Al segundo día de convivencia, esperé con ansias a que se fuera Nicolás para comenzar a prepararme para mi primer día de trabajo.
Me até el cabello en una coleta alta, me puse mi camisa blanca manga corta con el logo del bar y me coloqué la falda tubo color negro que me habían entregado, no solía usar pollera, pero mi desesperación por conseguir dinero era más fuerte que mi orgullo, me puse unas zapatillas cómodas y agradecí no tener que usar tacos, ya que al primer paso caería con la cara contra el suelo.
La tarde en el bar pasó con tranquilidad, atendí muchas mesas y por suerte conseguí una propina jugosa, estaba saliendo todo de maravilla, no era mucho dinero, pero se restaba al monto total.
Hubiese deseado no haber dicho antes de tiempo que la noche había salido exitosa, porque cuando cayó el sol y se asomó la luna, con ella apareció un grupo de hombres vestidos con trajes de sastre que se sentaron en una mesa al fondo del local. Al verlos me dije a mi misma que eran billeteras andantes y que seguramente me darían una muy buena propina, me adelanté a mis compañeras y me acerqué a la mesa con la sonrisa más radiante que pude conseguir dibujar.
-Buenas noches caballeros, ¿Qué van a pedir esta noche? - Pregunté con cortesía
-¿A vos se puede, linda?- dijo uno de ellos, haciendo que los demás se rieran en complicidad
-Esta noche no va a poder ser- respondí y traté de que mi sonrisa no se borrase por el disgusto.
-Qué pena- dijo otro en un tono infantil que me causó rechazo- serán 6 cervezas entonces
-A la orden- respondí y me di media vuelta, pero al momento en que les di la espalda, uno de ellos me nalgueó descaradamente. Largué un grito ahogado y continué mi camino con el rostro rojo de la impotencia de no poder pegarle un buen golpe en su rostro de niño rico.
Durante toda la noche las cervezas pasaron y pasaron, soporté coqueteos grotescos por parte de mis clientes, pero me contuve de insultarnos, no tenía que olvidar porqué estaba tolerando esos abusos.
Para mi alivio mi turno se terminó y con euforia conté en el baño lo que había conseguido recaudar en solo una noche. ¡Mil dólares! Exclamé con alegría. A este paso podría saldar el pago sin ayuda de nadie antes de que llegase la fecha límite.
Sintiéndome empoderada por mi logro sin la ayuda de nadie, salí a la calle y caminé las cuadras que tenía hasta llegar a la parada de autobús, no podía tomarme un taxi, debía gastar lo menos posible.
Mientras avanzaba a paso rápido por una calle desolada, con miedo a que me robaran lo que había conseguido con mi esfuerzo, escuché pasos múltiples y murmullos detrás de mí. No me atreví a voltearme, aceleré mi caminar mirando la esquina que estaba mejor iluminada y con mayor circulación de gente, me concentré en llegar a la zona segura sosteniendo con fuerza mi bolso.
-¡Ey, mesera!- escuché que me gritaron, pero no detuve mi ritmo
-Somos los de la mesa 10, ¿No nos vas a saludar?- dijo otra voz masculina
Oh dios mío, pensé. No esos depravados, por favor. Supliqué
-Te dimos una buena propina linda, ¿Por qué no nos das algo a cambio?- Bromeó otro de ellos. La voces se sentían cada vez más cerca.
-¡Déjenme en paz!- Grité con la voz temblorosa sin voltearme.
-No seas aburrida- se quejó otro perdiendo la paciencia
Pude sentir como la voz casi rozaba mi nuca, sin pensarlo dos veces comencé a correr.
-¡Estoy cansada!- intenté hacerles entender por ese lado.
Pero antes de poder llegar a mí salvación sentí como una mano firme me apretó con fuerza del brazo y me tironeó hacia la oscuridad nuevamente-
-¡Suéltame!- Grité con desesperación. Le di un buen cachetazo que sonó en toda la calle.
