Sentí como mi corazón se hinchaba en mi pecho al verlo, era ese hinchamiento de no querer estar peleado con alguien que quieres, tener inmensas ganas de arreglar las cosas, pero en el fondo miedo de que no salga bien, aunque él era quien se había enojado conmigo, no entendía por qué. Me quedé callada un largo rato, analizando la situación, era tan repentino aquel cambio de actitud que no lo vi venir. No sabía por dónde empezar, era él quien me hacía reír, todo el tiempo, es más ni siquiera recordaba una sola vez que él se hubiera molestado de esa manera.
Suspiré para avisar que estaba allí ya que él parecía no darse cuenta. Ni siquiera me miro, me quedé de nuevo en silencio mirando la alfombra café que se extendía por delante de mi cama. Aclaré mi garganta dispuesta a hablar, pero me sorprendió el tono frio con el que me interrumpió.
—No te molestes en decir nada, Emilia—recalcó mi nombre como queriendo recordarme las veces que lo había corregido al respecto.
Quería hacerme sentir mal y lo estaba logrando, en ese momento un pequeño atisbo de tristeza me abrazo por un par de segundos.
Mi voz se había metido en un cajón, respondí suave— ¿Por qué no?
Siguió sin mirarme, soplando la pluma—Porque estoy un setenta por ciento seguro que lo empeoraras.
Su tono era de Lo sé, te conozco intentando arreglar las cosas. Quise decirle que no me conocía, pero él podía predecir qué sabor de helado iba a pedir sin que lo hubiera pedido antes, no podía negárselo, había tenido ocho años para dedicarse a la labor de descifrarme, y lo llevaba muy bien según mis criterios. Si mi madre lo hubiera oído hablar de mí, seguro se hubiera llevado una buena impresión, me habría hecho comprometerme con el muchacho, no como paso con Austin. Seis meses de novios y ese chico no sabía ni cual era mi primer nombre.
—Vale la pena intentar ¿No crees?
Me miró de soslayo, insistiendo en sostener el resto de su expresión dura. No era buena arreglando las cosas, tenía razón, no perdía nada intentando.
—¿Por qué te empeñas en hacer esto? —Volvió su mirada a la pluma. —Ni siquiera sabes por qué me he enfadado.
—¿Y no vas a decírmelo?
Negó—No, no es importante, tampoco te concierne.
—Pero quiero ayudarte. —arqueé mis cejas.
—No creo que puedas. —Me miró directamente. No supe lo que estaba haciendo hasta que la Luz me dio en la cara.
—Al menos deberías dejarme intentar ¿no crees? Y no hagas esto Lucas, sácame de aquí, te he dicho que no me gusta la Habitación de Cristal—sentencié algo enfadada.
—Yo no he hecho nada. Puedes irte de ella y lo sabes, solo debes dejar de mirarme. —frunció la frente levemente.
Las cortinas de cristales y piedras brillaban hermosamente por la luz del sol y si se lo permitías podían manipular tu estado de ánimo, hacerte creer que cualquier cosa era posible, hacerte sentir feliz sin querer estarlo.
—Sé que esto no funciona así, sé que tú lo controlas—acusé, sin apartar la mirada, era mi manera de tener los pies sobre la tierra, o lo que se acercara a ella, ya que no estaba sostenida a ningún mueble, al menos así sentía que volvería a mi casa de nuevo, la realidad era que él era como todo dentro de esa habitación, un desvarío, pero confiaba en que no me dejaría ahí botada, confiaba de cierto modo en él, ya que nunca me había abandonado o dejado perdida en ningún lugar, tenía mis razones.
Ver sus ojos podría haber hipnotizado a cualquiera, yo era la única que podía hacerlo, a veces sentía que él se las desquitaba conmigo, en ese momento me dio un sentimiento dulce y pegajoso, indiscutible e innegable. Como cuando comes un helado de yogurt congelado de frutas. Todo un atisbo de sabores en una sola cosa. Recordé como ese par de ojos miel me hicieron perder el miedo a hablar en público años atrás, me daban sensación de tranquilidad y seguridad. No iba a decirle que causaba ese efecto en mí, que de alguna manera me había hecho dependiente de él gracias a su mirada, en la que al encontrarse con la mía no dudaba en perderme. Era demasiado intensa, como nadar entre la miel, una vez dentro, me congelaba sin tener deseos de salir, me tenía que obligar a dejarlo.
