—Tienes razón, Serena. Yo tampoco me imagino tener una relación más allá de nuestra amistad, se sentiría a incesto. —Hace una expresión de grima y, por alguna razón que temo conocer, esa acción me hiere. ¿Le daría asco estar conmigo?
Después de la incómoda conversación y de todas las indirectas del abuelo, almorzamos juntos. Por suerte Jael y Linda no están en la mansión Nisson hoy, no es que me lleve mal con ellos, pero tampoco me agradan mucho. Tienen una vibra que me repelen y, mientras más lejos de estos esté, mejor para mí.
El almuerzo transcurre entre risas y conversaciones acerca de todo lo que hemos hecho en estos años, nuestros planes para el futuro y en dejar claro que ninguno se siente listo para abrirse a una relación seria por ahora. Esa parte no le gustó al abuelo y tuve que cambiar el tema para evitar sus sermones.
Ahora me encuentro encima del techo de la habitación de Bratt, que queda en el último piso. Hemos trepado el balcón para llegar aquí y casi me caigo porque la risa de este loco me distrajo.
Con la mirada en el cielo, conversamos como si el tiempo no hubiese transcurrido y fuéramos aquellos jovencitos soñadores, que lloraron abrazados porque nos tocó estudiar en ciudades diferentes.
—¿El veterinario lento vendrá a visitarte hasta aquí? —pregunta él malicioso.
—No. Hace casi un año terminamos lo que sea que hayamos tenido.
—¡Vaya! Y yo que creí que te ibas a casar con él. Los visualicé en una casa con un gran jardín, un perro y niños correteando por doquier.
—¡Para nada! Sabes que no espero casarme por amor, sin embargo, cuando me ponga la soga al cuello no será con un tipo que hasta su forma de hablar me aburra, además, el sexo debe ser espectacular —replico con desagrado, al recordar que, las pocas veces que tuve relaciones sexuales con Michel, me tocó fingir el orgasmo para que terminara pronto.
—En eso te doy la razón, el sexo es lo primordial en una relación.
¿Ah?
Creo que me mal interpretó.
—Difiero contigo, no pongas palabras en mi boca que no he dicho. —Hago un puchero—. Para mí el compañerismo y el complemento es lo más importante.
—Ummm… ¿Sabes qué pienso? —espeta mientras se incorpora, por mi parte, enfoco la mirada en él—. Pienso que sigues siendo la misma Serena romanticona que sueña con encontrar el amor.
—Para nada. —Estallo en carcajadas—. Si así fuese, no podría encajar en esta sociedad.
—Yo creo que lo intentas. Disfrazas lo que deseas con “compañerismo y complemento” para no sonar romántica, pero en realidad es lo que esperas: encontrar el amor de tu vida.
—No me vengas con tus análisis tontos y fuera de lugar, no soy la misma Serena que… —Dejo de hablar porque se supone que Bratt no sabe que decidí cambiar para dejar de sentir emociones prohibidas por él.
—¿No eres la misma que…? —inquiere para que yo termine lo que sea que iba a decir.
—Eso mismo, no soy la niña tonta que soñaba despierta.
—Recuerdo eso. Te dormías en la clase de física con todo y babas.
—¡Claro que no! Al único que se le salían las babas cuando dormía era a ti. La última vez que dormimos juntos tuve que cambiar la sábana, cochino.
—No creo que eso haya sido baba…
¿Qué?
Bratt estalla en una sonora carcajada al notar mi cara de espanto. Idiota.
—La hemos pasado genial juntos, de verdad te he extrañado mucho, pecosa —añade y se vuelve a recostar, colocándose frente a mí. Nuestras miradas se conectan y yo me quedo alelada, apreciando esos ojos azules que han sido la perdición de muchas mujeres.
—Es que tú y yo somos el mejor equipo de todo Diamond. ¿Qué hay de ti? ¿Es cierto lo que dice el abuelo?
