Capitulo 4: No me conoces

Estaba más que claro que aquello lo dejo desarmado. En blanco. Confundido. Dudar en medio de una batalla no es una buena decisión.

—No has envejecido ni un solo día —le comento ella esta vez mirándolo igual de desarmada. —lo lamento. Mi muerte te hizo esto... no te prepare lo suficiente. Todo esto...—miro a su alrededor llena de pena y remordimiento — es mi culpa. No fui suficiente... ni siquiera pude salvar Claro Luna.

El respiraba agitadamente —Claro Luna se salvó aquella noche —sus ojos se pusieron cristalinos, pero no soltó ni una sola lagrima — lo salvaste aquella noche. Pero luego... luego fue atacado de nuevo y destruido. Tu sacrificio fue en vano. Ellos jamás te merecieron. Te dije que me llevaras. ¡te dije aquella noche que me llevaras! Pude haberte salvado. Yo pude...— se llevó la mano a la frente, mareado. Claramente esta situación lo superaba —¿pero que estoy diciendo?— sacudió su cabeza

Porque decir aquello era aceptar su "locura". Su loca historia de que esta mujer era ella

—Todo está bien, aprendiz. Ahora que he vuelto. Te aseguro que todo estará bien. Arreglaremos esto. Lo arreglaremos todo. Yo me encargare.

El empezó a reír de forma amarga —¿aprendiz? No. No eres ella. Me has convencido solo por unos leves segundos. Lograste engañarme solo un instante. No se que clase de brujeria haces, pero no —la miro — no me harás flaquear de nuevo. Debiste haber aprovechado esa oportunidad...— entonces se fue otra vez contra ella. Pero en ese instante otro alguien se interpuso defendiéndola

—Tú de nuevo— murmuro Selene hacia el hombre de rubios cabellos. Ahora que lo pensaba ni siquiera le había dicho su nombre, y ella tampoco había preguntado el suyo.

—Si esa es tu forma de decir "gracias" la acepto.

Mas hombres se fueron a pelear contra el monarca malvado alejandolo de ella.

—No es tiempo para que intentes ser divertido —soltó ella molesta —no intentes pelear conta Reined porque perderás —le advirtió —puedo hacerlo recapacitar. Solo debo...

Pero el ya no la escuchaba estaba centrado en el hombre delante de el — es nuestro enemigo. El gran tirano de las tierras, él es el mal reencarnado. Si lo matamos, todo acabara. Jamás sale de su guarida. Debemos aprovechar esta oportunidad.

—Esta aquí por mi —confeso ella

—Si —coincidió el —Escucho de tu magia y ahora quiere matarte. Sabe que eres un clavo suelto. Ahora huye. Yo me sacrificare. Tu eres nuestra esperanza.

—No. Jamás dejaría un hombre atrás— ella miro hacia más allá, hacia su aprendiz —se me acaba la fuerza de mi magia... Y a ti, tu vida. Vámonos. Nos retiramos y pelearemos otro día.

—Pero...

—No ganaras ahora con tu condición, y yo tampoco, y no quiero sonar irrespetuosa, pero te falta entrenamiento. —lo tomo del hombro — ven. Vámonos. Ordena la retirada tambien a todos tus hombres.

El hombre parece debatirse como si se estuviera jugando su honor. Al final pareció tomar una decisión. Tomo uno de los caballos mientras otros hombres distraían al gran tirano. Pero ordenando que apenas tuvieran la oportunidad todos huyeran, ya se reunirian despues en algunos de sus puntos estrategicos.

Se subió e intento ayudar a montar a Selene. Le tendió la mano y subieron juntos. Pero al ver que escapaban, Reined abandono a los otros hombres con los que luchaba para subirse a su propio caballo, negro como la noche para perseguirlos.

—¿Por qué nos sigue?— pregunto mientras le daba más fuerte a las riendas del caballo instándolo a correr más rápido

Selene miro hacia atrás —sino me cree... ¿Por qué se toma tantas molestias? ¿tan enojado esta?—suspiro —detén el caballo

—¿Qué?

—Solo detén el caballo

—¿Qué piensas hacer? ¡Te matara!

—No lo hará

—Suponiendo que no, ¿qué harás?

—Solo le diré que se retire. Que se vaya. Que nos deje en paz y libres a los dos

—¿Qué? ¿Qué cosas dices? De verdad que ese golpe te dejo mal y loca ¿piensas que te hará caso solo con pedírselo?

—No se lo pediré...

—Ah, qué bueno

—Se lo ordenare —continuo

—¡¿Qué?! —negó con la cabeza— eso suena aún más loco.

—Confía en mi

—Losiento... no... no puedo hacer eso. Tengo que ponerte a salvo.

Y siguieron su marcha a caballo. Selene no estaba acostumbrada a que la gente no le hiciera caso. Es como si nadie la respetara ya. El caballo corrió todo lo que podía, pero la magia oscura los envolvió pronto. Reined estaba usando magia, y el bosque no ayudaba, este estaba impregnado con su aura marcando sus dominios lo que potenciaba su magia aun mas. Era como estar en sus tierras. En su mismo tablero. Y más pronto que tarde el caballo tropezó con una sombra invocada y ambos cayeron del animal.