—Te equivocas, esto pasa cada vez que nuestras miradas conectan, lo sabes, lo sé, tu como yo nos podemos ir o quedarnos, el problema es que tú te niegas a aceptarlo. No entiendo porque ahora temes tanto de esto, cuando de niña te gustaba ¿Qué ha cambiado?
Dejé de verlo dispuesta a no seguir la conversación, todo lo que era de cristal desapareció, y estábamos en mi habitación de nuevo, pero no me moví, solo me quedé mirando un punto fijo en la cama, mientras sentía que él todavía me observaba, para cuando decidí voltearme, ya se había ido.
No daba crédito a nada de lo que acababa de ocurrir, sus reacciones eran diferentes, sus expresiones, sus palabras, su sonrisa, su mirada, todo en él había sufrido un cambio repentino, me decía lo molesto que estaba, pero no la razón.
Quería saber qué le había pasado al amigo imaginario que me había hallado en mi habitación tropezando con todo, aquel pequeño niño con corte tierno de cabello y sus tenis y camiseta de superhéroes, me sentía extraña, confundida por lo que su mirada había provocado. Tal vez solo creció me dije Solo crecimos. Me cambie a mi pijama, apague la luz y me metí bajo las sabanas.
—¿Quién eres? —pregunté asustada.
El me miró igual de asustado con sus ojos redondos—Yo—se quedó pensativo, su rostro se volvió triste—no sé, ¿tú quién eres?
—Soy Emilia, ¿Qué haces en mi habitación?
—Yoescapé, creo—confesó algo inseguro.
—¿Escapaste? ¿De dónde? —me acerqué cuidadosamente.
—De la habitación de Cristal.
—¿Qué cosa?
—Una enorme habitación hecha de puro cristal, cerré mis ojos y aparecí aquí.
—Uhmm, ¿Puedes llevarme a esa habitación? —pregunté con curiosidad.
—¿Para qué?
—Quiero ver si es cierto lo que dices.
—Está bien, si me dejas regresar contigo y quedarme—propuso.
Yo quería ver así que acepte—Lo prometo.
—Bueno, pero hay un problema—agachó la mirada.
—¿Cual?
—No sé cómo regresar ahí.
Lo observé por unos segundos, exhalé—Bueno, ya lo prometí, ¿Quieres jugar?
Eso lo alegró inmediatamente—¡Sí!
—Te voy a llamar Lucas—le dije.
Después de varias horas sin conseguir dormir, me incorporé. Necesitaba hablar con él, no dejar las cosas sin arreglar, ver en su rostro-o esa sonrisa burlona, que de alguna manera le hacía ver tierno, tal vez era por su ridículo corte hongo, o porque su rostro era el de un niño inocente a pesar de tener dieciséis, o simplemente era una de esas características que definen a las personas, no quería tener en mi mente su rostro molesto.
El problema en aquel momento es que no sabía dónde se iba cuando desaparecía de la nada. De repente me halle en la Habitación de Cristal, eso no era lo que había pedido, eso no era lo que quería ver, pero allí estaba, en aquella habitación que parecía no tener fin, que si gritabas se escucharía tu eco, pero que si solo susurrabas podría entenderse bien, era el perfecto lugar para susurrarse al oído. No era mi caso. ¿Pero cómo podía estar ahí si solamente se podía si lo veía a los ojos? A menos que ambos estuviésemos deseando vernos, ¿funcionaba así también?
No me moví por un par de segundos viendo las cortinas de diamantes extendiéndose a mi alrededor, rayos de luz filtrándose en las paredes y la inmensidad del cielo fuera de ellas, nubes tan blancas que su espesor podía haber sido calculable ante un experto. Fueron precisamente esas nubes las que me hicieron salir de mi colchón, caminé hasta la pared más cercana, apartando las cortinas que se ponían a mi paso, estas hacían un celestial sonido al ser tocadas y reacomodadas, era entre agua y el sonido de un instrumento que habría oído en algún lado pero que no me sabia el nombre, era hermoso.
Cuando llegué por fin a la pared de cristal pude ver las como las nubes formaban figuras, cada una diferente, había mariposas, ponis, flores, niños jugueteando, arpas, instrumentos hechos de nubes, intocables por supuesto, perfectamente formadas. Había olvidado por qué me gustaba aquel lugar, era bellísimo, celestial, las figuras de nubes casi parecían moverse.
Sentí su respiración demasiado cerca de mi cuello, había aparecido de repente a mi lado.
