Merienda

La madrugada llegó y mi estómago rugía, no fue buena idea no merendar. Sobé mi estómago varias veces, como si eso pudiera ayudar en algo, pero no funcionó, no podía pelear contra el hambre. Me levanté de la cama y me dirigí a la cocina, sin hacer mucha bulla.

—Llegaron como hace media hora, les dije que estabas durmiendo para que no te despertaran —dijo Aarón sentado desde el comedor.

—¡Dios! Que susto me diste, Aarón.

—Me quedé preocupado por lo que no comiste.

—No tenías de qué preocuparte.

—Lo sé, aún así te dejé un sándwich en la refrigeradora.

—¿Lo preparaste para mí?

—Sí, siempre te protegeré y estaré pendiente de ti.

—Es muy amable de tu parte, ¿crees que me haga daño?

—Más daño te hará no comer.

Tenía razón y me senté junto a él después de calentar mi sándwich. Él permaneció en silencio y sabía que era porque algo le molestaba. Terminé mi merienda pequeña de la madrugada y lo miré. Él tenía la mirada perdida evitaba hacer contacto conmigo.

—Si estás así por lo de hace una hora
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