En este momento siento que pierdo el control de mi cuerpo, que tiembla al ritmo de los latidos rápidos de mi corazón.
Me molesta que un simple accidente me descomponga de esta manera. ¿Qué me sucede? Bratt es mi amigo, nada más. No entiendo por qué tengo estas emociones.
—Lo siento —dice Bratt mientras se frota la cara con las dos manos.
Finjo una sonrisa y le doy una palmada en el hombro.
—No te preocupes, entiendo que eres un tonto que no sabe coordinar sus movimientos y anda provocando accidentes.
Él ríe aliviado.
—Tienes razón, soy un tonto. ¿Nos vemos el sábado, cariño?
—¡Por supuesto! —Hago ademanes con las manos antes de abrir la puerta del vehículo—. Pero yo escogeré la película.
—¡Ay, no! No quiero terminar vomitando. Esas películas que ves no tienen nada de divertidas —chilla como la gallina que es con dramatismo exagerado.
Hago una mueca como respuesta a su queja y le saco la lengua. Entro en el carro y conduzco fuera de la mansión Nisson. Después de haber manejado por unos minutos, me detengo de golpe y me paso los dedos por los labios; al instante, siento una ola de calor recorrerme el cuerpo.
—¿Por qué me pasa esto a mí? —lloriqueo y choco la cabeza contra el guía varias veces.
No puedo volver a cometer el mismo error del pasado. No quiero enamorarme de Bratt, quien, aparte de que es mi mejor amigo; es un patán mujeriego que no tomaría a nadie en serio nunca.
Con ese pensamiento surcando mi cabeza me dirijo de vuelta a la casa.
***
Faltan pocos días para que papá anuncie la entrega de la presidencia. No sé si es que él le teme a desprenderse de su trabajo de décadas o su preocupación se deba a otro asunto, pero lo percibo muy nervioso y evasivo.
Me siento en una de las mesas del café donde quedé con mis dos amigas, Taís y Lilia, y me adelanto a pedir un capuchino sin azúcar. Cuando el mesero me trae la bebida, a poca distancia visualizo a Lilia, quien viene vestida de enfermera.
—¡Ahhhh! —grita eufórica cuando me ve.
Mi reacción es levantarme de la mesa y correr en su dirección. Una vez estamos frente a frente, ambas gritamos y nos abrazamos con fuerza.
—Por Dios, Serena, ¡qué hermosa estás! —chilla entusiasmada y vuelve a abrazarme.
—¡Tú no te quedas atrás! Eres la madre más bella que he conocido.
—Muchas gracias, aunque todavía no bajo de peso y eso que Taís se la pasa hostigándome con sus ejercicios y dietas.
—No te lleves de Taís o morirás de hambre. Sus dietas son muy estrictas y ella es una exagerada.
—¡Verdad que sí! —se queja. En ese momento aparece Taís con su vestuario deportivo y su bulto cuadrado, unas gafas puestas y el cabello hecho trenzas.
—¡Conque hablando de mí a mis espaldas, perras! —vocifera mientras se quita las gafas.
—¡Ahhhh! —gritamos las tres eufóricas. Un abrazo grupal me deja sin aire y, al cabo de unos minutos, nos sentamos en nuestra mesa bajo la atenta mirada de los transeúntes y los demás clientes que se encuentran en sus respectivos lugares.
En los cafés, nosotras siempre nos sentamos en la calle porque así nos sentimos libres de reír y hablar fuerte, pero también de estar de pendencieras.
—¡Serena, pareces una modelo! —me elogia Taís con ojitos brillosos—. ¿Ves? Mi programa exclusivo para mis amigas, sí funciona. Cuando lo llevan al pie de la letra, por supuesto —masculla lo último mientras mira a Lilia con facciones acusativas.
Sí, claro. Será programa para asesinar amigas de hambre.
—Si lo dices por mí, no necesito tu sádico programa —contraataca Lilia—. Prefiero vivir con unas libritas de más a morir desnutrida.
—¡Por eso es que tú y yo siempre tenemos problemas! Yo con toda mi buena voluntad trato de ayudarte, pero tú me pagas desacreditando mi trabajo. Para que te informes, mi gimnasio y mis programas de dieta balanceada, son los más buscados de esta ciudad —se defiende Taís.
