Eran las cinco y quince de la mañana y el cielo apenas se iba aclareciendo. Me levanté por un vaso de agua y no me había percatado que ahora me sentía mucho mejor. Ya no temblaba ni tampoco sudaba. Todo gracias a él. Corrí hasta la cama y cogí mi celular. Estaba descargado, así que era probable que la llamada se haya terminado antes de que uno de los dos hubiese querido. Lo conecté al cargador y esperé unos minutos para volverlo a prender. Mi mamá tocó la puerta.
—Hija, tendrás que prepararte el desayuno, tu padre se siente muy enfermo y voy a llevarlo al doctor. Te dejo sus llaves sobre la mesita de la sala.—Está bien, mamá. —Te mandaré un mensaje apenas salgamos del doctor, no tienes que responder si estás en clases.—Igual lo haré.—Cuídate y ten cuidado al salir.Ambos nos despedimos a través de la puerta. Comencé a arreglarme y a guardar mis cosas en la maleta. La cerré y me dirigí a la cocina para prepararme un sándwich y comerlo rápido en la pequeña mesa. Me lavé los dientes y desconecté mi celular para guardarlo en mi maleta.Salí de casa, me aseguré de haber cerrado bien la puerta antes de dirigirme a la calle donde me recogía el expreso.—¡Hola, Isa! —dijo alegre Aarón.—¿Hola? —pregunté confundida. Me senté en los asientos de adelante junto a Aarón—. ¿No te recogíamos después de mí?—Sí, pero hubo un cambio de ruta porque algunas calles están cerradas —dijo Jaime—. Buenos días, señorita Isabella.—Buenos días, don Jaime —respondí al saludo con una sonrisa.—Gracias por tus apuntes —dijo Aarón al regresarme el sobre.—Me alegro de que te sientas mejor —revisé el sobre, pero no estaba la pequeña carta. Lo miré fijamente a los ojos y él solo sonrió—. Supongo que lo hablaremos en recreo.—Dalo por hecho, Isa.El día transcurrió como siempre, con miles de miradas sobre nosotros como si fuéramos una pareja de raros en exhibición, y los murmullos que no cesaban se habían convertido en música para nuestros oídos. El timbre del recreo sonó y Aarón denotaba más confianza y seguridad por lo que no me tuve que preocupar por lo que había pasado entre los dos. Me cogió de la mano y me guiñó de un ojo. Lo miré fijamente y luego a su lunch, el cual estaba intacto.
—¿No tienes hambre?—No, Isa. ¿Podemos hablar sobre la carta?—Sabes como me pongo a veces y habías faltado a clases, te extrañé como no tienes idea.—Lo sé —besó mi hombro rápidamente y luego regresó su mirada hacia la mía—. El te quiero, ¿fue real?—¿Cómo? Sabes que siempre te digo lo mucho que te quiero.—No sé porque, pero esta vez lo sentí diferente.—¿Cómo lo puedes saber? Es solo una carta escrita a mano.—Porque conozco bien al emisor.—Bueno, señor Aarón. ¿Sus padres también nos vieron?—No me dijeron, pero por sus sonrisas de ese día, diría que también.—Irónico.—¿Por qué?—Quieren que estemos juntos.—Pero ya lo estamos…—No, me refiero a como pareja.—¿Sentiste algo cuando nos besamos?—Dirás cuando me robaste un beso.—Cuando nuestros labios se tocaron.—Sabes bien que esa conversación que tuvimos antes del beso no salió como esperaba. Mis palabras se mal interpretaron y no quería hacerte sentir mal.—Me sentí mal en ese momento, pero cuando nos besamos supe que fui yo quien había mal interpretado las cosas, que lo que quisiste decir, es que me quieres tal como soy y que te fijarías en mí sin importar como luzca.—Sí —asentí aliviada. La pesadilla que me estaba carcomiendo ya no tenía sentido.—Aún así, quiero conseguir esos cambios.—¿Por qué? —pregunté confundida. ¿Mi pesadilla se estaba repitiendo?—Porque quiero que tengas amigos.—¿No te gusta que solo seamos los dos?—Como pareja sí, pero quiero que tengamos un grupo de amigos, alguien que cuide de ti cuando yo no esté.