Bostecé, entonces una gran idea vino a mí. Era un día frio, pero nunca inoportuno para ir por un helado, siempre que se tratara del fro-yo de mi lugar favorito. Tomé el celular de la mesita de centro en la sala y marqué.
—¿Diga? —respondió mi amiga.
—Oye me preguntaba si podríamos ir por un fro-yo.
—Lo siento amiga, estoy saliendo de casa justo ahora, no puedo.
—Ah, ¿Y adónde vas?
Tardó un momento en contestar—Con mi madre a comprar algunos adornos para las fiestas.
—Oh! ¡En serio! ¿Tu madre está ahí? ¿Puedes pasármela? —La madre de Lilith era buena amiga mía, era la más comprensiva y alocada, divertida, planeaba las mejores fiestas de cumpleaños, lo que hacía que las fiestas de su hija fueran las más geniales.
—Ah? Eh, espera. Mamá Emilia quiere hablarte—le dijo.
—Hola señora Graham—la saludé.
—Hola querida, oye, supe que no falta mucho para tu cumpleaños—Alguien en el fondo murmuró algo, —Bueno, te tengo que dejar, estoy manejando y no quiero provocar un accidente.
—Está bien—respondí.
—Nos vemos mañana en la escuela, adiós—me colgó, estaban actuando muy raro.
Igual aún estaba Richard, el seguro si iría, nunca podía negarse a un helado o a cualquier otra cosa que tuviera azúcar.
—¿Qué haces Emilia? —Apreció Lucas atrás de mi por sobre mi cabeza para alcanzar a ver lo que estaba haciendo en el celular. Luego se colocó sobre mi hombro y con su otra mano me mostró una flor. —Pasaba por ahí y logré cortarla, me recordó a ti, así que te la traje.
Miré la rosa de color rosado, la tomé—Gracias, ¿Dónde has estado? No, la pregunta es ¿A quién se la robaste?
Me giré para verlo.
—Ya sé que estabas haciendo. —ignoró mi pregunta, saltó sobre el respaldo del sofá para sentarse. Era de las pocas cosas que podía hacer.
Él me ignoraba, yo también lo haría, puse la rosa sobre la mesita con desinterés. Lo mire con mi frente fruncida—¿Ah sí? ¿qué?
Solo vio mi gesto, le restó importancia —Hablabas con Austin.
Me reí sin gracia—No.
Sonrió—Solo te molestaba.
—Bien pues deja de hacerlo—Me dirigí a mi celular para marcar el número de Richard, después de dos tonos contestó—Hola Richard me preguntaba si
Me interrumpió atropelladamente— Lo siento Emilia no puedo tengo practica de futbol.
—Pero si no sabes lo que te voy a decir—me quejé.
—Ehesteeh ¡Au! —exclamó como si alguien le pellizcara.
—Em...
Hice mueca a Lucas para que se callara— Además, Richard, es domingo.
Lo escuché maldecir—Es que es un extra de parte del entrenador de basquetbol.
— ¿No era de futbol? —lo volvieron a pellizcar, alguien se rió— ¿Vas con una chica al entrenamiento?
—No, es que se ofrecieron a llevarme.
— ¿Quién?
Se rió—¿Quién eres ahora? ¿Mi novia?
—No—me ruboricé—bueno que te diviertas.
—Gracias—Colgó.
Me recosté mientras bufaba, miré a Lucas que estaba en silencio viendo la tv, salía Modern Family. Rodé mis ojos bufando.
—Te decía que si quieres yo voy contigo. —dijo sin dejar de ver al frente.
—De que me sirve.
Me miró serio—Al menos no iras sola.
—Pero no puedo hablarte en público.
—¿Necesitas hablar? Porque yo estoy muy seguro de saber disfrutar solo de una buena compañía—Arqueó sus cejas.
—Qué bien por ti.
Negó con su cabeza—Pensé que tú también.
Fruncí mis labios, —Bien, vamos—sonrió. —igual ibas a ir ¿cierto?
—Sí.
Oculté mi sonrisa levantándome del sofá.
Sweet Frog era mi lugar favorito desde niña, no solo el mío, sino el de los cuatro, con los años Lily y Richard prefirieron una heladería con estilo de los 80s que quedaba en East Wolfe St. a la que antes solía ir con mis padres, de pequeña, pero con el divorcio dejé de ir. Hasta que ellos insistieron en ir a conocer, quedaron encantados con el lugar. Eran fans de lo rustico. La Rana Dulce siguió siendo mi favorito, me encantaban los colores pastel, y el lugar los tenía por todos lados, además de una barra con deliciosos toppings para ponerle al helado.
