Capítulo 1: Reencarnada

Sintió que se ahogaba.

Se esforzó de forma desesperada por encontrar aire y se sentó. Sentía tierra bajo sus manos mientras jadeaba. Tierra bajo sus uñas. Polvo por todas partes. Su mirada borrosa trato de enfocarse, pero no entendía que estaba pasando o donde estaba.

Escuchaba cascos. Caballos. Metal contra metal.

¿Una batalla?

¿Estaba en una batalla?

Lo último que recordaba era eso... estaba en una. Claro. Debía seguir aquí. Quizás la habían noqueado. Se había desmayado en pleno campo.

Busco una espada por el suelo, pero no hayo ninguna a su alcance. Vi a todos los hombres a su alrededor. Y por un raro instante de terror no creyó reconocer a nadie, a ninguno de sus hombres. Pero eso no era relevante, quizás el golpe le hizo más que solo desmayarla.

Localizo con rapidez la insignia de los opositores. Los que la portaban eran su verdadero enemigo.

Se levanto y conjuro toda la magia que pudo para lanzar el hechizo. Poco a poco se fue liberando de la gente. Esquivando mandobles de espadas. No siempre peleaba con magia. Eso agotaba. Por eso siempre se alternaba entre la magia y la espada. Así era su estilo de combate. Pero en este momento daba igual

Hombres que no conocía la observaron extasiados por tal espectáculo. Pero, aun así, la defendieron y le cubrieron las espaldas. Después de todo, eran del mismo bando.

Cuando para el enemigo fue más que evidente que no podrían con ellos dada a la nueva y gran adquisición recién ganada; ella. Los desertores se marcharon. Ganando un combate. Ganando esta batalla.

Cuando vio huir al último en su caballo fue el momento exacto en el que se permitió caer. Sus rodillas tocaron la tierra y su mano bajo instintivamente a sus costillas. Le dolía. ¿la habían golpeado? ¿acuchillado?

No... no había sangre.

Quizás le rompieron los huesos. O quizás solo estaba exagerando.

No podía volver a desmayarse de nuevo

Muchos hombres empezaron a acercarse hasta ella con la intención de ayudarla

Ella noto al hombre de cabellos dorados y mirada verde olivo. Ni idea de quien era tampoco —¡Esta herida! ¡Llévenla adentro!

Sin siquiera poder detener a nadie sintió como otra persona la agarro en sus brazos. Ella se dejó caer. Después de todo, luego de tanta magia si se sentía cansada, y le dolía todo el cuerpo. Lo había dado todo. Y les había conseguido la victoria.

Respiraba agitada, mejor dicho, apenas y respiraba

—Resiste.—la voz gruesa del hombre resonaba en su pecho —no... no cierres los ojos. No te duermas.

Lo último que noto fue la carpa verde donde entraron y luego la luz del foco antes de caer inconsciente

La segunda vez que se levanto fue igual de desconcertante. Todo aquel que ha perdido el conocimiento alguna vez conoce la sensación. Abres el ojo. No recuerdas que estabas haciendo antes de eso. O quién eres. O donde estas. Son cosas que al inicio no piensas, pero luego son pensamientos que te vuelven poco a poco. Tu cerebro se esfuerza por traer los recuerdo mientras miras a tu alrededor y comprendes donde estas. Tu memoria es tu mejor aliado, aunque por un momento traicionero te haya dejado.

Entonces se sienta de golpe y un dolor le golpea el estomago

Sus manos viajan para envolverse alrededor de este mientras suelta un quejido de dolor... Y de su boca sale lo más parecido a un gruñido también.

—Va a doler por un tiempo — le advierte la voz que viene desde su izquierda. Y ella observa al mismo sujeto rubio del principio. Esta sentado de forma casi despreocupada en la silla de madera, pero con una mirada curiosa sobre ella.

—¿D-dónde... dónde estoy?

—En una tienda de campaña. —la miro examinando cada parte de su cuerpo tratando de hallar algún otro sitio de dolor —de haber sabido que poseías tales habilidades te hubiera puesto en las primeras filas del ejército número uno.

Ella enarco una ceja. ¿Se estaba haciendo? No es por ser soberbia, pero ¿Quién no podría conocerla? Era la gran, famosa y poderosa maga Selene.

—Siempre he tenido magia

—Ahora ya lo se.

Enarco una ceja—¿Dónde está la general Aria? Demando hablar con ella. —sus piernas se retiraron de la cama lentamente

—¿Quién?

—Si. O sino esta ella, por aquí debe estar Eshall. Tengo que hablar de algo sumamente importante con él. El reino está siendo invadido, y el ejército de Amur avanza. Debemos planear una estrategia. No tengo tiempo que perder

—¿Eshall? —el parece pensar en algo

—Si. Hay que proteger Amtago.