—Sabes que el abuelo es un exagerado…
—Bratt, te conozco y también tus andanzas —lo interrumpo y lo miro con ojos entrecerrados, juzgando su comportamiento.
—Digamos que algunas cosas no cambian, pero para mi defensa, ya no me tiro una mujer distinta todas las noches, aunque no lo creas me he tranquilizado.
—Vaya, el doc ya no anda de puto —ironizo con diversión.
—Para desgracia de las féminas, no. Ya estoy más cotizado y no cualquiera se da a este bombón.
Rio con libertad mientras enfoco la mirada al cielo.
—¡Qué modesto!
—Ya, en serio. —Cambia a una expresión neutra—. Ya no tengo la misma libertad que antes, tampoco tiempo. Estoy en lleno en mi trabajo y hasta tengo un nuevo proyecto. Si todo sale como planeo, seré socio del hospital Seymour y tendré mi propio patrimonio fuera de la influencia de mi abuelo.
—Eso suena bien. Felicidades —celebro esta buena noticia con un apretón de mano que él corresponde. Guía la mía hasta su boca y me da un beso casto en el dorso de esta. Sé lo importante que es para Bratt crear su propio patrimonio y no tener que depender de su abuelo o apellido para lograrlo.
—Gracias, pecosa. —Se me pega y yo reacciono recostándome de su pecho. Bratt me besa la frente y me acaricia el cabello. Se siente tan bien estar así con él.
—No dejemos que los afanes nos alejen, Bratt —digo con melancolía y nostalgia. Extraño tanto aquel tiempo cuando éramos tan unidos.
—Eso es una promesa, Serena. Necesito a mi amiga y a sus mejillas pecosas para morderlas y pellizcarlas.
Estallo de la risa en el momento en que sus dientes se aferran a mi piel. Busco su mirada, pero me detengo en esos labios carnosos que dan ganas de besarlos hasta el cansancio. ¿Cómo es que este hombre puede ser tan atractivo? Nuestras narices se rozan y un recuerdo lejano me visita para torturarme.
Aquel verano…
Bratt y yo aprendimos a besar practicando todos los días a escondidas. Recuerdo que el último día de vacaciones, nos escondimos debajo de la cama de mi nana y allí nos besamos hasta que nos dolieron los labios. Esa vez Bratt no solo me besó en la boca, también lo hizo con mi cuello y clavícula. Fue cuando tuve mi primera excitación.
—Hay pastel de coco en la cocina. Acompañarlo con café es en todo lo que puedo pensar ahora. —Él me besa en la mejilla y se aparta de mí.
Nos bajamos como podemos del techo y nos dirigimos a la cocina. Escucho el timbre sonar y una de las criadas se apresura a abrir. Unos minutos más tarde, esta entra a la cocina acompañada de una mujer esbelta, con un cuerpo tan perfecto que parece mandado hacer y el rostro más hermoso que he visto en mi vida.
Ella acorta la distancia con mi amigo y lo besa en la boca. Por su parte, Bratt le corresponde el gesto y no sé por qué se me forma un nudo en la garganta, que no me permite pasar el dichoso pastel.
¿Qué rayos me sucede? ¿En qué me afecta a mí que esos dos se muestren cariño y deseo?
