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Matrimonio con el bajo mundo
Matrimonio con el bajo mundo
Por: Luly Rose
Capítulo 1 - La propuesta

-¿Señorita Díaz?-

El médico anunció mi nombre, me levanté de golpe de mi asiento en la sala de espera. Corrí con desespero hasta él y con la voz quebrada dije:

-¿Cómo está él?- puse mis manos en mi pecho tratando de calmar mi taquicardia.

El hombre esquivó la mirada y yo sentí que mi corazón daba un vuelco.

-Es solo un niño- supliqué con la esperanza de que hubiera una solución.

-Señorita Díaz- repitió mi nombre pero lo interrumpí.

-Por favor dígame Carla- Le informé deseando que tuviese compasión.

-Está bien, Carla- liberó un largo suspiro que hizo que mis piernas se aflojaran- Vamos a mi oficina y le comento el estado de su hijo.

-No- exclamé con desespero y rebeldía- Sea lo que sea necesito saberlo ya, el tiempo corre- sentencié

El médico asintió estando de acuerdo conmigo, sabía que no podía discutir con una madre con ansiedad.

-Pablito está en un estado crítico. - Admitió con la tranquilidad que solo puede manejar un médico- Debemos operar cuanto antes.

-Hágalo doctor. ¡No espere más! - grité como si tuviera un megáfono en la boca- Lo que sea para salvarlo.

-La cirugía no es sencilla, debemos pedir instrumentos que no se consiguen en el país, esto va a demorar un mes.

-¡¿Un mes?!- me apoyé en la pared al sentir como unos puntitos negros nublaron mi visión.

-Lo podemos mantener estable por ese tiempo, de eso no se preocupe-

Lo miré a los ojos con angustia y elegí confiar en él.

-Está bien, supongo que no me queda otra que esperar.

El médico movió su peso de un pie hacia el otro, buscando las palabras correctas para lo que iba a decir a continuación:

-No obstante, el problema es otro. -hizo una pausa, generando un suspenso que se me era insostenible- La obra social médica no cubre esta cirugía

-¿Cómo?-

-Lamento decirle que el costo va a tener que cubrirlo usted señora-

-¿Cuánto?- exigí con impaciencia- no demos más vueltas

-10.000 dólares.

-¡¡¡Diez mil dólares!!!

No me pude contener y lo grité haciendo que todo el mundo volteara a verme. Tomé mi frente, porque todo me daba vueltas como dentro de un espiral y sentí como me deslizaba al suelo. El médico sostuvo mi caída y me acompañó hasta los asientos.

-No puedo pagar eso- exclamé con desespero. La vida de mi hijo estaba pendiendo de un hilo y no soy capaz de salvarlo

-Disculpe…

Escuché una voz femenina y desconocida a mis espaldas, me volví confundida hacia ella y al verla, automáticamente supe que era una persona de dinero, toda su vestimenta era de muy buena calidad al igual que su bolso.

La observé extrañada, esperando a que dijera lo que era tan importante como para interrumpirme. La mujer me sonrió agridulce, de una manera que me hizo sentir incómoda.

-¿Qué tal doctor, como esta?- Saludo de una forma elegante, estrechando la mano con el hombre- ¿Me podía dar unos minutos con la señorita?

El doctor, que parecía conocerla de antes, se retiró sin decir más nada, como si la palabra de esa mujer misteriosa tuviera más autoridad que su doctorado.

Abusando de su supuesto poder, quitó a mi médico de la ecuación y robó toda mi atención

-Tuve el atrevimiento de escuchar la conversación. Lamento mucho lo de su hijo- exclamó con pena

-Gracias

-¿Me acompaña al comedor a tomar un café?, quisiera proponerle algo

Si hubiese sido en otra situación hubiese mandado a la m****a a esta ricachona que se mete en asuntos que no le incumben, pero debo reconocer que estoy desesperada y soy capaz de aceptar lo que sea por mi hijo.

Me encontraba en la cafetería con el café entre las manos, sosteniéndolo con fuerza, tratando de ocultar el temblor de mis extremidades.

