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“Hay caricias del pasado que interrumpen el presente”

Minutos después, Neyra regresó a su lugar en la mesa y vio a Alexander en la barra. Sabía que algún día tendría que volver a verlo y hasta ese día había creído que ya no le importaba, más no fue así. No podía dejar de pensar en la última vez que lo vio, la dureza con la que la trato y las palabras tan hirientes que le dijo.

Veinte minutos después, Alexander y un amigo de Neyra se incorporaron a la mesa. Ella evitaba verlo, pero le era imposible; parecía que fueran dos imanes y entre más cerca estaban el uno del otro era mayor la atracción que había entre ellos. Sin darse cuenta volteaba a observándolo mientras alguien cerca de él hablaba. Cuando Neyra lo llegaba a ver observándola y sus miradas se encontraban, veía coraje sus ojos. Se preguntaba porque la veía así, ella era quien debería de estar molesta con él y verlo con odio, no al contrario. Se sentía un poco incómoda y trato de disimularlo, después de un rato se acostumbró y se relajó, inclusive término hasta bromeando brevemente con él.

Alexander, por su parte, quería irse de ahí y olvidar que la había vuelto a ver. Sobre todo, necesitaba dejar de pensar que había vuelto a sentir los latidos de su corazón y su respiración agitada mientras la acerco sin dejar un centímetro de separación entre ellos, pero no podía hacerlo. Su presencia lo llamaba, lo tentaba, era tan fuerte como si ella fuera una droga y él un adicto que salió de un centro de rehabilitación en el cual estuvo internado contra su voluntad. Quien creyó que finalmente había podido librarse de esa adicción a Neyra que lo estaba matando lentamente. Pero en vez de eso, como un adicto que ha sido reprimido de la cosa que le produce más placer en la vida, ahora sólo quería una probadita de ella, sólo para comprobar que ahora él tenía el control y que podía probarla y darse cuenta de que no la necesitaba más.

Los minutos transcurrían y Alexander odiaba sentirse como un idiota al estar ahí, viéndola convertida en toda una mujer y sin tener la menor idea que gracias a ella, él nunca pudo volver a entregarse de la misma manera como lo hizo con ella. Sin quererlo siempre comparaba a sus nuevas conquistas con ella y hasta ese momento con nadie más había tenido esa conexión especial que lo hacía sentirse tan bien. No importaba cuantas veces deseo no haberla conocido, en ese momento y para su mala suerte ahí estaban juntos en la misma mesa y estaba necesitando de su esencia. Mientras ella no tenía la más mínima gota de pena o arrepentimiento por haberlo traicionado.

Alexander no sabía con quién estar molesto; con él por no poder darse la media vuelta e irse de ahí o si con ella que estaba como si nada. Por lo que al final decidió pasar un buen rato, claro, con la ayuda de otra cerveza para que lo ayudara a relajarse y disimular su molestia. Minutos después pidió una ronda de bebidas para todos los que estaban en la mesa.

−Va por ti, mi bonita, mi Neyra. La mujer que más he amado.

El brindis y las absurdas palabras de Alexander tomaron a Neyra por sorpresa, al mismo tiempo que no sabía si tomarlo como burla o como broma. Cerró los ojos mientras suspiro y empuño sus manos, se alegraba de no tenerlo cerca, porque si no, ya le hubiera aventado en la cara el líquido del vaso. Nunca había pensado en hacer algo así, pero en ese momento el cinismo de él la había hecho enojarse a tal punto que tuvo que contenerse para evitar acercarse a él y salpicar a alguien más. Ella no bebía, pero no quiso rechazar la bebida para que no fuera a pensar que ella aún tenía resentimiento con él, porque aún le importaba.

−Salud. −dijo Neyra tratando de sonreír antes de ingerir el líquido, siendo la primera en poner el vasito en la mesa, mientras continuaba viéndolo.