—¿Puedes creer que hallan tantos sabores? —le pregunté a Lucas que estaba a mi lado en la barra de toppings conmigo.
— Si, y pensar que no los puedo probar—dijo mirando con frustración y deseo los dulces, me miró— Vienes seguido y sigues con la misma tonta pregunta cada vez que pisas Sweet Frog.
—El azúcar me emociona.
—A tu fro-yo no tanto, significa que está a punto de ser digerido por la chica que se ha comido a sus parientes.
—Tomo un sabor de helado de yogurt cada vez—traté de defenderme.
—Eso no ayuda, pueden ser sus tíos, sobrinos de otros países.
—¿Por qué hablamos de esto como si se tratara de algo importante? —pregunté fastidiada.
— Por la misma razón por la que le hablas a la nada con tranquilidad—respondió la chica de la barra.
Me asusté, Lucas también, estábamos hablando tranquilos porque ella estaba ocupada, pero eso ya no era así, y a mí se me había olvidado disimular, estaba claro que no estaba viendo la barra de toppings murmurando que iba a comprar como las otras veces que había ido, eso era lo que les decía a los que trabajaban ahí. Lucas y yo nos miramos, él estaba tan sorprendido de haber sido atrapado como yo.
—Ya nos descubrieron—habló resignado. —Emilia deberías se más cuidadosa.
—Bienvenidos a Sweet Frog soy Anne, estoy trabando medio tiempo y soy nueva, lo sé, es difícil elegir un topping teniendo tantas opciones, a veces tengo pequeñas discusiones conmigo misma sobre lo mismo cuando compro algo—nosotros respiramos aliviados al oír lo último, ella continuó— ¿Y bien? ¿Ya elegiste cual vas a querer? Puedo sugerirte una combinación de frutas.
—Elige rápido—me avisó Lucas.
—Me parece perfecto.
—¿Ya elegiste tu fro-yo? —preguntó viendo que aún no lo traía en mis manos.
—Que inteligente—ironizo él a mi lado.
Lo ignoré—Aún no, ¿tienes alguna sugerencia?
—Tenemos el sabor Creamy Mint Cookie, es delicioso, lo combinas con nueces o chispas de chocolate, o ambas. –dijo sonriente.
Asentí y me dirigí al área donde se encontraban las máquinas dispensadoras de helado. Una vez obtuve el helado salimos del establecimiento, no me iba a quedar a lucir más extraña, no miré a Lucas todo el camino hasta la parada del autobús, pero no pude evitar escuchar su risa burlona, siempre encontraba la manera divertida de ver cada situación vergonzosa en la que me metía él mismo.
—No sé qué es gracioso.
—Oye Emilia, ¿puedes describirme los sabores? —Ignoró por completo lo que le dije, de nuevo.
—Dulce, salado, fin. —seguí caminando.
—No sé qué es dulce, ni que es salado. —masculló con fastidio, se lo podía describir cientos de veces, jamás lo entendería, nunca había comido nada de ningún sabor.
Él se fastidiaba, ja, yo era quien parecía loca en la calle hablando con la nada.
Exhalé— ¿Recuerdas cuando probé el agua de mar, mi expresión? —Asintió—bueno, eso es salado.
—¿Dulce es como cuando probaste el helado de yogurt por primera vez? —observó.
—Sí, exacto—dije recordando ese momento, Lucas estaba ahí, éramos niños, fuimos con los gemelos y Lilith, cuando nuestros padres nos llevaron por primera vez al conocer a lo que para nosotros en ese momento fue el paraíso. El solo nos miraba divertirnos, fue la primera vez que me planteé en presentárselo a los demás, y la única.
—Oh, yo más bien recuerdo eso como amargo—dijo en voz muy baja para que no lo escuchara, si lo hice, solo fingí no haberlo hecho, no era una conversación que quisiera tener en ese momento.
Vimos el autobús aproximarse a la parada, estábamos a una cuadra de distancia, no íbamos a alcanzarlo, nos echamos a correr. No sirvió de nada, justo cuando logramos llegar, arrancó dejándonos ahí, tirados, solos, con el resto de las personas que estaban por ahí, pero desconocidos. Tuvimos que caminar.
—No creo que sea una buena opción. —Advirtió después de cinco minutos de caminar.
— ¿Ves algún taxi? —le pregunté dándole la razón.
—Podríamos regresar a la parada de autobús—sugirió.
— ¿Qué hora es? —pregunté.
—A las cinco. —Ironizó—No traigo reloj, ¿te diste cuenta?
Lo miré mal—Bueno, mejor le llamo a mamá, sinceramente no sé ni donde estamos.
