Sintió que se ahogaba.
Se esforzó de forma desesperada por encontrar aire y se sentó. Sentía tierra bajo sus manos mientras jadeaba. Tierra bajo sus uñas. Polvo por todas partes. Su mirada borrosa trato de enfocarse, pero no entendía que estaba pasando o donde estaba.
Escuchaba cascos. Caballos. Metal contra metal.
¿Una batalla?
¿Estaba en una batalla?
Lo último que recordaba era eso... estaba en una. Claro. Debía seguir aquí. Quizás la habían noqueado. Se había desmayado en pleno campo.
Busco una espada por el suelo, pero no hayo ninguna a su alcance. Vi a todos los hombres a su alrededor. Y por un raro instante de terror no creyó reconocer a nadie, a ninguno de sus hombres. Pero eso no era relevante, quizás el golpe le hizo más que solo desmayarla.
Localizo con rapidez la insignia de los opositores. Los que la portaban eran su verdadero enemigo.
Se levanto y conjuro toda la magia que pudo para lanzar el hechizo. Poco a poco se fue liberando de la gente. Esquivando mandobles de espadas. No siempre peleaba con magia. Eso agotaba. Por eso siempre se alternaba entre la magia y la espada. Así era su estilo de combate. Pero en este momento daba igual
Hombres que no conocía la observaron extasiados por tal espectáculo. Pero, aun así, la defendieron y le cubrieron las espaldas. Después de todo, eran del mismo bando.
Cuando para el enemigo fue más que evidente que no podrían con ellos dada a la nueva y gran adquisición recién ganada; ella. Los desertores se marcharon. Ganando un combate. Ganando esta batalla.
Cuando vio huir al último en su caballo fue el momento exacto en el que se permitió caer. Sus rodillas tocaron la tierra y su mano bajo instintivamente a sus costillas. Le dolía. ¿la habían golpeado? ¿acuchillado?
No... no había sangre.
Quizás le rompieron los huesos. O quizás solo estaba exagerando.
No podía volver a desmayarse de nuevo
Muchos hombres empezaron a acercarse hasta ella con la intención de ayudarla
Ella noto al hombre de cabellos dorados y mirada verde olivo. Ni idea de quien era tampoco —¡Esta herida! ¡Llévenla adentro!
Sin siquiera poder detener a nadie sintió como otra persona la agarro en sus brazos. Ella se dejó caer. Después de todo, luego de tanta magia si se sentía cansada, y le dolía todo el cuerpo. Lo había dado todo. Y les había conseguido la victoria.
Respiraba agitada, mejor dicho, apenas y respiraba
—Resiste.—la voz gruesa del hombre resonaba en su pecho —no... no cierres los ojos. No te duermas.
Lo último que noto fue la carpa verde donde entraron y luego la luz del foco antes de caer inconsciente
La segunda vez que se levanto fue igual de desconcertante. Todo aquel que ha perdido el conocimiento alguna vez conoce la sensación. Abres el ojo. No recuerdas que estabas haciendo antes de eso. O quién eres. O donde estas. Son cosas que al inicio no piensas, pero luego son pensamientos que te vuelven poco a poco. Tu cerebro se esfuerza por traer los recuerdo mientras miras a tu alrededor y comprendes donde estas. Tu memoria es tu mejor aliado, aunque por un momento traicionero te haya dejado.
Entonces se sienta de golpe y un dolor le golpea el estomago
Sus manos viajan para envolverse alrededor de este mientras suelta un quejido de dolor... Y de su boca sale lo más parecido a un gruñido también.
—Va a doler por un tiempo — le advierte la voz que viene desde su izquierda. Y ella observa al mismo sujeto rubio del principio. Esta sentado de forma casi despreocupada en la silla de madera, pero con una mirada curiosa sobre ella.
—¿D-dónde... dónde estoy?
—En una tienda de campaña. —la miro examinando cada parte de su cuerpo tratando de hallar algún otro sitio de dolor —de haber sabido que poseías tales habilidades te hubiera puesto en las primeras filas del ejército número uno.
Ella enarco una ceja. ¿Se estaba haciendo? No es por ser soberbia, pero ¿Quién no podría conocerla? Era la gran, famosa y poderosa maga Selene.
—Siempre he tenido magia
—Ahora ya lo se.
Enarco una ceja—¿Dónde está la general Aria? Demando hablar con ella. —sus piernas se retiraron de la cama lentamente
—¿Quién?