—Me alegra que estés aquí Emilia. —Susurró como si hubiera estado oyendo mis pensamientos hacia unos minutos.
Me volví para verlo, su rostro me dijo que sentía igual que yo al estar peleados y sin motivo aparente.
— ¿Estoy loca, cierto? —nuestras narices casi estaban juntas.
Sonrió, su mirada estaba en un punto bajo de mi rostro, —No, no lo estás.
—Por Dios, estoy viendo una habitación hecha de cristal y diamantes, un chico que parece normal pero que solo yo puedo ver—caminé di dos pasos atrás, me vio a los ojos, —Llevo ocho años sin entenderlo, si fueras mi amigo imaginario ya deberías
Dejé las palabras en el aire, no le andaba diciendo que creía que era imaginario directamente, ya sabía que él lo sospechaba, pero ver su expresión al oírlo de mi boca me hizo pedazos, porque no lo supe que le había dolido lo que acababa de salir de mi boca, sino también lo que me falto por decir, lo siguiente que pasó me hizo sentirme chiquitita en una habitación que ya era grande al principio. Lucas tenía razón solo sabía empeorar las cosas.
Hubiera querido escuchar una de sus frases divertidas, no, hubiera querido escuchar una de aquellas frases burlonas que le gustaba decir, tal vez ese gesto gracioso que hacía con su cabeza al mirarme comer sola en la escuela, cualquier cosa, que me molestara para hacerme enfadar o reír que era lo que más conseguía, pero no. Solo se limitó a terminar la frase que empecé, de la manera más fría que jamás había oído de él.—¿Ya debería haber desaparecido para siempre? ¿Es eso lo que quieres decir? Creí que querías arreglar las cosas, —apartó la mirada—que por eso estabas aquí.—Lucas, no quise—Herir mis sentimientos, ¿Pero en realidad tengo sentimientos Emilia? —Empezó a acercarse peligrosamente a mí, con un evidente sarcasmo en su voz que no dejaba salir la mía—&iq
— ¿Sabes algo? Aun no entiendo por qué dejaste de venir. —susurraba cerca mío.—Yo tampoco. Solo tenía miedo.— ¿De qué?—De la señorita Hale.— ¿De la señorita Hale?—¡Señorita Hale!—¡Emilia!El sonido de un cuaderno cayendo sobre mi mesa me despertó haciendo que me sobresaltase. La señorita Liss me miraba expectante, toda la clase de arte tenía sus ojos en mí, tragué antes de encontrar algo de mi voz adormilada.—Lo siento.—Dígame algo señorita Hale, ¿le parece que mi clase es aburrida? ¿Por qué estaba durmiendo?—Yoeste—Se objetiva Emilia, no balbucees. —me murmuró.—No señora Liss, es que anoche no dormí bien, pensando en el cuadro con el qu
—Chandler, cállate quieres.—Está bien. entiendo, es cosa de chicas.Estaba viendo Friends con mi madre cuando sonó mi celular, era inconfundible el sonido de I Found a Way de Drake Bell, el intro de la serie. Lucas estaba a un lado en el piso y al escuchar el intro lo cantó a todo pulmón, se puso en pie, empezó a bailar en medio de la sala con pasos ridículos. Yo me reí, nos encantaba la serie, él, era mi Josh, mamá se había ido a la cocina para preparar palomitas, tenía suerte de que no me escuchara reír, dejé que el intro llegara a la mitad, por suerte quien llamaba estaba dispuesto a esperar.—Emilia ¿no piensas contestar? —mi madre llamó mi atención.—Sí, —me puse en pie— ¿ya van a estar las palomitas?—Ya están, solo les pongo mantequilla, te esperaría, pero creo que vas a tardar en esta llamada—señaló con la cabeza la pantalla, donde se podía observar el nombre de Mike.Entonces me apresuré a contestar, era una video llamada, sonreí al verl
—Qué opinas de este—preguntaba por enésima vez. Siempre era algo diferente, pero, me estaba empezando a hartar de todo.Austin y yo nos encontrábamos en medio del partido de futbol americano del equipo de la escuela en donde se encontraba Richard, competían contra las Águilas un equipo de afuera, el equipo local se llamaba las Ardillas, estaban perdiendo, era evidente que, hacia falta de mi amigo para lograr ganar, pero por alguna razón que desconocía, luego de haber insistido hasta el cansancio a que fuera, no apareció, ni el, ni Lilith.Lo que fuera, algo no andaba bien, el caso fue que al aceptar había olvidado por completo que tenía que reunirme con Austin para empezar los preparativos para la fiesta de la maestra de arte, y ahí me encontraba con ropa para nada adecuada en un estadio. La chica que decía ser mi amiga desde la infancia me obligó a ponerme un p
