Capítulo uno

Teníamos ya dieciséis años, era increíble, nos sentíamos en la cumbre de nuestra adolescencia, hablábamos de vez en cuando con Mike por Skype, pero no era lo mismo. Lilith se dejó el cabello suelto, usaba ropas extravagantes del momento, jeans rotos y camisetas rasgadas, a veces llevaba unas que parecían sacadas de un nido de ratas, tan rotas que no le cubrían nada. 

Pero en eso se había convertido mi queridísima amiga. Richy, a él le había sentado muy bien la adolescencia, con diecisiete años medía un metro noventa y siete, era miembro del equipo de basquetbol y futbol de la escuela, se había dejado su cabello ondulado libre de gel, cuando no estaba jugando tendía a usar un par de lentes, lo cual lo hacía ver intelectual, aunque no lo era. 

Y yo a mí la adolescencia me había dado lo peor, tenía cambios temperamentales lo cual hizo que me denominaran "la bipolar" de mi salón por un buen tiempo, hasta que supe controlar el factor que los provocaba, que más bien era un quien, tuve que usar lentes igual que Richard al contrario de él que solo los utilizaba para plantearse por la escuela, yo los necesitaba debido a una secuela del accidente en segundo grado, me había dado fuerte en el piso de ese autobús, no eran siempre necesarios, me dejé crecer el cabello hasta mis caderas, lo había pintado color gris de las puntas para combinarlo con mi ropa estilo los 80s, con acampanados, estampados y colores pastel. 

—¡Emilia! —Oh no, esa era mi reacción cada vez que aparecía cuando no lo esperaba, peor en lugares públicos. Su rostro solo me advertía una cosa: miradas despectivas, y teorías raras acerca de mí. 

Ya ni en mi instituto estaba tranquila. Llevé un bocado a mi boca de la fruta que estaba almorzando para que cuando hablara no se notara, aunque parecía que no tenía modales por masticar con la boca tan abierta. Habían pasado más de ocho años desde que apareció, y ya no aguantaba más, ¿de quién hablo? De mi amigo imaginario. Tal vez exageraba un poco, es solo que a veces más que mi amigo era un invasor de espacio personal, bueno, creo que eso es lo que hacen los amigos.

Su nombre, Lucas, tierno, pero con un problema, solo existía para mí.

Me miró con la cabeza inclinada hacia un lado de manera burlona, esa actitud solía agradarme, cuando tenía ocho años. Se burlaba de mi expresión. El apareció así, un día al entrar a mi habitación, casual. Por desgracia este amigo no era de esos que les gustaba desaparecer al llegar a la adolescencia, eso, a eso es a lo que me refería cuando dije que la adolescencia me había dejado lo peor. De pequeña era divertido jugar con él, no me daba cuenta de que era raro, pero cuando creces y las personas siguen viendo que hablas con algo que solo tú ves, empiezas a darte cuenta de que no es tan divertido, tenía que ignorarlo la mayoría del tiempo, aunque a veces no quisiera hacerlo.

—Aquí no por favor—Le susurré con la boca llena.

Sonrió como era costumbre suya, de una manera despreocupada casi burlona. Por aquel entonces me había decidido a que si no se iba para mis 20 años lo vestiría de payaso para la fiesta. Mi teoría estaba en... "Como desaparecer a tu amigo imaginario", desde que había llegado a la adolescencia no lo soportaba, sobre todo cuando le daba por perseguirme todo el día. Estaba en la etapa en la que todo ser humano necesita algo llamado Espacio personal y con Lucas encima de mí, desconocía el significado de eso, era un chico que a simple vista se veía como los otros, con sus ojos claros juguetones, nunca maduraba, ni entendía la palabra Aléjate. 

—Ya te lo he dicho Lucas—Tragué, miré a mi alrededor y luego a él —Puedes molestarme todo lo que quieras en casa, pero aquí no. Vete por favor. 

Se sentó a mi lado—¿Que comes Emilia? 

Como siempre me ignoraba, era inútil decirle que hiciera algo, tal vez haya crecido conmigo, porque lo había hecho, aparentaba tener mi misma edad, pero seguía actuando como el niño de ocho años que conocí. Sin más, tuve que resignarme. Exhalé con exasperación, esperando que lo demás estudiantes que se encontraban en el patio no creyeran que estaba loca, o no alimentaran sus creencias. 

Me miraba fijamente, siempre ponía cara de cachorro cuando me pedía algo o quería saber lo que yo sentía, lo que saboreaba, lo que tocaba. Me daba justo en la sensibilidad así que le tenía que explicar.

De mala gana tomé el tenedor y levanté un trozo de sandía lo más disimuladamente que pude—Esto es sandía, —me lo comí, tomé uno de melón —Esto es melón...

Rodó los ojos—Sé lo que son. 

Fruncí los labios, me abstenía de mirarlo demasiado, así no parecía más raro, podrían creer que estaba estudiando, tenía mis cuadernos sobre la mesa, era una chica aplicada, era el camuflaje perfecto.

—Entonces para que preguntas. —fruncí el entrecejo.

—Los sabores Emilia, esto no lo había visto antes en casa.

