Llegamos a casa, y me desprendí de mi familia, dejándola en la sala, para ir a mi habitación y buscarlo. Dentro todo era silencio, no había un chico ojos miel esperándome sentado sobre mi cama, sonriendo burlonamente, tal vez por mi cara, porque siempre parecía ver algo divertido en mí. Cerré mis ojos para intentar transportarme a la Habitación de Cristal. No pude hacerlo. Él ya no estaba o no quería verme.
-Por favor Lucas, -susurré, esperando una respuesta. No la obtuve.
No es real, no es real, no es real...cuando abrí mis ojos, me di cuenta que no estaba ya, tenía que aceptarlo, se había ido, rápidamente sentí su ausencia y el hueco vacío que eso conllevaba. No me comprendía, sabía que pasaría, pero no así, debía estar feliz de que se hubiera ido, pero no lo estaba, me hallé a mí misma corriendo a la sala a buscarlo, con una esperanza vana que lo encontraría.
Es horrible comprobar que no todas las historias están hechas para ser concluidas, pero, ni eso podría quitarles lo hermoso. En la puerta de mi habitación, donde todo había comenzado, me quedé varada, percibiendo las miradas de mis abuelos, mi madre y Roach, cuando un fuerte dolor de cabeza me invadió, mi vista se apañó, era demasiado tarde para mí, caí inconsciente de inmediato.
Recuérdenme la vida de un niño o niña cualesquiera de los dos, tienen algo en común, son muy felices, gracias a un equilibrio entre lo que ven y lo que creen, a veces influenciado por sus padres o personas que los crían y quieren. Yo tuve la dicha de que en mi infancia mi familia era una familia unida y feliz, a pesar de todo lo que le acontecía.Nací, un 13 de diciembre de 1999, un buen día para nacer, era invierno, pero me encanta la primavera, sus colores, sus canciones, su clima, es mi época favorita del año, poco después nació mi hermano, sin embargo, nuestros padres siempre nos prestaron igual atención. Como yo era la mayor tuve que volar más pronto de casa, con eso me refiero a ir al lugar que muchos odian, la escuela. Y es de ahí que voy a empezar a narrar mi travesía. Porque así lo llamo yo, o díganme si acaso no es una travesía ver a un niño de siete años crecer junto a ti, obviamente no, a menos que seas la única que lo puede ver. El misterio de Lucas, fue algo que
Teníamos ya dieciséis años, era increíble, nos sentíamos en la cumbre de nuestra adolescencia, hablábamos de vez en cuando con Mike por Skype, pero no era lo mismo. Lilith se dejó el cabello suelto, usaba ropas extravagantes del momento, jeans rotos y camisetas rasgadas, a veces llevaba unas que parecían sacadas de un nido de ratas, tan rotas que no le cubrían nada.Pero en eso se había convertido mi queridísima amiga. Richy, a él le había sentado muy bien la adolescencia, con diecisiete años medía un metro noventa y siete, era miembro del equipo de basquetbol y futbol de la escuela, se había dejado su cabello ondulado libre de gel, cuando no estaba jugando tendía a usar un par de lentes, lo cual lo hacía ver intelectual, aunque no lo era.Y yo a mí la adolescencia me había dado lo peor, tenía cambios temperamentales lo cual hizo que me denominaran "la bipolar" de mi salón por un buen tiempo, hasta que supe controlar el factor que los provocaba, que más bien
Bostecé, entonces una gran idea vino a mí. Era un día frio, pero nunca inoportuno para ir por un helado, siempre que se tratara del fro-yo de mi lugar favorito. Tomé el celular de la mesita de centro en la sala y marqué.—¿Diga? —respondió mi amiga.—Oye me preguntaba si podríamos ir por un fro-yo.—Lo siento amiga, estoy saliendo de casa justo ahora, no puedo.—Ah, ¿Y adónde vas?Tardó un momento en contestar—Con mi madre a comprar algunos adornos para las fiestas.—Oh! ¡En serio! ¿Tu madre está ahí? ¿Puedes pasármela? —La madre de Lilith era buena amiga mía, era la más comprensiva y alocada, divertida, planeaba las mejores fiestas de cumpleaños, lo que hacía que las fiestas de su hija fueran las más geniales.—Ah? Eh, espera. Mamá Emilia quiere hablarte—le dijo.—Hola señora Graham—la saludé.—Hola querida, oye, supe que no falta mucho para tu cumpleaños—Alguien en el fondo murmuró algo, —Bueno, te tengo que dejar, estoy