—Si. O sino esta ella, por aquí debe estar Eshall. Tengo que hablar de algo sumamente importante con él. El reino está siendo invadido, y el ejército de Amur avanza. Debemos planear una estrategia. No tengo tiempo que perder
—¿Eshall? —el parece pensar en algo
—Si. Hay que proteger Amtago.
Su voz ahora es un poco preocupada —Claramente te has golpeado muy fuerte la cabeza...—alzo su mano con la intención de tocar su frente
Selene la alejo de un leve manotazo —¿Qué?
El ríe casi divertido y niega con la cabeza— esas guerras se perdieron hace años. —lo piensa mejor —No. Siglos. —se corrige — ahora que lo dices estas mencionando nombres de los grandes generales. Se estudio mucho de ellos. Si. Fueron geniales. Muy poderoso. Hubiera sido todo un placer conocerlos. Quizás algún día los conozcas cuando estes en el reino de los muertos, pero hoy no es el día. Hoy tuviste suerte, o una gran agilidad escondida desperto.
Aquello la paralizo.
Él hablaba mucho, pero lo único que ella escucho fue... Muertos...
—¿Muertos? ¡¿Están muertos?!
El la miro, ahora si inquieto —claro. Todos lo están. Al igual que Amtago. Ese reino fue destruido hace ya mucho tiempo. No queda nada de él.
No.
No.
No...
Eso no podía ser.
—¿Bromeas? Esto no es divertido. —su rostro se puso serio —Estas hablando con la general Selene.
Ahora sí que rio. Y aquello la desconcertó e indigno en partes iguales.—¿la gran maga Selene?—casi le salían lágrimas de sus ojos — Discúlpeme su majestad, —hizo la burla — por confundir estas guerras y esas épocas. Y a usted, claro.
—Esto no es...—casi ruborizada del coraje
—La guerra de la que me hablas paso hace cien años.
—¿Cómo?— desconcierto. Miedo. Se sentía como saliendo de su cuerpo.
—Si. Y hasta donde yo sabía, querida, te llamas Naevia. Así que deja de bromear. Recupérate rápido. Ahora que sabemos de tus poderes serás una gran ventaja aquí. Hubiéramos perdido sin ti, seguramente muerto sino hubieras hecho lo que hiciste hoy. Espantaste a las fuerzas del gobernante maldito. Eso ya es mucho.
No...
Selene se levantó. ¿de qué estaba hablando este hombre?
—¿A dónde vas?— se levantó tras ella
—Voy a salir.
Pero entonces su cuerpo cubre el suyo cortándole la salida —no estoy para bromas ahora. Acuéstate de nuevo —le ordeno
—¡Muévete! — exigió furiosa mientras su cuerpo se encendió en magia —sino quieres que te parta en dos, será mejor que te muevas.
Los ojos del chico no se intimidaron —no
—Podría doblarte la edad—noto mirando la juventud del hombre buen mozo. —no deberías retar así a tus mayores
Rio, ya no podía contar todas las veces que parecía burlarse de ella —¿mayor? —la miro de reojo — con ese aspecto diría que eres menor que yo. Además, vi tu historial, tienes veintiséis
Ja.
¿Cómo que veintiseises?
La Selene que todos conocían tenía treinta y seis años.
Entonces al observarlo otra cosa llego a su corazón. Un joven de igual juventud que él. Reined. El joven de apenas veinte años que estaba en el monte Olida esperándola
Ella había salvado al chico cuando apenas el tenia quince años y ella veintiuno. Y desde entonces habían estado juntos.
—Tengo que irme ahora. Sino me dejaras hablar con ninguno de los dos generales. Me iré.
—Sabes, tienes suerte de que no te castigue por tu insolencia solo porque eres valiosa ahora. Y te necesitamos recuperada. Mejor recuéstate de nuevo.
No quería recostarse. Quería salir de aquí. Lo necesitaba.
—Puedo moverte de la puerta sin el menor esfuerzo. —le advirtió con mirada inexpresiva— no te lo repetiré de nuevo
El joven entonces dudo. Ella se expresaba con autoridad y decisión. No conocía mucho a Naevia, pero esta actitud era algo diferente en ella
Así que, contra todo pronóstico, él se movió.
Selene paso de largo entonces y noto a todos los hombres y mujeres del campamento. Examino el lugar y no reconoció estas tierras.
Todos los ojos fueron hacia ella curiosos, seguramente ansiosos de conocer a su salvadora. Miro a la distancia y noto la oscuridad en el mundo. Sintió náuseas y mareos. ¿Qué estaba pasando? ¿y donde estaba su hogar?
Trato de localizar a la distancia el monte Olida. Siempre era fácil de distinguir, era el más alto de todos. Pero no apreciaba nada.
