Al día siguiente no sabía qué hacer, ¿cambiaría las cosas entre los dos?, ¿o ambos nos haríamos los locos y seguiríamos con nuestras vidas? Respiré hondo y dejé que las cosas tomaran su rumbo. Eran las cinco de la mañana y aún estaba sentada en el borde de la cama, desorientada. A diferencia de Aarón, me costaba madrugar y estar consciente de mis cincos sentidos, desde muy temprano. Bostecé y comencé a arreglarme, mientras mi mamá me consentía preparándome el desayuno. Bajé las escaleras y saludé a mis padres.
—Buenos días, hijita —dijo mi padre al sentarme cercar de él. —Hola, padre —lo saludé con una sonrisa.—Notamos que ayer te fue bien en la conversación que tuviste con Aarón, ¿está todo bien? —preguntó para confirmar lo que ya sabía.—Sí.—¿No hubo nada raro? —preguntó mamá al servirnos la comida.—Nada fuera de lo común entre adolescentes.—Es una buena noticia, hija, llamaré después a su mamá —dijo mamá contentaEl resto del desayuno lo disfrutamos en silencio. Me lavé los dientes, cogí mi mochila y salí con mi papá a la calle a esperar el expreso escolar. El carro llegó casi en seguida, subí, me senté junto a la ventana como siempre lo hago, pero nunca pasamos por su casa. Me pregunté si estaría enfermo y si es así, ¿por qué no me avisaría? El camino hasta el colegio fue largo, y me sentía rara ya que entre todos hablaban, pero era la única que se interesaba por hablar con el conductor, Jaime, un señor encantador de 54 años, que sonreía a todos los que se subían.—El niño Aarón no vino hoy, su mamá me llamó y dijo que se sentía indispuesto —dijo Jaime al notar mi preocupación.—No sabía, pero gracias por decírmelo, señor Jaime.—Noté que estaba un poco abstraída, por eso aproveché para decirle.—¿Tanto se me notó?—Sí, es normal que se preocupe por su amigo.—Sí, después de clases me comunicaré con él.—¿Ya se acostumbró a la vida de la secundaria?—Sí, un poco. Aarón es mi gran apoyo.—No se preocupe, le irá bien hoy —estacionó el carro en el parqueadero del colegio—. Hemos llegado.—Gracias, Jaime.Salí del expreso luego de que todos lo hicieran, al menos hoy no fueron tan notorios al mirarme, pero si los podía oír cuchichear entre ellos. De seguro estarían diciendo algo como: la pareja de los raros terminó su relación y por eso él no vino; ahora pasará sola, como siempre. Sacudí mi cabeza y preferí no pensar en aquello.Llegó la hora del recreo y salimos todos al patio, me acerqué al bar y pedí tortolines con cola mientras buscaba donde sentarme. Todas las mesas estaban repletas. Encontré una silla disponible donde también estaban sentados un grupo de chicos, incluyendo mujeres que estaban en mi mismo salón.—¿Me puedo sentar con ustedes? —pregunté con una sonrisa fingida. Ya sabía la respuesta.—No, no queremos que nadie nos vea con la rara de la clase. —Todos se rieron—. ¿Tu amigo no vino hoy?—No se atrevan a hablar de él —viré los ojos y busqué donde podría sentarme.—Espera —dijo uno de ellos—. Se te olvidó esto.El chico me entregó una servilleta con un dibujo en él. Se rio y se regresó a su puesto. Lo abrí y había un “retrato” de Aarón con una frase desagradable: Nadie quiere ser amigo de la novia de un gordo. Lo arrugué y lo boté en el basurero más cercano. Caminé hasta los asientos debajo de la escalera y comí en silencio lo que me había comprado, quise por un momento sacar mi teléfono, pero la supervisora se cruzaba de un lado a otro cerca de donde estaba. Sonó el timbre y regresé a clases.Lo que quedaba del día transcurrió sin problema, por lo menos no tenía que soportar a mis compañeros del expreso por la tarde. Esperé junto a la salida hasta que mis padres me recogieran. No demoraron en llegar, supongo que tener a mi mamá trabajando desde casa tenía sus ventajas sobre la “puntualidad”.—Hola —dije al ingresar.—Hola, mijita, ¿todo bien hoy? —preguntó mamá.—Sí, solo que Aarón faltó, escuché que estaba enfermo.—Hablé con su mamá, y dijo que no había amanecido bien.—¿Puedo visitarlo?—Me dijo que podía ser viral, tendremos que esperar hasta que se sienta mejor —sonrió.—Si hija, de seguro mejorará pronto y lo podrás ver en el colegio —añadió papá.