No estaba de más mencionar mi terrible aspecto, ni actitud tirada al suelo, ya sabía que los partidos de futbol eran así, por eso no iba a ninguno. Estuve allí porque ellos dijeron que era importante, me vistieron para la ocasión, ¿solo para qué? ¿Verme llegando a casa empapada de refresco de alguien más, con mi vestido arruinado y una autoestima lleno de refresco? Si era alguna broma esperaba que al menos a ellos les estuviera haciendo gracia.—Lo siento Ansel, estoy ocupado ahora, quizá lo dejemos para después—escuche decir a Austin por el celular, camine hasta él.—Austin, estoy bien, ve con tu amigo, voy a irme sola a casa—avise.Tapó la salida de voz del celular—Vamos, no te dejare ir en ese estado, déjame acompañarte a casa—insistió.—No, ya estoy grande ¿no crees?No estaba de acuerdo, pero al ver mi cara decidida asintió—Esta bien.—Nos vemos después, —hice ademán de querer acercarme—Mejor nos ahorramos las formalidades por hoy.<
—Emilia ya llegué, cielo santo, que clase de zoológico es este–escuchamos la voz de mi madre al entrar por la puerta. Todos teníamos puestos pijamas jumper de animales, los gemelos eran Leones, la morena un unicornio y yo un koala.Richard y yo que seguíamos en la cocina teniendo la conversación más sincera que jamás habíamos tenido, nos abrazamos rápidamente para finalizarla. Mike y Lily fueron los primeros que fueron a recibir a mi madre. Al igual que yo mamá no podía creerse estar viendo al rubio en persona.—Mírate que alto estas—le decía mi madre quien se quedaba hasta el mentón del gemelo—has crecido tanto como tu hermano, e igual de guapo.Codeé a Richy, para hacerle saber que tenía mismas cualidades y tan buenas como las de su hermano, él me sonrió.—Gracias señora Wang—respondió Mike amablemente.—Es tan lindo volver a verlos a todos juntos, en serio, que si todos sus padres pudieran verlos se enternecerían. —Mi madre tocaba los hombros de ambo
—Y esta es Emilia y sus amigos en su pijamada.Mi madre le mostraba las fotos que había tomado mientras dormíamos en la pijamada a mis abuelos que estaban de visita por mi cumpleaños, mis abuelos solo se reían mientras yo me estaba cuestionando sobre si debía taparme la cara o simplemente dejarlo pasar. Había entrado a la habitación desde antes que despertáramos para verificar que todo estuviera en orden, tomó fotos en el momento justo, cuando los pies de Mike estaban sobre mi estómago, cuando su cabeza estaba en mi estómago, cuando me abrazó como si fuera su almohada, cuando Richard abrazaba a su hermano como si fuera una almohada, cuando le mordía la mano, cuando Lilith puso su mano en mi cara, cuando el gemelo enamorado se fue a dormir del lado de ella, y muchas, muchas más. Suerte que solo eran mis abuelos, hubiera sido peor que alguien más las hubiera visto. Noté algo sobre el hombro de la abuela Lía, el escudo del capitán américa en una camiseta que yo conocía bien, él e
Estaba paralizada, no creía posible que Lucas fuera palpable hasta ese día, cuando la pequeña niña de ojos claros y cabello rubio lo tocó. Había tirado de su camiseta para llamar su atención, llevaba un peluche blanco en las manos, y cuando habló su chillona voz se dirigió al chico ya no tan invisible.—Dice mi amiga Juliana que eres guapo—Lucas me miró algo consternado, luego se volvió a ver a la niña, se agachó para quedar a su altura.—¿En serio? ¿Y dónde está tu amiga?—No hablaras en serio Lucas—le dije yo incrédula de su repentino interés en la otra chica.Me miró—Vamos, alguien más puede verme, ¿no crees que es genial?—Es extraño—afirmé.La niña le sonrió—Está aquí, te presento a Juliana.Señaló la nada. Me reí, tal parecía que Juliana era su amiga imaginaria. Pero qué bonito, había una reunión de amigos imaginarios en el parque. Él me miró mal, luego se volvió a la niña.—¿Tú cómo te llamas? —le p