—Estamos de acuerdo en eso, cariño —intervengo—. Sin embargo, es cierto que con nosotras quieres experimentar y abusas con tus dietas raras y ejercicios extremos.
—Otra desagradecida. —Hace un puchero berrinchudo.
—¡Ay, ya! —exclama Lilia—. Hablemos de otra cosa —propone con una sonrisa mientras juega con sus rizos marrones.
Ella es una mujer de tez muy blanca, ojos verdes y figura curvilínea; a diferencia de Taís, quien es una mulata de ojos oscuros y cabello crespo, negro y con mechones dorados. Taís ama ejercitarse y ayudar a otros a hacerlo, por eso posee un cuerpo esbelto y definido. De las tres, ella es la más alta, saludable, fuerte y, en cuanto a personalidad, la más auténtica.
Lilia, es la más insegura y tierna del grupo. Es romántica, maternal y un poco ingenua. Donde está ella todo se transforma en positivismo y risas sinceras. Lilia se casó muy joven con su primer y único novio, con quien tuvo un hijo hace dos años.
Al principio, Taís y yo no estuvimos de acuerdo con su matrimonio precoz; pero al pasar el tiempo, nos dimos cuenta de que ella es muy feliz y que su esposo es un buen hombre. Ellos se casaron por amor, razón por la que la familia de Lilia la desheredó, debido a que él no era un chico de la cúspide. Ambos trabajaron duro mientras estudiaron y ahora llevan una vida estable, a pesar de vivir en una ciudad costosa y clasista.
—¿Estabas en el hospital? —le pregunto a Lilia, dado que lleva el uniforme de enfermera.
—Sí. Estuve de guardia anoche. Me vine directo hasta aquí —responde mientras bosteza.
—No debiste venir, entonces. Pudimos haber escogido otro día u otra hora —le increpo.
—Ay, no, Serena; yo ya estaba loca por verte. El hospital ha estado muy activo en estos días, por eso no había ido a visitarte.
—Pero me siento mal de...
—Yo me siento bien con ustedes —me interrumpe—. Venir a este lugar tan hermoso a tomarme un café, es la mejor manera de botar el estrés y relajarme.
—Bueno... —balbuceo, no muy convencida.
Nos pasamos la mañana hablando todo lo que se nos viene a la cabeza, poniéndonos al día con algunos eventos de nuestras vidas y riendo al recordar todas nuestras travesuras.
Después de despedirme de las chicas, decido ir al consultorio de Bratt para que almorcemos juntos. Cuando entro al hospital no veo a la recepcionista en su escritorio y, como no quiero interrumpir a Bratt en caso de que esté con un paciente, pregunto en información si el doctor Nisson está consultando.
—Hoy no tuvimos facturación con él. Creo que solo vería a dos pacientes que no pudo atender ayer. Si no se ha ido, puede que esté en su consultorio —responde un joven con amabilidad.
Le doy las gracias por la información y me dirijo de vuelta al consultorio de Bratt. Me quedo viendo el puesto vacío de la secretaria y suspiro.
Toco la puerta del consultorio varias veces con la esperanza de que mi amigo aún se encuentre allí adentro, pero al no recibir respuesta de su parte, dejo de insistir.
Cuando me giro para marcharme, percibo que la puerta se abre, entonces me doy la vuelta con una gran sonrisa. Esta se desvanece al encontrarme con la recepcionista, quien tiene el cabello desarreglado, la respiración agitada y la camisa desajustada. Con una sonrisa victoriosa y desafiante, ella se termina de arreglar los botones sueltos.
Me abro camino con descortesía y rudeza, para enfrentar al cínico de Bratt, quien se encuentra sentado en su escritorio como si nada hubiese sucedido.
—¿Serena? —Me nombra sorprendido, puesto que no esperaba mi visita.
Él se levanta del escritorio y se me acerca, es cuando noto la mancha de labial en su cuello. Unas náuseas horrendas me provocan arcadas y tengo que taparme la boca porque la sensación de que voy a vomitar es demasiado fuerte.
—Cariño, ¿estás bien? —pregunta, preocupado por mi reacción.
—No te me acerques... —demando con dificultad, debido a que las ganas de vomitar aumentan cada vez más.
Bratt ignora mi pedido y me toma de las manos, pero de buenas a primeras siento que me mareo, entonces todo lo que me comí esta mañana termina encima de él, manchando su bata blanca con mis vómitos.
