Luego del viaje, Leandro y Alba han estado con miradas, toques y sonrisas algo cómplices y evidentes. Ahora Alba se encuentra en su escritorio con una sonrisa que la hace verse deslumbrante, mientras que Martina se ve de muy mal humor; siente que algo ha pasado como para que estén tan alegres y se odia por no haber ido al viaje con su jefe, en vez de evitar que estén juntos, el universo que como le da todo en bandeja de plata.—Voy por un café —avisa Alba y se levanta de su escritorio—, ¿deseas uno? —le pregunta a Martina muy servicial y esta se niega.Alba se va y Martina lleva sus manos a su cabeza para frotar su sien con los dedos, piensa en que ya no soporta a su compañera de trabajo y su sonrisa, tampoco soporta que muchos chicos de la empresa quieran estar con ella, dejando a Martina en segundo plano, aunque ella solo tuviese ojos para el jefe, le encanta ser deseada por otros.El intercomunicador de Alba suena, pero ella aún no se encuentra en su oficina.—Señorita Bermúdez
Alba regresa a su escritorio, visiblemente enojada, deja caer su peso en el espaldar de su silla giratoria. No puede creer que el hombre al que acaba de entregarse pueda pensar que ella es una cualquiera.Martina la observa de reojos y sonríe. Ver que la secretaria ya está comenzado a sentir lo mismo que ella, el rechazo del CEO, la llena de satisfacción.—¿Te ocurre algo? —pregunta en tono sarcástico.—No, nada. Más trabajo por hacer —contesta parcamente. Martina hace una mueca mostrando compasión.“Tonta, te crees especial porque él te llevó de viaje. Yo también viajé con él y disfruté de muchos encuentros sexuales. Pero ya veremos cuanto le dura la novedad” piensa Martina y sonríe con malicia.Las horas transcurren rápidamente. Alba sólo aguarda el momento de salir de la empresa y se prepara mentalmente para la cita con el prestigioso empresario. Debe continuar con el plan de su jefe a pesar de que ahora que estuvo con él, no desea seguir ese juego, ni mucho menos permitir q
Durante una hora, Alba ríe y se relaja con los comentarios y ocurrencias de Enrique, pero recuerda que debe volver a la empresa.—Me temo que debo irme, se me hace tarde y debo resolver algunos papeles que me solicitó mi jefe.—Oye no puedes dejarme ahora que le he tomado el gusto a la conversación.—Me encantaría quedarme, pero…—Vamos es que quiero que me acompañes a mi mansión, quiero mostrarte una decoración que he mandado a hacer a mi oficina y necesito una opinión de una mujer honesta y con buen gusto.Alba sonríe y piensa “buen gusto, si supiera”.—Bien, dame unos segundos para hacerle una llamada a mi asistente secundaria y pedirle que resuelva algunos asuntos, ¿vale?—Claro. Alba se levanta del asiento y se aleja lo más que puede de donde está su acompañante, para avisarle a su jefe que no regresará a la empresa. Justo en el momento que lo llama, este no atiende. Se enoja pensando que puede estar con su novia o incluso con Martina. Termina dejándole un mensaje de v
—¿Qué? ¿En mi oficina? —Alba palidece ante la situación y antes de responder, el hombre anticipa.—Sí, se equivocó de puerta. ¿Iba al baño, no? —¡Sí, sí! —contesta con voz trémula. Al notar las intenciones de su padre de incomodar a la chica, Enrique trata de justificarse:—Debí acompañarte, lo siento. Pero entonces, ya viste mi oficina, supongo.—Sí, por eso me dejé llevar por la lujosa decoración. ¡Lo siento! —baja la mirada.El hombre escucha atento a la nerviosa joven y esto provoca mucho más dudas sobre Mario, cuya suspicacia es superior a la de su hijo.—Bien, debo salir a una reunión. Volveré al rato. —mira por tercera vez a Alba y luego dirige la mirada hacia su hijo— Deberías invitarla para este fin de semana. Iremos a Ibiza con algunos socios en mi yate.El tono jactancioso de Mario, incómoda aún más a Enrique. Su padre realmente era un hombre poderoso, mas no perdía oportunidad para crecerse frente a otros, mucho más cuando los consideraba de bajo nivel. —Sí, po