—Increíble, Emilia Hale, no conoce ni su propia dirección. —estaba preocupado.
Saqué mi celular, marqué a casa, recordé que era temprano y mi madre aun no llegaba, le llamé al celular y nada, no respondió. Lucas estaba a la espera de respuestas, cuando vio mi cara intento halarme del brazo olvidando que no podía tocarme, tuvo que ver como su mano solo pasaba a través de la mía sin hacer contacto. Gruñó.
—Regresemos a la parada.
Asentí—Claro.
Íbamos ya de regreso, cuando un auto se estaciono delante de nosotros, era la maestra Alexa de historia, era amiga de mi madre, también tenía un padre nacido en china —Emilia que haces caminando sola.
No iba sola exactamente. Solo que nadie podía ver quien iba a mi lado.
—Perdí el autobús.
—Bueno tienes suerte, súbete, te llevare, tu madre se preocupará si llegas tarde a tu casa, que por cierto está en la dirección contraria a la que ibas. —me informó.
—Es que no soy buena con las direcciones—reí nerviosa.
—Así veo, vente.
Lucas y yo nos subimos al auto de la maestra, tenía el aire acondicionado encendido en frio. Casi de inmediato me congelé, era suficiente con el frio de la calle, para agregar el frio artificial de la calefacción. Los siguientes quince minutos fueron agonizantes. En el asiento delantero, iba una pequeña niña de cinco años con cabello castaño dormida, envuelta en una manta. Seguramente las historias de su madre la habían hecho dormir, y no la culpaba, yo también estaba debatiéndome en si seguir escuchándola o saltar por la ventana.
—Si sigue hablando me pondré los audífonos. —Le susurré a Lucas quien se agachó para que se lo dijera al oído, aunque dudaba que ella me escuchara mientras seguía hablando.
Lucas sonrió—No querrás parecer mal educada Emilia, mira el lado positivo, estas aprendiendo mucho sobre la vida de una mujer con cinco hijos y un esposo que nunca pasa en casa.
Lo miré mal por un segundo.
—Vamos animo Emilia, aquí sigo, y bien podría irme directo a casa, pero te estoy acompañando—recalcó aun cerca de mi cara susurrando como si fuera a oírle a él también.
—Sabes algo hija, lo bueno de tener a un buen amigo es que siempre están cuando lo necesitas, aunque no se los pidas—No sé por qué terminó diciendo eso, Lucas puso cara de darle la razón arqueando sus cejas. Ella continuó—El doctor Brent es mi buen amigo de la escuela, nunca perdimos la comunicación.
—¿En serio? Es genial maestra—asentí sin saber de qué hablaba a penas le estaba poniendo atención.
—Error—habló Lucas a mi lado negando con su cabeza.
—Lo sé, no me puedo imaginar que haría sin él, siempre que necesito ayuda médica está conmigo—media hora de elogiar a su amigo doctor después. —Así es la vida mi niña, lo difícil es cuando pierdes a un buen amigo, recuerdo que perdí a uno...— Ay no pensé. Lucas estaba que se desternillaba de la risa por mi cara, que seguramente parecía que tenía que ir al baño, el frio me estaba matando y sus historias lo empeoraban.
Una vez se estacionó salí disparada del auto, con Lucas detrás de mí. Agradecí a la maestra y entré al edificio donde vivía.
—La única historia que esa señora sabe contar es la de su vida—mascullí con fastidio mientras subíamos por las escaleras.
—Me cae bien, —se encogió de hombros.
—A ti te cae bien fastidiarme.
—Valora lo que te pasa Emilia, es mi lema.
—¿En serio? ¿Desde cuándo? —formé una sonrisa burlona.
—Desde que te conocí.
Me reí, no sabía si entendía que en realidad él me estaba pasando a mí, y no yo a él.
—Cállate, trato de sonar filosófico.
—No te sale.
Sopló el cabello que le caía por sobre su frente a manera de bufido.
— ¿Sabes algo?
—Llegamos al final de las escaleras—respondió rodando sus ojos.
Me reí—Exacto.
Le hacia esa broma todo el tiempo, pero dejó de caer a los catorce años, el edificio solo tenía cuatro pisos por lo cual preferíamos utilizar las escaleras. Caminamos por el pasillo que tenía un pasillo alfombrado con estampado rojo, hasta el apartamento 207. Saqué mi llave y abrí. Era la perfecta tarde de un domingo de noviembre, donde el frio empezaba a caer sobre Harrisonburg, pronto veríamos la nieve, que era de mis épocas favoritas del año.
