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Capítulo 02: La confesión

«¿Acaso está bromeando? No, un momento ¡por supuesto que está bromeando!».

Tiene que estar bromeando.

Nadie, absolutamente nadie en su sano juicio reaparece en la vida de alguien, después de seis años y le pide matrimonio. Así, como si nada. No cuando no nos hemos visto en todo este tiempo, cuando no hemos vuelto a hablar hasta ahora, cuando las cosas no terminaron demasiado bien entre los dos. Bueno, a quién engaño: las cosas terminaron fatal entre los dos y ni siquiera tuvimos una relación convencional.

—¡Largo de aquí ahora mismo!— Espeto molesta, no quiero él pase un segundo más creyendo que puede venir a tomarme el pelo.

Pero todo lo que consigo de su parte es que suelte una carcajada, producto de su ignorancia. Supongo que piensa que yo también estoy bromeando.

—Hey, Camila. No te pongas así— El hecho de que trate de calmarme, me hace sentir peor. Incluso más furiosa —Me dijiste qué quería ¿no? Pues te he respondido con total honestidad.

—¿Y por eso crees que puedes venir a pedirme matrimonio? ¿Así? ¿Cómo si nada?— Suelto incrédula mientras sacudo mi cabeza, como gesto de desaprobación —¿Qué te hace pensar que quiera casarme contigo?— Le interrogo mientras entre cierro mis ojos, lo suficiente para dedicarle una mirada acusadora —No, mejor dicho ¿qué te hace pensar que no estoy casada ya?— Me detengo e inclinando mi cabeza un poco hacia atrás añado —No creerás que he estado esperando por ti o algo así ¿no? Porque créeme, lo último que esperaba y deseaba era volver a verte.

Ahora es Patrick quien pone sus ojos en blanco mientras me escucha hablar. No sé qué parte de lo que le he dicho lo ha sacado de las casillas o, si al contrario, he dicho algo que no lo moleste. Pero él, según sus propias palabras, sólo ha sido honesto conmigo, pues entonces yo también quiero ser honesta con él.

—Desde el momento en que me di cuenta que eras tú, me fijé en tus manos en busca de algún anillo. Y no lo hay. Así que supuse que casada no estás.

—¿Y qué hay si tuviese un novio? Alguna pareja— Digo encogiéndome de hombros. Después de todo no seria tan descabellado. De hecho, desde que salí embarazada sólo me he visto inmiscuida en dos relaciones, ambas casual, encuentros fortuitos y nada serio. Bueno, con el segundo pensé que tenía alguna oportunidad real de llevar las cosas al siguiente nivel pero tan pronto se enteró de que tenía una hija, salió corriendo.

Eso fue hace casi un año, un año en el que me he cerrado completamente a todo tipo de relaciones. Un año en el que he trabajado todos los días, literalmente, para brindarle un futuro mejor a mi hija y, sin embargo, aquí sigo, en este mismo deprimente bar.

—En caso de que tengas novio, sabría entenderlo. Pero nada pierdo con hacerte propuesta.

«Oh, la propuesta» Cuando pronuncia esas palabras empiezo a reír, mi risa se transforma en una carcajada histérica y cubro mi estómago con ambas manos mientras las lágrimas brotan de mis ojos. Me doy cuenta que Patrick me observa perdido, no tiene la menor idea de lo que me hace tanta gracia. Yo alzo una mano para decirle que espere, que le diré que ha sucedido, pero no puedo dejar de reír. Cuando finalmente puedo tomar una bocanada de aire, cuando retiro la máscara que probablemente se ha corrido a causa de mis lágrimas, digo:

—Disculpa, pero es que pensé que estas cosas no sucedían en la vida real. Ya sabes, una propuesta de matrimonio falso— Él pone sus ojos en blanco y me entran ganas de reír nuevamente pero me detengo, tomo aire nuevamente y añado: —Quería estar en las películas, Patrick. Pero no me apetece convertir mi vida en una.

Patrick me ve con el ceño fruncido, y sacude la cabeza solo un par de veces tratando de procesar mis palabras.

—¿Qué quieres decir?

—Pues eso ¡¿casarme contigo para qué?!— Exclamo aún sin procesar las palabras del todo —¿Estás dispuesto a casarte con alguien solo para pretender que tu vida ha vuelto a la normalidad?— Niego incrédula, no le doy crédito a mis propias palabras y añado: —¿En la vida real la gente se casa para aparentar?

