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~El corazón nunca olvida el lugar donde dejo sus mejores latidos~

Después de que Neyra se despidió de aquellos conocidos, volvió a hablar con su amiga mientras no podía dejar de pensar en que Alexander estaba más apuesto de lo que ella lo recordaba. Ahora tenía quince kilos de más, pero al parecer eran de puro músculo, las venas de su antebrazo sobresalían entre cada músculo, fue difícil no notarlo en el momento en que tomo el jarro de cerveza que tenía enfrente de él. Sus brazos, sus hombros y pectorales estaban perfectamente detallados.

Por lo general Alexander esperaba hasta estar en su casa para beber algo, pero esa tarde en el trayecto a su casa por alguna razón decidió ir a comer algo y aprovechó que estaba ahí para tomarse unas cervezas. Sin saber por qué volteo hacia la puerta y vio a Neyra entrar. No le dio importancia, después de todo no era la primera vez que se imagina verla, en especial después de un par de cervezas.

Volvió a darle un trago a su cerveza y en ese preciso momento la escuchó hablar al saludar a alguien. Fue hasta que escucho su voz que se dio cuenta de que esta vez no se la había imaginado; era ella, su Neyra y estaba ahí a unos pasos de él. Siete años habían pasado desde la última vez que la vio, estaba más hermosa que nunca, con su pelo castaño oscuro, un poco más corto, con mechones delgados con un tono un poco más claro.

Siempre le gusto el cabello de ella, y ahora que se veía más sedoso y con más volumen que antes. Tenía un hermoso tono de la piel y un rostro encantador, motivos por los cuales ahora era conocida en todo el país. Diez años después de haberla conocido, su cara se veía fresca y tersa; no podía dejar de pensar en cómo se sentirá acariciarla. Era muy poco el maquillaje que tenía ese día y se veía natural, pero a la vez sus facciones resaltaban más; sus ojos grandes almendrados solo con rímel, sus labios naturales color rosado oscuro sólo con un poco de brillo, y un poco de rubor sobre sus pómulos. Ese día ella llevaba puestos unos pantalones blancos a la cadera, con una blusa color beige, su chamarra café combinaba con los botines, y el cinturón; su atuendo resaltaba con los accesorios beige y dorado que llevaba puesto.

Sólo bastaron cinco segundos para que ella creara un remolino de emociones y sentimientos que dejaron a flote sus instintos y deseos de hombre. En ese momento se sintió orgulloso de sí mismo, al recordar que ella había sido suya, que en sus brazos se convirtió en mujer. No importaba lo que hubiera pasado entre ellos, ese era un gusto que nadie se lo iba a poder quitar y con ese pensamiento las imágenes de ella mientras hacían el amor se vinieron a mente.

Mentalmente, se reprochó, no podía creer que estuviera pensando en eso y peor aún, que estuviera deseando poder repetir esos momentos, aunque fuera sólo una vez. Se preguntaba dónde estaba su orgullo y dignidad después de que ella lo engaño de la manera más ruin. Se reía de sí mismo al darse cuenta de que en unos segundos, la presencia de ella borro de su mente y de su cuerpo el infierno que había vivido desde la última vez que la había visto. En ese momento se sentía en el purgatorio, con una mínima posibilidad de volver a tocar el cielo, si llegaba a tenerla entre sus brazos.

Después de la boda de su hermano Scott, Alexander dejo de ir al rancho por dos meses. Aún estaba enojado con Neyra, pero a la vez necesitaba volver a verla, aunque fuera de lejos. Después de no verla por ningún lado fue cuando decidido ir a buscarla a la escuela, fue ahí donde le informaron que ella había dejado de asistir hacía dos meses y dos semanas antes se había dado de baja. A Alexander, al igual que a todos los que la conocían, les tomó por sorpresa cuando se enteraron de que Neyra se había ido del pueblo. Le dolió, pensar que no la volvería a verla, pero prefirió ocultar ese dolor bajo la máscara de orgullo y dignidad. Trato de convencerse de que ella no merecía ni un solo de sus pensamientos, y que no era digna del gran amor que le tenía. En el fondo, se consoló pensando que ella regresaría en cualquier momento porque era muy hogareña y adoraba a su papá. Sin embargo, las semanas se convirtieron en meses y la necesidad de verla terminó convirtiéndose en una obsesión la cual intento superar con otras mujeres y con alcohol.

