Capítulo dos

Bostecé, entonces una gran idea vino a mí. Era un día frio, pero nunca inoportuno para ir por un helado, siempre que se tratara del fro-yo de mi lugar favorito. Tomé el celular de la mesita de centro en la sala y marqué.

—¿Diga? —respondió mi amiga.

—Oye me preguntaba si podríamos ir por un fro-yo.

—Lo siento amiga, estoy saliendo de casa justo ahora, no puedo.

—Ah, ¿Y adónde vas?

Tardó un momento en contestar—Con mi madre a comprar algunos adornos para las fiestas. 

—Oh! ¡En serio! ¿Tu madre está ahí? ¿Puedes pasármela? —La madre de Lilith era buena amiga mía, era la más comprensiva y alocada, divertida, planeaba las mejores fiestas de cumpleaños, lo que hacía que las fiestas de su hija fueran las más geniales.

—Ah? Eh, espera. Mamá Emilia quiere hablarte—le dijo.

—Hola señora Graham—la saludé.

—Hola querida, oye, supe que no falta mucho para tu cumpleaños—Alguien en el fondo murmuró algo, —Bueno, te tengo que dejar, estoy manejando y no quiero provocar un accidente.

—Está bien—respondí.

—Nos vemos mañana en la escuela, adiós—me colgó, estaban actuando muy raro.

Igual aún estaba Richard, el seguro si iría, nunca podía negarse a un helado o a cualquier otra cosa que tuviera azúcar.

—¿Qué haces Emilia? —Apreció Lucas atrás de mi por sobre mi cabeza para alcanzar a ver lo que estaba haciendo en el celular. Luego se colocó sobre mi hombro y con su otra mano me mostró una flor. —Pasaba por ahí y logré cortarla, me recordó a ti, así que te la traje.

Miré la rosa de color rosado, la tomé—Gracias, ¿Dónde has estado? No, la pregunta es ¿A quién se la robaste?

Me giré para verlo.

—Ya sé que estabas haciendo. —ignoró mi pregunta, saltó sobre el respaldo del sofá para sentarse. Era de las pocas cosas que podía hacer.

Él me ignoraba, yo también lo haría, puse la rosa sobre la mesita con desinterés. Lo mire con mi frente fruncida—¿Ah sí? ¿qué?

Solo vio mi gesto, le restó importancia —Hablabas con Austin.

Me reí sin gracia—No. 

Sonrió—Solo te molestaba.

—Bien pues deja de hacerlo—Me dirigí a mi celular para marcar el número de Richard, después de dos tonos contestó—Hola Richard me preguntaba si

Me interrumpió atropelladamente— Lo siento Emilia no puedo tengo practica de futbol.

—Pero si no sabes lo que te voy a decir—me quejé.

—Ehesteeh ¡Au! —exclamó como si alguien le pellizcara.

—Em...

Hice mueca a Lucas para que se callara— Además, Richard, es domingo.

Lo escuché maldecir—Es que es un extra de parte del entrenador de basquetbol.

— ¿No era de futbol? —lo volvieron a pellizcar, alguien se rió— ¿Vas con una chica al entrenamiento?

—No, es que se ofrecieron a llevarme.

— ¿Quién?

Se rió—¿Quién eres ahora? ¿Mi novia?

—No—me ruboricé—bueno que te diviertas.

—Gracias—Colgó.

Me recosté mientras bufaba, miré a Lucas que estaba en silencio viendo la tv, salía Modern Family. Rodé mis ojos bufando.

—Te decía que si quieres yo voy contigo. —dijo sin dejar de ver al frente.

—De que me sirve.

Me miró serio—Al menos no iras sola.

—Pero no puedo hablarte en público. 

—¿Necesitas hablar? Porque yo estoy muy seguro de saber disfrutar solo de una buena compañía—Arqueó sus cejas.

—Qué bien por ti.

Negó con su cabeza—Pensé que tú también.