—No me importa si me molestan…—Claro que te importa, lo noté cuando hablamos.—Me alegro de que te sientas mejor, te recuperaste muy rápido —cambié el tema. No quería que otra vez se sintiera culpable, aunque fue mi culpa por como me expresé, al contarle lo que estaba pasando.—No cambies el tema, Isa —me cogió de ambos manos—. Cambiaré por ambos.—No —alejé mis manos de las de él—. Y si eso afecta nuestra amistad…—No lo hará —me apartó un mechón del cabello y lo colocó detrás de mi oreja—. Además, ahora que estamos solos los dos, hay algo que he querido hacer desde que te vi en el expreso.Tomó mi mejilla con sus manos cálidas e hizo que me acercara más aún a él. La distancia entre nosotros era corta, y mi respiración sonaba entre cortada. ¿Me iba a besar en pleno patio del colegio? Y como si leyera mi mente, lo hizo. Su beso era dulce y tembloroso. Aún tenía miedo de lo que pasaría entre nosotros. Intensifiqué mi beso solo para que supiera que me encontraba a gusto.—¡La pareja de los raros se están besando! —gritó, el chico más popular de mi salón. Cogió su botella de agua y junto a otros compañeros vertieron el líquido sobre nosotros.Aarón me miró rápidamente y vio como no dejaba de toser. Cerró su puño y se acercó bruscamente donde ellos.—Miren quien ya se enojó —se burló Andrew—. ¿Vienes a defender a tu novia?—No te atrevas a hablar de ella —dijo Aarón con un tono más grave en su voz.—Aarón, déjalo, solo quiere provocarte.—No, estoy cansado de todo esto.Los siguientes segundos transcurrieron como carrera de caballo. No sabía que Aarón fuera tan ágil y fuerte. Se podría decir que, entre los dos, Andrew y Aarón, se lastimaron; el uno con un golpe en el estómago y el otro en las costillas. Vi a lo lejos que se acercaba nuestra profesora por lo que intenté separarlos, pero al hacerlo no vi el puño de Andrew que se acercaba al pecho de Aarón y que por estar entre los dos golpeó mis labios, haciendo que perdiera el equilibrio y cayera al suelo.—¡Isabel! —gritó Aarón y se arrodilló junto a mí.—¡Señor Andrew! A la oficina del director, ahora —dijo Alicia.—Pero profesora, fue él.—No importa quien empezó, pero este colegio no acepta ningún tipo de violencia.—Profesora —refutó Andrew.—Es una orden —se dirigió hacia nosotros—. Por favor, señor Aarón, llévela a la enfermería.Él asentó con la cabeza y sacó su pañuelo de su bolsillo para intentar limpiar la comisura de mis labios. Sonreí y nos dirigimos a la enfermería.—¿Intentó pelear contra un grupo de leones? —broméo Lucía, la enfermera—. Por favor, siéntese hasta que le pueda revisar la herida, le pondré un poco de alcohol y hielo, probablemente le arda.Respiré hondo y dejé que la enfermera me curara. Aarón nunca se fue de mi lado y esperó hasta que ella pudiera revisar mi labio. Salimos y nos dirigimos hasta la oficina del director.—Isabel, espera, por favor —me detuvo de la mano—. Lamento que haya pasado esto, todo fue mi culpa.—No fue tu culpa, son ellos, entiéndelo —apreté sus manos y le sonreí. Él hizo lo mismo.Ingresamos a la oficina del director. Andrew estaba sentado en la silla, molesto y con los brazos cruzados. Aarón, por su parte, estaba tranquilo y no apartaba la mirada de mí, quería asegurarse de que estuviera bien.—¿Cómo se siente, señorita Niño? —preguntó el director preocupado.—Estaré mejor —dije en voz baja.—Andrew tiene algo que decirle —lo miró directamente esperando hasta que él se levantara.—Te pido disculpas, Isabel —dijo Andrew, con el tono más hipócrita que jamás había oído.—¿Puedes dejar de ser tan hipócrita? —dijo Aarón con tono burlón.—Y a ti, ¿qué te pasa gordito? —dijo Andrew desafiante.—No fue una disculpa sincera.—Por favor, compórtense, o ambos serán sancionados —dijo el director molesto. Se dirigió a mí—. Podría señorita Isabel, explicarnos cómo pasó.Andrew comenzó a ver a todas partes cuando comencé a relatar la historia, mientras que Aarón mantenía su mirada sobre mí. Quería transmitirme apoyo y seguridad. Apenas terminé de contar la historia, el direc