Después de casi dos años de la partida de Neyra y cuando por fin él creyó que ya había superado el no verla más, fue cuando comenzó a escuchar su nombre y los rumores de que había salido en un video musical. Tiempo después poco a poco comenzó a ver su foto por todos lados, lo más difícil fue al principio cuando tuvo que verla en los anuncios publicitarios en la ciudad o la orilla de la carretera. Después le era común verla en alguna página o portada de revistas. Cuando la veía en alguna portada siempre hacia lo mismo, primero se negaba a verla, después de unas horas de no poder sacársela de su mente, terminaba ojeando la revista y al final la portada o la página terminaba hecha bola en un bote de basura. No importaba cuantas veces la hubiera visto antes, la reacción era siempre la misma. Era como el sabor de los dulces agrios, los cuales al principio eran dulce porque en el fondo de su corazón se alegraba de verla, pero después recordaba lo que le había hecho y termina quedándose con el sabor amargo del recuerdo de la traición.

Alexander no podía dejar de verla, ni Neyra podía resistir voltear a verlo solo por unos segundos, y volteo intencionalmente una de las veces que sintió su mirada. Ella lo vio y pensó "la venganza es dulce y que mejor manera de cobrarle la que le hizo, que tratarlo con frialdad e indiferencia" por lo tanto, le sonrió como si nada, mientras sentía que se le iba a salir el corazón de los nervios y la sorpresa de verlo tan bien. Era imposible no notar cada uno de sus músculos y como si eso no fuera suficiente para observarlo, también la barba y el bigote le ayudaban a verse más masculino; ni qué decir de su pelo desordenado, lo hacía verse más atractivo de lo que ella lo recordaba. Para su desgracia, Alexander Kohl se veía irresistible.

Cuando Neyra vio la cara de sorpresa y de enfado que puso, al ver que ella le sonrió como si nada; se rio y volteó para continuar su conversación con la barmaid quien volteo a verlo.

–Creo que no le dio mucho gusto verte, pero no te puede quitar la mirada de encima, en particular a tus caderas. –le comentó su amiga y sin poder evitarlo ambas se rieron. Neyra intencionalmente volteo para verlo nuevamente.

–¿Me pasas tu número de teléfono para ponernos de acuerdo y juntarnos un día de estos? –le preguntó Neyra a su amiga y se despidió después de tomarle una foto para grabarla junto con el número de teléfono. Comenzó a caminar a su mesa mientras terminaba de guardar los datos en sus contactos y se detuvo cuando sintió que iba a chocar con la persona que estaba enfrente de ella.

–Perdón. –dijo Neyra mientras levantó la mirada y puso el teléfono en una de las bolsas traseras de su pantalón.

–Hola, bonita. ¡Qué sorpresa, no esperaba encontrarte aquí! –la saludo Alexander, con un intento de sonrisa.

–Sí, ya me di cuenta. –le contesto ella seria.

–¿A mí no piensas darme un abrazo como a todos los demás? –le preguntó al momento en que estiró sus brazos, esperando que ella se acercara a él. Ahora que lo tenía enfrente ya no tenía el valor para sonreírle, como lo hizo en la barra. Se reprochó mentalmente haberlo hecho cuando estuvo acompañada. Ahora estaba sola y lo tenía enfrente, sintiendo su presencia más imponente. Sólo por un instante la intimido, pero al ver la altivez en su mirada, recobro el coraje de unos minutos antes. Ahora Neyra más que darle un abrazo deseaba darle una cachetada por sínico. Pero respiró profundo y no lo hizo.

–Sí. ¿Por qué no? –le dijo y se acercó para saludarlo como si fuera cualquier otro conocido.

Ella dejó un paso de distancia entre ellos e inclino su torso hacia el frente, Alexander por su parte dio un paso y cuando estaba lo suficientemente cerca de ella, ágilmente la acerco colocando ambas manos en la espalda de ella. Neyra intento hacerse hacia atrás, pero fue inútil y se quedó inmóvil por un momento al volver a sentir su cuerpo de él tan cerca al de ella. Lo que la hizo estremecerse y decidido mejor relajarse al momento que sintió una extraña sensación recorrer su cuerpo. Después de todo, esa sería la única vez que Alexander podría estar así de cerca a ella y podría oler su perfume como lo estaba haciendo. "Que se sacie, para que después le dé más trabajo olvidar esta noche", pensó Neyra complacida y disfruto esos dulces segundos de venganza. Los cuales terminaron cuando él sujetó su nuca con una mano, mientras aún la estrechaba contra él. Al momento que ella iba a reclamar, comenzó a besarla, despertando una conocida sensación de electricidad que sus labios provocaban al besar los suyos y a la cual le fue difícil resistirse. Cuando se dio cuenta de la locura que estaba haciendo y de en donde estaban, como pudo, alzo sus brazos y se apartó.

–¡Eres un idiota! –dijo molesta y se dirigió al baño.

–Y tú una hermosura. –comentó soltando una carcajada al ver lo roja que se había puesto.

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