A un paso de ceder

Definitivamente, no. Ella no era una mujer impulsiva, además debía tener dignidad y respeto hacia sí misma.

Se levanta de la cama, se desviste, limpia el maquillaje en su rostro, llora y se consuela a sí misma.

Luego se acuesta y se queda dormida hasta la mañana siguiente.

Un rayo de luz se filtra por la ventana, Alba se levanta, mira el reloj. Se apresura en ponerse de pie e ir a ver a su abuela. Había olvidado ir a su habitación cuando llegó. Un fuerte dolor de cabeza la hace sentarse.

—¡Joder! —se lleva la mano a la cabeza y frota sus sienes.

Nunca había tomado licor, mucho menos de esa manera. Sentía que la cabeza le iba a estallar y no recordaba con precisión sobre lo que había pasado la noche anterior.

Realmente discutió con su jefe o fue parte de un sueño. Si era cierto, ahora la vergüenza que sentía le impedía siquiera salir de aquella habitación.

Tocaron a la puerta, ella dio la orden de entrada, la empleada de servicio abrió y entró a la habitación.

—Srta Alba,
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