No sé qué sentir en este momento, si satisfacción o pena.Miro por inercia el desastre que he hecho y otra arcada me ataca con furia. De verdad esperaba una reacción diferente de parte de mi amigo, pero no; este no se ha alejado de mí, como tampoco ha puesto cara de asco o enojo. Debe ser porque ha de estar acostumbrado a este tipo de situaciones, dada su carrera y trabajo.—¿Te sientes mejor? —Me soba la espalda con ternura. Por mi parte, asiento ida y abochornada. ¿Qué rayos me pasó?—. Ven, vamos a la camilla. —Me dirige hacia la parte cubierta por una cortina verde y me ayuda a acostarme. Llama a su secretaria y le da instrucciones, acto seguido, se quita la bata y se la entrega, luego empieza a examinarme y a hacerme preguntas de rutina.Al cabo de unos minutos, entra una enfermera con una bandeja en las manos.—Te pondrá un suero para hidratarte —responde Bratt, como si adivinara la pregunta que estuve a punto de articular.—No es necesario, Bratt. De verdad, estoy bien. —Voy a l
Cuando creo que mi día no podía empeorar, se me ocurre escuchar detrás de la puerta del estudio de papá. Todo lo ocurrido hoy en el hospital me parece insignificante, ante esta horrenda noticia.¿A qué se refiere con salvar la empresa? Y ¿de qué?De manera instintiva y, sin pensar en mis acciones, empujo la puerta con brusquedad, captando la atención y sorpresa de los presentes.Junto a papá se encuentra Jill, el gerente de finanzas; y Andrew, el gerente de logística. Ellos son amigos de mi padre desde que tengo uso de razón, por eso suelen venir a la casa para hablar de la empresa, aparte de los temas personales.—Turrón... —susurra atónito, debido a que no se esperaba mi intromisión.—Papá, necesito que seas sincero conmigo y me digas, de una buena vez, lo que sucede con Um-diosa.Él se pone pálido, mientras que los demás carraspean con incomodidad. ¿Qué demonios está ocurriendo?—Serena, querida...—¡Nada que no se pueda solucionar! —Papá interrumpe a Jill.—Saulo, ¿para qué seguir
Bratt tiene una cabaña cerca del lago que decora el centro de la ciudad. Ese lugar posee un bosque, cuya vegetación se extiende hasta el parque que hermosea a Diamond.Los Nisson, al igual que otras familias ricas, poseen parte de aquel territorio, a excepción del parque, que es propiedad gubernamental. Dentro del terreno de la familia de Bratt, hay una parte que pertenece a este y él la utiliza para escapar del estrés o cuando se encuentra deprimido. Es como su refugio.—¿Cómo va todo en tu empresa? —pregunta él mientras mira al cielo negro, que se encuentra lleno de estrellas. Ambos estamos sentados en una hamaca que queda en el frente de la cabaña, con una taza de chocolate caliente en mano.Sorbo de la bebida y pongo mis pies encima de las piernas de él. Bratt me prestó una de sus medias, así que los dos usamos un par parecido que combate la gélida temperatura, aparte de que nos arropamos hasta la cintura con una frisada.—Pésimo... —suspiro decaída.Él me mira preocupado y me lev
Bratt Tres semanas después...Encabronado, salgo de mi consultorio con una carpeta en manos, esa que recibí de parte de la oficina central de la corporación Nisson. Dos semanas atrás me fue transferida una fortuna, cuyo valor es diez veces mayor que el de la herencia que me dejaron mis padres, que consta de unos ahorros, ya que papá no había heredado nada de los Nisson antes de morir.Desde que recibí el dinero, he estado de buen ánimo y hasta inicié el proceso para poner el centro de imágenes en el hospital, asimismo, estoy preparando una cena especial para mi pecosa, donde le daré las buenas nuevas y le ofreceré el dinero para cubrir sus deudas e invertir en la empresa de ella. De esa manera, mataré dos pájaros de un tiro, puesto que ayudaré a mi amiga y le demostraré al abuelo que no solo sacaré mi proyecto adelante, también multiplicaré ese dinero por otro lado.Todo iba bien hasta este momento, en el que he recibido esta carpeta con los malditos documentos del demonio, que repre