Llegué a casa de la escuela entré a mi habitación dispuesta a tirarme a la cama y no levantarme hasta año nuevo si era posible. Pero mis planes se vieron frustrados cuando vi a Lucas en la habitación. Rodé los ojos tiré la mochila y me tiré sobre el colchón atravesando a mi amigo. Cuando se lo proponía podía ser realmente molesto. Tenía cara de querer cargarme la tarde de nuevo, sonreía mostrando sus dientes. Cuando tenía esa expresión quería decir que iba a hacer muchas preguntas o que quería que le prestara atención. Siempre lograba convencerme con sus ojos de niño curioso, que le quedaban demasiado bien, si alguna chica aparte de mi lo hubiera visto habría caído rendida a sus pies.Yo consideraba a Lucas como un buen amigo, a veces invasor de espacio personal, lo quería, pero no podía seguir viéndolo toda mi vida.—Oye ten más respeto Em—sentenció levantándose.—Para ti, es Emilia, no Em. Y estoy demasiado cansada como para respetarte—bostecé.Rodó los ojo
No sabía cómo era posible que un amigo imaginario creciera contigo, era ilógico, el solo hecho de que aún siguiera viéndolo a mis dieciséis era algo incoherente, la mayoría de los niños se separaban de los suyos entre los 7 y 10 años, pero ahí estaba Lucas, siendo un adolescente, siendo la excepción, me había dicho a mí misma que si no se iba, yo lo correría, que se fuera a vagar por las calles, o que se quedara en la Habitación de Cristal hasta que encontrara a alguien más para molestar, seguramente existía algún lugar para los amigos imaginarios jubilados, algo como un asilo.—Ya puedes pasar—avisé al terminar. —si quieres.Ni siquiera debía decirle que pasara, de todas maneras, no era su habitación, era la mía, y ser mi amigo imaginario no le daba ese derecho. Un par de veces me había planteado que podría ser un ángel caído, pero sin alas, sin lindura exagerada, sin lo sobrehumano...descarté esa posible opción tan rápido como apareció.Él apareció en el mi
No volví a ver a Richard ni Lilith después de la clase de Literatura, no compartíamos más clases, pero ni siquiera los vi en los pasillos, no se acercaron a sus casilleros que quedaban cerca del mío, algo era cierto, me estaban evitando, y a pesar de lo que Lucas había dicho presentía que algo no andaba bien.A este otro tampoco me lo había vuelto a topar, parecía que se habían puesto de acuerdo para armarme un complot. Estaba en la clase de Álgebra, la señora Harris estaba explicando nuevos ejercicios, ya había llevado a revisar mi tarea que exitosamente salí bien, me sentía orgullosa, la había hecho sin ayuda, bueno tan vez con un poco de ayuda por parte de mi imaginario amigo.Eso no contaba, ¿cierto? Si era producto de mi imaginación, era yo misma recordándome que debía hacer para resolver el ejercicio, además no le iba a creer que asistía a mi clase de Álgebra.Solo por asegurarme me giré disimuladamente sobre mi asiento. Ahí estaba, en una esquina al final de
Sentí como mi corazón se hinchaba en mi pecho al verlo, era ese hinchamiento de no querer estar peleado con alguien que quieres, tener inmensas ganas de arreglar las cosas, pero en el fondo miedo de que no salga bien, aunque él era quien se había enojado conmigo, no entendía por qué. Me quedé callada un largo rato, analizando la situación, era tan repentino aquel cambio de actitud que no lo vi venir. No sabía por dónde empezar, era él quien me hacía reír, todo el tiempo, es más ni siquiera recordaba una sola vez que él se hubiera molestado de esa manera.Suspiré para avisar que estaba allí ya que él parecía no darse cuenta. Ni siquiera me miro, me quedé de nuevo en silencio mirando la alfombra café que se extendía por delante de mi cama. Aclaré mi garganta dispuesta a hablar, pero me sorprendió el tono frio con
Hubiera querido escuchar una de sus frases divertidas, no, hubiera querido escuchar una de aquellas frases burlonas que le gustaba decir, tal vez ese gesto gracioso que hacía con su cabeza al mirarme comer sola en la escuela, cualquier cosa, que me molestara para hacerme enfadar o reír que era lo que más conseguía, pero no. Solo se limitó a terminar la frase que empecé, de la manera más fría que jamás había oído de él.—¿Ya debería haber desaparecido para siempre? ¿Es eso lo que quieres decir? Creí que querías arreglar las cosas, —apartó la mirada—que por eso estabas aquí.—Lucas, no quise—Herir mis sentimientos, ¿Pero en realidad tengo sentimientos Emilia? —Empezó a acercarse peligrosamente a mí, con un evidente sarcasmo en su voz que no dejaba salir la mía—&iq