—Creo que tienen razón.Llegamos a la casa y preparamos el almuerzo en familia. Me dejaron elegir el menú, así que preparamos lasaña de carne. Terminamos de comer y mi madre regresó a su trabajo en el estudio, mientras que mi padre salió de casa en búsqueda de trabajo. Me encerré en el cuarto y cogí mi móvil, busqué el número de él y le dejé pasando un mensaje. A los cinco segundos me respondió.—Lamento que ellos te hayan hecho sentir mal —dijo y luego insertó una carita triste.—No, después de todo no suena tan mal.—¿No te molestó?—No. —Quería verte hoy, pero me levanté sintiéndome mal.—Si me dijeron mis padres, y también me dijeron que podía ser algo viral.—Fue lo que dijo el doctor. ¿Me podrás prestar tus apuntes de hoy?—Claro que sí.—Le pediré a Adam que vaya por ellos, no necesitas hablar con él, solo déjalos fuera de tu casa cuando te diga.—Claro, no olvides que te extraño.—De seguro ya me sentiré mejor mañana, no te preocupes.—¿Me lo prometes?—¿Qué cosa? —preguntó confundido.—Que te sentirás mejor y que no me dejarás sola en el colegio.—Isa…—Prométemelo.—Me haces reír, pero está bien te lo prometo.—Así me gusta.—¡Qué engreída! —esperó unos minutos—. Adam ya fue para allá, llegará en veinte minutos.—Está bien.Dejamos de hablar y guardé mis apuntes en un sobre. Las clases y los deberes que nos mandaron hoy, deberán ser entregados pasado mañana, así que no tendría ningún apuro en que me los devolviera. Cogí una hoja de mi cuaderno y le escribí una carta, traté de no ser taciturna o romántica, pero cuando se trataba de él, era imposible no hacerlo.—Te extrañé como no tienes la menor idea; no dejaban de mirarme como si fuera la única rara del planeta y cuando no estás conmigo me siento como tal. Sé que no es el momento, pero cuando te sientas mejor debemos hablar sobre lo que pasó ayer. Mis padres nos vieron, y no sé si los tuyos también. No quiero que haya malentendidos entre nosotros. Te quiero.Guardé la “carta” en el sobre y cogí mi móvil. Era Aarón, me estaba diciendo que Adam se encontraba a cinco minutos. Abrí la puerta y dejé el sobre donde me había indicado Aarón.—Ya lo dejé en la puerta, Aarón.—Gracias, Isabel. Eres la mejor amiga del mundo.—Tú también lo eres —dejé pasar unos segundos y volví a escribir—. Te guardé una carta también.—¿Son malas noticias? —bromeó. Él sabía que cuando le escribía caklrtas, era apasionada y en algunas veces melancólica.—No arruines la sorpresa.Ambos nos reímos y me concentré en las tareas. Hubo algunos ejercicios que no podía realizar y le escribí a Aarón si podía ayudarme. Pacientemente lo hizo hasta que pudiera entender todo sin problemas. La noche cayó y Aarón no respondió más mis mensajes. Pensé que podría sentirse cansado por lo enfermo que estaba, aún así no dormiría tan temprano, lo conozco bien. Lo llamé y en seguida me contestó, pero no podía oír su voz, escuchaba murmullos inentendibles en su lugar. Luego un sonido estruendoso cortó la llamada. Toqué mi pecho y mi corazón latía más de mil por hora. No quise alarmar a mis padres, por lo que preferí arroparme con la colcha y esperar hasta mañana.—¿Él se reportó enfermo con usted? —preguntó Daniel. —No, la mamá de él fue quien le dijo al chófer del expreso escolar que estaba enfermo, y ahí él me contó.—¿La habían molestado antes? Me refiero cuando usted no estaba cerca de la compañía de Aarón.—No, fue la primera vez que él faltó a clases, por ende, la primera vez que me molestaban de esa forma.—¿Le hizo saber lo mal que sentía por el dibujo de la servilleta?—Sí, ya habían dicho algunos comentarios cuando estábamos juntos, pero nunca llegaron a hacer un dibujo.—¿Él cómo reaccionó?—No perdió el control si es lo que está buscando como una respuesta. Solo pidió disculpas de que pasara por algo así.—¿Se sentía culpable por lo que le hicieron?—Sí, pero a la final le dije que no sonaba tan mal. Me gustaba que me relacionaran de esa forma con él.—Pero ¿por qué se referían a usted como “la novia del gordito”?—Porque solo pasábamos entre nosotros, nadie quería ser nuestro amigo porque él era gordo.—¿Cómo era usted en el colegio, físicamente?—No sé porque me lo preguntan si ya conocen la respuesta; era muy delgada, la adolescencia me había afectado como a todas.—¿Nunca tuvo contactó con él ese día?