—Margot, ¡qué sorpresa! —espeta Bratt con exagerada emoción y una sonrisa falsa.No sé si me imagino tonterías, pero me da la impresión de que Bratt no se siente muy contento con esa visita; yo tampoco.—Amorcito, estoy tan feliz de verte —dice ella mientras le llena el rostro de besos. A este punto ya me ha dado náuseas y el dulce del pastel me repugna.—Bueno, dado que estás ocupado, me voy —escupo con veneno y reproche.La tal Margot me mira con aire de superioridad y sonríe.—Sí, estaremos muy ocupados —comenta alusiva y mira a Brett con complicidad.Qué asco.—Me imagino... —mascullo entre dientes. Me levanto de la silla dispuesta a irme, pero Bratt me intercepta.—No te vayas tan rápido. Por favor —acentúa la última palabra y me mira con ruego.Infeliz.Entiendo lo que sucede a la perfección, lo que provoca que la incomodidad que siento aumente.—¿Me acompañas a la salida? —Lo miro con cara de pocos amigos. Bratt asiente con una sonrisa nerviosa porque ha de imaginarse la razón
En este momento siento que pierdo el control de mi cuerpo, que tiembla al ritmo de los latidos rápidos de mi corazón.Me molesta que un simple accidente me descomponga de esta manera. ¿Qué me sucede? Bratt es mi amigo, nada más. No entiendo por qué tengo estas emociones.—Lo siento —dice Bratt mientras se frota la cara con las dos manos.Finjo una sonrisa y le doy una palmada en el hombro.—No te preocupes, entiendo que eres un tonto que no sabe coordinar sus movimientos y anda provocando accidentes.Él ríe aliviado.—Tienes razón, soy un tonto. ¿Nos vemos el sábado, cariño?—¡Por supuesto! —Hago ademanes con las manos antes de abrir la puerta del vehículo—. Pero yo escogeré la película.—¡Ay, no! No quiero terminar vomitando. Esas películas que ves no tienen nada de divertidas —chilla como la gallina que es con dramatismo exagerado.Hago una mueca como respuesta a su queja y le saco la lengua. Entro en el carro y conduzco fuera de la mansión Nisson. Después de haber manejado por unos
No sé qué sentir en este momento, si satisfacción o pena.Miro por inercia el desastre que he hecho y otra arcada me ataca con furia. De verdad esperaba una reacción diferente de parte de mi amigo, pero no; este no se ha alejado de mí, como tampoco ha puesto cara de asco o enojo. Debe ser porque ha de estar acostumbrado a este tipo de situaciones, dada su carrera y trabajo.—¿Te sientes mejor? —Me soba la espalda con ternura. Por mi parte, asiento ida y abochornada. ¿Qué rayos me pasó?—. Ven, vamos a la camilla. —Me dirige hacia la parte cubierta por una cortina verde y me ayuda a acostarme. Llama a su secretaria y le da instrucciones, acto seguido, se quita la bata y se la entrega, luego empieza a examinarme y a hacerme preguntas de rutina.Al cabo de unos minutos, entra una enfermera con una bandeja en las manos.—Te pondrá un suero para hidratarte —responde Bratt, como si adivinara la pregunta que estuve a punto de articular.—No es necesario, Bratt. De verdad, estoy bien. —Voy a l
Cuando creo que mi día no podía empeorar, se me ocurre escuchar detrás de la puerta del estudio de papá. Todo lo ocurrido hoy en el hospital me parece insignificante, ante esta horrenda noticia.¿A qué se refiere con salvar la empresa? Y ¿de qué?De manera instintiva y, sin pensar en mis acciones, empujo la puerta con brusquedad, captando la atención y sorpresa de los presentes.Junto a papá se encuentra Jill, el gerente de finanzas; y Andrew, el gerente de logística. Ellos son amigos de mi padre desde que tengo uso de razón, por eso suelen venir a la casa para hablar de la empresa, aparte de los temas personales.—Turrón... —susurra atónito, debido a que no se esperaba mi intromisión.—Papá, necesito que seas sincero conmigo y me digas, de una buena vez, lo que sucede con Um-diosa.Él se pone pálido, mientras que los demás carraspean con incomodidad. ¿Qué demonios está ocurriendo?—Serena, querida...—¡Nada que no se pueda solucionar! —Papá interrumpe a Jill.—Saulo, ¿para qué seguir