—Son dulces, se llama coctel de frutas, tiene un poco de miel, es algo muy dulce, pero se mezcla con los sabores de las frutas—trataba de ser lo más descriptiva que podía, pero para él nunca era suficiente. Era la primera vez que llevaba coctel de frutas a la escuela, había visto una imagen en internet, y me decidí a prepararlo, me gustaban las frutas, sobre todo las dulces.

— Algún día voy a probarlos—aseguró. Su rostro siempre lucía esperanzado, me preguntaba si es que no se daba cuenta de que no era real, que era un tonto producto de mi imaginación por falta de vida social, o por lo que fuera. 

Dejaba que creyera lo que quisiera, no me importaba, tenía mis propios problemas por su culpa—Seguramente lo harás.

Intentó tocar mi mano, logrando solo filtrarse en mi piel—Y podré tocarte. Uhmm...me pregunto si tu piel será tan suave como dicen que eres.

Me ruboricé, ese idiota—¿Quién te ha dicho eso? 

—Nadie. Solo tú me vez, ¿no recuerdas? —su burlonería volvió, entre cerré mis ojos —Lo escuché de Austin. 

Mis mejillas se calentaron. Austin, él fue mi amigo hasta en primer año de preparatoria, donde me dijo que le gustaba, y yo le correspondí, fue mi novio por casi un año, luego terminamos, una vez el entró a mi habitación...lo cual me hizo pensar si Lucas estaba ahí cuando permití que entrara, ¿y hasta ese momento lo pensaba?, ¿justo cuando el mismo me lo acababa de decir? 

—¿Estabas escuchando Lucas? —cuestioné con tono enfadado.

Se levantó y elevó sus brazos mostrando sus palmas en defensa—Solo una parte. No la de los gritos y lo demás. Rayos...

Lo escuché maldecir después de darse cuenta de que se había delatado.

Tenía una inmensa vergüenza, en realidad nada pasó entre Austin y yo, me puse a gritar como loca antes de que sucediera, igual quise levantarme y darle una patada en la testosterona a Lucas por haberme estado escuchando, desde que él había llegado a la pubertad no dejaba de meterse en mis cosas, eso había hecho que acabara con mi paciencia en muchas ocasiones, como en esa, pero no podía pegarle, uno porque me verían y creerían que estaba loca, dos, no le haría daño, mi pie solo lo atravesaría. Apreté mis labios, y mis puños sobre mi regazo, sin poder hacer más. 

—¿No vas a explotar? —preguntó alzando una ceja.

—¿Me ves cara de bomba?

Se rió, quiso decir algo seguramente estúpido, como de costumbre, pero se quedó viendo a otro lado, hacia Lilith que venía junto con Richard hacia la mesa donde yo estaba, todos los miraban, parecían populares, sí, yo era la amiga de los populares. Ellos andaban siempre a la moda, ella con su ropa rasgada, y el con su camiseta sin mangas del equipo de básquet, parecía que siempre caminaban en cámara lenta. Un grupo de chicas murmuraban o gritaban cuando el pasaba, y no faltaba la que quería comérselo con la mirada, sí, era guapo, aunque a mí no me parecía exagerado, solo un chico atlético del equipo más.

Lily, ella solo les miraba con desprecio y eso bastaba para que algunos chicos dejaran de manosearla con la mirada, y a veces se le salía lo rudo cuando alguno se pasaba, sacándoles el dedo medio. 

—Sigo sin poder creer que sean amigos tuyos—Susurró Lucas a mi lado. 

Lo miré aún enfadada —No me interesa tu opinión.

Lilith fue la primera en hablarme en cuanto llegaron hasta mí—¿Puedes creer que Austin esté con McCartney? Sigo sin darle crédito, tu eres mucho mejor que ella—Se sentó frente a mí.

—¿Acaso vez que le importa Afro? —Richard sonrió sentándose a la par mía.

—No te metas cuatro ojos, es charla de chicas, no lo entiendes—Le puso cara de pocos amigos. 

Richy levanta las manos en defensa—Cálmate, solo decía, ¿no es así Emy?

—Odio que me involucren en sus discusiones lo saben —dije comiendo de mi coctel.

—Ya, bueno, ¿qué harás para el concurso de arte de este año Emilia? —Me preguntó la morena. El concurso de arte era organizado por la maestra Liss, participaba todos los años desde que había dominado el arte del bosquejo y pintura. Ese año la maestra había anunciado que habría premios, igual no me sentía tan interesada por participar. 

—Aun no sé si participaré —respondí.

Ella se sorprendió—¿Es en serio? Haz ganado por tres años consecutivos, no te gustaría hacerlo de nuevo.

Richard puso su mano en mi hombro—Déjala Lilith, ella quiere darle oportunidad al resto de estudiantes.

—Si supieran quien es el que te motiva a pintar, me amarían —Me sobresalté al escuchar la voz de Lucas que escuchaba atentamente nuestra conversación.

Lo miré mal. A veces me preguntaba si alguna vez se iba, o si siempre estaba allí escuchando. Si el resto lo hubiera podido ver habrían pensado que era real, es que la percepción que yo tenía de él era 4D. Real y fastidiosa.

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