—No, incluso tuve que darle mis apuntes a Adam, el “mayordomo” de ellos.—Usted declaró que esa misma noche escuchó murmullos inentendibles que provenían del lado de Aarón.—Sí.—¿No reconoció ninguna voz?—No.—¿Y él habló?—Nunca lo hizo.—¿Qué pasó después?—Un sonido estruendoso cortó nuestra llamada y fui a dormir.—¿Había pasado antes?—No, tampoco quise alarmar a mis padres.—Si él hubiese estado en peligro, ¿lo hubiese socorrido?—Sí.Había pasado una hora y aún no podía reconciliar el sueño, cogí nuevamente mi celular, y no había ningún mensaje. ¿Realmente lo inventé todo? No estaba segura de que había oído desde el otro lado del teléfono, pero ninguna de las voces, era de él. Cuando no podía dormir, solía llamarlo para que me contara alguna pequeña historia o una experiencia graciosa que haya tenido, hasta que me quedara dormida; su voz era mi canción de cuna y sin haberme dado cuenta, no lo veía solo como un amigo, lo veía como mi protector, la persona con la que nunca me gustaría tener peleas.—Hola, Isabel —dijo mi mamá al entrar a mi cuarto. Su sexto sentido de madre sabía que algo me ocurría.—Hola.—Sentí que mi hija aún no podía reconciliar el sueño, ¿estoy en lo correcto?—No te equivocas.—¿Quieres hablarlo? Puedo dejar de ser tu mamá y ser tu amiga.—Te agradezco, pero son cosas de adolescentes.—¿Tiene que ver con Aarón?—¿Cómo…?—Los he visto —me interrumpió. Estupendo, mi mamá conocía más de mí que y
Eran las cinco y quince de la mañana y el cielo apenas se iba aclareciendo. Me levanté por un vaso de agua y no me había percatado que ahora me sentía mucho mejor. Ya no temblaba ni tampoco sudaba. Todo gracias a él. Corrí hasta la cama y cogí mi celular. Estaba descargado, así que era probable que la llamada se haya terminado antes de que uno de los dos hubiese querido. Lo conecté al cargador y esperé unos minutos para volverlo a prender. Mi mamá tocó la puerta.—Hija, tendrás que prepararte el desayuno, tu padre se siente muy enfermo y voy a llevarlo al doctor. Te dejo sus llaves sobre la mesita de la sala.—Está bien, mamá. —Te mandaré un mensaje apenas salgamos del doctor, no tienes que responder si estás en clases.—Igual lo haré.—Cuídate y ten cuidado al salir.Ambos nos despedimos a través de la puerta. Comencé a arreglarme y a guardar mis cosas en la maleta. La cerré y me dirigí a la cocina para prepararme un sándwich y comerlo rápido en la pequeña mesa. Me lavé los dientes
Ingresamos a la oficina del director. Andrew estaba sentado en la silla, molesto y con los brazos cruzados. Aarón, por su parte, estaba tranquilo y no apartaba la mirada de mí, quería asegurarse de que estuviera bien.—¿Cómo se siente, señorita Niño? —preguntó el director preocupado.—Estaré mejor —dije en voz baja.—Andrew tiene algo que decirle —lo miró directamente esperando hasta que él se levantara.—Te pido disculpas, Isabel —dijo Andrew, con el tono más hipócrita que jamás había oído.—¿Puedes dejar de ser tan hipócrita? —dijo Aarón con tono burlón.—Y a ti, ¿qué te pasa gordito? —dijo Andrew desafiante.—No fue una disculpa sincera.—Por favor, compórtense, o ambos serán sancionados —dijo el director molesto. Se dirigió a mí—. Podría señorita Isabel, explicarnos cómo pasó.Andrew comenzó a ver a todas partes cuando comencé a relatar la historia, mientras que Aarón mantenía su mirada sobre mí. Quería transmitirme apoyo y seguridad. Apenas terminé de contar la historia, el direc
Pese a que intenté detenerlo con todas mis fuerzas, mis manos no respondían, se sentía tan bien, que no quería que parara. Cogí de su pierna a través de la tela de su pantalón e incliné mi cabeza en tal forma que pudiera recorrer más de lo que ya había hecho.—¿Estás segura, Isabel? Tu mamá está abajo.—Pensé que se había ido con mi padre.—No, ella se quedó.—Es que yo…Colocó sus dedos casi sobre mis labios dejando un espacio invisible para callarme. Lo miré directamente a los ojos y luego a su boca. Él hizo lo mismo y comenzó a besar mi cuello sin detenerse. Me tenía ganas y yo también a él, pero ¿eso está bien?—No hagas ningún ruido, no queremos que tu mamá nos rete.—Espera —ahogué mi gemido y me separé de él—. Esto no está bien, no podemos.—Pero queremos.—¿Qué ocurre contigo?—¿Qué tiene de malo? Nos gustamos, lo aceptamos y ahora solo actuamos como una pareja…—Ahí está —lo interrumpí—. No somos una pareja, pero actuamos como tal.—¿No quieres ser mi pareja?¿Me estaba pidie