-Entonces…- habló primero, encendiendo un cigarrillo, aunque estoy segura de que no se puede fumar en esta área- ¿De cuánto estamos hablando?

Sentí vergüenza de que esa mujer que parecía que se llevaba el mundo por delante me estuviera preguntando de mi deuda como si fuera un vuelto del supermercado. Avergonzada, pero con el objetivo de salvar a mi hijo en pie, respondí:

-Diez mil dólares

-Yo puedo darte esa suma- dijo sin titubear.

Apreté con fuerza el reciente de tergopol haciendo que el café se rebalsara y me quemara las manos. Largué un alarido de dolor.

-¿Estás bien?- preguntó extendiendo un pañuelo de seda fina que me dio pena manchar de color marrón.

-Gracias- dije aún con el dolor de la quemadura en mi rostro.

Luego de calmarme de la conmoción la miré incrédula- ¿Cuál es el truco? - arqueé una ceja y entrecerré los ojos con sospecha. No podía ser tan bueno para ser cierto. Algo debe querer a cambio, la gente no es buena porque sí.

-Bueno, claro que puedo darte el dinero sin que perjudique mi economía.

Quise poner los ojos en blanco, pero me contuve

-Pero yo también necesito algo a cambio- Le dio una calada al cigarrillo y liberó el humo, que me hizo dar ganas de vomitar

-Lo que sea- me atreví a decir. La imagen de mi chiquito internado me daba las fuerzas que necesitaba.

-Veo que sos una chica naturalmente hermosa- Admitió la señora

No pude controlar el sonrojo que pintó mis mejillas de un color carmesí ante el halago inesperado. 

-Gracias- respondí avergonzada

-La belleza abre muchas puertas y hoy es tu día de suerte.

-¿A qué se refiere?

Mi imaginación me hizo ver alrededor, de la mujer que sellaría mi destino, un aura color oscuro, como algo siniestro que la envolvía, tuve miedo de a donde quería llegar con todo esto.

-Mi hija…- comenzó a decir- necesita de tu ayuda- Continuó con su relato al ver que era incapaz de emitir un sonido- Voy a ser clara contigo, estás desesperada y yo también lo estoy. Mi pequeña no quiere casarse, pero el matrimonio debe concretarse, y ahí entra usted.

Parpadee varias veces perpleja, procesando lo que me estaba queriendo decir

-No le estoy entendiendo señora-

-Necesito que te contraigas matrimonio en su lugar- Manifestó con la aspereza de una voz fumadora.

Se me escapó una sonrisa burlona, que borré instantáneamente al ver que la mujer no se reía conmigo.

-¿Qué?

-No es tan malo como lo parece, es sólo casarse, no es necesario que tengan que ser una pareja real de marido y mujer, solo debes aparentarlo- me informó con naturalidad.

De todas las cosas que pude haber imaginado, esta no era una de ellas, pensé que la mujer me iba a pedir que me prostituya, hasta ese trabajo era menos comprometedor que casarme con alguien, jamás había estado en mis planes contraer matrimonio.

-No sé si pueda hacer eso- dudé

-No olvides por qué lo vas a hacer. Una madre hace todo por la vida de su hijo-

Era una mujer muy inteligente, que sabía cómo manipular a las personas. Eso estaba claro.

-¿Quién es el afortunado?- Bromeé tratando de aliviar mis nervios.

Una sonrisa grotesca y de colmillos filosos se dibujó en el rostro de la señora, generando un revoltijo de preguntas en mi estómago. ¿Quién era en realidad esta mujer?, ¿Por qué me había elegido a mí? ¿Me estoy metiendo en la boca del lobo?

-Nicolás Hamilton- dijo sin más.

Ahora entendía porque la hija de esta mujer no quería casarse con su pretendiente. Porque ese muchacho, a quien había nombrado con urgencia, era conocido en mi ciudad, y no por tener una buena reputación. Tenía la fama de ser un idiota, un hombre que no tenía diplomacia, que resolvía todo con la fuerza Bruta. Por mi parte, no había tenido el agrado de cruzarme con ese vándalo.