El maleante se quedó adolorido con su mano en la mejilla, mientras sus secuaces se burlaban de él
-Sí que sos dura niña- me felicitó otro. Intenté correr lejos de ellos, pero de un segundo al otro ya me estaban rodeando como una pared de cemento.
-Déjenme en paz, hijos de puta- escupí y me tragué el miedo.
-Tranquila, si cooperas hasta lo vas a disfrutar.
Y luego de eso todo pasó muy rápido.
Dos de ellos me tomaron uno de cada brazo, arrastrándome al callejón maloliente de la cuadra, intenté patalear sin éxito.
-¡Ayuda!- Grité y otro de ellos desde mi espalda me tapó la boca y me susurró al oído, causándome nauseas.
-¿Te crees mejor que nosotros eh?- me dijo con bronca. Estos tipos eran peligrosos- Vamos a tener que castigarte
Sentí el verdadero terror y solo pude cerrar los ojos y esperar a que todo pase rápido, me concentré en la imagen de mi hermoso hijo, que me traía paz.
Escuché en mi oscuridad la hebilla de un pantalón desabrochándose y como una mano asquerosa intentaba deslizarse por debajo de mi falda.
Pero en el momento en que me resigné a que hicieran lo que sea conmigo siempre y cuando no me quitaran el dinero de mi hijo, el fuerte agarre de mis brazos se aflojo y la mano escurridiza debajo de mi pollera se alejó de un movimiento rápido. Caí al suelo al no ser sostenida, y por un momento me resguarde a mí misma abrazándome con fuerza, hasta que escuché una voz familiar.
-Nunca más van a tocar a mi esposa-
Nicolás, me dije y levanté la mirada cubierta en lágrimas para encontrarme con el joven con quien me casé, dando un espectáculo de su brutalidad contra los seis hombres. Uno por uno fueron noqueados, casi no tenían oportunidad ante la violencia que ejercía mi marido. Estaba ido, sus ojos celestes ahora estaban rojos de la ira, la expresión de su rostro era la de un depredador en busca de sangre.
Golpe tras golpe los fue dejando en el suelo, sin detenerse. El callejón se había vuelto una escena del crimen, una masacre y charco grande color carmesí se fue ensanchando hasta casi llegar a donde estaba, intenté levantarme sin éxito, mis piernas no me responden.
Parece que Nicolás se acordó de mi presencia cuando me moví, porque volteó hacia mí con el rostro salpicado de rojo y la mirada asesina.
Y me asusté, no esperaba que esa mirada fría e inhumana digna de un demonio, se clavara en mí.
Comenzó a acercarse e instintivamente me arrastré ignorando el entumecimiento de mis piernas tratando de alejarme de ese monstruo, que pareció percatarse del terror dibujado en mi rostro y se mantuvo quieto en su lugar.
-Espérame en el auto- ordenó y no quise contradecirlo, así que me levanté a duras penas y tambaleándome me alejé de ese hombre con el que tengo que vivir bajo el mismo techo.