Su voz ahora es un poco preocupada —Claramente te has golpeado muy fuerte la cabeza...—alzo su mano con la intención de tocar su frente

Selene la alejo de un leve manotazo —¿Qué?

El ríe casi divertido y niega con la cabeza— esas guerras se perdieron hace años. —lo piensa mejor —No. Siglos. —se corrige — ahora que lo dices estas mencionando nombres de los grandes generales. Se estudio mucho de ellos. Si. Fueron geniales. Muy poderoso. Hubiera sido todo un placer conocerlos. Quizás algún día los conozcas cuando estes en el reino de los muertos, pero hoy no es el día. Hoy tuviste suerte, o una gran agilidad escondida desperto.

Aquello la paralizo.

Él hablaba mucho, pero lo único que ella escucho fue... Muertos...

—¿Muertos? ¡¿Están muertos?!

El la miro, ahora si inquieto —claro. Todos lo están. Al igual que Amtago. Ese reino fue destruido hace ya mucho tiempo. No queda nada de él.

No.

No.

No...

Eso no podía ser.

—¿Bromeas? Esto no es divertido. —su rostro se puso serio —Estas hablando con la general Selene.

Ahora sí que rio. Y aquello la desconcertó e indigno en partes iguales.—¿la gran maga Selene?—casi le salían lágrimas de sus ojos — Discúlpeme su majestad, —hizo la burla — por confundir estas guerras y esas épocas. Y a usted, claro.

—Esto no es...—casi ruborizada del coraje

—La guerra de la que me hablas paso hace cien años.

—¿Cómo?— desconcierto. Miedo. Se sentía como saliendo de su cuerpo.

—Si. Y hasta donde yo sabía, querida, te llamas Naevia. Así que deja de bromear. Recupérate rápido. Ahora que sabemos de tus poderes serás una gran ventaja aquí. Hubiéramos perdido sin ti, seguramente muerto sino hubieras hecho lo que hiciste hoy. Espantaste a las fuerzas del gobernante maldito. Eso ya es mucho.

No...

Selene se levantó. ¿de qué estaba hablando este hombre?

—¿A dónde vas?— se levantó tras ella

—Voy a salir.

Pero entonces su cuerpo cubre el suyo cortándole la salida —no estoy para bromas ahora. Acuéstate de nuevo —le ordeno

—¡Muévete! — exigió furiosa mientras su cuerpo se encendió en magia —sino quieres que te parta en dos, será mejor que te muevas.

Los ojos del chico no se intimidaron —no

—Podría doblarte la edad—noto mirando la juventud del hombre buen mozo. —no deberías retar así a tus mayores

Rio, ya no podía contar todas las veces que parecía burlarse de ella —¿mayor? —la miro de reojo — con ese aspecto diría que eres menor que yo. Además, vi tu historial, tienes veintiséis

Ja.

¿Cómo que veintiseises?

La Selene que todos conocían tenía treinta y seis años.

Entonces al observarlo otra cosa llego a su corazón. Un joven de igual juventud que él. Reined. El joven de apenas veinte años que estaba en el monte Olida esperándola

Ella había salvado al chico cuando apenas el tenia quince años y ella veintiuno. Y desde entonces habían estado juntos.

—Tengo que irme ahora. Sino me dejaras hablar con ninguno de los dos generales. Me iré.

—Sabes, tienes suerte de que no te castigue por tu insolencia solo porque eres valiosa ahora. Y te necesitamos recuperada. Mejor recuéstate de nuevo.

No quería recostarse. Quería salir de aquí. Lo necesitaba.

—Puedo moverte de la puerta sin el menor esfuerzo. —le advirtió con mirada inexpresiva— no te lo repetiré de nuevo

El joven entonces dudo. Ella se expresaba con autoridad y decisión. No conocía mucho a Naevia, pero esta actitud era algo diferente en ella

Así que, contra todo pronóstico, él se movió.

Selene paso de largo entonces y noto a todos los hombres y mujeres del campamento. Examino el lugar y no reconoció estas tierras.

Todos los ojos fueron hacia ella curiosos, seguramente ansiosos de conocer a su salvadora. Miro a la distancia y noto la oscuridad en el mundo. Sintió náuseas y mareos. ¿Qué estaba pasando? ¿y donde estaba su hogar?

Trato de localizar a la distancia el monte Olida. Siempre era fácil de distinguir, era el más alto de todos. Pero no apreciaba nada.

¿Dónde estaba?

Entonces camino más lejos del campamento internándose por los árboles. Se sentía observada y agobiada entre la gente, solo quería un momento de paz. Pronto llego al rio y cayo por las piedras de rodillas. Fue entonces cuando comprendió que el mundo que conocía había cambiado para siempre, al igual que ella.

¿Quien era la mujer que se reflejaba en el agua?

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