Serena—No sé qué voy a hacer —me quejo mientras me tiro en la cama con un bufido—. Estamos casi en la ruina.—Me gustaría ayudarte, pero el gimnasio no produce tanto dinero —dice Taís con frustración.—Lo sé, no te preocupes. —Resoplo mientras miro al techo—. No es solo cuestión de pagar las deudas, también necesitamos encontrar a un inversionista y arreglar el desastre del último proyecto. En fin, seguiré tocando puertas, no me rendiré.—Así se habla, amiga —anima Lilia, quien vino junto a Taís a darme apoyo—. Ya verás que todo se va a solucionar. ¡Ah, es tarde! ¿No te piensas cambiar? —me recuerda—. Dentro de una hora Bratt te pasará a buscar. ¡Qué emoción! Ojalá esta vez sí sean sinceros en cuanto a sus sentimientos y se casen.¿Ah?Tanto Taís como yo bufamos a eso. Lilia siempre ha querido emparejarme con Bratt, puesto que para ella somos la pareja perfecta.—¡Y vuelves con lo mismo! —exclama Taís—. Bratt no es un hombre para tener una relación seria; él parece que tiene un tic n
Trato de entender a mi amigo, de verdad que sí, pero no lo logro. ¿Qué rayos le sucede hoy? Tomo de mi champaña y corto un trozo de carne, luego lo miro con impaciencia.—¿Vinimos solo a comer? —digo al fin, hastiada de que no me haya dicho nada aún—. No es que me queje por tu generosa invitación, pero la curiosidad me está carcomiendo por dentro.—Disfrutemos de la cena y del hermoso ambiente, cariño. Todo a su tiempo, pecosa —responde con nerviosismo. ¿Qué le pasa?—Como digas... —mascullo entre dientes y sigo comiendo.Suelto los cubiertos con hastío cuando me percato de que Bratt me observa con cara de idiota, entonces le devuelvo la mirada, no obstante, la mía está cargada de escepticismo y recelo.—¿Qué? ¿Por qué me miras mientras pones esa cara de pendejo? —le reclamo, pero este, en vez de responderme, se mete bastante comida en la boca hasta atragantarse. Lo observo asustada porque su piel empieza a tomar un tono morado y sus ojos se abren de más. En un santiamén, salto de la
Es increíble como dos simples palabras pueden causar un gran efecto y ser capaces de dar giros a las vidas de las personas. Lo que se me hace más increíble aún, es escucharla en boca de mi mejor amigo ¡y peor!, dirigidas a mí.—Ja, ja, ja, ja, ja, ja... —Esa es mi respuesta a su chiste. He de admitir, que esta broma le ha quedado genial.—¿De qué te ríes?, hablo en serio —se queja con expresión ofendida.—¡Ay, Bratt, eres muy gracioso! —Vuelvo a reír.—¡No es una broma, Serena! —Alza la voz y me mira con reproche. Dejo de carcajearme cuando saca un anillo y lo extiende en mi dirección.¿Qué?—Vaya... —Lo miro maravillada—. Sí que te has tomado la broma en serio. Yo no hubiese llegado tan lejos.—¡Maldición! —Golpea la mesa—. Por eso es que no se debe jugar con asuntos serios; ahora no me crees —se lamenta.Yo, en cambio, estallo en una sonora carcajada por lo gracioso que me parece su teatro.En este momento, dos hombres vestidos con trajes elegantes se colocan cerca de nuestras mesas
Lo escucho atenta mientras me cuenta lo sucedido con el abuelo; me explica con detalles desde el día que decidió pedirle ayuda, la amenaza de demanda y quitarle su por ciento en el hospital, hasta la parte donde lo chantajea para que se case.—No puedo creer que el abuelo se haya atrevido a tanto —musito sorprendida y me pongo la mano en la boca—. Digo, sé que él es medio mañoso, pero ¿a ese punto?—Por favor, Serena, ¡no me vengas con esa! Ese viejo es de lo peor y ha hecho cosas más malvadas... —Se queda pensativo un rato, arruga el rostro con aversión y luego se retracta—: No, nada puede ser peor que obligarme a casarme.—El abuelo se pasó, pero en su pensamiento anticuado y retrogrado, él cree que lo hace por tu bien. De todas formas, es lo que se espera de nosotros, que nos casemos por conveniencia —respondo resignada.—¡Me importa un carajo lo que se espera de nosotros! —exclama con una mueca—. No me quiero casar, no estoy listo para el compromiso.Escucharlo me duele. Bratt no