Fruncí mis labios, —Bien, vamos—sonrió. —igual ibas a ir ¿cierto?

—Sí.

Oculté mi sonrisa levantándome del sofá.

Sweet Frog era mi lugar favorito desde niña, no solo el mío, sino el de los cuatro, con los años Lily y Richard prefirieron una heladería con estilo de los 80s que quedaba en East Wolfe St. a la que antes solía ir con mis padres, de pequeña, pero con el divorcio dejé de ir. Hasta que ellos insistieron en ir a conocer, quedaron encantados con el lugar. Eran fans de lo rustico. La Rana Dulce siguió siendo mi favorito, me encantaban los colores pastel, y el lugar los tenía por todos lados, además de una barra con deliciosos toppings para ponerle al helado.

—¿Puedes creer que hallan tantos sabores? —le pregunté a Lucas que estaba a mi lado en la barra de toppings conmigo.

— Si, y pensar que no los puedo probar—dijo mirando con frustración y deseo los dulces, me miró— Vienes seguido y sigues con la misma tonta pregunta cada vez que pisas Sweet Frog.

—El azúcar me emociona.

—A tu fro-yo no tanto, significa que está a punto de ser digerido por la chica que se ha comido a sus parientes.

—Tomo un sabor de helado de yogurt cada vez—traté de defenderme.

—Eso no ayuda, pueden ser sus tíos, sobrinos de otros países.

—¿Por qué hablamos de esto como si se tratara de algo importante? —pregunté fastidiada.

— Por la misma razón por la que le hablas a la nada con tranquilidad—respondió la chica de la barra.

Me asusté, Lucas también, estábamos hablando tranquilos porque ella estaba ocupada, pero eso ya no era así, y a mí se me había olvidado disimular, estaba claro que no estaba viendo la barra de toppings murmurando que iba a comprar como las otras veces que había ido, eso era lo que les decía a los que trabajaban ahí. Lucas y yo nos miramos, él estaba tan sorprendido de haber sido atrapado como yo.

—Ya nos descubrieron—habló resignado. —Emilia deberías se más cuidadosa.

—Bienvenidos a Sweet Frog soy Anne, estoy trabando medio tiempo y soy nueva, lo sé, es difícil elegir un topping teniendo tantas opciones, a veces tengo pequeñas discusiones conmigo misma sobre lo mismo cuando compro algo—nosotros respiramos aliviados al oír lo último, ella continuó— ¿Y bien? ¿Ya elegiste cual vas a querer? Puedo sugerirte una combinación de frutas.

—Elige rápido—me avisó Lucas.

—Me parece perfecto.

—¿Ya elegiste tu fro-yo? —preguntó viendo que aún no lo traía en mis manos.

—Que inteligente—ironizo él a mi lado.

Lo ignoré—Aún no, ¿tienes alguna sugerencia? 

—Tenemos el sabor Creamy Mint Cookie, es delicioso, lo combinas con nueces o chispas de chocolate, o ambas. –dijo sonriente.

Asentí y me dirigí al área donde se encontraban las máquinas dispensadoras de helado. Una vez obtuve el helado salimos del establecimiento, no me iba a quedar a lucir más extraña, no miré a Lucas todo el camino hasta la parada del autobús, pero no pude evitar escuchar su risa burlona, siempre encontraba la manera divertida de ver cada situación vergonzosa en la que me metía él mismo.

—No sé qué es gracioso.

—Oye Emilia, ¿puedes describirme los sabores? —Ignoró por completo lo que le dije, de nuevo.

—Dulce, salado, fin. —seguí caminando.

—No sé qué es dulce, ni que es salado. —masculló con fastidio, se lo podía describir cientos de veces, jamás lo entendería, nunca había comido nada de ningún sabor.

Él se fastidiaba, ja, yo era quien parecía loca en la calle hablando con la nada.

