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Capitulo 3: Mi aprendiz, un tirano.

Su aprendiz estaba ante ella. Vestido como el enemigo. Portando su marca. Usando su sello. Y su magia oscura lo rodeaba. Un general, por su vestimenta.

El... el dirigía aquel ejército. ¿Cómo había terminado en el lado equivocado?

—¿Reined?— repitió su nombre desconcertada

Y solo cuando escucho aquello su rostro parecido descomponerse. Con el mandoble de su espada la arrojo al suelo nuevamente hasta inmovilizarla. Parecía desquiciado. Y tanta agresividad no era reconocible para ella. Jamás.

—¡¿Cómo sabes ese nombre?!— le siseo con rabia contra su rostro

—¿De qué... de que estas hablas?— le contesto igual de molesta mientras trato de empujarlo lejos para quitárselo de encima —así es tu nombre ¿Qué rayos haces portando aquel uniforme? ¿Qué rayos haces jugando con magia m*****a? ¿acaso no te he dicho ya miles de veces lo peligrosa que es?

El rostro del chico más que molesto también reflejaba desconcierto —¿Quién eres que portas la magia de antaño y osas a hablarle con tanta informalidad al gran gobernante?

¿Gran gobernante? ¿de qué rayos hablaba?

—¿Estás trabajando para el tirano? ¿para el malo? ¿Quién es tu gobernante?

—¿Trabajar para alguien?— su voz seca. Una sin emoción o cargado de ningún sentimiento —yo soy el amo aquí. Yo soy el rey. Soy tu gobernante y el de todos aquí

¿Qué?

Entonces al volver a ver sus ojos a los suyos creyó comprender algo que no se le había pasado por la cabeza aun

—El tirano del que todos hablan...—respiraba agitada —¿eres tú?

—Es la conversación más extraña que tendré con alguien que esta por morir. — y en un movimiento rápido alza su espada para volver a bajarla con la misma velocidad, con la intención de asesinarla

Su magia reacciona antes que ella. Como un movimiento aprendido con el tiempo y normalizado como autoprotección logra alejarlo. Tan normal para ella como respirar.

Eso saca de un empujón al hombre de cabellos oscuros. ¿Cómo podía siquiera estar vivo luego de tantos años? Ni siquiera había envejecido, pero si había cambiado.

—Esta magia...—el miraba hacia el suelo y tocaba los restos de su aura en su propio cuerpo. —¿Quién eres tú? ¿Cómo tienes una magia que se perdió hace años?

—Tan ingenuo como siempre— se levantó más enfadada aún. Quería explotar. Ir con rabia hacia él y gritarle en la cara. Tal y como lo había hecho cientos de veces ya antes cuando él era más joven. —no has aprendido ni guardado ninguna de mis lecciones, Reined. Estoy tan decepcionada.

Otra vez aquel rostro perturbado —Ese es un nombre que no había usado en mucho tiempo

—Ese; es tu nombre. —se lo señalo

—¿Cómo sabes eso? Ha pasado mucho tiempo... No queda nadie vivo como para recordarlo. ¿Dónde lo has leído? ¿Quién te lo ha contado? ¿encontraste algún registro? No. Imposible. Yo queme todo. Ardió, al igual que hice con el monte Olida.

¿Qué?

—Espera. ¿fuiste tu? —revelación —¿tu quemaste el monto Olida? ¿tu destruiste mi hogar?— indignación

Los ojos azules fríos del muchacho se centran en la mujer ante el —El monto Olida no ha tenido residentes ni ha sido el lugar de nadie hace más de cien años

—Claro que lo es. Lo fue. Y lo será siempre. El hogar de muchos y refugio de todos. Has hecho muy mal Reined. No pasare por alto todas estas cosas. Voy a corregirte como tu maestra que soy

Ahora sus ojos se ensombrecieron. —¿Cómo te atreves a decir tal cosa? Solo tuve una sola maestra en mi vida. —empuño de nuevo su espada con ojos furiosos

—¿Tu pelearas conmigo?— había burla en su voz — Yo te enseñe todo lo que sabes. No hay nada que puedas enseñarme que me tome por sorpresa

Mas furia en su rostro. Se lanzo sobre ella y esta le correspondió. Cada técnica lanzada de ataque, ella conocía el contraataque de la misma. Movimientos pérdidos hace años. Unos que solo ellos conocían ahora.

Y por unos minutos traicioneros sintió la conexión de ambos en la lucha. Ya habían peleado antes en prácticas de combate, hace muchos años atrás, sincronizada, perfeccionada, metódica, y perfecta. Como un baile bien ensayado.

—Maldición...— se separó y la miro con odio —¿Quién eres?

—Creí que a estas alturas ya lo sabrías. ¿No te has dado cuenta aun? Soy Selena. La gran maga del monto Olida.

—No. Ella murió. Murió hace muchos años.

—Dime algo que no sepa —murmuro hostigada de la misma historia — mi magia se agota... jamás dura... sabes que luego del séptimo uso es así. No tendré energías más allá de eso. Si aun piensas matarme luego de eso supongo que podrás hacerlo.

—Peleas como ella. Conoces su estilo de pelea. Pero eso no te hace ella. No sé qué clase de jugarreta han planeado estos aldeanos llamados guerreros para confundirme, pero no va a funcionar. Todo lo que sabes, lo has leído, o informado de alguien.

—Si borraste todo rastro como dices, entonces no. —sonó en sorna — siempre pensé que eras más listo. Siempre eras muy cuidadose y cauteloso con todo. Si te tomaste el tiempo de hacer un trabajo, estoy más que segura que lo hiciste bien. Sabes que no miento

—Selene era mi querida maestra. Y tú no eres ella.

—No. No. Para ti jamás fui Selene. Jamás me llamaste así. De hecho, aun se me hace extraño que te refieras a mí con ese nombre. Tú, —lo miro — tu solías llamarme, Edahi

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