¿Dónde estaba?
Entonces camino más lejos del campamento internándose por los árboles. Se sentía observada y agobiada entre la gente, solo quería un momento de paz. Pronto llego al rio y cayo por las piedras de rodillas. Fue entonces cuando comprendió que el mundo que conocía había cambiado para siempre, al igual que ella.
¿Quien era la mujer que se reflejaba en el agua?
Su reflejo.Su reflejo en el río.Cabellos pelirrojos, y una mirada de color entre celeste y verde. Piel blanca, pero no tan pálida como se recordaba.¿Quién era la persona que miraba ante ella?—¿Quién soy?Le gustaría decir que el silencio la inundaba, pero no. En el bosque jamás había silencio. El ruido del agua corriendo. Los animales y los bichos cantando.—¿Dónde estoy?— sintió ganas de llorar al estar por primera vez en su vida tan perdida.No comprendía que estaba pasando...Su estomago se revolvio. Queria vomitar.¿Y cómo había siquiera terminado en el cuerpo de esta chica?Se levanto temblorosa de pies a cabeza. Sus ojos humedecidos. Y sintió la presencia de alguien atrás de ella—Dime, ¿Cuántos años han pasado desde la guerra que peleo la maga Selene?A sus espaldas la voz sonó —Ya te lo he dicho, fue hace cien añosCien...Esta no era su Era.Estaba en otra época. Muy adelante en el tiempo. Lejos de su futuro.Reencarnacion. ¿Era eso posible?—¿Q-qué... —dudo — que le suce
Su aprendiz estaba ante ella. Vestido como el enemigo. Portando su marca. Usando su sello. Y su magia oscura lo rodeaba. Un general, por su vestimenta.El... el dirigía aquel ejército. ¿Cómo había terminado en el lado equivocado?—¿Reined?— repitió su nombre desconcertadaY solo cuando escucho aquello su rostro parecido descomponerse. Con el mandoble de su espada la arrojo al suelo nuevamente hasta inmovilizarla. Parecía desquiciado. Y tanta agresividad no era reconocible para ella. Jamás.—¡¿Cómo sabes ese nombre?!— le siseo con rabia contra su rostro—¿De qué... de que estas hablas?— le contesto igual de molesta mientras trato de empujarlo lejos para quitárselo de encima —así es tu nombre ¿Qué rayos haces portando aquel uniforme? ¿Qué rayos haces jugando con magia maldita? ¿acaso no te he dicho ya miles de veces lo peligrosa que es?El rostro del chico más que molesto también reflejaba desconcierto —¿Quién eres que portas la magia de antaño y osas a hablarle con tanta informalidad a
Estaba más que claro que aquello lo dejo desarmado. En blanco. Confundido. Dudar en medio de una batalla no es una buena decisión.—No has envejecido ni un solo día —le comento ella esta vez mirándolo igual de desarmada. —lo lamento. Mi muerte te hizo esto... no te prepare lo suficiente. Todo esto...—miro a su alrededor llena de pena y remordimiento — es mi culpa. No fui suficiente... ni siquiera pude salvar Claro Luna.El respiraba agitadamente —Claro Luna se salvó aquella noche —sus ojos se pusieron cristalinos, pero no soltó ni una sola lagrima — lo salvaste aquella noche. Pero luego... luego fue atacado de nuevo y destruido. Tu sacrificio fue en vano. Ellos jamás te merecieron. Te dije que me llevaras. ¡te dije aquella noche que me llevaras! Pude haberte salvado. Yo pude...— se llevó la mano a la frente, mareado. Claramente esta situación lo superaba —¿pero que estoy diciendo?— sacudió su cabezaPorque decir aquello era aceptar su "locura". Su loca historia de que esta mujer era e
Su magia de curación ya estaba haciendo efecto en su cuerpo tratando de curar la herida con la que se había levantado apenas despertó por primera vez y esta segunda por la caída del caballo.El trayecto fue silencioso entre ambos mientras las fuerzas oscuras arrastraban la carroza. Rodearse de tanta magia maldita era agotador para ella quien siempre había trabajado con la magia blanca.—Estoy un poco mareada — confeso con miedo a perder el conocimiento.—Tendrás que acostumbrarte. —Que siquiera le respondiera ya era mucho.—Si me estas llevando como rehén ¿Qué planeas obtener de mi? ¿o es que acaso ni siquiera has pensado en tu siguiente movimiento aun? —soltó con altanería—Sigues hablando como si creyeras conocerme—Si es por interés. Eso quiere decir que… ¿me crees?—No —entonces sus ojos azules se desviaron hacia ella —Pero te dejare explicarte por ahora. Quien sabe, quizás me convenzas.Ella desvió su vista de el sintiéndose incomoda, ahora al verlo mas detenidamente podía notar