Exhalé— ¿Recuerdas cuando probé el agua de mar, mi expresión? —Asintió—bueno, eso es salado.

—¿Dulce es como cuando probaste el helado de yogurt por primera vez? —observó.

—Sí, exacto—dije recordando ese momento, Lucas estaba ahí, éramos niños, fuimos con los gemelos y Lilith, cuando nuestros padres nos llevaron por primera vez al conocer a lo que para nosotros en ese momento fue el paraíso. El solo nos miraba divertirnos, fue la primera vez que me planteé en presentárselo a los demás, y la única. 

—Oh, yo más bien recuerdo eso como amargo—dijo en voz muy baja para que no lo escuchara, si lo hice, solo fingí no haberlo hecho, no era una conversación que quisiera tener en ese momento.

Vimos el autobús aproximarse a la parada, estábamos a una cuadra de distancia, no íbamos a alcanzarlo, nos echamos a correr. No sirvió de nada, justo cuando logramos llegar, arrancó dejándonos ahí, tirados, solos, con el resto de las personas que estaban por ahí, pero desconocidos. Tuvimos que caminar.

—No creo que sea una buena opción. —Advirtió después de cinco minutos de caminar.

— ¿Ves algún taxi? —le pregunté dándole la razón.

—Podríamos regresar a la parada de autobús—sugirió.

— ¿Qué hora es? —pregunté.

—A las cinco. —Ironizó—No traigo reloj, ¿te diste cuenta?

Lo miré mal—Bueno, mejor le llamo a mamá, sinceramente no sé ni donde estamos.

—Increíble, Emilia Hale, no conoce ni su propia dirección. —estaba preocupado.

Saqué mi celular, marqué a casa, recordé que era temprano y mi madre aun no llegaba, le llamé al celular y nada, no respondió. Lucas estaba a la espera de respuestas, cuando vio mi cara intento halarme del brazo olvidando que no podía tocarme, tuvo que ver como su mano solo pasaba a través de la mía sin hacer contacto. Gruñó.

—Regresemos a la parada.

Asentí—Claro.

Íbamos ya de regreso, cuando un auto se estaciono delante de nosotros, era la maestra Alexa de historia, era amiga de mi madre, también tenía un padre nacido en china —Emilia que haces caminando sola.

No iba sola exactamente. Solo que nadie podía ver quien iba a mi lado.

—Perdí el autobús.

—Bueno tienes suerte, súbete, te llevare, tu madre se preocupará si llegas tarde a tu casa, que por cierto está en la dirección contraria a la que ibas. —me informó.

—Es que no soy buena con las direcciones—reí nerviosa.

—Así veo, vente.

Lucas y yo nos subimos al auto de la maestra, tenía el aire acondicionado encendido en frio. Casi de inmediato me congelé, era suficiente con el frio de la calle, para agregar el frio artificial de la calefacción. Los siguientes quince minutos fueron agonizantes. En el asiento delantero, iba una pequeña niña de cinco años con cabello castaño dormida, envuelta en una manta. Seguramente las historias de su madre la habían hecho dormir, y no la culpaba, yo también estaba debatiéndome en si seguir escuchándola o saltar por la ventana.

—Si sigue hablando me pondré los audífonos. —Le susurré a Lucas quien se agachó para que se lo dijera al oído, aunque dudaba que ella me escuchara mientras seguía hablando.

Lucas sonrió—No querrás parecer mal educada Emilia, mira el lado positivo, estas aprendiendo mucho sobre la vida de una mujer con cinco hijos y un esposo que nunca pasa en casa. 

Lo miré mal por un segundo.

—Vamos animo Emilia, aquí sigo, y bien podría irme directo a casa, pero te estoy acompañando—recalcó aun cerca de mi cara susurrando como si fuera a oírle a él también.