Pese a que intenté detenerlo con todas mis fuerzas, mis manos no respondían, se sentía tan bien, que no quería que parara. Cogí de su pierna a través de la tela de su pantalón e incliné mi cabeza en tal forma que pudiera recorrer más de lo que ya había hecho.—¿Estás segura, Isabel? Tu mamá está abajo.—Pensé que se había ido con mi padre.—No, ella se quedó.—Es que yo…Colocó sus dedos casi sobre mis labios dejando un espacio invisible para callarme. Lo miré directamente a los ojos y luego a su boca. Él hizo lo mismo y comenzó a besar mi cuello sin detenerse. Me tenía ganas y yo también a él, pero ¿eso está bien?—No hagas ningún ruido, no queremos que tu mamá nos rete.—Espera —ahogué mi gemido y me separé de él—. Esto no está bien, no podemos.—Pero queremos.—¿Qué ocurre contigo?—¿Qué tiene de malo? Nos gustamos, lo aceptamos y ahora solo actuamos como una pareja…—Ahí está —lo interrumpí—. No somos una pareja, pero actuamos como tal.—¿No quieres ser mi pareja?¿Me estaba pidie
Intenté dormir, pero los murmullos del otro lado de la llamada no me dejaban. Cogí mi celular, y pude ver que la llamada aún estaba activa. De seguro mis padres me matarán por llamar tanto en menos de un mes. Los sonidos eran irreconocibles y por un momento creí que podrían ser sus padres conversando en el pasillo. A Aarón le encantaba cerrar su cuarto, ya que era amante de la privacidad, y que no lo hiciera me preocupaba aún más. Preferí ignorar e irme al baño. Cuando salí de él, regresé a la cama y noté que mi celular se había apagado. Necesito uno nuevo, a este casi no le dura la batería. Lo conecté al cargador y al enchufe de mi pared y me dormí de nuevo.—Hija, es hora de levantarte —dijo mi madre al tocar mi puerta.—Ya me levanto, mamá.—Tienes menos de media hora para estar lista antes de que el expreso te recoja.—No me demoro.Como nunca me bañé y me vestí en tan poco tiempo. Salí de la casa con mi papá y nos dirigimos a “mi estación”. El expreso pasó a los cinco minutos y m
Sus ojos se volvieron dorados, ¿era posible?, ¿o estaba delirando? De seguro que era la luz del centro comercial. Tragué saliva y busqué las palabras más adecuadas para su temperamento.—Andrew.—Ese hijo…—¡Aaron!, ¿qué ocurre contigo?Todas las miradas se giraron hacia nosotros. Podía sentir el calor subiendo a mis mejillas por la vergüenza. Aarón respiró fuerte y se me acercó con cautela. Sabía que estaba enojada con él por su comportamiento. Me regresó la maleta y me pidió con señas que lo esperara mientras se dirigía al baño. Me senté cerca y miré como las miradas se esparcían hacia otro lado. Fuimos el boom del momento. Aarón demoró más de media hora en salir, por lo que me estaba preocupando. Le escribí un mensaje, esperando que me pudiera responder, pero no lo hizo.Cuando salió, estaba más calmado y sus ojos regresaron a azules. Los que tanto me gustaba. Pero me seguía preguntando ¿acaso vi mal?—¿Te sientes mejor? —pregunté preocupada.—Sí, lo siento, sé que me precipité…—P