Encerrada en una habitación. Quizás debería agradecer que su destino no fuera una celda. No es que fuera un palacio impecable. De hecho la habitación era modesta. Pequeña y sucia. Pero aun así tenía un lecho donde podría recostarse cómoda.¿Por qué estaba pasando todo esto? ¿Acaso era su castigo por haber permitido que su aprendiz se enamorara de ella sin siquiera notarlo?—Ugh.— suspiro agotada con dolor de cabeza.Entonces se acercó a un velador que tenía un espejo.Se observo.Reined tenía razón, no se parecía en Selene en nada, era desorientador observarte y no reconocerte en un espejo. Y por unos momentos pensó en el cuerpo de la chica que estaba ocupando ¿Dónde estaría la verdadera Naevia ahora? ¿Estaría muerta? ¿en otro cuerpo? ¿Acaso su regreso causo la muerte de esta mujer?Sintió algo retorcerse en su estómago.¿Qué será de la familia de esta chica?Quizás regresar a esta época había sido un error… nunca había creído en las reencarnaciones o en la inmortalidad y todas sus le
Que dramático.Pero cuanto drama en una sola linea.Selene se dejo caer sintiendo el viento, pero no siendo inconsciente de la distancia entre ella y el suelo. Y solo cuando sabia que estaba llegando a su final invoco su aura y por unos minutos floto sobre el aire y sobre si misma.Bajo lentamente con su magia hasta tocar el suelo.Miro entonces hacia arriba, donde el cuerpo del monarca seguía asomado observándola por la ventana.“¿En que estas pensando Reined?” Pensó SeleneY casi indignada se dio media vuelta y empezó a caminar rumbo al castillo. Si, al interior. No pensaba huir. Queria demostrarle que estaba con el, queria ayudarlo, o al menos lo sacaría de este desastre. Quizás arreglaría su propio error.Pasaron apenas unos minutos cuando escucho los aplausos con el hombre bajando por las escaleras —Eso fue impresionante —eso casi parecía una felicitación—¿Qué es lo que querías probar?Sonríe —Solo tu fuerza de voluntad y convicción—Sabes que mi magia esta débil y está fallando
Sentado en la punta de la gran mesa negra se hallaba el monarca oscuro. El gran Tirano. Con su semblante calmado y relajado, pero inquieto por dentro.En la mesa lo acompañaban grandes figuras de la época. Unos mas poderosos que otros. Unos mas ambiciosos que otros. Magos. Brujos. Humanos. La avaricia no escatimaba en razas.Muchos luchaban solo por poder, Reined luchaba solo por amor. Y en su búsqueda por su anhelo había corrompido al mundo. Roto mas de una esperanza y varios huesos. Pero el en un parpadeo y sin pensarlo sacrificaría al mundo solo por tenerla a ella.Había llegado tan lejos… había hecho todo esto… solo para alcanzarla.—Se se siguen alzando ejércitos en el lado sur serán un problema.—Siguen resistiéndose pensando que pueden con nosotros—se burlo otro—Los del ejercito del norte han mermado en sus fuerzas, aunque todos los días reclutan nuevos hombres.—¿Qué hay de los impuestos? Mi gente paga por ellos por protección y el pueblo sufre mas.—Ja. Como si te importara
Cadenas.Cadenas de verdad.Ella estaba completamente mojada. Hacia frio. El lugar parecía algo subterráneo. Y a su derecha, a unos cuantos metros lejos de ella, había un gran charco de agua.Ella tiritaba—¿Me dejaras aquí solo colgando? —intento moverse y el sonar del hierro hizo un ruido extraño. Era como ser rehén de alguien, y porque lo era.—¿Por qué no solo te sueltas? —le interrogo. El monarca estaba sentado en una roca con su rostro inclinado y descansando sobre su palma abierta. El chico tenia un semblante relajado, pero aun así sus expresiones eran afilados, una mirada astuta. Desde este ángulo incluso podía apreciarse una belleza rebelde.—No. Si es tu castigo, lo aceptare. Quiero ver que tan lejos llegas.—¿Así que ahora eres masoquista?—No gastare mas poder mágico en estupideces. Además, si esto me hará ganarme tu confianza lo hare.—Obedecerme es lo que te hará ganarte mi confianza. Tengo que salvarte de cualquiera.Ella recordó a los dos hombres —Si dices que no soy e