—Sabes algo hija, lo bueno de tener a un buen amigo es que siempre están cuando lo necesitas, aunque no se los pidas—No sé por qué terminó diciendo eso, Lucas puso cara de darle la razón arqueando sus cejas. Ella continuó—El doctor Brent es mi buen amigo de la escuela, nunca perdimos la comunicación.

—¿En serio? Es genial maestra—asentí sin saber de qué hablaba a penas le estaba poniendo atención.

—Error—habló Lucas a mi lado negando con su cabeza.

—Lo sé, no me puedo imaginar que haría sin él, siempre que necesito ayuda médica está conmigo—media hora de elogiar a su amigo doctor después. —Así es la vida mi niña, lo difícil es cuando pierdes a un buen amigo, recuerdo que perdí a uno...— Ay no pensé. Lucas estaba que se desternillaba de la risa por mi cara, que seguramente parecía que tenía que ir al baño, el frio me estaba matando y sus historias lo empeoraban.

Una vez se estacionó salí disparada del auto, con Lucas detrás de mí. Agradecí a la maestra y entré al edificio donde vivía.

—La única historia que esa señora sabe contar es la de su vida—mascullí con fastidio mientras subíamos por las escaleras.

—Me cae bien, —se encogió de hombros.

—A ti te cae bien fastidiarme.

—Valora lo que te pasa Emilia, es mi lema.

—¿En serio? ¿Desde cuándo? —formé una sonrisa burlona.

—Desde que te conocí. 

Me reí, no sabía si entendía que en realidad él me estaba pasando a mí, y no yo a él.

—Cállate, trato de sonar filosófico.

—No te sale.

Sopló el cabello que le caía por sobre su frente a manera de bufido.

— ¿Sabes algo?

—Llegamos al final de las escaleras—respondió rodando sus ojos.

Me reí—Exacto.

Le hacia esa broma todo el tiempo, pero dejó de caer a los catorce años, el edificio solo tenía cuatro pisos por lo cual preferíamos utilizar las escaleras. Caminamos por el pasillo que tenía un pasillo alfombrado con estampado rojo, hasta el apartamento 207. Saqué mi llave y abrí. Era la perfecta tarde de un domingo de noviembre, donde el frio empezaba a caer sobre Harrisonburg, pronto veríamos la nieve, que era de mis épocas favoritas del año.

El apartamento era cálido, dejé mi poncho morado en el perchero junto a la puerta y me quedé solo con mi camiseta, solté la coleta de mi cabello. Entré a la habitación para cambiar mis zapatillas por pantuflas.

El habló desde el otro lado de la puerta, solía actuar educadamente a veces— ¿Vemos unas películas?

—Me leíste la mente. ¿Qué tipo de películas? —me uní a él en la sala.

—Acción. —sugirió.

—Genial, ¿qué tal si vemos Mulán?

Hizo un gesto de disgusto—No ese tipo de acción.

Me reí—Solo jugaba, compré la película de los Vengadores—Porque sabía que la vería con él—la última vez, ¿vemos esa?

—¿Ya la viste tú?

—No, estaba esperando el domingo como de costumbre.

—Bien, entonces yo pido el sofá grande—dijo. Salí corriendo, pero el simplemente apareció allí, siempre me ganaba.

—Eres injusto.

—El domingo pasado te correspondió a ti.

—Como sea. —caminé hasta el mueble de la tv.

—La alfombra también es cómoda—trató de animarme.

—Tu ni siquiera necesitas sentarte.

—El gusto de pelear contigo lo vale. —sonrió socarrón.

No hice caso, puse la película, me senté en el piso con la espalda recostada en el sofá. Lucas acostado de una punta a otra del sillón, vimos la película. Era una de las pocas cosas que podíamos hacer tranquilos, durante mi madre trabajaba en el restaurante, pasábamos solos y no había problema de que nadie me descubriera hablándole, era de esas veces en las que no era fastidioso, cuando no estaba invadiendo mi espacio personal, y simplemente se portaba como cualquier otro de mis amigos.


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