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Capítulo 3: Solo amigos

—Tienes razón, Serena. Yo tampoco me imagino tener una relación más allá de nuestra amistad, se sentiría a incesto. —Hace una expresión de grima y, por alguna razón que temo conocer, esa acción me hiere. ¿Le daría asco estar conmigo?

Después de la incómoda conversación y de todas las indirectas del abuelo, almorzamos juntos. Por suerte Jael y Linda no están en la mansión Nisson hoy, no es que me lleve mal con ellos, pero tampoco me agradan mucho. Tienen una vibra que me repelen y, mientras más lejos de estos esté, mejor para mí.

El almuerzo transcurre entre risas y conversaciones acerca de todo lo que hemos hecho en estos años, nuestros planes para el futuro y en dejar claro que ninguno se siente listo para abrirse a una relación seria por ahora. Esa parte no le gustó al abuelo y tuve que cambiar el tema para evitar sus sermones.

Ahora me encuentro encima del techo de la habitación de Bratt, que queda en el último piso. Hemos trepado el balcón para llegar aquí y casi me caigo porque la risa de este loco me distrajo.

Con la mirada en el cielo, conversamos como si el tiempo no hubiese transcurrido y fuéramos aquellos jovencitos soñadores, que lloraron abrazados porque nos tocó estudiar en ciudades diferentes.

—¿El veterinario lento vendrá a visitarte hasta aquí? —pregunta él malicioso.

—No. Hace casi un año terminamos lo que sea que hayamos tenido.

—¡Vaya! Y yo que creí que te ibas a casar con él. Los visualicé en una casa con un gran jardín, un perro y niños correteando por doquier.

—¡Para nada! Sabes que no espero casarme por amor, sin embargo, cuando me ponga la soga al cuello no será con un tipo que hasta su forma de hablar me aburra, además, el sexo debe ser espectacular —replico con desagrado, al recordar que, las pocas veces que tuve relaciones sexuales con Michel, me tocó fingir el orgasmo para que terminara pronto.

—En eso te doy la razón, el sexo es lo primordial en una relación.

¿Ah?

Creo que me mal interpretó.

—Difiero contigo, no pongas palabras en mi boca que no he dicho. —Hago un puchero—. Para mí el compañerismo y el complemento es lo más importante.

—Ummm… ¿Sabes qué pienso? —espeta mientras se incorpora, por mi parte, enfoco la mirada en él—. Pienso que sigues siendo la misma Serena romanticona que sueña con encontrar el amor.

—Para nada. —Estallo en carcajadas—. Si así fuese, no podría encajar en esta sociedad.

—Yo creo que lo intentas. Disfrazas lo que deseas con “compañerismo y complemento” para no sonar romántica, pero en realidad es lo que esperas: encontrar el amor de tu vida.

—No me vengas con tus análisis tontos y fuera de lugar, no soy la misma Serena que… —Dejo de hablar porque se supone que Bratt no sabe que decidí cambiar para dejar de sentir emociones prohibidas por él.

—¿No eres la misma que…? —inquiere para que yo termine lo que sea que iba a decir.

—Eso mismo, no soy la niña tonta que soñaba despierta.

—Recuerdo eso. Te dormías en la clase de física con todo y babas.

—¡Claro que no! Al único que se le salían las babas cuando dormía era a ti. La última vez que dormimos juntos tuve que cambiar la sábana, cochino.

—No creo que eso haya sido baba…

¿Qué?

Bratt estalla en una sonora carcajada al notar mi cara de espanto. Idiota.

—La hemos pasado genial juntos, de verdad te he extrañado mucho, pecosa —añade y se vuelve a recostar, colocándose frente a mí. Nuestras miradas se conectan y yo me quedo alelada, apreciando esos ojos azules que han sido la perdición de muchas mujeres.

—Es que tú y yo somos el mejor equipo de todo Diamond. ¿Qué hay de ti? ¿Es cierto lo que dice el abuelo?

—Sabes que el abuelo es un exagerado…

—Bratt, te conozco y también tus andanzas —lo interrumpo y lo miro con ojos entrecerrados, juzgando su comportamiento.

—Digamos que algunas cosas no cambian, pero para mi defensa, ya no me tiro una mujer distinta todas las noches, aunque no lo creas me he tranquilizado.

—Vaya, el doc ya no anda de puto —ironizo con diversión.

—Para desgracia de las féminas, no. Ya estoy más cotizado y no cualquiera se da a este bombón.

Rio con libertad mientras enfoco la mirada al cielo.

—¡Qué modesto!

—Ya, en serio. —Cambia a una expresión neutra—. Ya no tengo la misma libertad que antes, tampoco tiempo. Estoy en lleno en mi trabajo y hasta tengo un nuevo proyecto. Si todo sale como planeo, seré socio del hospital Seymour y tendré mi propio patrimonio fuera de la influencia de mi abuelo.

—Eso suena bien. Felicidades —celebro esta buena noticia con un apretón de mano que él corresponde. Guía la mía hasta su boca y me da un beso casto en el dorso de esta. Sé lo importante que es para Bratt crear su propio patrimonio y no tener que depender de su abuelo o apellido para lograrlo.

—Gracias, pecosa. —Se me pega y yo reacciono recostándome de su pecho. Bratt me besa la frente y me acaricia el cabello. Se siente tan bien estar así con él.

—No dejemos que los afanes nos alejen, Bratt —digo con melancolía y nostalgia. Extraño tanto aquel tiempo cuando éramos tan unidos.

—Eso es una promesa, Serena. Necesito a mi amiga y a sus mejillas pecosas para morderlas y pellizcarlas.

Estallo de la risa en el momento en que sus dientes se aferran a mi piel. Busco su mirada, pero me detengo en esos labios carnosos que dan ganas de besarlos hasta el cansancio. ¿Cómo es que este hombre puede ser tan atractivo? Nuestras narices se rozan y un recuerdo lejano me visita para torturarme.

Aquel verano…

Bratt y yo aprendimos a besar practicando todos los días a escondidas. Recuerdo que el último día de vacaciones, nos escondimos debajo de la cama de mi nana y allí nos besamos hasta que nos dolieron los labios. Esa vez Bratt no solo me besó en la boca, también lo hizo con mi cuello y clavícula. Fue cuando tuve mi primera excitación.

—Hay pastel de coco en la cocina. Acompañarlo con café es en todo lo que puedo pensar ahora. —Él me besa en la mejilla y se aparta de mí.

Nos bajamos como podemos del techo y nos dirigimos a la cocina. Escucho el timbre sonar y una de las criadas se apresura a abrir. Unos minutos más tarde, esta entra a la cocina acompañada de una mujer esbelta, con un cuerpo tan perfecto que parece mandado hacer y el rostro más hermoso que he visto en mi vida.

Ella acorta la distancia con mi amigo y lo besa en la boca. Por su parte, Bratt le corresponde el gesto y no sé por qué se me forma un nudo en la garganta, que no me permite pasar el dichoso pastel.

¿Qué rayos me sucede? ¿En qué me afecta a mí que esos dos se muestren cariño y deseo?

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