Todo pasó muy rápido. Los cuerpos de mis agresores quedaron como sacos de papas en el suelo de la calle oscura y sucia. Nicolás respiraba agitado sosteniendo del cuello de la camisa a uno de los maleantes, con el puño cerrado que temblaba a unos centímetros del rostro magullado. Yo me quedé allí, inmóvil, con mi mar de lágrimas que no dejaban de caer de mis ojos marrones. Quería pasar desapercibida, que ese monstruo que decía ser mi esposo no notase mi presencia, pero mi cuerpo convulsionaba de forma involuntaria y mi llanto e hipo comenzaron a salir como pequeños grititos de un animal herido. Nicolás se volteó rápidamente hacia mí al escucharme, soltó al hombre que cayó con fuerza en el cemento y comenzó a acercarse a donde estaba tirada en el suelo, intenté alejarme arrastrándome hacia atrás. Pero fue más rápido, me levantó de un solo tirón y me arrastró del brazo hasta su lujoso vehículo aparcado a unos metros. Aunque gritaba y pataleaba parecía no escucharme. -¡Suéltame!- Grit
Apenas Carla se fue de la casa, el joven mafioso supo que su nueva esposa iba a volver a trabajar en el bar quiera o no. Nicolás debía admitir que Carla era una mujer valiente e independiente. Alguien que no tenía miedo de enfrentarlo. La gente normalmente le hablaba con la mirada hacia el suelo, temblando de miedo de provocar disgusto en él, porque sabían lo que podía llegar a pasar si quisiera. El joven tenía la costumbre de dejar su marca con fuego en la piel de sus enemigos, las siglas “NH”, para que nunca se olviden de que un día le faltaron el respeto a Nicolas Hamilton. Nicolás odiaba la falta de respeto, los mentirosos y la gente que no cumplía sus promesas. Pero lo que más le molestaba, por sobre todo, era que toquen lo que era suyo. En este caso Carla, él sabía lo que tenía que hacer ahora. Tomó su celular y marcó un número-Pone a uno de tus hombres a cuidar de lejos a Carla. Que no la pierda de vista ni un segundo, ¿Me escuchaste? - Dijo con dureza- y necesito que hoy mi
-Señor ¡!Por favor!! Perdóneme- Suplicaba uno de sus empleados a NicolásEl jefe mafioso no escuchaba, solo veía rojo. Luego de dejar a Carla sana y salva en la casa, había vuelto a salir para ir a buscar a quien se supone que debía proteger a su esposa en su nombre y no había cumplido.-Una sola tarea te pedí- Exclamó furioso y pateó el estómago del pobre hombre- Una sola- Dio otra patada-Discúlpeme señor, fue solo un segundo el que me distraje- se arrodilló pidiendo clemencia. La excusa estúpida del hombre hizo enojar aún más al joven que lo tomó de la remera y lo levantó en el aire. -Lo que sea que hayas hecho no es tan importante como la vida de mi esposa. –Lo zamarreó con fuerza- Tu vida no vale nada al lado de la de ella. -Sí señor, tiene razónNicolás lo tiró en el suelo nuevamente- ¿Y si le hacían daño? ¿Si se la llevaban? - Gritó colérico y le propinó un buen golpe- ¿Y si me la quitaban de mis brazos? - Volvió a dar otro golpe y otro y otro.-Señor…- dijo otro de sus hom
Ahora me siento más vulnerable, no tendría que haberle contado a Nicolás sobre mi ex esposo, ¿Qué iba a ganar con eso en realidad? ¿Que se convierta en mi príncipe salvador? En este poco tiempo, si hay algo que aprendí, es que lo mejor es pelear solos nuestras batallas. No puedo esperar nada bueno de nadie. Solo tengo que pensar en mi hijo. Viaje tranquila hasta el trabajo, lo cual se me hizo extraño, estaba esperando que de cualquier esquina se apareciera mi ex esposo a pedirme dinero, lo conozco perfectamente como para saber que no se va a cansar hasta obtener dinero para quemarlo rápidamente en alcohol. Mi jornada laboral terminó y mi viaje de vuelta fue igual de tranquilo, eso no me relajó, si mi abusivo ex esposo no me estaba molestando a mí ¿A quién más entonces? -¡Pare chofer!- Grité mientras apretaba el botón. El bus frenó de golpe y bajé casi saltando del transporte y corrí. ¡Cómo pude haberlo dejado pasar! El muy enfermo de seguro está en el hospital con mi hijo, es capaz