Los días transcurren rápidamente luego de aquel incidente, aunque Leandro deseaba pedirle disculpas, no tenía nada de lo que ella esperaba para ofrecerle.—¡Joder! Que soy un imbécil, que he debido decirle que sí estaba dispuesto a todo por ella, pero yo mismo sé que eso es imposible. —Se recrimina a sí mismo. Las veces que él le pide ir a su oficina, ella se muestra arisca y distante. Esa tarde antes de salir de la empresa, él aguarda por ella en su auto. Justo cuando baja para pedirle que suba, Alba embarca en un taxi.¿A dónde se dirigía con tanta urgencia? Sube a su auto sigue el taxi, la ve bajar frente a la mansión Fuenmayor y debe acelerar su coche para no ser visto. Luego de alejarse del lugar, decide llamarla y confrontarla por no tenerlo al tanto en cada uno de sus movimientos. Alba ve la pantalla de su móvil antes de tocar el timbre. Atiende la llamada obligada por las circunstancias en las que se encuentra. —¿Qué estás haciendo? —pregunta con enojo.—Lo que debo
Leandro se encuentra fuera del edificio donde vive Alba, tiene rato de haber llegado y no se ha decidido bajar del auto, hace rato se veía decidido, pero ahora vuelve a sentir ese miedo, sin embargo, toma valor para bajarse, caminar y adentrarse al edificio, sube al piso de Alba y sin pensarlo más toca la puerta.Del otro lado Alba se extraña, ¿Quién podría ser a esta hora? Piensa ella, es viernes y pensaba ver películas hasta quedarse dormida. Se dirige a la puerta y abre pensando que podría ser algún vecino necesitando ayuda, pero encuentra a su jefe, a la última persona que quería ver.—Sr Suárez, ¿en que le puedo ayudar?—Alba, ¿puedo pasar?Ella se lo piensa y suelta un suspiro cuando decide, se hace a un lado y lo deja pasar.—Veo que ha visto mi mensaje, o sino no estaría aquí —dice ella cerrado la puerta y al darse vuelta, Leandro la toma por sorpresa dándole un beso—, señor… —La interrumpe.—Dime Leandro, Alba, por favor.Su respiración es pesada y gracias al beso, Alba nota
Luego de aquel encuentro sexual, los cuerpos desnudos y exhaustos descansan abrazados.La alarma del móvil alerta a la pelicastaña, quien al tomarlo, ve la notificación del mensaje donde Enrique Fuenmayor le informa que va camino a su casa. Se levanta de un brinco y corre hasta la ducha. Leandro siente cuando ella se incorpora.—¿A dónde vas? Ven quiero hacerte el amor. —No puedo, estoy retrasada, Fuenmayor ya viene por mí. —se excusa ella, mientras se viste y Leandro contempla la belleza natural de su amante. —¡Dile que no irás y listo! Invéntale una excusa, puedes decirle que te sentiste mal de repente o que desde anoche estás indispuesta. —No puedo mentirle de esa manera. —espeta ella.A pesar de que Leandro intenta disuadirla, no lo logra. La pelicastaña suele ser una mujer responsable y que detesta, al igual que él, las mentiras, por lo que termina de colocarse el vestido, las sandalias y toma su bolsa. —Te dejo la llave —le lanza el llavero— cierra bien antes de salir. Espe
Leandro aguarda ansioso algún mensaje de Alba, esperaba su regreso esa misma noche. Deseaba volver a tenerla entre sus brazos, estar con ella y verla gemir, ello comenzaba a convertirse en un vicio para él. Sin embargo, cuando ella le informa a través de un audio que no regresará a Madrid como esperaba, los celos y las inseguridades de Leandro reaparecen nuevamente. Finalmente, la mañana siguiente recibe el mensaje de la pelicastaña diciéndole que ya estaba en su apartamento. Media hora más tarde, Leandro llega al apartamento. Alba lo recibe con un beso apasionado y le entrega la información que obtuvo.—Esto es perfecto, veremos ahora si Enrique se niega a venderme los terrenos. —Seguramente lo hará. —Alba se prende de su cuello, Leandro la sujeta de sus glúteos, la levanta y ella lo rodea con sus piernas.—Celebremos este triunfo —dice él en tono perverso, ella sonríe con picardía. Ambos se devoran a besos y terminan haciendo el amor. Alba y Leandro pasan ese domingo juntos has