Un nuevo pretendiente

Luego de aquella reunión en el casino, Marcos no deja de mirar con otros ojos, la belleza de Alba.

No era sólo su rostro o su cuerpo lo que le atraían de ella, era también su inteligencia para resolver los asuntos de la empresa y su creatividad.

—Alba, venga a mi oficina —dice presionando el botón del intercomunicador.

—En seguida —contesta ella, se pone de pie y se dirige a la oficina. Toca la puerta antes de entrar, luego abre cautelosa.

Marcos levanta el rostro y repasa la figura de pie a cabeza de Alba. Ella lleva una falda tipo lápiz negra que llega debajo de sus rodillas y una blusa blanca de seda que cae sobre sus pechos dejando ver su esbelta silueta.

—Dígame, señor.

—¿Puedes dejar de decirme señor? Me haces sentir como un anciano.

—No me gusta tutear a mis jefes.

—Vale, pero podrías decirme, jefe. Suena formal y hasta perverso si lo susurras.

Alba lo mira con asombro. Ha intentando por todos los medios no dejarse seducir por el implacablemente seductor que le resulta Ma
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