-Olvídalo- dije e instantáneamente me levanté de mi asiento, la mujer me imitó con una expresión de incredulidad en su cara arrugada- No pienso casarme con ese sádico.

Ella supo que no podía discutir con eso, ambas sabíamos que lo era.

Rebuscó en su pequeña cartera bajo mi mirada curiosa y sacó una tarjeta.

-Ten- me entregó el cartoncito- Por si cambias de opinión

Y sin decir más se fue hasta desaparecer de mi vista.

Miré la tarjeta por un largo rato, pensando si realmente era buena idea casarme con un desconocido, alguien que tenía fama de violento. ¿Debería hacer esto por dinero? Salvar la vida de mi hijo era algo que no tenía discusión, pero no estoy segura de sí podía dejar a Pablito huérfano, porque estoy segura que un hombre como él, cuando descubriese que soy una mujer indomable y con poca paciencia, y que además no soy la persona que decía ser, no dudaría ni un segundo en deshacerse de mí, como algo descartable.

Estaba limpiando los platos sucios del restaurante donde trabajo cuando mi jefe me llamó. Entré a su oficina, encontrándome con el hombre sentado en su gran silla de cuero de brazos cruzados y con una mirada que me dio mala espina

-¿Si, que necesitaba?- Traté de ser lo más amable posible.

-Carla, entiendo que estás pasando por un mal momento con tu hijo. Pero no me gusta que estés intentando ganar dinero de manera poco…- trató de buscar alguna palabra en su mente- poco decente.

-¿Cómo dice?- Pregunté sorprendida de que mi jefe supiera del altercado con la mujer millonaria.

-Varios clientes me vinieron con el cuento de que necesitas dinero para pagar la operación de tu hijo.

-Es cierto- Admití con amargura

-Pero Carla, no puedo hacer la vista gorda a lo que estás haciendo-

-¿Qué cosa señor?- Pregunté intranquila

-No voy a permitir que una de mis empleadas se esté prostituyendo por dinero y que después venga a trabajar y hablar con mis clientes…-

-Creo que se está confundiendo…- Lo interrumpí manteniendo la compostura.

-Sí que entiendo, entiendo muy bien cómo funciona todo eso- Exclamó con dureza y con una expresión de superioridad que me hizo sentir menos.

-Señor…

-No voy a permitir que utilices mi restaurante para conseguir clientes- Me miró con soberbia y mi cólera subió de cero a cien en un segundo

-¿Qué está insinuando?- pregunté dándole una oportunidad antes de saltarle a la yugular.

-Lo que usted ya sabe-

-No se atrevería- amenacé

-No quiero putas en mi local- escupió grotescamente.

-¡Cómo se atreve!- Grité indignada. Mi rostro se puso rojo de la ira y él ni siquiera se inmutó.

-Ten- me arrojó unos billetes en el escritorio- esto es por el mes y por favor retírate ahora mismo.

Caí en la cuenta de mi destino, y comencé a desesperarme, aunque mi jefe fuera un ruin, era mi único sustento económico

-Por favor, no puede hacerme esto. - supliqué arrepentida

-Retírate por favor- ordenó sin dar el brazo a torcer, ya no me miraba a los ojos.

-Necesito el dinero, estoy desesperada- le rogué con la voz entrecortada.

-puedes ir y acostarte con cualquiera, seguro ellos te pagarían mejor-

Sentí como mis ojos se humedecen por la humillación, sabía que más allá de su despreció y su ignorancia por el trabajo sexual, me estaba dejando en la calle por resentido, varias veces me había negado a salir con él luego de que me insistiera.

Me paré erguida y levanté el mentón, no voy a permitir que este imbécil me viera vulnerable, así que agarré los míseros pesos de mi mensualidad por mi duro trabajo, me quité el delantal y se lo tiré en la cara. Luego me retiré cerrando de un portazo para nunca más volver.

Ahora estaba desempleada, y con una deuda mucho más grande, debía pagar también un alquiler y comida. ¿Qué iba a hacer? Mis impulsos no me estaban llevando por buen camino.

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