—Margot, ¡qué sorpresa! —espeta Bratt con exagerada emoción y una sonrisa falsa.
No sé si me imagino tonterías, pero me da la impresión de que Bratt no se siente muy contento con esa visita; yo tampoco.
—Amorcito, estoy tan feliz de verte —dice ella mientras le llena el rostro de besos. A este punto ya me ha dado náuseas y el dulce del pastel me repugna.
—Bueno, dado que estás ocupado, me voy —escupo con veneno y reproche.
La tal Margot me mira con aire de superioridad y sonríe.
—Sí, estaremos muy ocupados —comenta alusiva y mira a Brett con complicidad.
Qué asco.
—Me imagino... —mascullo entre dientes. Me levanto de la silla dispuesta a irme, pero Bratt me intercepta.
—No te vayas tan rápido. Por favor —acentúa la última palabra y me mira con ruego.
Infeliz.
Entiendo lo que sucede a la perfección, lo que provoca que la incomodidad que siento aumente.
—¿Me acompañas a la salida? —Lo miro con cara de pocos amigos. Bratt asiente con una sonrisa nerviosa porque ha de imaginarse la razón de mi pedido.
—Margot, pídele a Chely todo lo que desees; vengo en un momento —se dirige a su amiga con fingida cortesía.
—Amorcito, lo único que deseo es estar contigo. Puedo acompañarte a despedir a... —Me mira con desprecio—. No me has dicho quién es ella.
—Ella es Serena, mi mejor amiga —me presenta.
—Creí que yo era tu mejor amiga —reprocha con una mueca de disgusto.
—Pues creíste mal, Margot. Ahora, si me disculpas, voy a acompañar a mi pecosa hasta el estacionamiento.
—¿Tu pecosa?
Me parece que no le agradó eso.
—Sí, mi pecosa. ¿Algún problema?
—No me gusta esa confiancita que se tienen —reclama como si fuese una niñita.
—No empieces, por favor —advierte él con una calma que intimida, lo que significa que está hablando en serio.
—Bratt, ¿vienes o no? —cuestiono fuera de mis casillas. ¿Quién se cree esta tipa que es, para meterse en mi relación con Bratt?
—Disculpa, pero él está hablando conmigo —interviene ella con aire soberbio. ¡Ay, no la soporto!
Ok...
Mejor me calmo…
—Disculpa, pero yo estoy hablando con él —contraataco con ironía y me yergo con los brazos cruzados, de manera desafiante.
Ella mantiene su postura y yo la mía, dando como resultado una lucha de miradas.
—Serena, vamos, debes estar muy cansada —interviene Bratt con nerviosismo. Él me conoce y sabe que no me doblegaré ante esta intrusa, entrometida y creída.
Lo sigo airosa y con una sonrisa victoriosa que denota burla, solo para mortificarla. Ella, por el contrario, parece que explotará en cualquier momento por causa de la rabia.
Una vez llegamos al estacionamiento de la mansión, Bratt se recuesta del vehículo de mamá y suspira.
—¡Esa mujer es una espina en el trasero! —se queja, dejando salir todo el aire en un resoplido largo.
—Eres increíble, Bratt. ¿Por qué traes tus revolcones a la casa de tu abuelo? Él tiene razón cuando te llama irrespetuoso. —Lo miro con ganas de estrangularlo.
—No hago eso, Serena; ¿cómo crees?
—¿Entonces? Reconocí ese "por favor" y mirada de tonto allí adentro.
—Es que esa loca quiere volver a colarse en mi cama...
—¡No te entiendo! —lo interrumpo—. ¿Es o no es una de tus conquistas de una sola noche? Aunque, a jugar por su apariencia, no parece ser de esas mujeres que van a los bares a cazar prospectos ricos.
—No lo es. Si me dejaras hablar, entenderías lo que sucede —increpa hastiado.
—Bien, explícate.