No recuerdo en qué momento me quedé dormida mientras lo abrazaba; pero ahí estaba, inconsciente y bajo su protección. Mi celular sonó. Aarón cogió mi celular al ver que no me levantaba y respondió en mi lugar.—Hola —respondió Aarón.—Hola, Aarón, ¿está Isabel contigo?—-Sí, se quedó dormida.—No la levantes, tus padres la llevarán a tu casa, porque no podemos ir a verla en este momento. Tuvimos que salir de emergencia y nos demoraremos.—Le diré apenas se levante.—Gracias, Aarón.Cerraron la llamada y Aarón esperó hasta que me levantara. Al hacerlo, sobó mi cabeza con delicadeza.—Lo siento, no me di cuenta en que momento me quedé dormida —me asusté y cogí rápidamente mi celular. No tenía llamada de mamá.—Hablé con tu mamá, vendrás a mi casa hasta que te puedan recoger.—¿Pasó algo?—No estoy seguro, solo me dijeron que tuvieron que salir por una emergencia y que demorarían, de todas formas, mis padres están enterados.—¿Y ellos te han llamado?—No, pero ya mismo lo han de hacer.—
Mis padres llegaron más rápido de lo que pensaba. Me despedí de la familia de Aarón. Subí al carro y miré a mis padres, quienes estaban callados.—¿Pasó algo? —pregunté preocupada.—La abuela tuvo una caída y se pegó la cabeza. La llevamos a emergencias, pero dicen que puede ser tumor —respondió mamá.—¿Ahora dónde está? —no pude evitar comenzar a llorar.—Está en cuidados intensivos. Tu abuela es fuerte, saldrá de ahí.—¿Qué pasará con su enfermedad?—La van a chequear si pueden operarla.—¿Y pueden?—Es probable que no, tu abuela ya es muy mayor, sería un riesgo completo.—Lo siento, hija —dijo mi padre.Llegamos a casa, tomé una ducha rápido y llamé a mi mejor amigo. No contestó. Boté mi celular al piso y abracé con todas mis fuerzas mi almohada hasta quedarme dormida.La luz del sol me golpeaba en la cara, ¿ya era de mañana?, ¿qué tanto dormí? Me di la vuelta y al hacerlo sentí un bulto alado mío. Me restregué los ojos y miré. No podía creerlo.—¿Aarón? —pregunté somnolienta—. ¿En
Salimos tarde del hospital. Íbamos a dejar a Aarón a su casa, pero sus padres llamaron pidiéndonos de favor si podía quedarse hasta el día siguiente en nuestra casa. Tuvieron que salir y no regresarían hasta el día siguiente.—¿Entonces tendremos pijamada? —bromeó Aarón.—Sí —respondí un poco emocionada—. ¿Tienes algo en mente que podamos hacer?—¿Aún tienes el Monopolio?—Sí —lo saqué de mi armario y lo coloqué en la cama.—¿Quieres apostar?—No soy fan de apostar.—No tiene que ser dinero, podemos jugar a verdad.—El que pierde responderá cualquier pregunta del otro…—No —me interrumpió, mientras me miraba con sonrisa pícara—. Cada vez que alguien caiga en la propiedad del otro, responderá.—Yo…—Si no quieres podemos solo jugar.—Sí, será mejor que sea así —Aunque soy mejor que él jugando, aún no estaba preparada para abrir mi corazón por completo y estoy segura de que él tampoco, aunque demostrara lo contrario—. Lamento que tengas una amiga tan aburrida.—No lo eres, eres la perso
Era domingo por la mañana y aún sus padres no lo venían a recoger. Teníamos que terminar las tareas y estudiar para las lecciones, y que él siguiera en mi casa me distraía por completo. Nos sentamos en mi cama y mirábamos la televisión. No había buenos programas los domingos.—No entiendo —dijo Aarón.—¿A qué te refieres?—Solo porque es domingo ¿la programación tiene que ser tan mala?—Si fueras el dueño de los canales de televisión, ¿qué programación pondrías? —me reí ante su divertida postura.—¿Has visto la programación de los días viernes? Es la mejor.—Si me he dado cuenta, y bueno, la mayoría de los canales pasan películas de terror.—Eso es lo divertido.—No estoy de acuerdo.—Porque eres miedosa, siempre quieres que te abrace o te tapas los ojos con mi brazo.—Es que…—Es que nada —se rio y me golpeó el brazo—. Entre los dos yo soy el más valiente.—Excepto cuando ves una araña.—No soy el único hombre que les tiene miedo, créeme mujer.—Te creo, pero aún así gritas y huyes c