Bratt tiene una cabaña cerca del lago que decora el centro de la ciudad. Ese lugar posee un bosque, cuya vegetación se extiende hasta el parque que hermosea a Diamond.Los Nisson, al igual que otras familias ricas, poseen parte de aquel territorio, a excepción del parque, que es propiedad gubernamental. Dentro del terreno de la familia de Bratt, hay una parte que pertenece a este y él la utiliza para escapar del estrés o cuando se encuentra deprimido. Es como su refugio.—¿Cómo va todo en tu empresa? —pregunta él mientras mira al cielo negro, que se encuentra lleno de estrellas. Ambos estamos sentados en una hamaca que queda en el frente de la cabaña, con una taza de chocolate caliente en mano.Sorbo de la bebida y pongo mis pies encima de las piernas de él. Bratt me prestó una de sus medias, así que los dos usamos un par parecido que combate la gélida temperatura, aparte de que nos arropamos hasta la cintura con una frisada.—Pésimo... —suspiro decaída.Él me mira preocupado y me lev
Bratt Tres semanas después...Encabronado, salgo de mi consultorio con una carpeta en manos, esa que recibí de parte de la oficina central de la corporación Nisson. Dos semanas atrás me fue transferida una fortuna, cuyo valor es diez veces mayor que el de la herencia que me dejaron mis padres, que consta de unos ahorros, ya que papá no había heredado nada de los Nisson antes de morir.Desde que recibí el dinero, he estado de buen ánimo y hasta inicié el proceso para poner el centro de imágenes en el hospital, asimismo, estoy preparando una cena especial para mi pecosa, donde le daré las buenas nuevas y le ofreceré el dinero para cubrir sus deudas e invertir en la empresa de ella. De esa manera, mataré dos pájaros de un tiro, puesto que ayudaré a mi amiga y le demostraré al abuelo que no solo sacaré mi proyecto adelante, también multiplicaré ese dinero por otro lado.Todo iba bien hasta este momento, en el que he recibido esta carpeta con los malditos documentos del demonio, que repre
Serena—No sé qué voy a hacer —me quejo mientras me tiro en la cama con un bufido—. Estamos casi en la ruina.—Me gustaría ayudarte, pero el gimnasio no produce tanto dinero —dice Taís con frustración.—Lo sé, no te preocupes. —Resoplo mientras miro al techo—. No es solo cuestión de pagar las deudas, también necesitamos encontrar a un inversionista y arreglar el desastre del último proyecto. En fin, seguiré tocando puertas, no me rendiré.—Así se habla, amiga —anima Lilia, quien vino junto a Taís a darme apoyo—. Ya verás que todo se va a solucionar. ¡Ah, es tarde! ¿No te piensas cambiar? —me recuerda—. Dentro de una hora Bratt te pasará a buscar. ¡Qué emoción! Ojalá esta vez sí sean sinceros en cuanto a sus sentimientos y se casen.¿Ah?Tanto Taís como yo bufamos a eso. Lilia siempre ha querido emparejarme con Bratt, puesto que para ella somos la pareja perfecta.—¡Y vuelves con lo mismo! —exclama Taís—. Bratt no es un hombre para tener una relación seria; él parece que tiene un tic n
Trato de entender a mi amigo, de verdad que sí, pero no lo logro. ¿Qué rayos le sucede hoy? Tomo de mi champaña y corto un trozo de carne, luego lo miro con impaciencia.—¿Vinimos solo a comer? —digo al fin, hastiada de que no me haya dicho nada aún—. No es que me queje por tu generosa invitación, pero la curiosidad me está carcomiendo por dentro.—Disfrutemos de la cena y del hermoso ambiente, cariño. Todo a su tiempo, pecosa —responde con nerviosismo. ¿Qué le pasa?—Como digas... —mascullo entre dientes y sigo comiendo.Suelto los cubiertos con hastío cuando me percato de que Bratt me observa con cara de idiota, entonces le devuelvo la mirada, no obstante, la mía está cargada de escepticismo y recelo.—¿Qué? ¿Por qué me miras mientras pones esa cara de pendejo? —le reclamo, pero este, en vez de responderme, se mete bastante comida en la boca hasta atragantarse. Lo observo asustada porque su piel empieza a tomar un tono morado y sus ojos se abren de más. En un santiamén, salto de la