—Conocí a Margot en el extranjero cuando estaba haciendo la especialidad en radiografía. Salimos varias veces y tuvimos sexo casual. Todo estuvo claro entre nosotros al principio, pero luego ella empezó a tomarse atribuciones que no le correspondían y me alejé.
»Después de un tiempo sin saber nada de esa bruja, ella me buscó y le dije que regresaría a mi ciudad natal, de una forma sutil para que no sonara a que la quería bien lejos de mi vida; hasta le mencioné que fue lindo conocerla. Creí que me había deshecho de ella, pero un mes atrás se apareció en el hospital. Y ¿sabes qué es lo peor? Días después descubrí que es la modelo que usarán en una de las empresas de la corporación Nissón, desde entonces, no me deja tranquilo.
—¿Por qué no le dices la verdad? Es sencillo, escucha con atención lo que le dirás: "Oye, tú, ya no te soporto así que déjame en paz". Listo, tan simple como eso —digo con toda mi tirria. Él suelta una risita ante mi maldad y crudeza.
—Lo he intentado, pero ella no me deja hablar y... —Se rasca la cabeza.
No puedo evitar entrecerrar los ojos y observarlo de forma acusadora.
—Ni que ella te tape la boca. —Me cruzo de brazos.
—En realidad sí lo hace... —deja salir una risita nerviosa—. Esa mujer se me tira encima como gata en celo y no me da chance a reaccionar. Ella besa tan rico que se me olvida hasta mi nombre, imagínate lo que hace en la cama.
¡Ah!
—¡No me quiero imaginar eso! ¡Qué asco! —grito escandalizada y asqueada. No puedo creer el cinismo de este hombre—. Eres de lo peor. ¿Sabes qué es lo que te mereces? Que una de tus locas te corte el pito, a ver si así empiezas a comportarte como un adulto y no como un adolescente calenturiento y con las hormonas revueltas. Tú nunca cambias, estás cada vez peor. ¡Adiós, imbécil! —Lo empujo con rabia.
—¡Ah, no! De mi tú no te despides así, pecosa. —Me agarra por la cintura y me alza, acto seguido, me llena las mejillas de besos sonoros.
—¡Suéltame, tarado! —me remuevo con brusquedad mientras le golpeo los hombros con mi palma.
—Quien debe estar enojada es Margot, no tú. Ya deja de sermonearme y dime si aceptas ir al cine el sábado, para que recordemos viejos tiempos. —Esa invitación hace que me tranquilice.
—Tú pagas todo por hacerme pasar un mal momento —le digo, luego le beso la nariz.
—Yo no te he hecho pasar ningún mal momento. —Entorna los ojos y me besa la mejilla.
—Lo hizo tu modelo obsesiva, pero ya no importa. Haber chismoseado de ella me ha calmado. Nos vemos el sábado a las siete, donJuán. —Voy a besarle la mejilla, pero al él moverse, creo que, para hacer lo mismo, nuestras bocas se encuentran.