En el aeropuerto, desde la salida exclusiva de personas importantes, sale Lily, hija de la mujer poderosa, una joven hermosa y cautivadora por donde la mires. Alta 1.70, de piernas largas, cabello rubio casi dorado hasta la cintura, el cuerpo de una supermodelo. Pero su belleza natural, o eso siempre dice ella, es opacada por su actitud de superioridad, típica actitud de una hija del poder. -¡Puedes apurarte con mis valijas!- Gritó al hombre detrás suyo, que de manera casi imposible arrastraba todas sus maletas. Ella caminaba delante, con su tapado de cuero negro, su coleta de caballo bien alta y sus grandes anteojos oscuros. Solo revoleaba su carterita también de cuero haciendo juego. -¡Mamá!- Gritó con su voz chillona y estruendosa.-Hola Lily- Dijo la mujer de forma serena, con su cigarrillo en la mano. Su hija le dio un beso a cada lado del rostro- ¿El viaje como estuvo?-Aj, insoportable, horrendo. Hazme acordar de hablar con el dueño de la aerolínea- Dijo con desprecio- ¿Pued
No dormí en toda la noche, porque finalmente pude abrir los ojos, si una parte de mí todavía creía que había algo humano en Nicolás Hamilton, esa pizca de esperanza ya no existía más. Me dejó bien en claro mi lugar en esta relación, solo soy una esposa trofeo, un objeto para mostrar en público y nada más, sin voz ni voto. Debo agradecer que no me haya obligado hasta ahora a dormir en la misma cama con él, pero no puedo seguir arriesgándome a que eso no pase, luego de lo que sucedió anoche siento que no va a tener ningún cuidado conmigo. -Es un hombre peligroso, Carla- Me dije a mí misma, haciéndome entrar en razón del peligro en el que me encontraba- No te olvides que es capaz de cualquier cosa, si hasta ahora no te hizo nada es porque de alguna forma te tenía un poco de respeto- Me recordé a mí misma. He sido una idiota, he dejado que este hombre me use y me tenga como su mascota. Pero eso se acabó. Saqué del armario mi pequeño bolso y tomé mis viejas prendas, mis libros y algunas
-Vuelvo en unos minutos. - Exclamó casi entusiasmado. Apenas dije en voz alta que aceptaba ir a la fiesta, antes de desaparecer de su vida por siempre, mi esposo salió velozmente por la puerta, quizás apresurado de resolver algo antes de que me arrepienta de mi decisión o quizás confiado de que no sería capaz de cambiar de opinión, su ego era muy grande. Me quedé ahí, parada mirando a la nada, tratando de entender si esto era una buena idea. No tuve respuesta. -Quizás si huyo ahora, no demore más de unas horas en encontrarme- Me dije a mí misma, no valía la pena intentarlo, además mi hijo aún sigue en el hospital, puede buscarme ahí cualquier día. - Supongo que no me queda otra que irme preparando hasta que vuelva por mí. Caminé nuevamente a la habitación cabizbaja, arrastrando el bolso y los pies, a cada paso que daba me arrepentía un poco más. Pero en el momento que lo tuve tan cerca y a la vez sintiendo que estaba a miles de kilómetros, lo único que deseé fue que nuestros cuerp
- ¿Estás bien? - Nicolás me sacó de mis pensamientos, sin darme cuenta ya estábamos en el medio del salón. -Si- atiné a decir, aun preocupada por la presencia de la mujer en la fiesta. No, es su fiesta, su casa. Lo cual era peor. Si tan solo Nicolás se enterase de la verdad, estoy segura de que no saldría ilesa de esto. Él se casó conmigo por quien digo ser, la hija de alguien importante, no una simple pobre sin doble apellido. Levanté la mirada con preocupación, buscando en sus facciones algún indicio de que él ya lo sabe todo, pero lo que conseguí fue una sonrisa comprensiva. -Tranquila, sé que no querías venir. Pero lo vas a disfrutar. Además, hay mucha comida. - Dijo en su intento por hacerme sentir bien. -Eso es bueno, muero de hambre- Mentí para alejarnos lo más posible de la mirada de la mujer poderosa que me observaba desde lejos a través de su extraño antifaz, que la hacía parecer mi demonio personal, que viene a buscarme. Nicolás pareció convencido de mi mentira, me