—En la vida real, no sé. Pero en esta industria te sorprenderías al saber qué es verdad y qué es mentira— Dice con honestidad —Donde crees que hay amor, en realidad hay un contrato millonario estipulado por una productora, por un manager, por una agencia de publicidad. Lo que sea necesario para vender.

Eso tiene sentido y, ahora que lo menciona, son rumores que siempre han sonado aquí y allá. Incluso cuando estábamos en la escuela de actuación, en más de una ocasión llegaban chismes sobre una pareja de actores que fingían haberse enamorado mientras rodaban, sólo para vender entre el público. Yo nunca supe si era cierto, si eran inventos o especulaciones pero si Patrick quiere hacer algo como eso, alguien se lo ha tenido que sugerir.

—Vale— Pronuncio, intentando sonar más racional, menos volátil —Supongamos que entiendo tu plan. Quieres jugar a la familia feliz para que tus productores se crean el cuento de que has cambiado y no te dejen sin trabajo— Hago una pausa porque a medida de que hablo, intento darle sentido a mis palabras —Pero ¿por qué me lo podes a mí?— Suelto sin mas —¿Por qué no se lo podes a una actriz? No lo sé ¿alguien con quien hayas trabajado? Alguna amiga— Sugiero —Bueno, con lo insoportable que eres, veo muy difícil que tengas amigos.

—Mira, con todo lo insoportable que dices que soy, siempre le caí mejor a la gente. La odiosa del grupo siempre fuiste tú.

—Es verdad— Concuerdo con él —No tengo ni quiero un millón de amigos. Pero tú, tú eres la estrella, tú eres el simpático. Tú eres el que debe tener una fila kilométrica de amigos— Me burlo.

—Volviendo a lo que me interesa— Dice haciendo caso omiso a mis palabras —Podría decir que tienes razón, debería pedírselo a una actriz y eso es justo lo que estoy haciendo...

—Sabes a lo que me refiero— Le interrumpo poniendo los ojos en blanco —Hablo de gente famosa, como tú. Además, yo ni siquiera soy actriz— Insisto.

—Camila, por supuesto que eres una actriz. Una de las mejores que he visto —Detesto que la sinceridad que percibo en sus palabras, haga que mi pecho salte de forma incesante. Lo detesto porque mientras estudiaba actuación, los dos primeros consejos que recibí fue decir siempre "sí" cuando se improvisa. Y no confiar en actores. Podría estar diciendo justo las palabras que quiero escuchar y me lo creería porque el muy estúpido es realmente bueno para pretender —También hay otras cosas— Lo escucho pronunciar y yo vuelvo a la realidad, vuelvo a prestarle atención —Si se lo pido a una actriz conocida, obviamente querrá algo a cambio y si no lo exige ella lo hará su agente. En cambio...

—En cambio yo, soy nadie— Lo interrumpo, adelantándome a él, diciendo lo que probablemente pensaba pronunciar —Yo no soy más que la barista de un bar con deudas por pagar. Yo me tengo que conformar con lo que me ofrezcas.

—Tú, en cambio— hace énfasis en sus palabras y vuelve a hacer caso omiso de las mías —Estás aquí— Alza sus manos y señala a nuestro alrededor—Estás en el mundo normal. Y eso es justo lo que yo necesito— Hace una pausa y humedece sus labios, da un vistazo al casi de vidrio y nota que está vacío, alza una vista y me indica que le sirva. Pongo mis ojos en blanco y sirvo un poco más, menos que los tragos anteriores —Quiero forjar un muro entre mi vida profesional y mi vida privada, donde no hayan periodistas queriendo entrometerse o dando opiniones sobre lo que hago o dejo de hacer ¿es que no lo ves?— Se detiene, ingiere el gravamen un solo sorbo y habla nuevamente: —Por algo estoy aquí, esto no puede ser coincidencia.

Respiro profundamente y devuelvo la botella a la repisa junto a las otras. No más tragos. Si vamos a discutir esto de verdad, si realmente pienso darle una oportunidad, lo necesito sobrio. Cuando me volteo nuevamente hacia él, suelto sin más:

—Tengo una hija.

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