En este momento siento que pierdo el control de mi cuerpo, que tiembla al ritmo de los latidos rápidos de mi corazón.Me molesta que un simple accidente me descomponga de esta manera. ¿Qué me sucede? Bratt es mi amigo, nada más. No entiendo por qué tengo estas emociones.—Lo siento —dice Bratt mientras se frota la cara con las dos manos.Finjo una sonrisa y le doy una palmada en el hombro.—No te preocupes, entiendo que eres un tonto que no sabe coordinar sus movimientos y anda provocando accidentes.Él ríe aliviado.—Tienes razón, soy un tonto. ¿Nos vemos el sábado, cariño?—¡Por supuesto! —Hago ademanes con las manos antes de abrir la puerta del vehículo—. Pero yo escogeré la película.—¡Ay, no! No quiero terminar vomitando. Esas películas que ves no tienen nada de divertidas —chilla como la gallina que es con dramatismo exagerado.Hago una mueca como respuesta a su queja y le saco la lengua. Entro en el carro y conduzco fuera de la mansión Nisson. Después de haber manejado por unos
No sé qué sentir en este momento, si satisfacción o pena.Miro por inercia el desastre que he hecho y otra arcada me ataca con furia. De verdad esperaba una reacción diferente de parte de mi amigo, pero no; este no se ha alejado de mí, como tampoco ha puesto cara de asco o enojo. Debe ser porque ha de estar acostumbrado a este tipo de situaciones, dada su carrera y trabajo.—¿Te sientes mejor? —Me soba la espalda con ternura. Por mi parte, asiento ida y abochornada. ¿Qué rayos me pasó?—. Ven, vamos a la camilla. —Me dirige hacia la parte cubierta por una cortina verde y me ayuda a acostarme. Llama a su secretaria y le da instrucciones, acto seguido, se quita la bata y se la entrega, luego empieza a examinarme y a hacerme preguntas de rutina.Al cabo de unos minutos, entra una enfermera con una bandeja en las manos.—Te pondrá un suero para hidratarte —responde Bratt, como si adivinara la pregunta que estuve a punto de articular.—No es necesario, Bratt. De verdad, estoy bien. —Voy a l
Cuando creo que mi día no podía empeorar, se me ocurre escuchar detrás de la puerta del estudio de papá. Todo lo ocurrido hoy en el hospital me parece insignificante, ante esta horrenda noticia.¿A qué se refiere con salvar la empresa? Y ¿de qué?De manera instintiva y, sin pensar en mis acciones, empujo la puerta con brusquedad, captando la atención y sorpresa de los presentes.Junto a papá se encuentra Jill, el gerente de finanzas; y Andrew, el gerente de logística. Ellos son amigos de mi padre desde que tengo uso de razón, por eso suelen venir a la casa para hablar de la empresa, aparte de los temas personales.—Turrón... —susurra atónito, debido a que no se esperaba mi intromisión.—Papá, necesito que seas sincero conmigo y me digas, de una buena vez, lo que sucede con Um-diosa.Él se pone pálido, mientras que los demás carraspean con incomodidad. ¿Qué demonios está ocurriendo?—Serena, querida...—¡Nada que no se pueda solucionar! —Papá interrumpe a Jill.—Saulo, ¿para qué seguir
Bratt tiene una cabaña cerca del lago que decora el centro de la ciudad. Ese lugar posee un bosque, cuya vegetación se extiende hasta el parque que hermosea a Diamond.Los Nisson, al igual que otras familias ricas, poseen parte de aquel territorio, a excepción del parque, que es propiedad gubernamental. Dentro del terreno de la familia de Bratt, hay una parte que pertenece a este y él la utiliza para escapar del estrés o cuando se encuentra deprimido. Es como su refugio.—¿Cómo va todo en tu empresa? —pregunta él mientras mira al cielo negro, que se encuentra lleno de estrellas. Ambos estamos sentados en una hamaca que queda en el frente de la cabaña, con una taza de chocolate caliente en mano.Sorbo de la bebida y pongo mis pies encima de las piernas de él. Bratt me prestó una de sus medias, así que los dos usamos un par parecido que combate la gélida temperatura, aparte de que nos arropamos hasta la cintura con una frisada.—Pésimo... —suspiro decaída.Él me mira preocupado y me lev