Pronto otros trotes se acercaron haciendo ruido en el silencio

Reined bajo y camino hacia ambos aun conscientes —¿tan rápido te ibas luego de reencontrarnos? —había burla en su voz. Aunque no le creyera, se estaba metiendo con ella —Eso me hiere. —sus ojos se desviaron al otro cuerpo medio herido en el suelo —¿Que pasa con este caballero de brillante armadura?

—No lo mates. —pidió ella desde el suelo — a ninguno de los dos. Te ordeno que te vayas y nos dejes libres

Rio —¿Ordenarme? —se agacha hasta estar a su altura. Tomo su barbilla obligándolo a verle — ¿tu ordenándome a mí?

—Lo hago. —lo miro fijo —¿desde cuándo te has vuelto tan insolente?

—Sabes, ni a la mismísima Selene le obedecería algo ahora.

Su corazón estrechándose. —¿Qué quieres decir?

¿Cómo podía decir algo así? Este hombre... este hombre no era el Reined que había conocido.

—Siempre fuiste leal... —continuo ella — tu jamás me cuestionaste una sola palabra... ¿Por qué ahora...? —negó — tú no eres así. —sentencio

—¿Estas segura? Cien años son mucho tiempo. Lo suficiente para cambiar a alguien

—¿No piensas obedecerme?

—No. Porque, por no cuestionarla aquel día a ella fue la razón por la que murió. Por dejar que hiciera lo que quería fue que la mataron. No cometería ese mismo error dos veces si la encontrara— la miro — si pudiera regresar a aquella noche en el tiempo, la amarraría contra un árbol, le pondría esposas amarrada a su cama. Haria de todo, cualquiera cosa si fuera necesario.

Una mirada triste le surca el rostro —¿aun en contra de su voluntad?

—Incluso aunque ella terminara odiándome. No me importaría. Porque... ella asi seguiría viva

—Estoy viva, Reined. No soy yo. Pero lo soy.

Por su mirada se podía decir que no era suficiente. No le creía aún. Al menos no del todo. Pero si lo había visto dudar antes, y además, si el la había dejado vivir hasta ahora, podía significar algo.

Había plantado la semilla de la duda en él.

—Tu vienes conmigo. Si quieres probarte a ti misma, lo harás.

—No...—una voz más allá los interrumpe a ambos. El chico de ojos verdes lo mira impotente, pero sin fuerzas para poder levantarse —no te la lleves... Mátame a mí y déjala libre...

El rostro de Reined no varía. No se inmuta, No reacciona —Dime, ¿tan rápido ya tienes a más gente dispuesta a morir por ti? —la mira —¿o qué clase de relación mantienes con este sujeto?

—Es un general con honor —menciono honrada, y luego lo miro con rabia — a diferencia de otros... algo que tú no has aprendido aún.

Hay odio en sus ojos. Saca la espada y camina hacia el chico tirado en el suelo

—¡No! ¡Espera! —suelta en pánico arrepentida de su comentario—No lo hagas...—pidió ella — él es joven. Tiene tu misma edad. La misma con la que te deje en el monte Olida aquella noche. Lo miro... y... y puedo verte a ti en él.

Una sombra de algo sobre el —ese es exactamente el problema aquí.—entonces su espada se alza —siempre fui igual de reemplazable para ti, ¿cierto?

¿Que?

—¿De que estas hablando? Por favor... por favor no lo hagas... —ella jamás había rogado por algo. Y aquí estaba haciéndolo por primera vez en su vida — Si haces eso yo... yo jamás podré perdonarte. ¿Me oíste? ¡Nunca te lo perdonaré!

—No me digas...— espeto y había burla en su voz

—Reined... te lo ruego...

—¿Me lo ruegas? ¿Quieres que el viva?

—Si. Si. Por favor... por favor... déjalo vivir.

—Bien. —retira la espada antes alzada —solo con una condición.

Dejo que continuara

—No volverás a verlo jamás

Ella no podía saber en qué estaba pensando su aprendiz. Esa condición le parecía absurda. Su antiguo aprendiz estaba de espaldas hacia ella y ni siquiera podía verle el rostro para tratar de leerle sus emociones. —está bien. —accedió contra todo pronostico

—Lo segundo no es una petición. Pero sería más fácil sino pones resistencia.

—...

—Tu vendrás conmigo de forma voluntaria a mi castillo hasta que pruebes todo lo que estás diciendo. Aún tenemos mucho de qué hablar y discutir.

—E-está bien —dijo —está bien

Este volteo y empezó a caminar hacia ella cuando se agacho a su altura—sabes, estas muy complaciente hoy. Toma nota para que la imites mejor: Mi maestra jamás ruega. Jamás accedería tan fácil así a un trato injusto

—No lo haría...—confeso ella — a no ser que hubiera una vida de por medio. Orgullosa y soberbia, sí, pero no cuando hay una vida que salvar

Porque en esta situación no era solo su vida la que estaba en riesgo.

Es verdad, no rogaria por su propia vida, pero si por la de otros.

—Ella no era así —insistió el

Ella lo miro con tristeza —Entonces no me conocías lo suficiente, aprendiz.

Sigue leyendo en Buenovela
Escanea el código para descargar la APP

Capítulos relacionados

Último capítulo

Escanea el código para leer en la APP