ella era agotante tanta adoración. —no es necesario tanta formidad, Reined. ¿Cuál era la noticia que venias a traerme?

—Yo… —agacho la cabeza — el consejo se reunió de nuevo. Quieren tu ayuda y... sabiduría. —su tono cambia —Quizás quieran mandarla a otra misión…

—Entiendo, —asintio solemne —en ese caso, debo partir de inmediato.

—¡Pero esas misiones duran días! —se levantó —Por favor... ¡lléveme con usted!

Lo miro con ternura —Jamás haría eso

—Edahi… —la miro y había anhelo en sus ojos. Era el único que la llamaba así. Él vivía y respiraba solo para servirle a su maestra. Ella era su todo. —nadie es digno de ti en mi opinión. Esos tipos tienen suerte de tenerte, tienen suerte de siquiera poder mirarla, mas aun de servirles. Usted los ayuda a cambio de nada. No debe hacer eso. Arriesgarse a tanto en el bosque maldito... —niega amargamente —tu vida para mi es…

—Aprecio tu opinión, y preocupación, —le corto y a la vez le sonrió de forma tranquilizadora. El joven era delgado y algo mas pequeño que ella de estatura —pero tengo que ir. Eso no esta a discusión.

—¡Pero maestra…!

—Obedece lo que te digo.— y esta vez habia firmeza en su voz.

Entonces el joven cierra la boca. Pues, aunque nunca le gustara sus decisiones, él siempre las respetaba. Jamás invalidaba o ignoraba una sola palabra suya. Su vida se regia por sus reglas. Su boca marcaba su destino, ella chasqueaba los dedos y él ya se estaba moviendo. Siempre habia sido asi. El; su fiel sirviente.

—Ya que no puede detenerla. ¿Puedo al menos pedirle que se cuide, y que a su regreso se reúna conmigo en el lago?

—Claro. —le sonrió — eres mi joven pupilo. Después de todo, queremos practicar la magia astral.

—No ha existido en este mundo alguien mejor que usted para eso— la alago nuevamente

Ella sonrió —te agradezco.

El chico se le acerco y le tomo una de sus manos. Era un gesto que siempre solía hacer. —yo le debo todo. Incluso mi vida. — se arrodillo —Espero que lo sepa siempre. Mi vida le pertenece. Si en algún momento tiene que usarla, tómela.

—Pero que cosas dices…—su semblante suave. Ella giro retirando las manos, entonces sus cabellos sueltos revolotearon en el aire nuevamente cuando otra brisa cruzo. Una mezcla de oro y brillo. Su piel tan pálida como la nieva y sus ojos como el ámbar. Era hermosa. —salvarte la vida en ese bosque oscuro para mi fue todo un privilegio, Y criarte, de igual manera —sonrió con autentico cariño

Después de todo, ella era mucho mayor que él. Siempre lo vio con aprecio, y se había encariñado con el muchacho. Era una de las pocas personas que más le preocupaban. Ya habían pasado muchos años viviendo juntos. Iba a entrenarlo bien para que desempeñara su correcto papel en el templo y con el tiempo que quedara a cargo de ciertas cosas. El era su mayor orgullo y siempre se lo decía

—Mi fiel alumno… por favor, cuida de todos aquí. Volveré pronto

—¿Lo promete?— su mirada perturbada.

—No dejes que el miedo te nuble el buen juicio. Encuentra tu centro —le señalo el pecho —siempre aquí. Y sí. Volveré pronto. Lo prometo.

Pero serian palabras vacías. Promesas rotas.

Porque ese mismo día, ella morirá en combate.

Si…

Ella jamás volvería. O al menos, no siendo ella misma.

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