Bratt Tres semanas después...Encabronado, salgo de mi consultorio con una carpeta en manos, esa que recibí de parte de la oficina central de la corporación Nisson. Dos semanas atrás me fue transferida una fortuna, cuyo valor es diez veces mayor que el de la herencia que me dejaron mis padres, que consta de unos ahorros, ya que papá no había heredado nada de los Nisson antes de morir.Desde que recibí el dinero, he estado de buen ánimo y hasta inicié el proceso para poner el centro de imágenes en el hospital, asimismo, estoy preparando una cena especial para mi pecosa, donde le daré las buenas nuevas y le ofreceré el dinero para cubrir sus deudas e invertir en la empresa de ella. De esa manera, mataré dos pájaros de un tiro, puesto que ayudaré a mi amiga y le demostraré al abuelo que no solo sacaré mi proyecto adelante, también multiplicaré ese dinero por otro lado.Todo iba bien hasta este momento, en el que he recibido esta carpeta con los malditos documentos del demonio, que repre
Serena—No sé qué voy a hacer —me quejo mientras me tiro en la cama con un bufido—. Estamos casi en la ruina.—Me gustaría ayudarte, pero el gimnasio no produce tanto dinero —dice Taís con frustración.—Lo sé, no te preocupes. —Resoplo mientras miro al techo—. No es solo cuestión de pagar las deudas, también necesitamos encontrar a un inversionista y arreglar el desastre del último proyecto. En fin, seguiré tocando puertas, no me rendiré.—Así se habla, amiga —anima Lilia, quien vino junto a Taís a darme apoyo—. Ya verás que todo se va a solucionar. ¡Ah, es tarde! ¿No te piensas cambiar? —me recuerda—. Dentro de una hora Bratt te pasará a buscar. ¡Qué emoción! Ojalá esta vez sí sean sinceros en cuanto a sus sentimientos y se casen.¿Ah?Tanto Taís como yo bufamos a eso. Lilia siempre ha querido emparejarme con Bratt, puesto que para ella somos la pareja perfecta.—¡Y vuelves con lo mismo! —exclama Taís—. Bratt no es un hombre para tener una relación seria; él parece que tiene un tic n
Trato de entender a mi amigo, de verdad que sí, pero no lo logro. ¿Qué rayos le sucede hoy? Tomo de mi champaña y corto un trozo de carne, luego lo miro con impaciencia.—¿Vinimos solo a comer? —digo al fin, hastiada de que no me haya dicho nada aún—. No es que me queje por tu generosa invitación, pero la curiosidad me está carcomiendo por dentro.—Disfrutemos de la cena y del hermoso ambiente, cariño. Todo a su tiempo, pecosa —responde con nerviosismo. ¿Qué le pasa?—Como digas... —mascullo entre dientes y sigo comiendo.Suelto los cubiertos con hastío cuando me percato de que Bratt me observa con cara de idiota, entonces le devuelvo la mirada, no obstante, la mía está cargada de escepticismo y recelo.—¿Qué? ¿Por qué me miras mientras pones esa cara de pendejo? —le reclamo, pero este, en vez de responderme, se mete bastante comida en la boca hasta atragantarse. Lo observo asustada porque su piel empieza a tomar un tono morado y sus ojos se abren de más. En un santiamén, salto de la
Es increíble como dos simples palabras pueden causar un gran efecto y ser capaces de dar giros a las vidas de las personas. Lo que se me hace más increíble aún, es escucharla en boca de mi mejor amigo ¡y peor!, dirigidas a mí.—Ja, ja, ja, ja, ja, ja... —Esa es mi respuesta a su chiste. He de admitir, que esta broma le ha quedado genial.—¿De qué te ríes?, hablo en serio —se queja con expresión ofendida.—¡Ay, Bratt, eres muy gracioso! —Vuelvo a reír.—¡No es una broma, Serena! —Alza la voz y me mira con reproche. Dejo de carcajearme cuando saca un anillo y lo extiende en mi dirección.¿Qué?—Vaya... —Lo miro maravillada—. Sí que te has tomado la broma en serio. Yo no hubiese llegado tan lejos.—¡Maldición! —Golpea la mesa—. Por eso es que no se debe jugar con asuntos serios; ahora no me crees —se lamenta.Yo, en cambio, estallo en una sonora carcajada por lo gracioso que me parece su teatro.En este momento, dos hombres vestidos con trajes elegantes se colocan cerca de nuestras mesas