Lo que al principio sonó como una declaración de Alexander hacia Neyra, en un segundo dio la impresión de que iba a ser el motivo para un enfrentamiento entre ellos dos. Ninguno le quito la mirada al otro, casi por medio minuto. En ese instante, si sus miradas fuera de fuego ya estarían fulminados los dos junto con todo lo que se encontraba a su alrededor. Se miraban con tanto coraje que daban miedo, Alexander daba la impresión de que en cualquier momento podría aventar la mesa, porque apretaba la orilla de la mesa con ambas manos.

Por suerte algo llamo la atención de Neyra y se quedó atenta al escuchar la canción que comenzó, intento recordar la letra y empezó a tararearla, alguien más empezó a cantarla y uno a uno de sus conocidos y amigos incluyéndola a ella, comenzaron a cantarla. Al terminar la canción, no faltó quien sacó su celular y levantó la mano para tomarse una selfi con todo el grupo, pidiéndole a todos acercarse para la foto y la mayoría de los presentes aprovecho para tomar una foto también. Cuando el último flash ilumino al grupo, todos regresaron a sus asientos y fue cuando Neyra se dio cuenta de que Alexander ya no estaba en la mesa ni el bar.

Poco después todos comenzaron a despedirse cuando les informaron que se había llegado la hora de cerrar, Neyra le dio su tarjeta al mesero para pagar la cuenta y en ese momento le informaron que ya había sido pagada por alguien más. Cuando supo que fue Alexander quien pago la cuenta, trato de cancelar el pago que él hizo, pero se negaron hacerlo.

Antes de irse a la casa de sus padres, las primas fueron al baño, Neyra las espero sin tener idea que las sorpresas de esa noche aún no terminaban. Por alguna razón, hasta el momento en que Neyra salió del restaurante, fue cuando sintió el efecto del alcohol que había bebido. No tomaba y menos así de rápido. No tenía ni idea de que había tomado, se lo tomo tan rápido que únicamente sintió como si hubiera ingerido fuego, pero lo que haya sido definitivamente había sido algo fuerte. Se recargó en la pared y volteo a ver el cielo, podría quedarse horas contemplándolo y no se cansaría de hacerlo. Pero no fue así porque escucho pasos y volteo a ver quién era.

−¿Te mareaste con una copa? −preguntó Alexander mientras apagó su cigarro a unos pasos de ella.

Le tomo un momento responderle porque no estaba segura de querer hacerlo. Pero que mejor manera de fastidiarlo, que demostrándole desinterés.

−No tomo. −contestó a secas.

−Me imagino que llegaste con tus papás.

−Así es. –respondió ella sin ganas de contestar o de iniciar una platicar.

−¿Si gustas te puedo llevar?

−Gracias −dijo con una fingida sonrisa, − mis primas me van a llevar. Por cierto, no tenías por qué pagar la cuenta, no era necesario.

−Lo sé, pero no todos días tengo el honor de compartir la mesa contigo, mi bonita.

Neyra saco su cartera y tomo varios billetes. –Aquí tienes, Alexander. No necesito que nadie pague mi cuenta.

Alexander no los tomó, primero se molestó un poco, pero después le dio risa al ver que ella dejó el dinero sobre el cenicero que estaba cerca de él y se dio la vuela para irse.

−¿Por qué tanta arrogancia bonita? Mejor toma tu dinero antes de que se vuele.

−No tengo por qué aceptarlo, ni tú porque ser amable. El dinero es tuyo, tú sabrás si lo dejas o no. Y deja de llamarme así. −le advirtió volteando a verlo molesta.

Alexander se acercó más a ella.

−¿Por qué te molesta?, es la verdad. Estás hermosa, eres mi bonita, tú lo sabes.

−Me llamo Neyra. −dijo tratando de ocultar su enojo al momento que se giró para irse.

−Cómo olvidarlo mi querida Neyra. −mencionó al momento en que la tomo del brazo, enviando una corriente que la hizo estremecer al punto de verse obligada alejarse de su toque.

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