El apartamento era cálido, dejé mi poncho morado en el perchero junto a la puerta y me quedé solo con mi camiseta, solté la coleta de mi cabello. Entré a la habitación para cambiar mis zapatillas por pantuflas.
El habló desde el otro lado de la puerta, solía actuar educadamente a veces— ¿Vemos unas películas?
—Me leíste la mente. ¿Qué tipo de películas? —me uní a él en la sala.
—Acción. —sugirió.
—Genial, ¿qué tal si vemos Mulán?
Hizo un gesto de disgusto—No ese tipo de acción.
Me reí—Solo jugaba, compré la película de los Vengadores—Porque sabía que la vería con él—la última vez, ¿vemos esa?
—¿Ya la viste tú?
—No, estaba esperando el domingo como de costumbre.
—Bien, entonces yo pido el sofá grande—dijo. Salí corriendo, pero el simplemente apareció allí, siempre me ganaba.
—Eres injusto.
—El domingo pasado te correspondió a ti.
—Como sea. —caminé hasta el mueble de la tv.
—La alfombra también es cómoda—trató de animarme.
—Tu ni siquiera necesitas sentarte.
—El gusto de pelear contigo lo vale. —sonrió socarrón.
No hice caso, puse la película, me senté en el piso con la espalda recostada en el sofá. Lucas acostado de una punta a otra del sillón, vimos la película. Era una de las pocas cosas que podíamos hacer tranquilos, durante mi madre trabajaba en el restaurante, pasábamos solos y no había problema de que nadie me descubriera hablándole, era de esas veces en las que no era fastidioso, cuando no estaba invadiendo mi espacio personal, y simplemente se portaba como cualquier otro de mis amigos.
Llegué a casa de la escuela entré a mi habitación dispuesta a tirarme a la cama y no levantarme hasta año nuevo si era posible. Pero mis planes se vieron frustrados cuando vi a Lucas en la habitación. Rodé los ojos tiré la mochila y me tiré sobre el colchón atravesando a mi amigo. Cuando se lo proponía podía ser realmente molesto. Tenía cara de querer cargarme la tarde de nuevo, sonreía mostrando sus dientes. Cuando tenía esa expresión quería decir que iba a hacer muchas preguntas o que quería que le prestara atención. Siempre lograba convencerme con sus ojos de niño curioso, que le quedaban demasiado bien, si alguna chica aparte de mi lo hubiera visto habría caído rendida a sus pies.Yo consideraba a Lucas como un buen amigo, a veces invasor de espacio personal, lo quería, pero no podía seguir viéndolo toda mi vida.—Oye ten más respeto Em—sentenció levantándose.—Para ti, es Emilia, no Em. Y estoy demasiado cansada como para respetarte—bostecé.Rodó los ojo
No sabía cómo era posible que un amigo imaginario creciera contigo, era ilógico, el solo hecho de que aún siguiera viéndolo a mis dieciséis era algo incoherente, la mayoría de los niños se separaban de los suyos entre los 7 y 10 años, pero ahí estaba Lucas, siendo un adolescente, siendo la excepción, me había dicho a mí misma que si no se iba, yo lo correría, que se fuera a vagar por las calles, o que se quedara en la Habitación de Cristal hasta que encontrara a alguien más para molestar, seguramente existía algún lugar para los amigos imaginarios jubilados, algo como un asilo.—Ya puedes pasar—avisé al terminar. —si quieres.Ni siquiera debía decirle que pasara, de todas maneras, no era su habitación, era la mía, y ser mi amigo imaginario no le daba ese derecho. Un par de veces me había planteado que podría ser un ángel caído, pero sin alas, sin lindura exagerada, sin lo sobrehumano...descarté esa posible opción tan rápido como apareció.Él apareció en el mi
No volví a ver a Richard ni Lilith después de la clase de Literatura, no compartíamos más clases, pero ni siquiera los vi en los pasillos, no se acercaron a sus casilleros que quedaban cerca del mío, algo era cierto, me estaban evitando, y a pesar de lo que Lucas había dicho presentía que algo no andaba bien.A este otro tampoco me lo había vuelto a topar, parecía que se habían puesto de acuerdo para armarme un complot. Estaba en la clase de Álgebra, la señora Harris estaba explicando nuevos ejercicios, ya había llevado a revisar mi tarea que exitosamente salí bien, me sentía orgullosa, la había hecho sin ayuda, bueno tan vez con un poco de ayuda por parte de mi imaginario amigo.Eso no contaba, ¿cierto? Si era producto de mi imaginación, era yo misma recordándome que debía hacer para resolver el ejercicio, además no le iba a creer que asistía a mi clase de Álgebra.Solo por asegurarme me giré disimuladamente sobre mi asiento. Ahí estaba, en una esquina al final de