Intenté dormir, pero los murmullos del otro lado de la llamada no me dejaban. Cogí mi celular, y pude ver que la llamada aún estaba activa. De seguro mis padres me matarán por llamar tanto en menos de un mes. Los sonidos eran irreconocibles y por un momento creí que podrían ser sus padres conversando en el pasillo. A Aarón le encantaba cerrar su cuarto, ya que era amante de la privacidad, y que no lo hiciera me preocupaba aún más. Preferí ignorar e irme al baño. Cuando salí de él, regresé a la cama y noté que mi celular se había apagado. Necesito uno nuevo, a este casi no le dura la batería. Lo conecté al cargador y al enchufe de mi pared y me dormí de nuevo.—Hija, es hora de levantarte —dijo mi madre al tocar mi puerta.—Ya me levanto, mamá.—Tienes menos de media hora para estar lista antes de que el expreso te recoja.—No me demoro.Como nunca me bañé y me vestí en tan poco tiempo. Salí de la casa con mi papá y nos dirigimos a “mi estación”. El expreso pasó a los cinco minutos y m
Sus ojos se volvieron dorados, ¿era posible?, ¿o estaba delirando? De seguro que era la luz del centro comercial. Tragué saliva y busqué las palabras más adecuadas para su temperamento.—Andrew.—Ese hijo…—¡Aaron!, ¿qué ocurre contigo?Todas las miradas se giraron hacia nosotros. Podía sentir el calor subiendo a mis mejillas por la vergüenza. Aarón respiró fuerte y se me acercó con cautela. Sabía que estaba enojada con él por su comportamiento. Me regresó la maleta y me pidió con señas que lo esperara mientras se dirigía al baño. Me senté cerca y miré como las miradas se esparcían hacia otro lado. Fuimos el boom del momento. Aarón demoró más de media hora en salir, por lo que me estaba preocupando. Le escribí un mensaje, esperando que me pudiera responder, pero no lo hizo.Cuando salió, estaba más calmado y sus ojos regresaron a azules. Los que tanto me gustaba. Pero me seguía preguntando ¿acaso vi mal?—¿Te sientes mejor? —pregunté preocupada.—Sí, lo siento, sé que me precipité…—P
No recuerdo en qué momento me quedé dormida mientras lo abrazaba; pero ahí estaba, inconsciente y bajo su protección. Mi celular sonó. Aarón cogió mi celular al ver que no me levantaba y respondió en mi lugar.—Hola —respondió Aarón.—Hola, Aarón, ¿está Isabel contigo?—-Sí, se quedó dormida.—No la levantes, tus padres la llevarán a tu casa, porque no podemos ir a verla en este momento. Tuvimos que salir de emergencia y nos demoraremos.—Le diré apenas se levante.—Gracias, Aarón.Cerraron la llamada y Aarón esperó hasta que me levantara. Al hacerlo, sobó mi cabeza con delicadeza.—Lo siento, no me di cuenta en que momento me quedé dormida —me asusté y cogí rápidamente mi celular. No tenía llamada de mamá.—Hablé con tu mamá, vendrás a mi casa hasta que te puedan recoger.—¿Pasó algo?—No estoy seguro, solo me dijeron que tuvieron que salir por una emergencia y que demorarían, de todas formas, mis padres están enterados.—¿Y ellos te han llamado?—No, pero ya mismo lo han de hacer.—
Mis padres llegaron más rápido de lo que pensaba. Me despedí de la familia de Aarón. Subí al carro y miré a mis padres, quienes estaban callados.—¿Pasó algo? —pregunté preocupada.—La abuela tuvo una caída y se pegó la cabeza. La llevamos a emergencias, pero dicen que puede ser tumor —respondió mamá.—¿Ahora dónde está? —no pude evitar comenzar a llorar.—Está en cuidados intensivos. Tu abuela es fuerte, saldrá de ahí.—¿Qué pasará con su enfermedad?—La van a chequear si pueden operarla.—¿Y pueden?—Es probable que no, tu abuela ya es muy mayor, sería un riesgo completo.—Lo siento, hija —dijo mi padre.Llegamos a casa, tomé una ducha rápido y llamé a mi mejor amigo. No contestó. Boté mi celular al piso y abracé con todas mis fuerzas mi almohada hasta quedarme dormida.La luz del sol me golpeaba en la cara, ¿ya era de mañana?, ¿qué tanto dormí? Me di la vuelta y al hacerlo sentí un bulto alado mío. Me restregué los ojos y miré. No podía creerlo.—¿Aarón? —pregunté somnolienta—. ¿En