Camila y Camilo

Durante toda la semana, Camilo estuvo visitando como de costumbre a Lucía. Llegaba siempre con algún manjar que su madre había preparado para dárselo.

—Gracias, Camilo. Siempre tan gentil. Aún no entiendo porque mi nieta no se casa contigo. —Camila quien está sentada en el sofá escucha la conversación con tedio.

Desde que su madre, le ordenó mantenerse alejada del apuesto chico, ella la ha obedecido. Pero no puede evitar las continuas sensaciones que le provoca el recuerdo de aquel beso.

—No puedo hacer mucho, Lucía. Cometí un error y Alba no creo que me perdone por haberle mentido. —contesta Camilo, quien al igual que la chica, no para de pensar en aquel instante en que la conoció.

Macarena, aún duerme a pesar de que ya es poco más de las nueve de la mañana.

De pronto, como si el deseo de ambos jóvenes de estar a solas hubiese sido escuchado, Lucía le pide a su nieta ir al pequeño huerto y traerle unas hortalizas para preparar el almuerzo.

—Cami, querida ¿puedes traerme algunos
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