Sentí como mi corazón se hinchaba en mi pecho al verlo, era ese hinchamiento de no querer estar peleado con alguien que quieres, tener inmensas ganas de arreglar las cosas, pero en el fondo miedo de que no salga bien, aunque él era quien se había enojado conmigo, no entendía por qué. Me quedé callada un largo rato, analizando la situación, era tan repentino aquel cambio de actitud que no lo vi venir. No sabía por dónde empezar, era él quien me hacía reír, todo el tiempo, es más ni siquiera recordaba una sola vez que él se hubiera molestado de esa manera.Suspiré para avisar que estaba allí ya que él parecía no darse cuenta. Ni siquiera me miro, me quedé de nuevo en silencio mirando la alfombra café que se extendía por delante de mi cama. Aclaré mi garganta dispuesta a hablar, pero me sorprendió el tono frio con
Hubiera querido escuchar una de sus frases divertidas, no, hubiera querido escuchar una de aquellas frases burlonas que le gustaba decir, tal vez ese gesto gracioso que hacía con su cabeza al mirarme comer sola en la escuela, cualquier cosa, que me molestara para hacerme enfadar o reír que era lo que más conseguía, pero no. Solo se limitó a terminar la frase que empecé, de la manera más fría que jamás había oído de él.—¿Ya debería haber desaparecido para siempre? ¿Es eso lo que quieres decir? Creí que querías arreglar las cosas, —apartó la mirada—que por eso estabas aquí.—Lucas, no quise—Herir mis sentimientos, ¿Pero en realidad tengo sentimientos Emilia? —Empezó a acercarse peligrosamente a mí, con un evidente sarcasmo en su voz que no dejaba salir la mía—&iq
— ¿Sabes algo? Aun no entiendo por qué dejaste de venir. —susurraba cerca mío.—Yo tampoco. Solo tenía miedo.— ¿De qué?—De la señorita Hale.— ¿De la señorita Hale?—¡Señorita Hale!—¡Emilia!El sonido de un cuaderno cayendo sobre mi mesa me despertó haciendo que me sobresaltase. La señorita Liss me miraba expectante, toda la clase de arte tenía sus ojos en mí, tragué antes de encontrar algo de mi voz adormilada.—Lo siento.—Dígame algo señorita Hale, ¿le parece que mi clase es aburrida? ¿Por qué estaba durmiendo?—Yoeste—Se objetiva Emilia, no balbucees. —me murmuró.—No señora Liss, es que anoche no dormí bien, pensando en el cuadro con el qu
—Chandler, cállate quieres.—Está bien. entiendo, es cosa de chicas.Estaba viendo Friends con mi madre cuando sonó mi celular, era inconfundible el sonido de I Found a Way de Drake Bell, el intro de la serie. Lucas estaba a un lado en el piso y al escuchar el intro lo cantó a todo pulmón, se puso en pie, empezó a bailar en medio de la sala con pasos ridículos. Yo me reí, nos encantaba la serie, él, era mi Josh, mamá se había ido a la cocina para preparar palomitas, tenía suerte de que no me escuchara reír, dejé que el intro llegara a la mitad, por suerte quien llamaba estaba dispuesto a esperar.—Emilia ¿no piensas contestar? —mi madre llamó mi atención.—Sí, —me puse en pie— ¿ya van a estar las palomitas?—Ya están, solo les pongo mantequilla, te esperaría, pero creo que vas a tardar en esta llamada—señaló con la cabeza la pantalla, donde se podía observar el nombre de Mike.Entonces me apresuré a contestar, era una video llamada, sonreí al verl
—Qué opinas de este—preguntaba por enésima vez. Siempre era algo diferente, pero, me estaba empezando a hartar de todo.Austin y yo nos encontrábamos en medio del partido de futbol americano del equipo de la escuela en donde se encontraba Richard, competían contra las Águilas un equipo de afuera, el equipo local se llamaba las Ardillas, estaban perdiendo, era evidente que, hacia falta de mi amigo para lograr ganar, pero por alguna razón que desconocía, luego de haber insistido hasta el cansancio a que fuera, no apareció, ni el, ni Lilith.Lo que fuera, algo no andaba bien, el caso fue que al aceptar había olvidado por completo que tenía que reunirme con Austin para empezar los preparativos para la fiesta de la maestra de arte, y ahí me encontraba con ropa para nada adecuada en un estadio. La chica que decía ser mi amiga desde la infancia me obligó a ponerme un p